Cincuenta años tampoco serán nada pero en la obra deOscar Larroca se necesitan un libro ilustrado y enorme de 300 páginas y una exposición para abarcarlos. Y para celebrarlos.
Larroca acaba de publicar Fragmentos 1974-2024 que funciona como catálogo de la retrospectiva que hasta fines de junio estará en el Espacio Idea de la Dirección Nacional de Cultura en San José 1116. Allí se ve una mínima parte de una obra que, aunque Larroca se considera solo un dibujante, ha abarcado variadas disciplinas artísticas.
La fecha de 1974 es más caprichosa que cierta, reconoce el artista, ya que por entonces tenía 12 años y no era más que un niño entusiasmado con el dibujo. Fue entonces que su abuelo le aconsejó firmar y fechar tanta producción temprana. Y ahí nació el artista.
Surgido a comienzos de la década de 1980 e impulsado, a su pesar, por una muestra censurada bajo acusaciones de pornografía por el intentendente colorado, Jorge Elizalde, Larroca no ha parado de trabajar ya sea en su producción artística y sus trabajos como curador, ensayista y editor.
Sobre algunas de esas cosas, charló con El País.
-Ya que estamos, tengo que agradecerle algo: haber conocido a mi ídolo infantil, el luchador Martín Karadajián. Eso debe haber sido en 1987, cuando organizó la muestra Glitch!. Cuénteme algo de eso.
-Nos reunimos amigos pintores, escritores, músicos con la idea de hacer una obra interdisciplinaria. Rápidamente llegamos a la conclusión que más o menos añorábamos, era la cultura televisiva y cada tanto salía el tema de Titanes en el Ring, el programa de Karadajián, así que dijimos de hacer algo con eso. Fuimos a Buenos Aires a a verlo y estaba con su secretario, Joe Galera. En esa época tenía una enorme empresa de lavaderos de autos. Y lo trajimos para el vernisagge, estuvo unos minutos.
-Y ahí lo saludé al gran Martín. Usted tenía 25 años.¿Cómo se recuerda?
-A los 23 tuve el lío con la muestra censurada. La gente se imagina que eso impulsó mi carrera de forma extraordinadia y aunque sí me dio mucha visibilidad, no fue nada agradable. Así que a los 25 había quemado etapas que a otros artistas les lleva más tiempo. Con Glitch me sentí muy gratificado. Fueron años de gran efervescencia cultural: Los Tontos, Los Estómagos, el Cuarteto de Nos, los cómics, los fanzines, las exposiciones colectivas, las muestras interdisciplinarias. Estábamos experimentando cosas vedadas tres años antes.
-A pesar de que era unos años más grande. ¿Se siente parte de esa generación posdictadura?
-Yo ya venía trabajando en exposiciones desde 1981, pero siempre con un perfil relativamente bajo que se rompe con la muestra censurada de 1986, en un episodio ajeno a mi voluntad. Cuando hice esa muestra de dibujos, yo no quería ser rupturista, espantar burgueses. Era una obra con la que venía trabajando hacía tiempo, que tenía que ver con las opresiones, las libertades sofocadas, esa expresión que latía debajo de vendajes y opresiones.
-¿Qué impacto tuvo aquel episodio en sus maneras artísticas?
-Ver mi obra a través de la mirada ajena fue increíble. Mi idea era hablar de las pulsiones oprimidas, del maltrato a la libertad de expresión, pero cuando la gente empezó a hablar de pornografía, de agresión a la civilización, de un golpe bajo a la moral media de los espectadores, me dije “¿qué está pasando? No era esto lo que yo quería decir”. Está claro que cuando uno produce, hay una polisemia que se da a partir de lo que uno propone a lo que otras personas le dan su propia mirada. Es absolutamente válido pero no tenía esa intención de provocar desagrado. Eso me ofreció una visión nueva y además el interés por seguir investigando en referencia a los límites. ¿Hay límites entre la pornografía y el arte erótico? ¿Entre lo que vemos y no vemos? ¿Qué pasa con las interpretaciones de la representación artística? Todos esos asuntos me dieron la posibilidad de editar un libro, La mirada de Eros, que intenta reflexionar sobre estos problemas.
-A partir de eso y mirando la muestra, ¿Su obra es una conjunción de ese ensayista, del pensador, del artista?
-Sí, pero con mi obra trato de no bajar una línea en el sentido de que está “es mi opinión del mundo y tenemos que ir por acá”. No quiero caer en eso. Pero sí intentar esbozar una idea sobre algunos problemas que no tienen respuestas muy fáciles de encontrar. Hay que seguir buscando.
-¿Y esas preguntas cómo han cambiado en estos 50 años? ¿Qué idea ha permanecido a lo largo de su carrera?
-Ser fiel a mis necesidades expresivas, primera cosa. No pasar gato por liebre: no hay ninguna obra que haya sido hecha para lograr un objetivo comercial o en la que vos digas “acá se subió el carro de tal estética que en ese momento estaba en boga”. Siempre mantuve ese deseo por ser lo más sincero posible.
-La muestra celebra 50 años de su obra y toma como inicio el día en que su abuelo le dijo que tenía que empezar a firmar lo que dibujaba.
-El título es una trampita porque a los 12 años por supuesto que no era artista ni muchísimo menos. Peró, sí, fue el primer año que mi abuelo que veía que yo dibujaba todos los días me dijo: “Bueno creo que deberías comenzar a firmar y a fechar los dibujos porque se te está acumulando mucho trabajo”. Y así lo hice en esos modestos dibujos de un niño. Y por lo menos me dio la posibilidad de titular al libro con una cifra redonda, para no ponerle 1977-2024.
-¿Cuál sería el año real?
-1980. Tenía 17, 18 años y me presenté un concurso que organizó Cinemateca Uruguaya para artistas plásticos jóvenes. Dudaba si seguir publicidad, diseño gráfico o pintura artística y me presenté, salí seleccionado y a partir de ahí como que seguí por ese camino. Y se fueron sucediendo de forma bastante vertiginosa, muestras, certámenes. Ahí podría considerarse que ingresé al gran mundo de las artes visuales aunque siempre me vi como un dibujante.
-Entendiendo eso de que usted ha hecho lo que ha querido. ¿Cómo le ha ido con las ventas?
-Intenté vivir del arte en su momento, adecuarme a las pautas de consumo del mercado. No lo logré porque sentía que cargaba con una mochila muy grande en el sentido de que tenía que ser algo que me pesaba, tenía que repetirme a mi mismo y no pude. Galería Latina, en su momento, me abrió las puertas y fueron muy generosos a la hora de brindarme un contrato con exclusividad y hubiera querido seguir pero no pude continuar por la misma serie de obras que venía transitando.
-La muestra, el libro. ¿No lo abruma ver así reunida tanta obra, tanta vida?
-Más o menos. No lo veo en cuestión de cantidades. No le doy importancia. No sé cuál sería el número exacto, o si debería haber sido menos o más. Las cantidades nunca reflejan el valor, no pasa por ahí la evaluación. Creo que de todo esto, tal vez se rescaten algunas obras que son más interesantes que otras. Pero cada persona va a tener su juicio personal.