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Federico Leicht: "La agenda de la izquierda impregnó a todos los partidos"

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Federico Leicht. Foto: Leo Mainé

ENTREVISTA

El periodista lanza un nuevo trabajo que busca explicar las claves de la instalación en Occidente y en Uruguay de lo que llama la “hegemonía cultural de la izquierda”.

Federico Leicht. Foto: Leo Mainé
Federico Leicht. Foto: Leo Mainé

-El lunes sale a la venta Hegemonía, tu nuevo libro. ¿Qué lo diferencia de los anteriores?

-Hegemonía es un ensayo político, por lo que se trata de un texto mucho menos periodístico que los anteriores. Está centrado en la hegemonía de la izquierda a nivel de la cultura, tanto a nivel global de Occidente como en el Uruguay en los últimos años. Y cómo esa hegemonía cultural de la izquierda se manifiesta en diferentes expresiones, como los medios de comunicación, teatro, cine, literatura...

-¿Carnaval?

-En Carnaval es obvio porque se hace de un modo cuasi panfletario. Pero, sutilmente, los relatos de la izquierda aparecen en todos lados. En los medios de comunicación también, incluso aquellos que la gente visualiza como de "derecha", como El País, Búsqueda o los canales privados, están impregnados de una agenda y de una impronta hegemónica de la izquierda.

-¿En este caso “izquierda” es igual a Frente Amplio?

-Cuando digo izquierda me refiero por supuesto al Frente Amplio, que es la manifestación política de la izquierda en Uruguay. Pero sobre todo me refiero a la nueva agenda progresista de reivindicaciones, como la ideología de género, la equidad racial, las cuotas, la estatización de la marihuana, la corrección política... Eso es parte de una agenda, que si bien tiene muchos años en el mundo, en Uruguay es relativamente nueva y se ha acentuado en los últimos tiempos. Pero también ha permeado a los otros partidos políticos y ahí es cuando se transforma en hegemonía. Cuando un relato político se instala más allá de su grupo identitario y no hay alternativas, estamos ante una hegemonía. Hoy, los partidos tradicionales, todos ellos, están permeados por el mismo relato.

Federico Leicht. Foto: Leo Mainé
Federico Leicht. Foto: Leo Mainé

-¿De qué manera? ¿Cómo se manifiesta esa hegemonía de forma tan unánime?

-Las manifestaciones más evidentes tienen que ver con lo comunicacional y el rol de los medios a la hora de informar y de plantear una agenda política, que siempre está teñida por la inquietudes del colectivo de izquierda. Siempre, no importa el canal que uno ponga, no importa si uno elige el Canal 5 actual gestión de Lacalle, los contenidos y el enfoque son los mismos. En el gobierno de la coalición multicolor se multiplicaron las unidades de género, por ejemplo. El gobierno de hoy está gestionando la misma agenda que los anteriores y buscan, de algún modo, ser competidores, pero son una copia. También tiene que ver con los libros que se publican o con el enfoque del MEC que no varió en nada. Aparentemente, no hubo ningún cambio en Uruguay en la matriz cultural.

-¿O sea que la izquierda perdió las elecciones pero tiene ganada la batalla cultural?

-Sí, nos ganó por goleada. Tiene la ventaja de los métodos. La hegemonía de la izquierda se parece a una corriente religiosa. No hay un pensamiento político; hay fe, hay una doctrina. El liberalismo, en cambio, no evangeliza y tampoco demoniza. La izquierda sí tiene sus ángeles y demonios y eso explica, en parte, por qué ha permeado a todo el sistema político.

-¿Te definirías como un autor de derecha?

-Siempre fue bastante libertario. Nunca estuve vinculado con la derecha en realidad. Soy un bicho medio raro. Vengo de una especie de anarquía.

-¿Anulás los votos?

-Voté. En las últimas elecciones me parecía importantísimo que hubiera un cambio. Aunque me imaginaba que el cambio no iba a ser demasiado profundo, tenía que darse, al menos como señal.

-¿Por qué el cambio “no es profundo”?

-Porque no lo quieren encarar. Conozco de primera mano a los actores del gobierno y no están dispuestos a enfrentar a la hegemonía.

-Respecto a la pandemia, ¿en qué sentido hay un uso político o cultural como asegurás?

-Las medidas en contra de la "pandemia" (siempre entre comillas para mí) están promovidas por organismos que han sido cooptados por la izquierda. Todo lo que era el movimiento antiglobalización en los años 2000 funcionó de manera maravillosa, logrando impregnar a los organismos internacionales contra los que combatía. Una vez que esa agenda de izquierda fue tomada por la ONU, por ejemplo, la hegemonía empieza a formar parte de las prioridades de los gobiernos de los países, sean del sesgo político que sean. La "pandemia" es una excusa para una política que promueve el estatismo y limita las libertades. Eso es lo que pasa en el mundo. Los Estados se han tomado atribuciones con la excusa sanitaria para interferir en la vida de los individuos y en el relacionamiento social.

-Pero hay un virus real y contagioso, hay víctimas reales...

-Sí. Hay un virus, como hay otros miles o millones de virus en el mundo y en la historia. Pero al parecer tenemos una preocupación selectiva. No soy un negador de la existencia del coronavirus; lo llamativo es el énfasis que se pone cuando desde hace cientos de miles de años, convivimos con virus como la gripe, el dengue, VIH... Esta predisposición de los gobiernos a atender la demanda de los organismos internacionales me parece arbitraria. El coronavirus es un virus, como otros. ¿Hay riesgo? Sí, lo hay. Pero ¿es excusa parar el mundo?, ¿para usar tapaboca?, ¿para dejar de saludar con la mano?, ¿para destrozar la economía de los países y empobrecer a la clase media? Yo pienso que no. Todo eso tiene más que ver con una agenda global.

-A los países que no tomaron esas medidas de "agenda global" no les está yendo muy bien en cuanto a los contagios. Sucedió en Brasil...

-Si no hacés nada, no te doy préstamo. Uruguay recibió una inyección de capital muy grande para políticas que tienen que ver con la pandemia. Entonces, te cierran la canilla si no seguís el manual. Con el préstamo se imponen otras cosas: creame unidades de género, por ejemplo. Los organismos internacionales se han convertido en los grandes regidores de la política de los estados.

-¿Vas a vacunarte?

-Por ahora no pienso vacunarme.

-Has dicho que esta agenda impregna a sectores considerados de derecha. ¿Es un ejercicio consciente?

-No siempre. Mucha gente dice que no es de izquierda, pero defiende esta hegemonía. Son los que yo llamo "zurdópatas". Tienen el chip de la izquierda, pero no saben que lo tienen. Muchas veces se los digo a blancos o colorados y se ofenden. Lo que estoy diciendo es que son un agente cultural de la izquierda a nivel inconsciente.

-La educación suele ser uno de los escenarios donde se habla de cierto predominio de parte de la izquierda. ¿Es así?

-Totalmente. La agenda de la izquierda está instalada en la educación. Hoy, a un año de instaurado el nuevo gobierno, el edificio argumental de la enseñanza es y seguirá siendo de izquierda. Rige de manera hegemónica y brutal. No hay ningún atisbo de cambio. Allí está instalada la ideología de género o la enseñanza de la historia reciente sesgada hacia un relato zurdópata. El gobierno actual no quiere, ni puede evitarlo. A mí en determinado momento, a través de Cabildo Abierto, se me ofreció si no quería dirigir los Centros MEC, donde estaba Glenda Rondán. Yo tenía disposición a hacerlo, pero por suerte no se dio. Porque hubiera durado dos semanas. Viendo la configuración de lo que fueron los mandos de la educación, hubiera sido imposible.

-Cuando mencionás "ideología de género" parece que fuera una cuestión política, pero también hay un problema real. Hay mujeres que padecen la violencia a nivel de pareja, por ejemplo, y algunas terminan muertas.

-El problema real existe desde el momento en que tenemos una sociedad que está absolutamente lumpenizada. Lo que antes se daba en los estratos más bajos de la sociedad se ha universalizado. Es evidente que la violencia existe en todos los niveles, no solo en los vínculos hombre-mujer, sino padres con niños, adolescentes con adolescentes, jóvenes y adultos. Es decir, hay violencia en la sociedad y no es un problema de género. La pregunta debería ser qué hacer con la violencia a secas.

-¿Sería sesgado analizarlo desde el género?

-Totalmente. Lo que hay es un discurso que busca empoderar a determinado núcleo de mujeres que buscan plataformas políticas en beneficio de ellas mismas. En general estas mujeres forman parte de colectivos financiados con dineros que vienen del exterior, de organismos internacionales como la ONU o filántropos como (George) Soros, quienes las financian. Ellas y sus ONGs se benefician también de cargos políticos o estatales porque arman una cuota. Se benefician con un victimismo que lo busca es empoderarlas. No son víctimas realmente. Sobre la pregunta inicial: ¿Los hombres matan a sus parejas? Sí. ¿Las mujeres matan a sus parejas? También.

-Pero son muchos menos...

-Sí. Es verdad. Son menos los casos y además, no se divulgan con mucha estridencia.

-También se reclama igualdad de oportunidades y en lo salarial.

-En Uruguay la brecha salarial entre el hombre y la mujer es una mentira. Lo tengo estudiado y eso no se refleja en los números. En cuanto a las oportunidades, también tengo mis dudas. Cada vez hay más mujeres en muchos ámbitos. La educación es laica, gratuita y universal hace mucho tiempo. Tenemos leyes de larga de data que garantizan esa igualdad de oportunidades. No fueron normas de los 15 años del Frente Amplio. Los derechos con los que los frenteamplistas suelen hacer gárgaras estaban desde hace mucho tiempo. Lo que hicieron fue refrendarlos y darles bombo, sí. La única excepción fue el matrimonio igualitario.

-Sos activo en redes sociales, donde suelen etiquetarte del lado "facho" de las cosas.

-Yo tengo un discurso que voy al choque, en especial en las redes sociales. Trato de provocar porque es lo que a la gente le llama la atención. De otra manera pasaría desapercibido. Pero en lo personal no soy misógino ni homofóbico. Al contrario: me parece fantástico que quien quiera casarse se case y si alguien se siente perro, que ladre tranquilo. A mí lo que me molesta es que la gente tenga que recurrir al Estado para que esa lucha le determine algún beneficio. La diferencia entre los liberales y el resto, es que los liberales creemos que el Estado es algo accesorio. No puede ser una herramienta para imponer a los demás nuestra plataforma y nuestra agenda política. La "legalización" de la marihuana, por ejemplo, no me molesta si realmente fuera una legalización. Lo que hizo el Frente Amplio fue una estatización: porque es el Estado el que regula, interviene, vende, distribuye, registra a los consumidores... Y cuando está el Estado inevitablemente se va a politizar además de que por sí, el Estado es una entidad opresiva y que condiciona al individuo. Cuanto menos esté en nuestras vidas, mucho mejor.

-¿Qué rol ha jugado el periodismo en este proceso hegemónico?

-Lamentable, sin excepciones. Los medios de comunicación masivos a nivel global son parte de la jugada. Y los medios locales masivos comen del tupper. Acá no se investiga nada. En Uruguay no hay periodismo de investigación porque cuesta caro y es difícil de mantener. Además, somos cuatro y nos conocemos. Si levantás una perdiz vuelan cinco más. Yo lo viví. No me la contaron. En Uruguay no hay periodismo; lo que hay son replicadores de noticias, lectores de telepronters o sostenedores de micrófono.

-¿Fuiste compañero de Nacho Álvarez en el liceo?

-No. Él es cuatro años mayor que yo. Tengo el recuerdo de él porque era animador nuestro del Colegio Seminario. Iba con la guitarra y cantaba. Reunía a todas las chiquilinas y a ellas les encantaba.

-Desde su lugar, él defiende que es un exponente del periodismo de investigación...

-Quizás en Zona urbana pudo haber hecho alguna investigación de casos de corrupción a nivel municipal. Pero no hay investigación en el contenido de Ignacio Álvarez desde hace mucho tiempo.

-Frente a este escenario de “pensamiento único” que planteás, ¿cuál es la solución?

-La solución es dar una batalla cultural. Aprender la lección de la propia izquierda. Ese es el mejor ejemplo. La izquierda intentó llegar al poder por la vía armada durante todo el siglo XX y fracasó estrepitosamente. Cuando poco a poco fue por la cultura y la ganó, tomar el poder fue una consecuencia natural.

-¿El libro nace de la experiencia personal?

-En 2017 empezamos a hacer unos talleres de hegemonía cultural en mi casa. Tuvo muy buena repercusión y eso determinó que en la radio, con Esteban Queimada, con quien tengo una columna que se llama "Unabomber", se hiciera un ciclo sobre la temática de tres o cuatro capítulos. Los oyentes pedían que eso se manifestara en algo más contundente. El paso siguiente fue el libro. Lo que se busca es tratar de explicar a la gente común, a través de un ensayo con lenguaje simple y llano, cómo funciona este fenómeno y cómo opera. No es fácil. Cuesta mucho transmitir este proceso. El libro está acompañado de un gran trabajo de diseño gráfico que ayuda muchísimo a comprender a través de esquemas. Eso me parece muy importante. Desde hace mucho tiempo creo que la prioridad para quien tenga una responsabilidad intelectual debe ser la divulgación. La gente no lee. Y yo no quiero escribir para tres o cuatro tipos que son lo que leen. Soy yo el que me tengo que adaptar para que más gente lea mi trabajo.

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