A. L.
Desde Soy sola, su primera edición discográfica, la sanducera Ana Prada ha consolidado una personalidad creativa e interpretativa muy singular. Y, casi cinco años después, con este flamante trabajo, Soy pecadora (MMG 2009 y en Argentina, por Los Años Luz), que esta noche tiene su presentación oficial en Uruguay, su identidad estilística se ha afirmado, ganando soltura y libertad para llegar a ese siempre desafiante ensamble de poesía y música que plantea la forma canción.
Ella misma reconoce ese crecimiento: "Este trabajo de hacedora de canciones me encuentra más crecida en edad pero también con más experiencia en el oficio de componer". Antes, agrega, en el tiempo de Soy sola "yo estaba integrada al cuarteto La Otra, y ese disco salió por el apoyo enorme que me dieron varias personas, como Carlos Casacuberta, que fue el productor, incluso confiando en mí más que yo y haciendo que las cosas sucedan. Aquello fue una experimentación, y yo no esperaba nada". Ahora, muchas experiencias tanto en Uruguay como en Argentina y Europa, se acumulan como sedimentos en el oficio creativo. Y eso se capitaliza en el perfeccionamiento de la sensibilidad para rescatar y llevar a la canciones historias más personales. Soy pecadora "es un disco que habla mucho del desamor, porque justo me agarró con una separación en el medio del proyecto. Hay canciones más oscuras, otras más divertidas. Pero todas fueron hechas con la intención de narrar cosas que van pasando; una opción que tomé mucho más segura de mí misma, en el sentido de que voy a escribir lo que quiera sin pensar tanto en el qué dirán".
Y esto es lo primero que se revela a la escucha, junto a un sonido equilibrado, centrado en lo vocal, con texturas instrumentales afiligranadas que traducen en dosis parejas las referencias a formas musicales más universales, como a gestos, patrones rítmicos, de raíz tradicional.