Estreno

Fernán Cisnero

David (Vincent Lacoste) es el perfecto anfitrión parisino. Es un veinteañero bien parecido sin mayores preocupaciones que mantiene prolijos los jardines parisinos y recibe a los turistas que llegan a unos apartamentos que administra en modalidad Airbnb. Es una muestra viviente de una vida ideal en París.

No tiene, de hecho, muchas preocupaciones más que cuidar de su sobrina, Amanda (Isaure Multrier), cuando su hermana, una madre soltera, sale a trabajar. Además, tiene un comienzo de romance con una inquilina y algunas inquietudes menores.

Todo ese esquema vital será alterado cuando su hermana muere en un ataque terrorista (ficticio pero inspirado en el del Bataclán aunque es en un parque) y debe encargarse de un rol de padre que no estaba en sus planes.

El director Mikhaël Hers maneja ese drama profundo con calma y prudencia aunque en algunos momentos alivia demasiado la historia. Ciertas inconsistencias del guion se hacen notar en la segunda mitad pero, ante la gravedad del tema, eso no deja mayores consecuencias en lo que se quiere contar.

Y no impide que, mayormente, Amanda sea una película que se concentra en lo que interesa: el vínculo entre el mundo adulto y el infantil y las lecciones mutuas para superar un duelo así de tremendo. Hay un acercamiento contemplativo que acompaña y jamás juzga aunque hay pistas de ciertas desigualdades sociales. Incluso el atentado ocurre fuera de cuadro, dejando claro que lo que más le interesa son sus consecuencias inmediatas y mediatas en sus personajes.

Así, buena parte del mérito corre por cuenta de Lacoste, una de las estrellas del cine  francés, y Mutrier, una niña muy expresiva que es una revelación y carga con buena parte del peso de la historia.

Amanda funciona porque su estilo sin estridencias deja que el drama fluya libremente.