MARIEL VARELA | FOTOS: AMÉRICO PLA
La cartelera del Teatro del Notariado abre los días miércoles y jueves para las funciones de Toc Toc, una pieza francesa dirigida por Nacho Cardozo.
Es la primera vez que Nacho Cardozo dirige una obra de teatro. Cambió el chip desde el arranque y dejó al coreógrafo un poco de lado. Le toca ponerse al hombro Toc Toc, una pieza francesa que aborda la temática de los trastornos obsesivo compulsivos. Todos tenemos alguna manía y él reconoce la suya: el orden, la prolijidad, el escenario equilibrado. Su elenco da fe de ello y es fácil de comprobar: antes de que sonara el teléfono para esta entrevista estaba viendo una versión original de Toc Toc porque "uno tiene que volver al origen para ver si no se le pasó alguna cosita, siempre queda algo para corregir".
Nacho corría con una ventaja: era el único que había visto la obra del francés Laurent Baffie. Volvió a mirar las versiones en internet y lo utilizó en su favor "sin intención de copiar, sino de estudiar los personajes". "Lo difícil para Nacho creo que fue encontrar cosas distintas a todas las puestas y direcciones que se han hecho. Por lo que vi en internet creo que logró no ser la copia de nada, ser nuestra obra uruguaya", reconoce Darío Sellanes cuyo personaje tiene el toc que identifica al director: el orden y la fascinación por la geometría.
Con el libreto en mano, Nacho pensó en un elenco capaz de "defender" esta comedia. "Hay una diferencia bien clara de edad, estilos físicos, voces, rostros de estos tres hombres y estas tres mujeres que van al consultorio del psiquiatra que nunca llega". Los actores percibieron que el director ya tenía visualizado quién para qué papel. "Más allá del personaje que construimos, él ya tenía la visión de `este actor combina con esto`", comenta Darío.
Toc Toc se estrenó en Francia (2005) e hizo furor en España, México, Argentina, Brasil, Canadá. Desde el 1 de agosto será el turno de Uruguay. "Muchas veces pasa que las obras llegan a Montevideo después de que ya fueron éxito en el mundo y en este momento se sigue dando en América y Europa así que nos estamos poniendo a la par de muchas ciudades", asegura Nacho. "Transformarlo en un éxito es una responsabilidad", agrega Darío. El director está seguro de que lo será: "Hay una pasión por ver esta obra porque el hombre de hoy puede sentirse reflejado. Y a la gente le gusta ir al teatro a reírse, pasarla bien pero también a identificarse".
Exigentes. Responder inmediatamente al pie, respetar tiempo, ritmo y tono de comedia fueron aspectos en los que el director fue "férreo, obsesivo" y no dio libertad. "Lo que más me importó e hice más hincapié fue en el ritmo que tenía que tener esta obra, que no decayera. Para eso el actor tiene que dominar la letra, saber escuchar al otro para poder reaccionar, estar alerta y responder a cada estímulo que el compañero le da", asegura. Noelia Campo comprendió esa instrucción: "Tenés que respetar el texto y lo que el otro te da. Escuchar es muy importante en comedia porque ahí se empieza a enriquecer la cosa y podés sacar piques de lo que hace o propone el otro", comenta quien interpreta a Lili, que repite lo que dice dos veces. Bananita González hará por primera vez un personaje que sufre una patología (lanza insultos, gestos obscenos y no puede controlarlo). Considera que es un "placer caminar sobre un texto tan efectivo" pero también le gusta meter cuchara y a Nacho no le convence. "A veces vas con frases que dicen lo mismo pero no son exactas y Nacho como más que director de teatro es bailarín y coreógrafo tiene esa pulcritud de pasos. Está bien pero a veces el actor expresa lo mismo con otra frase".
El jueves 19 de julio fue la primera vez que probaron la obra con público en un ensayo general. Bananita comprobó que ese "ritmo ideal" que comediantes y director anhelan aún cuesta. "Cuando lo logramos es una catarata y fluye de una manera maravillosa. Creo que cuando nos relajemos un poco más y con el ingrediente del público va a ser un golazo", agrega. Elena Brancatti (que encarna a una devota que se ampara en Dios como una de sus manías y necesita verificar todo) coincide en que "faltan un par de presentaciones para encontrar la comedia y será cuando logremos gozar de esta instancia porque los nervios y adrenalina no me permitieron manejarlo. Escuchar esas carcajadas, risas y aplausos ya fue gozoso".
Coincidencia. Los seis actores se ponen de acuerdo en un punto: es la obra más difícil que les tocó en suerte. Toc Toc es en tiempo real, están todos en escena durante el 90% de la obra y por eso es fundamental aprender a manejar la energía y escuchar el estímulo del compañero. De ahí que Nacho haya hecho tanto énfasis en "poner atención en lo que tenés que hacer tú y lo que pasa con los demás". Darío hizo teatro en verso, tragedias pero esta fue la más compleja para aprender porque cambia de ritmo constantemente, se pasa de un tema al otro en cualquier momento, sumado a que su personaje además de actuar está siempre en movimiento: ordena los libros, pone las sillas en su lugar para que queden simétricas, se esfuerza por no pisar ninguna línea en el suelo.
El color preferido del personaje de Virginia Ramos es el blanco y su manía es la limpieza, no quiere que nadie la toque ni la ensucie. A ella también se le complicó la letra. "Ninguno tiene parlamentos demasiado largos pero es un picoteo, entonces tenés que estar pendiente de cuándo uno va a hablar y continuamente mantener el personaje en contra escena pero que no llame mucho la atención. Me acuerdo que Nacho nos decía, `písense, no se den espacio`". "Tenés que estar como Antón Pirulero", bromea Bananita. Alejandro Camino, cuyo rol tiene una obsesión con los números (necesita contar y calcular todo, desde los escalones hasta las veces que los demás pacientes tienen tu toc), opina que la pieza resultó compleja porque demanda gran participación energética, física, corporal. "Por momentos el vértigo te da la sensación de que estás en el medio de un torbellino".
Curiosidades. Elena trabaja en un colegio con personas discapacitadas que tienen sus tocs. Hace años que está en contacto con esa realidad pero nunca pensó que lo iba a poder plasmar en un personaje. "Como el mío es un trastorno de comprobación trabajé varios (rascarse, pegarse en la cabeza, mover las manos en forma paralela) y fui viendo con Nacho cuáles funcionaban mejor". Se decidió por uno (revisar la cartera) aunque ella tiene una manía propia: nunca cuelga una media despareja con la otra "y no se me ocurre poner una de otro color en el medio".
Alejandro es de la idea de que los personajes están dentro de uno y esta vez la búsqueda fue más exhaustiva porque no se lleva bien con los números, no es atrevido ni mal educado pero igual "agarré la linterna e iluminé zonas más oscuras de mí". Virginia llevó a esa mujer pulcra al límite hasta convertirla en un "bichito desagradable". Cuando lo consiguió, "Nacho me pidió que empezara a bajarla. Lo más difícil fue empezar a pulir, disminuir y llegar a un término medio".
Este grupo peleó contra los horarios (todos tienen actividades paralelas), gripes, cuadros febriles pero salió adelante. "Eso hizo que Nacho ajustara un poco las clavijas en cuanto a venir con el texto aprendido sino era imposible", admite Darío. Ensayaron en lugares insólitos. "Donde pudieran entrar seis sillas, nos metían. Alguna vez ensayamos en el hall, entraban las señoras a comprar la entrada para Algo para recordar y yo estaba con mi personaje puteando. De repente estábamos actuando y había una banda de rock probando sonido en la sala", cuenta Bananita.
Equilibrio. Cada uno habló de sus manías. Nacho no quedó por fuera: "Dice que coloca las perchas y la ropa mirando todas para el mismo lado", lo delata Virginia. "Después de terminar la función tenés que dejar todo ordenadito, sino te cae", asegura Darío. Es puntilloso, no se le escapa un detalle e incluso se sentó con cada uno para charlar sobre el vestuario: "Hablamos mucho por ejemplo de cómo se sentirían más cómodos vestidos, qué tipo de calzados", confirma el director.
A priori advirtió que debía cambiar la cabeza y mutar hacia el rol de director pero a la hora de "mover las piezas en el escenario le di cierto toque coreográfico y traté de que hubiera armonía por esa obsesión de la que hablaba". "Tiene la precisión de lo que quiere. Es como un paso de baile o una canción, en determinada nota tenés que hacer una cosa, él lo tiene clarito y se frustra un poco si no lo conseguís de una", comenta Elena. Nacho apostó al equilibrio, procuró la simetría, el orden: "Continuamente nos decía, `vos no te tapes, más inclinado, subí acá`. O sea, es una coreografía en escena que tenemos que cuidar mucho y es difícil de mantener porque por momentos es mucho el movimiento", reconoce Virginia que también es coreógrafa.
Según Noelia, quiere que esté todo "perfecto, inmaculado". Nacho, además, buscó "que hubiera juego de diagonales porque si los actores están todos en línea es un aburrimiento espantoso, que se desplacen dentro del espacio, que fluyan, que lo conozcan".
La obra transcurre en la sala de espera de un consultorio. Los seis pacientes aguardan al psiquiatra y la secretaria (Cintia Caballero) les va comunicando qué está pasando, pero el médico nunca llega.