Mariliendre es el título de la nueva serie de Atresplayer. Es una ficción que no teme mezclar comedia, drama, música pop y una mirada emocionalmente honesta sobre la comunidad LGBTQ+ de Madrid. Creada por Javier Ferreiro, la ficción sigue a Meri (Blanca Martínez Rodrigo), una mujer que intenta recomponerse tras la pérdida de su padre y el distanciamiento con sus amigos, mientras enfrenta el paso del tiempo y la resaca de una juventud que parecía interminable.
Entre discotecas y canciones que marcaron los 2000, la serie celebra la amistad, pero también expone sus fisuras: los duelos silenciosos, las dependencias emocionales y el vértigo de crecer. En una charla vía Zoom, Martínez Rodrigo, Omar Ayuso y su creador y director hablaron de Mariliendre con Sábado Show.
Meri (Blanca Martínez Rodrigo) no se encuentra en su momento. A la muerte de su padre, el único que la entendía y ayudaba, se le suma el distanciamiento con los amigos que había cosechado. Es que hace una década, Mari era la reina de la movida LGBT+ de Madrid, rodeada de amigos y siempre en fiestas, y hoy está sola, sin sus muchos amigos ni ese padre que siempre le daba una palabra de aliento.
Esa es la trama de Mariliendre, serie que llegó a Atresplayer (disponible en NSNow de Nuevo Siglo, AntelTV, Montecable y TCC) y que protagonizan Martínez Rodrigo, Omar Ayuso y creó Javier Ferreiro, responsable de la serie Vestidas de azul, también sobre la comunidad LGBT+ en España.
Sobre los retos de actuar, cantar y bailar en un musical, la reivindicación del término Mariliandre y lo que significa hablar del colectivo desde dentro, sin permiso ni perdón, es esta charla con el elenco y creador de la serie que mezcla drama, comedia y varios hits de los años 2000.
—Meri es un personaje que encarna la nostalgia, la fiesta, pero también un poco el desencanto. ¿Qué parte de ella se te hizo más cercana y cuál te resultó un desafío?
Blanca Martínez Rodrigo: Creo que no me he movido tanto en los límites en los que lo hace Meri y su grupo, pero toda la parte de la fiesta, los locales y las calles de Chueca, la tengo muy cercana. Es mi zona, salgo con mis amigos por ahí. Así que sentía una conexión muy fuerte con eso. Lo más alejado fue su drama familiar, el conflicto con su padre y los secretos. Esa parte me exigió más trabajo para construir algo que tuviera peso, pero conecté con Meri en muchos aspectos. Es un personaje precioso.
—Ella tiene que sobrellevar la pérdida del padre y de sus amigos, todo al mismo tiempo. Hay un subtexto fuerte sobre la amistad, la dependencia emocional y la madurez tardía. ¿Qué aprendiste como actriz al meterte en esa piel?
BMR: Me di cuenta de algo que no solemos pensar: que también existen los duelos por amistades. Yo había vivido pérdidas familiares, pero no me había detenido en eso otro tipo de duelo, que también duele. Rodando entendí el valor que tienen esos vínculos, cómo a veces hay gente que se queda atrás mientras otros avanzan, y lo difícil que es gestionarlo. Me hizo mirar más de cerca a personas que conozco y poner más atención ahí.
—Además de actuar, tuvieron que cantar y bailar. ¿Cómo fue esa experiencia?
Omar Ayuso: Fue una movida (se ríe). En mi caso, lo pasé regular al principio. Cada vez que entraba al estudio me invadía la ansiedad porque era un terreno nuevo para mí. No tenía técnica vocal, y claro, quería hacerlo bien. Era como caminar sobre una cuerda floja. Por suerte, nuestro productor musical es increíble, y nos recordó que lo importante no era tener “la voz perfecta”, sino transmitir la emoción del personaje y la situación. Cuando entendí eso, empecé a disfrutarlo. Aun así, fue un proceso de pelear con tu propia cabeza.
BMR: Yo también sentí esa ansiedad, ese miedo de lo desconocido. Por suerte, alguien tuvo la sensatez de decidir que se usara la voz de Bea, que era mucho más bonita que la mía (se ríe). Pero el lip-sync fue un trabajazo. Tuve la ayuda de María Arévalo, una coach vocal maravillosa, que me enseñó todo lo que pasa en el cuerpo y el rostro cuando cantas. Cómo colocarte, cómo usar los gestos. Fueron muchas horas para encajar todo eso. En el rodaje, aunque mi voz no fuera la que se oía al final, yo gritaba y berreaba igual. Luego ya lo disfrutaba muchísimo.
—Omar, venías de Élite, que también es una serie con personajes queer, pero Mariliendre tiene otro tono, mezcla de musical, comedia y drama. ¿Cómo viviste ese cambio?
OA: Fue muy distinto. Primero por el tipo de proyecto y segundo por el momento vital en que me pilló: más maduro, más seguro de mí mismo, con más herramientas. Eso me permitió disfrutarlo más. La serie necesitaba eso, disfrute. Teníamos que ser un grupo de amigos que se quiere, se apoya, se pelea, se abraza. Y lo conseguimos haciendo que el rodaje fuera real. Además, el musical tiene muchas capas: comedia, drama, emoción, y requiere manejar distintos códigos Ahí fue clave Javi, nuestro director, que escribió unos guiones muy ricos e hizo un casting muy acertado. Todo fluyó porque hubo mucha preparación y el ambiente fue genial.
—¿Y qué hay de Luis, tu personaje? ¿Hay algo tuyo en él?
OA: Aunque mi presente sea más luminoso que el de Luis, sí comparto con él un pasado de desconexión emocional, de frivolidad, de ir por la vida con una falsa seguridad. Hasta que te das la hostia y empezás a mirar las cosas con más profundidad. En eso me identifico totalmente.
—La serie Mariliendre muestra la comunidad LGBT desde adentro, sin miedo. ¿Creen que todavía falta arriesgar más en la televisión?
OA: Lo que falta no es tanto arriesgar, sino dar más dinero, estructura y oportunidades a creadores queer. Cuando se les da espacio, lo demuestran: hacen cosas increíbles que conectan con la crítica y con el público. El problema es que seguimos con un sistema algo rancio, que repite la misma fórmula cishetero-normativa disfrazada de moderna.
Javier Ferreiro Exacto. Durante mucho tiempo los personajes LGBT+ eran un cupo o un modelo perfecto: sin defectos, sin aristas, casi ejemplares. Y eso no es real. Lo interesante de Mariliendre es que muestra personajes con luces y sombras, con contradicciones. Nunca nos planteamos que alguien tuviera que “salir del armario” en la serie; eso ni se discutió. Y me parece bonito ver cómo ese miedo a representar “lo queer” se está rompiendo. Como dice Omar, todo pasa por abrir el juego y dar más oportunidades a nuevas miradas.
—Javier, mencionabas antes la mezcla entre lo festivo y lo doloroso. ¿Cómo encontraste ese equilibrio?
JF: Hay una actriz, Yolanda Ramos, que al recoger un premio dijo que quienes mejor hacen comedia son las personas tristes. Y tiene razón. En las relaciones de amistad, en el paso del tiempo, en cómo cambian los vínculos, ya hay drama y comedia. Dentro del colectivo también hemos aprendido a reírnos de nosotras mismas, incluso en situaciones patéticas. Esa ironía es muy nuestra, y está en la serie.
—Los musicales en televisión son casi un experimento. ¿Qué riesgos creativos tuviste que asumir?
JF: El mayor reto fue entender que uno no sabe lo difícil que es hacer un musical hasta que lo hace. Y ahora entiendo por qué no se hacen tantos en España (se ríe). Requiere un nivel enorme de producción, coordinación y precisión, incluso en el tono interpretativo. Cada número musical implicaba cuidar la intención, la energía, la continuidad. Fue un aprendizaje total, desde el guion hasta la postproducción.
—El término Mariliendre tuvo connotaciones negativas en el pasado. ¿Cómo lo resignificaron?
JF: Es curioso, porque a diferencia de “marica” o “maricón”, que vinieron de fuera, Mariliendre nació dentro del propio colectivo. Es una mezcla de “María” y “liendre”, que era como un apodo.Desde el inicio debatimos cómo abordar ese término. Pero, como ha pasado con otras palabras, su sentido cambió con el tiempo. Hoy muchas se reapropiaron de él, otras no se identifican y también es válido. Desde la serie quisimos rendir homenaje a esa figura y darle la vuelta al término. Por eso, la primera vez que se escucha en la serie lo dice otra mariliendre, en tono de complicidad: “Es como nos llaman a ti y a mí”. Nos parecía importante mostrar esa conciencia, ese gesto de reapropiación del término.
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