ENTREVISTA

Nicolás Lauber

Luego de su primer proyecto para un servicio de streaming (Frontera verde en Netflix), el colombiano Mauricio Leiva-Cock estrenó la miniserie Ruido Capital en Movistar Play. Esta serie, dirigida por el uruguayo Pablo Stoll y por Ana Katz, se centra en un grupo de estudiantes de la secundaria en los años 90 que forman una banda con la guerrilla y el narcotráfico como telón de fondo.

—¿Cómo surge esta serie?

—Había trabajado con Dinamo que son los productores de Frontera verde y como que me integraron al proceso cuando el proyecto no estaba funcionando. Entonces entré y empecé a moldear un poco la historia de la serie. Para ese momento ya tenía una idea general de lo que quería contar con Ruido Capital y pues es una historia muy basada en mi adolescencia y de mis hermanos y de la música que escuchábamos en esa época como Aterciopelados, Mano Negra, Los Fabulosos Cadillacs que era una música ruda que estaba surgiendo en un momento muy rudo de Colombia. Era el apogeo de la guerra contra el narcotráfico y contra Pablo Escobar, y de una manera u otra la música se volvió un vehículo de expresión muy predominante dentro de la cultura colombiana y muy particular en Bogotá.

—Sin dudas hay mucha nostalgia a esa época en la serie. ¿Cómo se suma Pablo Stoll?

—Sí, siempre había querido rendirle tributo a esa época, y cuando Movistar demostró interés en desarrollar la historia con nosotros en esta serie, todo empezó a funcionar. Además, siempre había deseado trabajar con Pablo, a quien había convocado para otro proyecto que no funcionó, como esos proyectos que se caen, y no creía que este proyecto fuera a funcionar. Así que cuando Movistar entró, todo empezó a funcionar muy rápido. En febrero nos dieron el visto bueno y para mayo ya estaba trabajando con Pablo en Montevideo.

—Muy rápido todo el proceso y a contrarreloj.

—Si, en tres meses se escribió la serie, hubo un mes de preproducción, en siete semanas se filmó la serie y después tuvimos seis meses de postproducción.

—Los personajes de Ruido capital tienen unos 13 años, me imagino la misma edad que tenías en esa época. No era un lugar ni una época sencilla para transitar la adolescencia.

—No. Si bien Medellín era la ciudad más peligrosa, en Bogotá también había bombas, robos, vivíamos en un estado de perpetua paranoia y pues en ese momento yo vivía con mis padres y mi hermano mayor, y siempre estaba el temor por salir a las calles aunque de todos modos lo hacíamos pero existía un miedo. Los papás siempre estaban nerviosos porque había un potencial de que pasara algo. Fue un momento histórico muy complicado.

—Pero pese a eso, la serie logra mostrar ese momento con una mirada nostálgica y algo feliz. Más allá de todo lo feo que se mostraba, también tenía sus momentos lindos.

—Si, esa era la idea. Lo que quería contar con la serie es como un grupo de jóvenes de clase media pueden vivir en una situación social tan complicada. Hasta hoy creo que nuestra vida como colombianos no puede estar ceñida a nuestra historia de violencia. Por eso la propuesta de la serie es cómo la cultura o el arte se vuelve ese vehículo para confrontar la violencia de una manera más íntegra, porque en Colombia existe mucho el tema de la venganza, y nuestra violencia se ha perpetuado por venganza y venganza. Y la narrativa que quería contar es que hay otros vehículos para que las juventudes puedan afrontar esa violencia, y eso es lo que pasa con el protagonista, Simón.

—Esa imagen de la nostalgia de los noventa se inicia con la primera imagen, distorsionada del tracking del VHS.

—Desde el comienzo queríamos remitirnos a una estética muy de los noventa. Inclusive el sonido que usamos fue de cassette en las transiciones. Sí se trató de integrar mucho todo lo que remita tanto a la tecnología como a los colores y varias de las locaciones exteriores donde filmamos. Usamos las pocas locaciones noventeras de Bogotá, así que sí, se intentó hacer un trabajo muy a fondo para intentar hacer una representación lo más cercana posible a eso. Y lo del VHS siempre fue parte de esa idea, especialmente con el material de archivo que usamos. Conseguimos un material de archivo de Bogotá de la época que era con una calidad de imagen muy baja y cómo se podía integrar eso. Desde un primer momento, Pablo sugirió tener dos pantallas en la imagen. Entonces se lograba ver a la persona en un lado y lo que estaba viendo en otra. Y prontamente esa idea creció y empezó a verse como un estilo más editorial de la serie.

—El casting es otro de los puntos fuertes de la serie, quienes además no tenían formación previa. ¿Cómo fue hacer ese casting?

—Algo interesante que pasó con los actores que interpretan a Simón (Jerónimo Aguilar) y Valentina (Oriana Casas) es que desde el primera vez que los vimos, dijimos: son ellos. Nos dimos la oportunidad de ver otros, pero desde la primera vez que recibí sus fotos pensé: ellos tienen toda la energía para hacer estos papeles.

—Me imagino que no es algo que sucede siempre ni que ha de ser fácil pensar, son los primeros que eligieron.

—Sí, aunque con esta serie fue bastante fácil. Ellos dos fueron los fáciles, ya los otros tres nos demoramos un poco más encontrarlos.

—Como creador tuviste la tarea de ver la serie muchas veces, lo que puede llegar a ser agotador como espectador.

—Hasta la semana previa al estreno, con los deliveries finales, me tocó ver todo de nuevo otra vez para ver que todo estuviera bien. Igual, los derechos musicales no fueron fáciles.

—¿Cómo fue tener a los Aterciopelados, quienes además de participar crearon una canción para la serie?

—Desde que estábamos en el cuarto de escritores nos dieron ganas de darle un rol a Andrea Echeverri, eso después hizo que pensáramos qué chévere que Aterciopelados nos hiciera una canción para la serie. Y tuvimos la oportunidad de trabajar con ellos como actores y también como músicos. Ellos fueron un aporte y han sido quienes más han promovido y difundido la serie en Colombia en términos de prensa. Aunque desde la concepción quería usar música de muchas bandas, lo que fue difícil porque había canciones que queríamos mucho pero por un tema de presupuesto, o porque no nos respondían los dueños de los derechos, las tuvimos que dejar atrás. Pero nos abrió la puerta para descubrir, porque a la postre me puse a investigar canciones de los años setenta para usarlas en su lugar. Eran como los padres de los Aterciopelados, y entonces la serie se convirtió en un tributo a ese rock. Ese descubrimiento me dio ganas de hacer una serie sobre el rock de Colombia de esa época.

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