Una innovadora investigación sobre secuestro de carbono en especies de árboles nativos y exóticos fue realizada en Uruguay y premiada a nivel internacional. Hasta ahí, una buena noticia. Pero si a eso le agregamos que el estudio fue hecho por un grupo de alumnos de una escuela rural de Canelones, entonces, el premio adquiere aún más valor. Y además otro ingrediente: el maestro que encabezó la investigación y que construyó los puentes con la ciencia para alcanzar el nivel de destaque fue Darío Greni, que no se cansa de ganar premios a nivel local e internacional.
El nombre de Greni se hizo conocido en 2017, cuando quedó en el listado de los 40 mejores maestros del mundo y fue invitado a Dubái, donde la Fundación Varkey entregaba el Global Teacher Prize. Luego siguió recibiendo reconocimientos nacionales e internacionales y en 2012 se integró a la organización Global Learning and Observations to Benefit the Environment (Globe, por sus siglas en inglés), en la que enseña, aprende y por la que ahora, además, fue premiado.
“Evaluación de la capacidad de secuestro de carbono en especies de árboles nativas y exóticas”. Así se titula la investigación que hicieron Micaela Burroso, Francesca Briozzo, Juana Bazzino, Emily Russi, Bruno Acevedo, João Olivera, Zara Soca, Samira Mello, Enzo Matta, Alejo Masaguez, Valentín Garreta, Matías Silva, Benjamín Bértola, Kiara da Silva y Camila Cougett. El trabajo se realizó en el predio de la escuela, donde se analizaron los 45 árboles presentes.
“Los análisis se centraron en el cálculo de la biomasa de los árboles en función a su altura y circunferencia (a 130 cm.) para determinar la capacidad de almacenamiento de carbono proyectado a 20 años, utilizando la combinación de mediciones en campo y modelos matemáticos”, explica el estudio, al que accedió El País y que tiene las siguientes conclusiones:
“El análisis realizado hasta la fecha muestra que, en el presente, los árboles nativos tienen una mayor capacidad de secuestro de carbono en comparación con los árboles exóticos. Sin embargo, al proyectar el secuestro de carbono para los próximos 20 años, el análisis sugiere que esta tendencia se invertirá. Los árboles exóticos, debido a su rápido crecimiento y características de desarrollo, mostrarán un mayor incremento en la captura de carbono en comparación con los árboles nativos. Esto indica que, aunque actualmente los nativos son más efectivos en el almacenamiento de carbono, los exóticos podrían superar esa capacidad en el futuro cercano, modificando la tendencia observada hasta el momento”.
Además, en el capítulo final del documento se apunta que: “Las implicaciones de estos resultados son claras: una estrategia de manejo forestal óptima debería considerar una combinación de especies nativas y exóticas. Los árboles nativos deben ser preservados por su capacidad actual de secuestro de carbono y su contribución a la biodiversidad. Al mismo tiempo, los árboles exóticos deben ser manejados adecuadamente para aprovechar su rápido crecimiento y capacidad futura de captura de carbono. Esta combinación no solo maximizaría el secuestro de carbono, sino que también garantizaría la resiliencia del ecosistema a lo largo del tiempo”.
Para el trabajo, Greni convocó a científicos que brindaron asesoramiento a la hora de realizar las mediciones y los cálculos, así como de interpretar los resultados. “El impacto de trabajar con un mentor de proyecto ha sido un factor clave para el éxito y el enriquecimiento de este estudio”, dice el documento.
Ana Prieto fue la referente en cuanto al cálculo de la alometría y la biomasa, así como en la estimación del almacenamiento de carbono. Mientras, Claudia Caro fue la guía en el análisis estadístico de los datos obtenidos y a la hora de definir el vocabulario técnico específico. También contaron con la guía de María del Pilar Castro Díez, docente universitaria en Ecología, que además “abrió la posibilidad de futuras colaboraciones e intercambios”.
Este martes, Greni y tres de sus alumnos estarán recibiendo su premio en la reunión regional de Globe Latinoamérica y Caribe, en Santo Domingo, República Dominicana. Y antes de partir, el docente conversó con El País sobre este trabajo y otros que realizan y, sobre todo, acerca de la importancia de la enseñanza de ciencias y conservación en las escuelas.
-¿Cómo llegan las oportunidades de concursar por estos premios?
- Soy muy inquieto y me gusta trabajar en forma conjunta. Entonces, cuando voy a eventos, como me ha pasado en Globe, cuento lo que estamos haciendo y ahí surgen alianzas y oportunidades de conocer a otros docentes, a científicos. Por ejemplo, este año, en la reunión anual de Globe en Estados Unidos, me invitaron a retomar el monitoreo que hacíamos de la calidad del agua del arroyo Canelón Chico. Pero ahora, para compartirlo con una profesora de Estados Unidos y con una red de instituciones de escuelas alrededor del mundo, para analizar la calidad de corrientes de agua de diferentes países.
-¿Cómo surgió la idea de investigar la captura de carbono de los árboles de la escuela?
-Hace tres años llevamos adelante los proyectos que cada grupo de alumnos propone a principio de año. Se hace desde nivel inicial hasta sexto. En este caso, el año anterior, habían trabajado con los árboles de la escuela y ahora presentaron el tema de la huella de carbono. Se preguntaban si cuando se cortaba un árbol todo el carbono que había secuestrado se iba a la atmósfera, por ejemplo. Entonces, empezamos por ahí, comenzamos a buscar alianzas y a trabajar con los materiales que nos brinda Globe. Por ejemplo, “El juego del ciclo del carbono”, donde conocés los reservorios, tirás dados y te movés de uno a otro, aprendiendo qué proceso es el que hace que te muevas: si es por respiración, por descomposición, etc.
El fuerte de ese trabajo fue de marzo a mayo, cuando buscamos recursos y materiales, además de contactar con científicos, que nos compartían sus papers. Y no es fácil, son temas que necesitan de una profundización teórica importante. De hecho, hay temas que dejamos para el año que viene, porque ya era demasiado: por ejemplo, la cantidad de agua que puede absorber un árbol a lo largo del tiempo.
- Estos alumnos son los futuros Rafael Radi o Gonzalo Moratorio.
- ¡Ojalá! Aunque yo siempre les digo que tienen que hacer aquello que les guste. Pero esto hace que vean la ciencia como algo más accesible. Los escucho hablar del flujo del carbono, de los reservorios, de lo que ocurre en la naturaleza, de la fotosíntesis o incluso de lo que pasa cuando andamos en auto, de cuando hay incendios... Y se les genera una conciencia ecológica, están atentos a tratar de reducir la huella de carbono y lo replican en sus casas o en la escuela. Pasan y me dicen: “Mirá, maestro, está la luz prendida, hay que apagarla”.
-¿Y el premio cómo llegó?
Los docentes podemos participar de webinars de Globe dentro de la campaña “Árboles dentro de Latinoamérica y el Caribe” y trabajar esos temas en clase. Este año hubo un llamado para los que quisiéramos presentar los trabajos de investigación. Lo hicimos, fuimos evaluados por cinco expertos y el nuestro fue el mejor puntuado, por lo que obtuvimos el primer puesto.
-¿Los resultados de la investigación van en consonancia con los estudios que ya se realizaron sobre el tema a nivel internacional?
-Buscamos mucha información y recursos, y lo que hemos encontrado en español en cuanto a secuestro de carbono por parte de árboles exóticos y de nativos lo hizo Pilar Diez, científica española, que junto a un colaborador estudiaron árboles nativos y exóticos de España. Ellos llegaron a la misma conclusión que nosotros respecto a que los autóctonos tienen más poder de captura, porque están adaptados a las condiciones climáticas. Pero, en el caso nuestro, como los autóctonos son más añejos, cuando hicimos el estudio estadístico de qué va a pasar de aquí a 20 años, nos da un resultado opuesto, o sea que los exóticos van a capturar mucho más carbono, porque son más nuevos.
No sé si hay muchos más estudios que avalen lo que descubrimos, pero lo que decimos es lo que va a pasar con nuestros árboles, en nuestro predio escolar. No es algo extrapolable, sino algo que se da en la población que se decidió estudiar.
- ¿En qué otros proyectos están trabajando ahora en la escuela?
- Estamos con el monitoreo del agua en el Canelón Chico, de acuerdo a los protocolos que nos brinda Globe, y lo vamos a continuar el año que viene. Por otro lado, tenemos el proyecto de las mariposas, que comenzó en 2020 y es un monitoreo que se enriquece año a año con observaciones y registros fotográficos. Ahora lo estamos llevando adelante en conjunto con tres colegios de educación media de Argentina y un liceo de Salto. Tenemos reuniones periódicas con Gabriela Bentancur, bióloga uruguaya, y José Farina, biólogo argentino, que capacitan a los niños y a nosotros.
Además, vinieron estudiantes de Perú a instalar cámaras que mediante inteligencia artificial toman fotos cuando pasa una mariposa por delante y la identifican.
Y vamos a comenzar otro proyecto con sensores que miden la cantidad de partículas que están suspendidas en el aire y determinan la calidad de ese aire. Este proyecto surgió de una becaria Fullbright de Estados Unidos que visitó Uruguay y nos invitó a participar. Pero lo dejamos para el año que viene, porque este ya era demasiado.
En charla con El País y, con orgullo, Greni contó que la Escuela Rural N° 88 "Alfred Nobel" de Las Violetas tiene lista de espera para ingresar. “En los últimos años ha sido una locura la gente que quiere anotar a sus niños, pero por una cuestión de reglamentación que las escuelas rurales no podemos tener más de 120 estudiantes, está limitado”, afirmó.
La mayoría de los alumnos van desde la ciudad de Canelones y desde Juanicó, dijo el maestro, y consultado ante la posibilidad de que se retire la categoría de rural a la escuela, para que puedan concurrir más alumnos, apuntó que no es la idea, porque se quiere mantener la forma de trabajo actual.
“Las familias nos apoyan y eso es fundamental, porque creo que ven las potencialidades de esta manera de trabajar. Como maestro de clase y como director de escuela, es como me gusta que sea una institución. Que se mueva, que los niños sean los protagonistas, que se involucren las familias”, dijo.
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