Roxana Fabius, la nueva directora del Museo Nacional de Artes Visuales: "Fue una megasorpresa que me llamaran"

Recién asumida, tras 22 años trabajando en el arte en Estados Unidos, charló con El País sobre el orgullo, la responsabilidad y el entusiasmo de dirigir una institución que recibe 90.000 visitante por año

Roxana Fabius
Roxana Fabius, directora del Museo Nacional de Artes Visuales
Foto: Ignacio Sánchez / El País

Aun fuera del horario de atención al público, el Museo Nacional de Artes Visuales (el MNAV) está lleno de vida. Un grupo de liceales recorre, por ejemplo, la muestra de Carlos Palleirocon el propio artista y su curador charlando sobre sus obras. Roxana Fabius, la nueva directora del “museo del Parque Rodó”, como se conoce popularmente al MNAV, mira la escena con orgullo y alegría

Cuando hace una suerte de visita guiada con El País por su nueva casa —incluyendo el espacio donde se conserva el acervo y que a ella le encanta recorrer con gesto de niña en un cuarto lleno de juguetes— se la nota honrada y entusiasmada con el desafío de dirigir un museo así.

Fabius aún recuerda el impacto que tuvo en ella, en las tantas visitas que hacía con su abuela, “La fiebre amarilla”, la obra de Juan Manuel Blanes que aún recibe a los visitantes. Y es otro motivo de orgullo: dirige el lugar en el que el arte le presentó su poder.

El cargo marca su regreso al país después de 22 años en Estados Unidos. Allí, por ejemplo, trabajo en A.I.R., la más antigua cooperativa de artistas feministas de Estados Unidos. La experiencia en una institución chica y de presupuesto limitado, dice, le permite afrontar cualquier desafío. Trabajó, además, con la Fundación Ford, donde lideró “un ensamblaje curatorial colectivo” de tres exposiciones y casi 20 programas públicos anuales. Nunca perdió contacto con el medio local.

Fabius charló con El País, al otro día de asumir como directora, sobre los desafíos y la responsabilidad de estar al frente de un “museo vivo” que sigue siendo, como lo fue para ella, la puerta de entrada al arte de un montón de uruguayos.

—¿Cómo recibió la oferta de ser directora?

—Fue una megasorpresa. Estaba en el supermercado cuando me llamaron y era algo que no esperaba en absoluto. Aunque hacía 22 años que no vivía en Uruguay, siempre busqué maneras de colaborar con instituciones y artistas locales, trayendo y llevando propuestas y eso me hizo mantener relaciones muy vivas con el país. Hace casi dos años llevamos obras de Leonilda González a Nueva York y fue una experiencia divina. Es un honor que me hayan llamado.

—¿Se decidió enseguida?

—La segunda parte fue consultarle a mi marido, que no es uruguayo. Me dijo que sí, otra gran sorpresa. Vivíamos en Nueva York hacía 12 años, pero le gustó la idea y decidimos mudarnos todos, incluida mi hija, que ya está en la escuela y muy contenta. Es una aventura familiar.

—Su trabajo está marcado por una valorización de las artistas mujeres. ¿Será esa una línea de su gestión?

—Creo que sí. El museo ya tiene una impronta de revalorización de obras de mujeres artistas pero ahora tenemos equipo para que eso crezca más.

—Las mujeres en el arte siguen siendo una sorpresa para el público...

—Mujeres que fueron muy importantes en su momento pero —no pasa solo en Uruguay— terminan siendo olvidadas por diversas razones. Ahora tenemos la oportunidad de releer, revalorizar e incluir muchas más versiones de la historia del arte en Uruguay. No hay que inventarlas, están ahí para ser mostradas. Es seguir con el trabajo que se hizo, con un equipo configurado diferente.

—El MNAV tiene un equilibrio entre presente y pasado. ¿Cómo trabajará eso?

—Me gusta mucho combinar lo contemporáneo con obras del pasado, lo moderno con cosas del siglo XIX. Así trazar líneas históricas que muestren la experiencia humana en diferentes épocas, con lo común y lo diferente. Hay una cuestión sobre si el presente tiene que estar en el museo y yo creo que sí y vamos a construir para que esté. El arte contemporáneo de excelencia debe estar en el Museo Nacional de Artes Visuales. Puede haber cosas más efímeras como performances, charlas o programas públicos que den espacio a formas emergentes de pensamiento. Esto no se contradice con que debe estar el canon de la historia del arte uruguayo, ni con incluir obras internacionales y pensar cómo se combinan todos estos elementos. Las narrativas están cambiando todo el tiempo y ahora esos cambios son muy rápidos.

—El museo recibe unas 90.000 visitas anuales, eso genera una gran responsabilidad, además.

—Totalmente. Un museo gratuito y abierto al público es un gesto muy democrático, un servicio que ofrece un lugar de contemplación y reflexión estética. Y el acervo es enorme. En la gestión de Enrique Aguerre junto con Nelson Pino, se lo reorganizó y digitalizó y se lo puso online. Es tremendo lo que hicieron y esperamos poder seguir en esa línea para lo que queda por hacer.

—Es un poco prematuro pero ¿qué es lo primero que vamos a ver de su gestión?

—Habrá una exposición cápsula de acuarelas vibracionistas de Rafael Barradas que son hermosas y, para el Día del Patrimonio una muestra con obras del acervo sobre el imaginario paisajístico nacional, desde el siglo XIX hasta hoy. Esto incluye un guiño al Patrimonio y el Bicentenario, sí, pero también aborda temas contemporáneos como el cambio climático que afecta nuestro paisaje y está presente en el trabajo de los artistas. Y en colaboración con Bienalsur, vamos a hacer que va jugar con video, obra contemporánea y obras de nuestra colección. Y habrá una instalación de Guadalupe Ayala en noviembre.

—Desde la gestión y la curaduría, usted fue parte de la diáspora artística uruguaya. ¿Va a incluir a esos artistas en el museo?

—Justo, leyendo unas cartas de Barradas, estaba pensando en el sentimiento de regresar que tienen los emigrantes uruguayo. No por nada, yo hacía lo máximo para estar en contacto con Uruguay. Hay mucha gente que dio mucho y sigue dando, que viene seguido, que trata de colaborar, que le pone energía. Esas cosas hay que aprovecharlas y hacer que artistas del medio local también puedan salir, tengan diálogos distintos y traigan ideas nuevas. Eso alimenta al medio y voy a tratar de fomentarlo.

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