"Siempre me interesó la cultura árabe"

El actor español encarna un personaje ambiguo en El Príncipe del desierto, film de acción y aventura que involucra a la cultura árabe, el petróleo y las relaciones familiares.

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Dos líderes se enfrentan en el desierto. El victorioso Nesib (Antonio Banderas), Emir de Hobeika, le establece los términos de paz a Amar (Mark Strong), Sultán de Samaah: ninguno tendrá derecho sobre La Franja Amarilla. A cambio, Nesib adopta los dos hijos de Amar: Saleeh (Akin Gazi) y Auda (Tahar Rahim). El primero se volverá guerrero y doce años después escapará para volver con su padre; el segundo sólo se preocupará por los libros, además de enamorarse de la hija de su padre adoptivo (Freida Pinto).

Entonces llegan al país los enviados de una compañía estadounidense que busca petróleo. Los visitantes le prometen al Emir Nesib riqueza más allá de su imaginación. El monarca se imagina un reino de infinitas posibilidades; un reino con caminos, escuelas y hospitales, todo pagado con el oro negro (Black Gold es el título original del film) de la tierra estéril. Sólo hay un problema: el precioso petróleo está justo en la Franja Amarilla.

El escenario está listo entonces para un épico enfrentamiento para tomar control de la preciada zona, controlar los dos reinos y así también controlar el futuro.

En esta entrevista, Antonio Banderas habla de su papel en El Príncipe del desierto, film dirigido por el francés Jean-Jacques Annaud que desde hace una semana se encuentra en carteleras uruguayas.

-¿Qué le atrajo de este proyecto?

-Siempre me han interesado los temas relacionados con la cultura árabe. De hecho, llevo tiempo intentando poner en marcha un proyecto cinematográfico sobre la vida de Boabdil, que al mismo tiempo me permitiría reflexionar sobre la bipolaridad que existe en el mundo sobre una cultura que quizá sea la gran desconocida para nosotros los occidentales.

-¿Cómo se involucró entonces en El Príncipe del desierto?

-En ese impasse de luchar por mi propia película, que terminaré haciendo, apareció el productor Tarak Ben Ammar y me dijo que tenía este proyecto, que venía acariciando desde hace 30 años. Lo leí, me interesó, pasé un día charlando con el director Jean-Jacques Annaud y finalmente me decidí a entrar.

-¿Cuál es en su opinión el tema principal de la película?

-Más que el tema del mundo árabe en realidad es sobre el dinero como factor desestabilizador, distorsionador de la realidad y corruptor del ser humano.

-Y, aunque sea una obra de ficción, tiene un trasfondo político…

-Sí, tiene que ver mucho con todas las situaciones que se han dado en términos geopolíticos desde principios del siglo pasado y que al día de hoy todavía ocupan desgraciadamente las portadas de los periódicos de todo el mundo. Esta película, en términos casi de parábola o cuento, reflexiona sobre todo eso.

-Háblenos de su personaje, el Emir Nesib.

-Había algo en el personaje muy poliédrico y multicolor que lo definía como ser humano con todas sus grandezas y miserias. No es bueno o malo, sino un hombre que se enfrenta a una situación límite que lo pone a prueba.

-¿En qué consiste esa situación?

-En encontrarse de repente con los medios para poder sacar a su pueblo de la pobreza absoluta en la que vive. Es el rey de un reino de miseria que un buen día descubre que está pisando sobre oro. Nesib es un hombre tribal del desierto que de repente se encuentra en una situación casi anacrónica.

-Pero ese golpe de fortuna también tiene sus contrapartidas…

-Sí, muchas... Probablemente esa sea la historia de algunos dictadores, que se van enganchando en el brillo de una riqueza que en principio puede ser beneficiosa pero que termina intoxicándolos y haciéndoles pagar un precio a medida que van pasando del "nosotros" al "yo".

-Y en el otro lado de la balanza se encuentra el personaje del Sultán Amar, interpretado por el actor británico Mark Strong.

-En efecto, Nesib representa un lado de una balanza que se completa con el personaje de Mark Strong, un dirigente más puro, aunque también fundamentalista.

-El Emir Nesib también da pie a momentos cómicos en la historia.

-Sí, y a mí eso me gusta mucho. Ha habido muchos personajes caricaturescos en estas situaciones que se han hecho ricos muy rápido y pasado de vivir en el desierto a controlar de alguna manera el mundo.

-¿Cómo se preparó para este rol?

-Hice una preparación previa estudiando la cultura árabe. Y luego, ya durante el rodaje, me pegaba a los tunecinos y aprendía de ellos muchas cosas, como la manera correcta de saludar o incluso de rezar.

-El Príncipe del desierto es una película sobre una revolución, que fue rodada en Túnez precisamente durante una verdadera revolución. ¿Cómo se sintió al encontrarse en medio de todo ello?

-¡Fue increíble! Lo vivimos con mucha emoción a medida que fueron saltando los acontecimientos. Recuerdo que cuando llegué Túnez la cara del dirigente Ben Ali estaba por todas partes, y parecía ser un personaje intocable y amado por su pueblo. ¡Pero al mes y medio estaba ya fuera del país!

-¿Recuerda ese momento?

-Sí, porque fue un 14 de enero mientras rodaba una escena en la que caso a mi hija (Freida Pinto). Fue una situación más de emoción que de peligro, mientras veíamos los sueños de un pueblo hechos realidad y la excitación de estar viviendo algo que intuíamos podía ser histórico. Y tuvo mucho que ver con todo ello la posición de la mujer tunecina, que es muy independiente y libre si se la compara con otros países del Magreb. Toda revolución no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a un sitio.

-También la película tiene a un personaje femenino fuerte en la figura de Freida Pinto, dando vida a una princesa que se enfrenta a su padre.

-Se enfrenta a mi personaje, que también siente un gran amor por ella. En el fondo Nesib es un hombre que al final se da cuenta de que no está en el camino correcto. Conoce las reglas del juego y las acepta.

-Y en medio de la lucha entre el Emir Nesib y el Sultán Amar, y sus dos manera distintas de pensar, se encuentra la figura del príncipe Auda.

-El personaje del príncipe Auda puede ser la solución al conflicto porque representa al hombre que quiere respetar las tradiciones pero también avanzar hacia el futuro con sentido común.

-El Príncipe del desierto habla de la búsqueda del equilibrio entre la tradición y el progreso.

-Sí, y ahí es donde se enfrenta con el fundamentalismo.

-Ya no se hacen películas así…

-Probablemente estemos al final de una era del cine tal y como lo entendíamos antes. Las nuevas tecnologías se han hecho con este tipo de películas, porque ya es prácticamente imposible contratar y manejar a miles de personas.

-Pero aquí sí contaron con miles de extras y cientos de camellos, y se nota…

-Es insólito, pero cierto. En Túnez fue posible rodar de manera tradicional, lo que fue muy emocionante. Hay una escena en la que estoy viendo de lejos a un ejército, y recuerdo que fue como si lo estuviera viviendo de verdad ya que se me ponían los pelos de punta. Es algo que creo que nunca volveré a experimentar…

-¡Hasta se construyó su ciudad para la película!

-Así es, y te podías pasear por ella y apreciar todos sus detalles. ¡Todo estaba allí!

-Gran parte del mérito pertenece al cineasta francés Jean-Jacques Annaud. ¿Qué nos puede contar acerca de su trabajo?

-Es un intelectual y un hombre muy curioso que de verdad cree en la diversidad cultural y la vive. Viaja mucho y le encanta contar historias de esas partes del mundo que no conocemos.

-¿Le gustaría volver a Túnez?

-Me gustaría mucho. De hecho, tengo pensado hacerlo porque conservo muy buenos amigos de esos días y porque el pueblo tunecino es un pueblo que me encanta. Hay una parte de mí que creo que pertenece ahí y que probablemente tiene que ver con el hecho de que los árabes estuvieran 800 años en España. Hay algo de ahí que reconoces, aunque no sepas muy bien lo que es: colores, olores y otras cosas…

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