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Renée de León, una actriz todoterreno

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Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour

ENTREVISTA

En esta entrevista con Sábado Show, Renée de León habla sobre la comedia "Una loca noche buena", el próximo Carnaval y la escuela que dirige con orgullo

Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour
Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour

Renée de León ha estado en teatro, televisión y Carnaval, moviéndose con soltura en todos los escenarios. Desde su estrellato con las Chicas Guau, ha cubierto todos los rubros posibles. Empezó como bailarina, hizo televisión, y ahora también está en el teatro junto a Luis Carballo, Luis Orpi y Rosina Benenati con la comedia Una loca noche buena que se presenta los viernes a las 21.00 en el Teatro El Tinglado. Sobre esta comedia, su puesto como Directora de la Escuela del Carnaval, su trayectoria, la actualidad del Carnaval, y porqué es “un corso a contramano”, charló De León con Sábado Show.

—¿Hace cuánto que estás al frente de la Escuela del Carnaval?

—Este año empecé porque fui nombrada por la Comisión Directiva de Daecpu cuando quedó el lugar vacante. Fue por reconocimiento de título, porque tengo el postgrado de la Facultad de Ciencias Sociales, el diploma de Carnaval y Patrimonio. Entonces trabajo de mañana en Daecpu y de tarde cruzo (la escuela queda en frente). Es una aventura y esto lo considero como un aprendizaje. Como en todas las cosas hay piedras que hay que saltar, pero es un aprendizaje diario, y cuando se ven las cosas que hacemos, plasmadas, es un regocijo del alma.

—¿Cuándo descubriste que te gustaba hacer reír?

—Yo qué sé. Creo que siempre uno es como un payaso, en la vida real. Hago cosas hasta con mis compañeras de trabajo, si alguna está triste y le hago imitaciones, porque algo le tengo que hacer. Ése es el remedio del alma, la risa. Y siempre me gustó la comedia de enredos para hacer reír. Es para mí un placer.

—Y es todo un arte hacer reír.

—No es fácil. Y con la productora de Una loca noche buena, Shirley Sosa, siempre nos cruzábamos y me decía: “algún día vas a trabajar conmigo”. Sí, sí, le respondía, y me dice: tengo la tal obra, y me mandó el libreto. Me encantó, pero le dije que no tenía tiempo, porque trabajo 12 horas. Vas a poder, me respondía.

Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour
Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour

—¿Y cómo hiciste para encontrarle el tiempo para los ensayos?

—Creo que hice magia. También tuve el apoyo de la directiva de Daecpu que me permitía salir dos horas para el ensayo y volver a trabajar. También por los compañeros de elenco que me respetaban, porque yo soy un reloj. Y ellos son maravillosos, todos, Luis Alberto Carballo, Luis Orpi y Rosina. Y como que logramos ese grupo de crear cuatro personajes diferentes y en conjunción dentro del personaje, y los que más nos divertimos somos nosotros.

—Y eso que está ambientada en un lugar espantoso como lo es un velorio…

—Sí, y cuando nos reunimos nos decíamos: te das cuenta que estamos haciendo humor negro. El primer día, cuando fuimos al ensayo general nos dijimos, qué estamos haciendo. Y nos empezamos a reunir nosotros y a pensar que cuando uno llega a un velorio, le gustaría decir “este que se murió”, o las distintas rabias que están encerradas. Y alguno de los espectadores se va a sentir identificado, porque se empieza a descubrir cosas, y eso es lo que le encanta a los espectadores.

—¿Cómo fue trabajar con Luis Orpi?

—Luis Orpi es magia. Porque hay que seguirlo. De repente no sabés qué está haciendo, pero es un profesional de excelencia. Cada vez que llegamos tenemos unas dos horas antes de la función, y siempre es el que dice: vamos a repasar el libreto, porque uno mete tantas mechas que después la obra se va. Y cómo nos divertimos arriba del escenario, porque siempre sale algo nuevo, respiramos y seguimos. Y yo encantada de hacerla, porque para mí el teatro es un mimo al alma. Yo perdí a mi mamá hace tres semanas y entonces como que el espectáculo debe continuar, y al otro día tuve que subir a escena, y justo en un velorio, ¿cómo me lo enfrento? Entonces el director me dice, “vas a poder”, todavía me acuerdo y tiemblo, porque fui al teatro temblando y ¿cómo me enfrento a la escenografía?, y al final salió todo bien. Yo sé que a mi mamá le hubiera gustado que continuara.

Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour
Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour

—Y te permitió hacer un duelo, sobre el escenario…

—Claro. Y el director, que es argentino, nos apoyó muchísimo. Me parece que eligieron personajes similares, porque vi un pedazo de la obra argentina y me encontré parecida con el personaje en Buenos Aires. Incluso la autora se conectó por las redes sociales y le mandaron la noche que estrenamos, y decía, los quiero traer para acá.

—Además de actriz y bailarina, fuiste vedette.

—También escribí libretos, fui jurado de Carnaval durante tres años y después ingresé en el armado, la otra cara.

—Y mientras tanto también estudiabas.

—Sí, cuando salió la oportunidad de estudiar un posgrado de Carnaval y Patrimonio, que fue auspiciado por la Unesco y la Intendencia, había cupos limitados y Espert dice: ¿a quién mando estudiar? Y le dije que era yo. Tuve dos años en los que no salí de mi casa y me ayudó la tecnología, porque los primeros exámenes eran en grupo, pero cuando fue la tesis la hice sola. Me dediqué a la categoría Lubolos, y me abrió las puertas de su casa Waldemar “Cachila” Silva. Así que mi tesis fue “Asociación Cultural C1080, anclaje del patrimonio cultural”, y descubrí cosas que no sabía sobre el conventillo, sus inicios, sus secretos, del cacique y su familia. Todo fue con la intención que a C1080 la declararan mojón de memoria. Y después de tener el título, Espert me dice: “y ya que está en la casa, continúe” y me nombró directora de la Escuela del Carnaval.

Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour
Renée de León. Foto: Marcelo Bonjour

—¿Cómo es estar al frente de una institución con 900 alumnos?

—No se hace solo, tengo un gran equipo atrás. Porque para mí es una responsabilidad muy grande, pero al ser en equipo y ver los resultados, ya está.

—¿Cómo ves el Carnaval que viene?

—¿De qué lado querés que lo vea? Porque también trabajo en el Teatro, en la parte social. Todas las noches, Daecpu invita a personas sin acceso al teatro. Me conecto con esas instituciones, le damos un lugar en la platea, le damos cena y apoyados por Cutcsa. Por eso veo poco de lo que pasa en el Concurso. Lo que se está viniendo, en general, es que la Murga joven quiere dar un salto. Después de la revolución en el año 2000, cuando surge La catalina y Queso Magro, como que se quieren empezar a armar, porque el Carnaval de Murga Joven es diferente y se empieza a arrimar la juventud. Y por la escuela y lo que circunda por acá, como que se está profesionalizando. Y hay espectáculos maravillosos. Yo amo el carnaval, y casi nazco en un corso.

—Así que siempre fuiste como un “corso a contramano”…

—(risas) La anécdota es que mis padres iban desfilando en una cachila, mi madre como colegiala con la panza y en el medio del corso le dice: rompí la bolsa, y a contramano salieron. Por eso lo traigo en la sangre.

—¿Carnaval era el de antes?

—Era mágico, pero hay que adaptarse a los momentos y la tecnología. La magia era en los tablados, que ahora se han ido comercializando. Salías con una ruta y no hacías menos de cinco o seis. Y ahora el carnaval en los barrios, la gente por la inseguridad se queda en su casa y lo mira por televisión. Lo que es la tradición no se pierde, la gente que es del teatro de verano sigue yendo y va a verlos la noche que esté, esa es la magia que no hay que perder. Y la gente que es de los escenarios comerciales, va también. Como que todavía no se acepta en todas las clases que el Carnaval es cultura, y estamos luchando contra eso.

—Eso que hace más de 20 años fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

—Claro, pero pasa que hay gente que, es increíble, nunca pisó el Teatro de Verano. No sos uruguayo, pienso. Cosas que me han pasado, unas chicas que venían de La Paz, las llevamos invitadas y se pasaron todo el tiempo mirando para arriba. “Es un teatro sin techo”, decían. Y creo que la culpa es nuestra, porque hay que llevar más la cultura carnavalera a la sociedad.

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