El director alemán Edward Berger viene de una racha que incluye Sin novedad en el frente y sus cuatro Oscar (incluyendo mejor película internacional) y Cónclave que el año pasado tuvo ocho nominaciones y un premio de la Academia (al mejor guion adaptado).
Ahora suma Maldita suerte, una comedia dramática con Colin Farrell que se presentó en el festival de San Sebastián y acaba de estrenarse en Netflix y que por ahora está lejos de integrarse a la carrera al Oscar de este año pero que tiene varios méritos entre ellos su protagonista y su fotografía. Ambas deberían ser reconocidas.
Farrell es un ludópata (un jugador profesional, que es más elegante) en la mesa de baccarat en los casinos de Macao (la Las Vegas de Asia) que atiende como Lord Doyle y que en realidad es un plebeyo prófugo de la policía británica por haber robado a una anciana millonaria. Por eso lo persigue una detective privado que interpreta Tilda Swinton.
“Soy un ladrón, un mentiroso, un adicto. Un fraude”, le dice a Dao Ming (Fala Chen), prestamista de casino que siente por él una extraña ternura y al que intenta frenar en su caída libre. Son dos almas gemelas y perdidas. Quizás se salven juntos.
Lord Doyle -un irlandés pretendiendo ser un inglés aristócrata, lo que para Berger es “la ironía absoluta”- representa para Farrell “la perdida del alma en un entorno externo con una energía muy alta” y está “muy perdido en su camino”.
Esa decadencia, o una búsqueda de una redención contra la cual se acumulan cada vez más obstáculos, es mostrada con el fondo de una Macao de espectacularidad vistosísima. La fotografía es de James Friend, una parte importante de la fama que tiene Berger; ganó uno de los Oscar de Sin novedad en el frente.
La película —una adaptación del libro de 2014 The Ballad of a Small Player, cuya traducción literal es La balada de un pequeño jugador pero en librerías uruguayas se llama Maldita suerte y sale 1.190 pesos) del escritor británico Lawrence Osborne—, tiene una dimensión espiritual y fantasmagórica conectada con las creencias religiosas chinas en la que el personaje de Farrell va de la mano de la actriz Fala Chen hacia un lugar de salvación.
“En la película hay muchas referencias a muchas clases de religión como el budismo o el taoísmo”, dijo Fala Chen. “Yo no soy religiosa, pero puede haber una espiritualidad en la manera en que conectan los dos personajes, que quizá se han conocido en una vida pasada”, ha destacado la actriz.
Para el director de Maldita suerte, he dicho que a la hora de rodar su mayor influencia ha sido el cine oriental de directores como el chino Wong Kar-wai. Y se le nota en ese paisaje de neón y bella desolación.
El aspecto también se acerca a la Bangkok de Solo Dios perdona de Nicolas Winding Refn y es inevitable recordar el St. Jack de Peter Bogdanovich con Ben Gazzara como un expatriado estadounidense en Singapur.
Como esos ejemplos, “esto no es una película de juego, aunque suene raro”, dijo Berger. Es de la búsqueda de “una paz interna, una verdad o tu camino en un mundo lleno de cosas”.
“En esta realidad y en esta película, los fantasmas existen como existen en la cultura china. Para mí esto fue muy educativo y realmente ha cambiado mi forma de ver las cosas», ha añadido Berger, que ha concebido el filme como una ópera de brillantes colores, como de algún modo ya hizo en Cónclave. El alemán era el primer candidato a encargarse de la nueva de James Bond hasta que la vacante fue para Denis Villeneuve.
“El juego es una adicción que nunca se me ha acercado. Me alegro de decir que nunca ha afectado ni mi cerebro, ni mi cuenta bancaria ni mi cuerpo”, dijo Farrell en la rueda de prensa de presentación de la película, que concursó en la sección oficial de San Sebastián y no se llevó nada.
Investigación de campo.
“Como con muchos adictos, no se puede uno fiar de él (…) si le conociera, me daría la vuelta y saldría corriendo de la habitación”, dijo Farrell, cuyo personaje baja a los infiernos de las enormes, luminosas y brillantes salas de juego de la vibrante Macao, ciudad que es un personaje más de la película.
El actor irlandés de 49 años ha añadido que pese a que sus propias historias de problemas con las drogas son ya muy conocidas -incluyendo un confuso incidente en Montevideo durante el rodaje de Vicio en Miami- “no tienes que ser un adicto para interpretar a un adicto” y en este caso se inspiró en la observación de jugadores en los lugares reales donde fue rodada la película.
Así, en los casinos de Macao y Hong Kong asistió a escenas como una partida de baccarat entre dos jugadores en la que la banca del casino ganó 24 millones de dólares en solo cuatro horas, contó.
Como sea, Farrell se pone la película al hombro y ha hecho uno de sus grandes papeles, mostrando que él también está en una gran racha (de la que sacaremos por el momento la reciente El gran viaje de tu vida). Su anterior papel fue su Pádraic Súilleabháin en Los espíritus de la isla, que lo nominó al Oscar. Que esta vez se le de aunque las apuestas no estén de su lado.
Con información de EFE