Como ha demostrado en estos seis años al frente de Historias propias que se emite por Canal 5, a Álvaro Carballo le gusta charlar. También estudiar, dialogar y llegar a consensos. “He hecho cosas bien distintas”, dice este periodista que ha estado en medios escritos, ha hecho radio y televisión. “Nos vamos enriqueciendo, sobre todo para lo que hago ahora que son entrevistas. Tener experiencias distintas te ayuda a arrimarte distinto a la gente, a conocer más”, agrega el comunicador que ha tenido una carrera muy variada entre redacciones uruguayas y extranjeras. Incluso lo llevó hasta en la Corte Penal Internacional. Acerca de su carrera, sus distintas facetas, y el abordaje para sus entrevistas, habló Álvaro Carballo con la revista Sábado Show.
—Comentaste en tus redes sociales que trabajaste como mozo. ¿Esa fue tu primera experiencia con público?
—Lo primero que hice con público fue una suplencia que hice en Cambio Gales. Me necesitaban por tres semanas, fue una experiencia alucinante. Cuando trabajé de mozo, la propina te la ganabas por el buen trato con la gente, y ahí tenías que conversar con personas radicalmente diferentes entre una mesa y otra, y la tenías que pilotear para que cuando se fueran, lo hicieran contentos, hubieran pasado bien y te reconocieran eso dejándote dos mangos más. Eso te va dando un ejercicio de adaptarte.
—Sos el conductor de Historias propias en Canal 5, ciclo que ha ido cambiando en estas seis temporadas.
—Sí, empezó en 2019 como entrevistas a personas anónimas. Iba de lunes a viernes y eran entrevistas de media hora. Fue una etapa interesante porque era charlar con desconocidos, y hubo un montón de notas que me gustaron mucho. Una con un hombre descendiente de charrúas, otra con una mujer que tenía el hijo con una enfermedad muy rara, son menos de 500 en todo el mundo y contaba las vicisitudes de vivir con un niño con una enfermedad así.
—Este ciclo de entrevistas, un poco resume una carrera que se extiende por más de dos décadas.
—Sí, hace más de 20 años que laburo, eso te va dando oficio, vas conociendo gente y tengo la inmensa fortuna que es una vez por semana.
—¿Y cómo es la preparación para una entrevista?
—Me pongo y estudio muchas horas para después grabar en tiempo real. Pero cuando estudio, es posta. Empiezo a rastrear por internet y consigo una cantidad de entrevistas. Me divierte y rinde mucho escuchar a la gente que entrevista distinto a como lo hace uno. Llegan a lugares que yo no, se animan a preguntar cosas de otra manera o con otra soltura. Y de ahí voy sacando información. Después te contactás con conocidos del entrevistado y te pintan un panorama. Y después pienso un buen rato porque intento darle un hilo narrativo a las entrevistas, me armo bloques de temas y veo cómo ir hilvanando uno con otro para que la charla fluya lo más posible. Claro que luego de todo ese laburo viene el entrevistado y en la primera respuesta te desarticula todo el resto de la estructura y tenés que manejarte. Está bueno, es parte de la historia. Es conversar, es lindo.
—Más allá de este presente tenés una historia de no bajar los brazos y seguir.
—Creo que es como la de cualquiera, hay que laburar. Hace unos días publiqué sobre cuando cerró Guambia en el 2000. Hubo una asamblea y la gente más veterana de la revista tiró una postura que era “morir con dignidad y haciendo ruido”. Estaba de acuerdo con eso pero en ese entonces era el último orejón del tarro porque era un gurí que recién empezaba a laburar. Cuando terminamos había un señor, Pepe Arregui que nos invitó a todos al Lobizón del sótano. Yo no conocía al dueño, y Alejandro vino a conversar conmigo de la nada y me dice: ¿qué vas a hacer ahora? Le dije que iba a salir a buscar laburo y me propuso trabajar ahí los viernes y sábados. El tipo no me había visto la cara nunca, muy generoso, y para mí era una manera de tener una moneda en el bolsillo. Además tenía el resto de la semana para escribir freelance o para seguir golpeando puertas en otras redacciones, y así hice.
—¿Alguna anécdota de esos años en el Lobizón?
—Me acuerdo que el primer cliente que me tocó atender fue el Darno (Eduardo Darnauchans). Era el primer día de laburo, ocho de la noche, se abre la puerta y entra el Darno. Se sienta y me pide un whisky doble. Se lo llevo y en el momento que apoyo el vaso se va, miro a todos sorprendido, pero me dicen que no me haga problema. A las dos horas volvió a la mesa, se tomó el whisky, pagó la cuenta y se fue.
—¿Cuánto tiempo estuviste allí?
—Fueron siete meses y después arranqué con Figares en AM Libre. Pensé que me llamaba para hacer la producción del programa y me dijo que quería que fuera el coconductor. Ahí fue una locura.
—El ciclo no terminó de la mejor manera, ¿no es así?
—Sí, haciendo Plan B con Figares tuvimos una especie de persecución política de parte de Federico Fassano porque había una investigación que estábamos haciendo en el programa que, parece, afectaba a amigos suyos, y un día no nos dejó entrar a trabajar. El señor que estaba en la puerta nos dijo que tenía orden de que no entráramos. Eso lo documentamos con un escribano y después le ganamos un juicio, pero ahí quedamos sin laburo, en diciembre de 2002, plena crisis.
—Después seguiste entre la radio y redacciones, hasta llegar a la televisión y a revistas internacionales.
—Sí, hice Carnaval en CX36 y al mismo tiempo empecé a editar las páginas de cultura de Semanario Crónicas. En 2005 me llamó “el profe” Piñeyrúa, estuve un tiempo en 13 a 0. Ellos me llevaron a Canal 10 a La culpa es nuestra, de ahí a Subrayado, después estuve tres años en El Observador donde hice cultura y mientras estuve freelanceando. Y publiqué en la revista Orsai que para mí fue un orgullo meter una nota de periodismo narrativo en una publicación internacional.
—¿Cómo llegás a canal 5?
—En 2010 me presenté a un casting en Canal 5, entré y sigo hasta hoy. Estuve en el matinal, hice programa de fiestas en el interior, hice programa de carnaval porque había sido jurado de Carnaval y les parecía que podía rendir. En televisión abierta hice Salú Carnaval que era el nombre del programa, fue el que estuvo más años de corrido en televisión abierta cubriendo carnaval, porque VTV es televisión para abonados.
—¿Algo poco usual que te haya pasado por tu carrera?
—En el medio de todo ese presente, conocí a un periodista español con quien nos hicimos muy amigos, y nos metimos en una locura que fue seguir a un criminal de guerra y viajé muchas veces al Congo. El tipo ahora está preso con cadena perpetua. Eso está buenazo. Presentamos pruebas contra él en la Corte Penal Internacional, fue una locura. Aprendí un montón. El tipo, en el primer ataque prendió fuego 45 villas, son números que Naciones Unidas dice que son cortos con respecto a lo que pasó. Documentadas hubo casi 400 violaciones masivas, a mujeres, hombres, niños y niñas, que fueron abusados. Todo eso lo decidió un tipo sentado en un bar en la selva del Congo, tomando cerveza con otros. Duró cuatro días el ataque, el tipo bravuconeó a ver quién lo iba a agarrar, y Julio Alonso que este amigo español un día me mandó un mensaje diciendo: “creo que tenemos cómo ir por el”, y le dije: “vamos”. Era soltero, no tenía hija, y disponía de mi tiempo y dinero, ahora no le puedo sacar nada a mi hija. Humanamente me enriqueció un montón. Son esas cosas que quedan con mucho orgullo.
—No es poca cosa ayudar a meter preso a un criminal de guerra.
—Lo que hicimos fue colaborar. Podés ir mañana con una foto de este fulano mutilando a alguien, pero la Corte Penal no te recibe eso como una prueba. Dice que es un “indicio probatorio”, porque las pruebas las consiguen sus investigadores, por lo cual lo que presentes, por más que colabora, tienen que ir ellos a certificarlo, y por ende pasa a ser algo conseguido por ellos. Es curioso. Igual tengo las dos cartas que me mandó por correo tradicional la Corte Penal certificando que habían recibido nuestro material y que lo incorporaban a la mega causa Congo, porque en Congo pasa de todo un poco. Tengo guardadas las dos cartas con sus sobres. Capaz que algún día las tendría que enmarcar. Tengo ganas de seguir haciendo esas cosas pero antes lo financiaba de mi bolsillo, ahora con una hija no puedo financiarlo.
—Hace 13 años que estás en Canal 5 y has pasado por distintas administraciones, lo que habla bien de vos y tu trabajo.
—Puede ser. Yo tengo una forma de ver y entender el mundo, pero nunca tuve una afiliación partidaria con nadie. Sí me considero un tipo volcado a la izquierda pero en su momento fui crítico con los gobiernos de izquierda, fui crítico por izquierda. Yo puedo pensar lo que quiera, pero no editorializo desde ahí en el medio donde trabajo. No lo hago en el Cinco, no lo hice en El Observador. El medio tiene su espacio editorial, y no soy yo el editorialista, después si mañana quiero decir algo en redes lo digo, o si me preguntan qué pienso de algo lo responderé. Pero es a título personal y no como parte del medio. Creo que eso lo entendieron, o se nota. Cuando entré estaba como directora del canal Virginia Martínez. Me acuerdo que una vez tuvimos un intercambio de opiniones intenso, no nos hablamos mal ni nada, estuvimos un rato discutiendo puntos de vista sobre temas de actualidad. Virginia era ultrarespetuosa y cuando terminó la charla ella estaba en el lugar de directora y yo de periodista, y me dice: “esto no tiene nada que ver con la de todos los días”, y le digo: “si no pensara que pensás asi, no hubiera discutido contigo”. Sabía que ella tenía la honestidad suficiente para separar una charla personal sobre un tema, si la hubiera tenido en un boliche era lo mismo que tenerla en la oficina del canal, y que eso no tenía nada que ver ni con su trabajo ni con mi valoración sobre su trabajo. Creo que esas cosas se han notado.