Gastón "Rusito" González camina por la calle y parece un político en campaña. El actor recorre Zelmar Michelini rumbo al Teatro Metro para realizar fotos para Sábado Show y los transeúntes lo interrumpen para saludarlo, felicitarlo, contarle una historia de su vida o una anécdota en común. También recibe mensajes de los que pasan en auto e incluso de los que lo ven desde un balcón en lo alto de una casa. Él frena, escucha con atención y agradece. Lejos de padecer este costado de su popularidad lo disfruta y le recuerda a los primeros años de su juventud, cuando todos los días iba a un bar a quedarse por horas charlando con quien apareciera esa noche con una historia para contar.
La vida del Rusito es intensa, apresurada y vertiginosa, tal como él se muestra en pantalla. De niño recorría boliches y bares junto a su padre, el icónico Bananita González, a los 25 años se casó y se convirtió en padre, y en lo profesional, con 33 años ya es una de las principales figuras de Canal 4 y de las estrellas consagradas de carnaval con un título de Figura Máxima en su currículum. Él dice que aprovecha su vida y que no pierde oportunidades. Ahora suma una nueva comedia titulada "La Piedad" en la que comparte cartel nada menos que con Victoria Rodríguez y un destacado elenco.
Sin embargo, el próximo verano podría haber un quiebre. Después de haber quedado afuera de la liguilla en el último carnaval, el artista quiere alejarse de los tablados para compartir más tiempo con sus hijas Josefina (8 años) y Federica (6 años). "Ellas no piden permiso para crecer, y hay postales que no me quiero seguir perdiendo", explica. Aunque sostiene que el carnaval es su "pasión" y no cierra la puerta a nuevas propuestas. Rusito González habla de estas idas y vueltas con el carnaval, sobre los desafíos de la paternidad y de su difícil batalla contra la adicción al tabaco.
-¿Cómo te preparás para el estreno de La Piedad (25 de abril en Teatro Metro)?
-Muy bien. Es una obra que me trajo Diego Sorondo y cuando la leí me encantó. Tiene mucho que ver con el teatro, pero a su vez se puede trasladar a cualquier ámbito. Es una comedia que lleva a reírse, emocionarse y reflexionar.
-Compartís elenco con Victoria Rodríguez, ¿cómo es trabajar con ella?
-Es buenísimo. Ella es una bestia. No solo es una de las comunicadoras más importantes del país sino también una de las artistas más completas. Maneja la comedia, el drama y tiene una presencia escénica impresionante. Agradezco tener la oportunidad de compartir con un elenco tan talentoso, que con solo mirarlos actuar me lleno de experiencia.
-Es una obra que te permite mostrarte en otro registro de humor.
-Sí. Desde el texto marca un rumbo de comedia que lleva a la sutileza. No es un chiste con un remate. Las escenas generan humor por la forma de la que son interpretadas. Para mí es un lugar muy lindo, porque aparte del humor también hay drama. En el momento más dramático siempre el humor es el escape.
-¿Tenés la capacidad de aplicar esa máxima a tu vida?
-Sí, el humor es fundamental en mi vida. Es mi oxígeno. Al despedir a alguien uno intenta siempre de quedarse con los mejores recuerdos y ahí la angustia se convierte en una sonrisa. Cuando mis hijas me hacen una situación un poco más difícil también aparece el humor para romper.

-Tenés dos hijas, Josefina (8 años) y Federica (6), ¿cómo sos como padre?, ¿ponés límites?
-Intento ser como un amigo pero con límites. Pido que me cuenten todo, que fluya, que sea todo simple, pero saben que los que dicen que sí o que no son mamá y papá. Josefina ya es una preadolescente y me encara con situaciones que me sorprenden porque pensaba que pasaban más adelante. Me dice "este es mi cuarto, este es mi espacio, tenés que respetarme". A veces no sé qué contestar. Es difícil que a mí me dejen sin palabras, pero Josefina es la primera persona que lo consigue. Tengo que pensar bien qué decirle. Ellas viven en un mundo lleno de estímulos que antes no existían.
-¿Ayuda haber sido padre joven?
-Sí, pero hay muchas cosas que se me escapan. El otro día veía la serie Adolescencia que en un momento habla del significado de los emojis y yo no sabía nada de eso. Hay que estar todo el tiempo en alerta.
-La serie toca temas delicados como el bullying, la violencia, el machismo, ¿hablás de estas cosas con ellas?
-Hablo mucho de las emociones. Los adolescentes quieren ver el resultado al instante y piensan que si no lo consiguen enseguida la vida no vale. Hay que explicar que hay procesos. Hay que aprender y volver a intentar. Si algo no sale un día no es porque no servís. Josefina, por ejemplo, hace patín y en la primera competencia salió cuarta de cinco. Entonces empezó a decir “me robaron”, “es porque el jurado tal cosa”. Yo le decía “no te robó nadie, estás aprendiendo y está bueno que valores que otros pueden haber estado mejor”. Perder no es una bajada de bandera ni ganar quiere decir que sos la mejor.
-¿Al carnaval llevás el mismo mensaje?
-Yo lo aplico. Tengo pocos años, pero me ha tocado estar con las mieles del “éxito” y con los “fracasos”, entre comillas porque no me gusta llamarlos así. No me sentí mejor cuando gané ni peor cuando perdí. El Carnaval es maravilloso, pero es subjetivo. Hay siete personas que deciden y les puede gustar más una cosa que otra. Un año yo les puedo haber encantado y al siguiente puedo no haberles gustado tanto. Eso no quiere decir que yo haya perdido valor como artista. Soy el mismo.
-¿Entonces no hay injusticias en Carnaval?
-No, en el arte no puede haber injusticias. Son gustos personales y uno no puede ir contra eso. Yo puedo hacer un chiste y que se rían cinco mil personas, pero capaz que esa noche al jurado no le pareció correcto y me mató.
-¿El jurado de carnaval responde solo a gustos personales?
-Sí, es totalmente subjetivo. Igual a mí me encanta porque eso le da adrenalina. Y el concurso está bien porque en la vida uno compite, pero esto es arte y el arte es libre. Yo no puedo enojarme porque el gusto de otro sea distinto al mío.
-El espectáculo de Zíngaros en 2024 ganó en su categoría y en 2025 quedó afuera de la liguilla, ¿fue solo por el gusto del jurado o el del año anterior objetivamente era mejor?
-El espectáculo que hicimos en 2024 fue mejor que el último. Este año, los otros conjuntos eran superiores. Y uno tiene que quedar afuera. Pero nosotros laburamos de la misma manera.
-¿Qué falló?
-No sé si hubo errores. Como producto artístico no fue malo y en los tablados nos fue fenomenal. Hubo búsquedas que capaz que no se encontraron. Por ahí la gente esperaba que fuéramos por un lado y nosotros fuimos por otro, pero fue lo que nosotros quisimos hacer y se dio así. También estaba la comparación con lo que habíamos hecho en 2024: el espectáculo sobre Pinocho (Sosa) fue muy fuerte. Hay gente que no lo conocía y se emocionaba igual por lo que se transmitía en el escenario. Después de eso era bravo ir con otro personaje. Lo que pasó en torno a Pinocho nos marcó para siempre a mí y al conjunto.
-¿Un mal resultado influye a la hora de tomar la decisión de alejarse del Carnaval como anunciaste que vas a hacer?
-No. En Carnaval muchos decimos que no volvemos a salir porque realmente cansa mucho. En los últimos años yo empezaba a juntarme desde mayo. Y yo además dejo todo en el espectáculo. Puedo embocar o errarle, pero lo doy todo. Respeto al conjunto que me paga y al público. Por eso cuando sale algo mal no me afecta tanto porque sé que lo di todo. En mi caso dije que no voy a hacer carnaval el año que viene para estar más tiempo con mis hijas. A ellas les encanta verme ahí, pero están creciendo y cuando veo por videollamada que están haciendo castillos de arena en la playa pienso que en dos o tres años van a preferir estar con las amigas. Me dan ganas de estar ahí con ellas. Me han llamado conjuntos, les agradezco pero les digo que por ahora mi decisión es esta. Igual también es cierto que Carnaval es mi pasión y me mueve. Cuando me llaman también pienso “qué bueno estaría hacer esto”. No cierro la puerta, pero por ahora no.
-Otro personaje que marcó un antes y un después en tu carrera fue cuando interpretaste a Lacalle Pou, ¿lo cruzaste alguna vez después de aquel espectáculo?
-Me lo crucé en un partido de rugby al que fui a hacer una animación. Lo saludé y me dijo “me cagué de risa con el personaje, me sacaste todos los gestos”. Fue una charla divina. Los políticos uruguayos saben cómo es, el tema es que hay gente que es más papista que el Papa. En Uruguay hay respeto y eso no hay que perderlo.
-¿Carnaval en general no contribuye a lo contrario?
-Algún medio capaz que también. Hay una línea fina. Está bueno que haya libertad, y hay que ver el límite de cada uno. A veces hay cosas que uno cree que no son irrespetuosas y otro sí. Cada uno sacará sus conclusiones.
-¿Tenés o has tenido algún vicio?
-Fumo y muy de vez en cuando tomo un whisky. Nunca tomé ningún tipo de droga ni de pastilla ni nada. La energía que tengo es porque soy así. En unos años me van a ver más cansado (risas).
-¿Has intentado dejar de fumar?
-Sí, pero no pude. El cigarro es una adicción que me cuesta. Mi hija Federica me lo cuestiona y me dice que estoy perdiendo vida. El cigarro fue lo peor que me pasó. Lo odio, es una mierda. Es muy difícil dejar.
-¿Qué tuviste que dejar de lado cuando te convertiste en padre?
-Mi gran hobby era ir al boliche. Me encantaba ir al boliche a charlar, no a los bailes, sino al boliche para charlar. Me gustaba con gente que viene de diferente índole, de diferente vida, profesiones, y ahí uno veía que se generaba igualdad. Yo me formé en el Ponte Vecchio. Iba con papá y también recorríamos bares. Él me explicaba que en el boliche pasaba de todo, pero dependía de cómo lo encarara cada uno. Yo iba todas las noches. Cuando me convertí en papá tuve que cortar eso. Ahora voy cada 15 días con la familia.
-¿Con quién ibas antes?
-A veces con amigos y a veces iba solo. Me ponía al lado de la ventana y miraba a la gente pasar. Muchas veces se acercaba gente que no conocía y nos quedábamos charlando. Yo todavía no era conocido.
-¿Qué te enseñó el boliche?
-Me enseñó a tener empatía, a no juzgar y me dio respuestas en momentos en los que no la encontraba. De repente llegaba alguien y me daba una opinión sobre un problema desde otra perspectiva y me servía. A mí me sirvió, aunque es cierto que también puede ser un enemigo si vas todas las noches a bajarte una botella de whisky. Yo iba para buscar la charla. Lo que me gustaba era el encuentro en ese lugar en el que uno se libera e intenta cambiar el mundo.
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