Valeria Lynch: su vida en Piriápolis, las peleas en "Vale Valeria" y el recuerdo de su cruce con Iliana Calabró

La estrella de la balada argentina prepara dos funciones en el Teatro Metro de Montevideo. "Tengo más pasión que cuando tenía 20 años", asegura.

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Valeria Lynch.
Valeria Lynch.
Foto: difusión

Sin perder la sonrisa ni demostrar un ápice de estrés, Valeria Lynch cuenta que anda a las corridas. La leyenda viva de la balada argentina acaba de llegar desde su nueva residencia en Piriápolis, la espera la grabación de un programa más tarde y en los próximos días más notas en Buenos Aires. Es que en las semanas entrantes presenta dos funciones en el Teatro Metro de Montevideo (18 y 19 de octubre), otras dos en el Gran Rex de Buenos Aires, dos shows en eventos privados en Punta del Este y giras de prensa de los dos lados del Río de las Plata.

Ella asegura que disfruta esta vertiginosa agenda que la hace pasar días enteros viajando entre Uruguay y Argentina. Es un ritmo que se contrapone a la paz que encontró en Piriápolis, el balneario donde se encuentra pasando la mayor parte de su tiempo. “Me siento muy de ahí, soy una vecina más”, asegura la estrella que se preocupó por cultivar a lo largo de su carrera un perfil muy cercano hacia sus seguidores. En diálogo con El País, esta artista cuya lista de hits es tan amplia que le cuesta incluirla completa dentro de un mismo show, habla de su vida en Uruguay, su trabajo como coach en La Voz y los nuevos referentes de la música: “Me gustaría que canten sin autotune”.

-Estás preparando un nuevo show en el Teatro Metro de Montevideo (18 y 19 de octubre) y vas a estar en el Gran Rex de Buenos Aires, ¿qué te produce volver al escenario?

-Tengo más pasión y más ganas que a los 20 años. En ese momento era joven y tenía el vértigo de la fama y la popularidad. Ahora pienso en la cantidad de cosas que hice y las que me quedan por hacer. Lo que más me gusta de estar en el escenario es conectarme con la gente. En los shows siento que armo como un living donde hablo con el público y saco la pared que muchas veces existe entre la platea y el artista. Se genera un feedback hermoso que me hace muy bien. La conexión con la gente me llena el espíritu.

-Te caracterizás por mostrarte accesible pese a ser una estrella.

-A mí me gusta brillar arriba del escenario y ahí quiero el mejor vestido, la mejor iluminación, la mejor música, la mejor banda, pero cuando bajo soy igual a cualquiera. Me gusta sacar esa cosa del ídolo inalcanzable que nunca fui y ahora menos. En el supermercado de Piriápolis ya me saqué 70 mil fotos con los que trabajan ahí. No me molesta para nada.

-¿Por qué elegiste Piriápolis para vivir?

-No estábamos buscando ahí. Tenemos amigos de esa zona que nos sugirieron y la fuimos a ver. Estábamos vendiendo el departamento en Punta del Este y cuando vimos la casa nos enamoramos enseguida. Es entre el Cerro San Antonio y el del Toro con una vista al mar increíble. Dijimos “es esta” y nos quedamos. Nos encanta la paz que hay en ese lugar.

-¿Cómo es tu vida en Piriápolis?

-Ya soy una vecina más, nos sentimos muy de Piria. Voy al supermercado y conozco a todos. Mariano armó un estudio en uno de los cuartos así que grabamos todo ahí. Hay veces que nos invitan a alguna casa o recibimos gente en la nuestra. Tenemos amigos en Playa Hermosa, que es cerca. Nos divertimos y la pasamos bárbaro.

-¿No es demasiada tranquilidad para tu ritmo de vida tan activo?

-Me encanta la tranquilidad que hay en Piriápolis, pero no hay forma de que nos aburramos porque pasamos yendo y viniendo todo el tiempo. Soy muy activa, no paro. Voy a Punta del Este que está al lado o a Montevideo que está a 90 kilómetros que no son nada, y también me paso cruzando el charco.

Valeria Lynch.
Valeria Lynch.
Foto: difusión

-Empezaste en el rock, ¿cómo recordás el paso hacia la balada romántica?

-He pasado por muchos estilos. Empecé con el rock cuando era marginal en la década del 70. Yo quería que mi vocación fuera mi profesión entonces me pasé a hacer un género más internacional como el pop y la balada. Me fue bárbaro pero siempre guardo algo de rock en mi corazón. También hice tango, que es un género muy de hombres y me convertí en la máxima vendedora de discos de tango. Hice de todo, ópera, chamamé, pero siempre vuelvo a la balada que es el género que más me cabe, más me gusta y es el estilo en el que más emoción le pongo a la canción.

-¿Tuvo algo que ver la cuestión de género? Los hombres del rock de la época no tuvieron que cambiar lo que cantaban para llegar al mercado internacional.

-Pero porque hicieron otro camino. Yo conocí a Héctor Caballero que fue mi mánager y mi marido y él me dijo que tenía que hacer baladas. Empecé y me gustó, pero soy rockera de alma entonces por más que esté haciendo una balada le imprimo esa fuerza propia del rock. A la gente le encanta ese power que le pongo a lo que canto.

-¿Cómo recordás aquella época?

-Era una época de crecimiento en la que empezaba a conocer un mundo diferente. Hacíamos Hair, una obra de teatro que marcó el flower power y en la que conocí al Negro Rada. Hacíamos dos funciones por día y a la gente le encantaba. Yo pensaba que era por mí, pero era por la obra y el mensaje que tenía. En ese momento queríamos cambiar el mundo y nos llevábamos todo por delante.

-¿Para artistas de tu trayectoria no es a veces frustrante esforzarte por generar proyectos nuevos y saber que el público siempre te va a reclamar los clásicos?

-No, yo agradezco que después de 40 años me siga pasando eso. No puedo renegar de los éxitos que me hicieron popular. Pero no me quedo solo con eso y sigo sacando discos nuevos. En Spotify el tema Qué poco saben de mí está en el ranking entre los 10 más populares de toda mi carrera discográfica, así que en ese caso no pasa lo que vos decís. La gente quiere escuchar esas canciones que marcaron su vida pero además se interesa por mi nuevo material.

-¿Te gustan los nuevos géneros musicales que escuchan los jóvenes?

-Me gusta que la juventud tenga una identidad musical y la de hoy tiene mucha cabeza y denuncia social. Eso es buenísimo. María Becerra por ejemplo fue alumna mía. Me acuerdo de cuando era chiquita y fíjate en lo que se transformó. Es una exponente popular de la música actual.

-Has criticado el exceso de autotune.

-No me gusta. Yo fui la primera en usarlo en una canción que se llamaba Robot Programado en los 80. Era como un efecto. Lo que no me gusta es que se deforme tanto la voz que lleve a que uno no sepa si el artista canta o no. Se puede usar el autotune como efecto pero no como recurso para afinar. Hay muchos que cantan muy bien y me gustaría que lo hicieran sin autotune. Hay un cantante joven que se llama Catriel que me fascina. Lo veo y digo “que deje el autotune y muestre lo bien que lo hace”. Creo que es una moda que va a desaparecer y en 10 años van a quedar los que de verdad tengan una base sólida de técnica con buen oído musical, color de voz y sepan afinar.

-¿Y cómo ves el avance de la inteligencia artificial para crear productos musicales?

-Me rehúso a eso. Yo quiero escribir mis canciones y si bien sé que hay una inteligencia artificial que lo puede hacer creo que a mí me van a quedar mejor. Me escuché cantando otra cosa por medio de inteligencia artificial pero es tan mecánico que en algún momento te das cuenta y decís “no es”.

-¿Cómo le decís a un alumno que no tiene las condiciones para cantar bien?

-Intento tener tacto. Creo que con oído se nace y después se puede desarrollar o mejorar la técnica, pero si no nacés con eso es muy difícil. Yo pienso como una artista, sigo tomando clases, me preparo y quiero que todo salga 10 puntos, pero también entiendo que el gusto popular es diferente al de uno y que va más allá de la técnica. Hay gente que puede transmitir emociones sin ser grandes cantantes. Por eso cuando un alumno no está acorde a lo que yo pienso trato de ser suave pero también explicarle que le va a costar más. Lo mismo me pasa en La Voz. Yo trato de ser amable y no decirle a alguien “no podés”.

-Una vez sí dijiste “no podés cantar”…

-(Risas) Eso se lo dije a alguien que era impresionante y no tenía solución, Iliana Calabró. Ganó porque la gente se puso del lado de la víctima. Me salió del alma. Todo el mundo sabía que no podía cantar, menos ella. Es más, lo sigo sosteniendo (risas).

-Imagino que en La Voz Kids debe haber sido más difícil.

-Sí porque los niños no tienen la capacidad de absorber lo que le estás diciendo en una devolución. Hay que tener mucho cuidado.

-¿Hubo alguna situación complicada en las grabaciones?

-La hubo con los padres, pero nada grave. Había una psicóloga infantil que hablaba con los niños, con los padres y con nosotros. Nos dijo “no digan nunca la palabra no”. Cuando veíamos que el chico no podía cantar le buscábamos la vuelta para animarlo.

-¿Cómo es convivir con la intensidad de Luana?

-Ella es intensa (risas). Pero es un amor y me gusta mucho cómo canta. Tiene una voz preciosa. Lo que pasa es que es muy joven y está con las hormonas a full. Es sacada pero muy graciosa. Al principio me preguntaba “¿qué le pasa?” pero después nos acostumbramos y la pasamos muy bien. Cuando empezamos la notaba insegura en las devoluciones pero aprendió mucho y ahora está bárbara.

-En redes se han viralizado videos de Vale Valeria, las cámaras sorpresa que hacías en Videomatch en los 90, ¿cómo recordás esas grabaciones tan particulares?

-Hace poco estuve mirando algunas en You Tube. Eran las primeras cámaras que se hacían entonces ninguna de las víctimas sospechaba. Hubo algunos que se enojaron mucho. El grupo O Tchan se agarró a piñas con todos y nadie los podía parar. Yo me fui (risas). Daniel Agostini también estaba como loco. Yo me divertía. Ese segmento tenía 40 puntos de rating en la mejor época de Tinelli. Fue increíble. Hay gente joven que no vivió esa época pero las ve ahora y se mata de risa.

-¿Te gustaría que se haga una serie sobre tu vida, así como hicieron de Fito Páez?

-Me encantaría. Me lo propuso la misma gente que hizo la de Fito y después quedó ahí. Hay mucha gente que no sabe la riqueza de anécdotas que tengo con personajes muy populares.

-¿Quién sería el villano?

-Unos cuantos (risas). ¡Tengo para elegir! Pero yo soy una topadora. Me caigo y me levanto al toque y sigo adelante. Nunca me dejé vencer ante la adversidad. Cuando empecé hubo un productor de una multinacional que dijo en una entrevista “Valeria Lynch y Sergio Denis nunca van a vender un disco”. Si me quedaba con eso no hubiera podido avanzar.

-Hace un tiempo se debate en Argentina cuánto tiene que apoyar el Estado a la cultura a partir de recortes que hubo con esta administración, ¿cuál es tu postura?

-La cultura es la identidad de los pueblos y está bueno que haya subsidios para gente que no puede hacer un show, escribir un libro o hacer una película. Yo tengo una escuela, ahora hago un Congreso Internacional de musicales y óperas rock y la secretaría de cultura me apoya para traer gente de afuera. Traigo varios referentes de Europa y Estados Unidos y no podría si no recibiera un apoyo del Estado. Por suerte lo puedo hacer y ahora presento cinco días a full con un montón de gente que va a tener clases, debates y la posibilidad de tener becas para irse a estudiar a las mejores academias. Para esas cosas sirve el apoyo del Estado, pero no para que le den millones de dólares para repartir y eso también debe haber pasado. Para los que estamos haciendo esto hace tanto tiempo está bueno que haya gente que nos apoye.

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