Sobremesa a dúo

Foto: Irina Raffo

Fueron compañeras de generación en la Universidad Católica. Se sentaban donde nadie quiere ubicarse, adelante y eran las ‘nerds’ de la clase.

Uno de sus encuentros iniciales sucedió cuando Ximena Torres llevó una vianda con risotto y le dio a probar a Manuela Da Silveira. “La primera imagen que tengo de Manu es del día de ese tupper, con remera rosada y de cuellito. Desde ahí creció la amistad y esto de ‘comer y reír’ se transformó en una de las cosas que más nos gusta hacer juntas”. La gastronomía dirige sus charlas y no paran de pasarse piques. En invierno de 2013 salían a correr juntas y desayunaban en La Dulcería (la tienda de Xime). Una de esas mañanas se les ocurrió escribir un libro titulado Comer y reír, manual para acercarse a la cocina con alegría. Aquí los entretelones.

Son comunicadoras y ambas tienen su cuelgue personal con la comida: una desde el hobby, la otra desde su profesión. A Xime la llamaron de Canal 12 para hacer televisión porque Manu se enteró que necesitaban a alguien, pensó que era la más indicada, pasó su teléfono, hizo el casting y quedó.

Hace un par de años a Manu le detectaron diabetes y su vida cambió: "le preocupaba no poder ir a una cena con amigas porque no iba a poder comer nada o se iba a tener que llevar una vianda y me preguntaba, ‘¿entonces no voy? Pará, algo tiene que haber", le decía la experta en gastronomía. Así empezó a cambiar cada ‘no’ que le habían indicado por un ‘sí’ y le abrió el abanico con una cantidad de nuevos condimentos que incorporó a su dieta para suplantar el azúcar. Incluso llegó a experimentar en su cocina para encontrar platos adecuados a la enfermedad de su amiga.

Gran parte de ese 2013 estuvo dedicado a "revertir la situación de salud que tanto preocupaba a Manu. Nos juntábamos y en seguida del hola, ¿cómo estás? venía la pregunta, ¿qué cenaste ayer?", cuenta Xime. Esos diálogos sucedían mientras corrían cada mañana, continuaban en La Dulcería entre scones y café y luego vía whatsapp: ¿qué cocino?, ¿qué preparo? Es más, Manu recurre a su amiga cada vez que tiene un día largo, complicado, con muchas entrevistas, shows o ensayos para saber qué le conviene ingerir. "Es re contra gurú para esas cosas".

Entonces se coló la idea de trasladar estos diálogos, recomendaciones, tips y consejos al formato papel. Armaron una estructura con aquello que no podía faltar en una cartulina, ordenaron los conceptos y empezaron las jornadas completas una vez por semana después de correr. Durante la gestación de Comer y reír, manual para entrar a la cocina con alegría Xime potenció su veta de docente y "Manu se volvió una aprendiz tipo sote", elogia la co autora.

Club del clan.

Pertenecen a la generación de los caramelos La Positiva, las pastillas Trineo y quieren que vuelvan las Canicas. Sus familias comparten el buen humor y el paladar exquisito, así que las reuniones culinarias entre los Torres y los Da Silveira ya se convirtieron en un clásico. "Tenemos la cofradía de la quinoa y recuerdo que después de aquel tupper que Xime llevó a facultad juntamos a las dos familias e hicimos un risotto para todos. Fue el primer risotto que vi cocinar". Sus padres (Tono y Toto) se hicieron amigos en esas comilonas y los momentos de mujeres también florecieron ahí. Se juntan con sus madres y hermanas para disfrutar de la charla pero siempre está el qué vamos a comer. Es más, armaron un clan para compartir e intercambiar alimentos como quien se presta vestidos.

—(M) Quiero un pollo, mi hermana también, entonces voy a la feria, compro uno, yo me quedo con esta mitad, vos con la otra. Como quien comparte la ropa.

—(X) Como un vestido de casamiento: invertiste, lo vas a usar dos veces, que lo use alguien más. Mucha gente te dice, no tengo tiempo de ir a la feria, entonces voy al super porque tenés todo. Hay ciertas cosas que se encuentran en la feria local o un pan que se hace en tal mercado tal día. En ese sentido, hay que optimizar: vos vas al super, yo al mercado; vos me comprás los tomates, yo el pan y cuando nos juntamos hacemos la cruzada. A veces hay un tema de tiempos pero hay que organizarse. Nosotras lo hacemos.

—(M) Por eso yo le pido mucho a Xime, soy como una hija. Le llega un atado de brócoli medio grande y me libera algunos. Mi madre fue al puesto de Maldonado y me trajo unos pepinitos frescos que me encantan. Los corto y son una maravilla. Son un buen regalo (...) Para mis 33 Xime me regaló un mortero, lo abrí y casi me muero de la emoción, ahora quiero que venga a casa a ayudarme a usarlo.

Las invitaciones de Xime y Manu a sus respectivas casas nunca implican llegar y que la mesa esté servida: siempre conlleva preparar el plato de comida entre las dos. Cocinan, charlan y comen: así es su combo. "Es una experiencia que se la recomendamos a todos. Como comensal, incluso, te hace sentir alucinante. No es muy cómodo cuando llegás a una casa y la otra persona está estresada: sentate acá, ya vengo y la cocina está encerrada. No, la cocina a puertas abiertas: vení, ponete un delantal y picate un perejil. Te vincula de otra manera porque lo hicimos juntos, te sumaste", rescata Xime.

Camino de ida.

Hubo una instancia especial en este proceso de Comer y reír y fue parte del trabajo de campo al que se sometieron. Una noche arrancaron la ruta de las especias. Xime juntó cinco frasquitos con especias atípicas e introdujo a Manu en este mundo. Ella se vio tentada y creó su propio especiero. "Me armó una mezcla de cúrcuma, jengibre y sal de mares. Ahora se lo pongo a todo, me encanta". Desde entonces, sus hábitos cambiaron. Cada vez que se siente algo frágil, recurre al chai y no se engripa. No le importa tener que levantarse un rato antes, pero todas las mañanas se hace un café molido, se lo lleva al cuarto y lo toma tranquila. Vence la pereza y gana en placer. Una vez por semana hierve lentejas mientras se apronta, las condimenta con esa mezcla de especias antes mencionadas, se arma una vianda y se las lleva a trabajar. "Me encanta salir de casa con la comida o llegar y prepararme algo. Aunque llegue de madrugada del teatro, pongo una vela y me siento sola a disfrutar".

—(X) Manu me ayudó a reivindicar al perejil como un ingrediente y no como una decoración: molido en el mortero, hecho pesto, volcado en el arroz.

—(M) Está la frase regalado como perejil de feria porque tiene la peor auto estima. Nosotras tenemos esas conversaciones. Si no hubiese sido por Xime nunca hubiera hecho una masa casera para tarta.

—(X) Harina, agua y un poco de aceite siempre tenés en tu casa. Son 20 minutos y si tenés tu especiero le podés dar otro toque (....) Manu hace buenas tartas y son muy rústicas: con vegetales grandes; no tiene miedo a poner dos vegetales que no tienen la misma dureza y no sabe si van a pegar.

Manu capta todos los piques de Xime e intenta aplicarlos. Hubo un par que le cambiaron la vida: descubrió que el caldo no era hacer el puchero de la abuela, sino simplemente agua hirviendo con un sabor (zanahoria, una hojita de laurel, remolacha), entonces ahora siempre hay caldo en su casa. "Me enseñó a ponerle onda al cuscús y a la quinoa que son un poco desabridas y uno puede desalentarse al principio. Al cuscús lo saltea con curry, brócoli y cebollita y el risotto de quinoa es lo que más valora. Incluso le dedicó una pequeña oda que está en el libro y contagió al Toto y al resto de la familia con esta suerte de adicción.

—(X) Te encontrás mañana con las amigas de Manu y ya todas saben el pique.

—(M) Soy intensa.

—(X) Si algo te copa, lo transmitís. Es como una canción.

—(M) Estás en un lugar con la amiga de una amiga, tu amiga se va al baño y quedás en un tiempo muerto con alguien que no conocés, ¿de qué hablás? No sabés lo que probé. El otro se vincula desde ahí, es un tema sanísimo porque no entrás en roscas y puede hablar uno que trabaja en la tele con un ingeniero, una ama de casa y todos conviven en una colgadera que te aleja de conversaciones polémicas.

A dos voces.

Cuando se sentaron a armar esa cartulina con los infaltables, se dispararon los siguientes tips.

—(M) Para mí era muy importante comunicar eso de cambiar el no por el sí en las dietas.

—(X) Hay un glosario para un comensal alegre: no es una técnica francesa exótica, es básico, sencillo, aplicable todos los días. Como cocinera profesional tengo términos incorporados pero encuentro que en muchos libros de cocina se mencionan tecnicismos y por no saber qué son, se termina dando vuelta la página. No me pasa a mí pero es lo que escucho: decía bata la crema a tres cuartos, no sabía qué era y di vuelta la hoja.

—(M) Yo leo baño maría y digo, olvídese (...) No podía faltar la auto estima del comensal que es más desde el humor: cuando volcamos en el espeto corrido, por ejemplo. Compartir esas cosas que hemos hechos, hacemos y seguiremos haciendo pero llevado a la toma de consciencia desde la risa y la diversión.

—(X) Me morfé la vida el fin de semana, entonces tenés un capítulo de situaciones; tengo resaca, ¿cuál es la mejor receta? Me estoy por resfriar, ¿qué hago? Comí mucha porquería y tenés una variedad de recetas con jugos verde para preparar. Es como un ping pong de situaciones con pequeños piquecitos de alimentación consciente.

Xime es la cocinera profesional y Manu está vinculada al humor así que no hubo necesidad de dividirse las tareas porque el tono de la escritura salía naturalmente. Escribieron en conjunto y por separado. "Incluso hay muchas partes que son a dos voces y si las lees es Xime y es Manu. Nos mimetizamos mucho: si yo lo decía se entendía que Manu lo estaba pensando; si ella lo pensaba, yo ya lo estaba escribiendo". El tono es coloquial, "no vamos a hacernos las vivas y escribir formalmente porque no es a lo que nos dedicamos y no creo que nos salga", opina Manu. "Tampoco es un libro gastronómico de técnicas culinarias: están las recetas hechas por una cocinera pero bajadas a tierra para poder usarlas a diario y no específicamente para una ocasión especial", aclara Xime. Justamente el nombre del libro (Comer y reír) se lo deben a dos acciones que se realizan de forma cotidiana, sin necesidad de esperar un momento trascendente: "comer si Dios quiere vamos a comer, entonces hagámoslo de una manera linda y divertida".

Comer y reír se fijó como meta retomar la relación más pura con la comida: prepararla, alimentarte y reír. La forma más idónea de lograrlo es si la persona fabrica su propio alimento. "Antiguamente el hombre salía a cazar o cosechar para conseguir su ración. Hoy eso es imposible; proponemos ir al supermercado pero no en búsqueda de la comida procesada sino procesar cada uno en su casa su alimento. De esa manera sabés cómo se hizo, la energía que se puso al cocinarlo, elegís los ingredientes que va a tener en función del gusto y preferencia de los comensales, le ponés tu cariño y eso va a tu organismo, el de tu familia y tus amigos", se explaya Xime.

Bonus track.

Según las autoras de Comer y reír, los olores cumplen un rol clave en la memoria emotiva y permiten que las personas viajen en el tiempo.

—(X) El vínculo de la comida es directo con el corazón y la memoria, entonces somos muy promotoras de que haya olor a salsa en las casas. Yo soy de comer con el aroma. Ayer me despertó un vecino: estaba sola en casa, había un olorcito a cebolla frita, casi voy y le toco la puerta. Con el olor me ganás.

—(M) Una torta en el horno te lleva rápidamente a tu infancia: no importa, hacé los deberes porque todo va a estar bien. Te lleva a volver de la escuela.

—(X) La torta marmolada y el tuco hirviendo también te hacen retroceder a la niñez.

—(M) El olor a pizza en el horno.

—(X) Hay platos que decís, ay los comía de chica, como el bizcochuelo, la torta marmolada. Pero preparalos ahora: harina, azúcar, huevo, ya está, en una hora lo tenés listo.

—Xime, tu plato preferido cuando eras niña era el suflé de brócoli, ¿no?

—(X) Eso fue como a los 15 años porque pasé por una época donde no comía ni verdes ni rojos. Después en casa me fueron amoldando el paladar.

—(M) Yo no comía pescado, lo evitaba siempre. Ahora cada tanto como un salmón.

—Están en contra de que se usen nombres artísticos para las comidas…

—(M) Se le pone demasiada cosa. Cuando utilizan colchones de verde, hierbas aromáticas, pará porque me mareas. Si me vas a servir lechuga crespa marrón…

—(X) Es importante que la carta diga lo que es realmente. A veces te ponen que es un mezclum y es solo lechuga.

—(M) También porque te genera un poco de decepción. Si me decís un mezclum me voy a imaginar angelitos tocando el violín y una cascada donde caen todos los verdes que te puedas imaginar. Si me traes una lechuga sola… mmm

—Manu, ¿recordás cómo te salió la primera tortilla?

—(M) Tardé más de una hora y me quedó horrible. Me desalentó al punto de que la herida todavía está abierta.

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Foto: Irina Raffo

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