Por Nicolás Lauber
*
Jackie Rodríguez Stratta es sinónimo de cine desde hace varios años, aunque él no se considera crítico. Tampoco se llama Jackie.
Su nombre es Santiago y Jackie se lo puso una profesora de francés, ya que es el diminutivo de Jacques que sería la traducción de Santiago.
Empezó con un estudio de fotografía. Había un eslogan que decía: “si de foto se trata, Rodriguez Stratta”, y hasta hoy le preguntan si sigue en el rubro. Filmaba en Super 8 color con una cámara Cannon, y una vez, en la iglesia de Punta Carretas, el cura le decía a la novia: ¿usted acepta como esposo a fulano?, en ese momento se le terminó el cassette.
“Le digo al cura: ‘perdón padre, espere un minuto que voy a cambiar el cassette, ¿lo puede repetir?’. La gente se reía. Después me enteré que el cura no quería saber nada si estaba en el medio porque, encima y por los nervios, cuando pongo el cassette en la cámara le digo: ‘acción’”, recuerda Rodriguez Stratta entre risas.
—¿Siempre le atrajo el cine?
—Sí, pero nunca me presenté como crítico cinematográfico porque lo que quería era entrar a la industria del cine, pero no sabía cómo. Un día fui al Cine Metro y le propuse al gerente de sala hacer y entregar los programas gratuitamente a cambio de que me dejen poner publicidad, y me autorizaron. Cada vez que se estrenaba una película, le decía: me gustaría hacer tal cosa para promocionar esta película. Un día, el encargado de la empresa me quiso conocer. En esa época se estrenaba Tiburón y me dice: ¿qué se te ocurre hacer para promocionar la película? Le dije que me gustaría hacer un programa de radio sobre la película, antes del estreno. Logré ver la película, grabé los diálogos y me mandaron por Long Play los efectos especiales. Hice un libreto, se lo llevé a gente de teatro, se grabó y se lo llevé a la gente de Oriental y Monte Carlo cuando estaba Daniel Romay. Hicimos un simultáneo en las dos radios y fue un éxito. Después, se hizo una convocatoria en Río de Janeiro porque los estudios querían una agencia de publicidad de latinoamérica.
—¿Y tenía agencia?
—No, pero el encargado del Metro me dijo: te voy a mostrar una película, presentame tus ideas y se las mandamos. Era El gran Gatsby con Robert Redford y Mia Farrow, y me imaginé una llegada a la premiere con coches antiguos y actores vestidos como en esa época. Lo terminamos haciendo y lo transmitió Canal 4. A raíz de eso me dijeron que la gente en Río de Janeiro quería conocerme. Fui, me preguntaron cuántos éramos en la agencia, y entonces le expliqué que no tenía ninguna. Me dijo que no me preocupara, que prefería buenas ideas, y que al volver a Uruguay armara una. Así surgió Esquema Publicidad. Manejaba la promoción de las películas de Universal, Paramount, Artistas Unidos, Metro. Era la agencia oficial que hacía los anuncios de prensa en radio y diarios. También los tráilers para pasar en los canales, y estuvo abierta varios años. Ahí viene mi deformación profesional, porque de ser una persona que criticaba las películas, empecé a ser una persona que promocionaba las películas. Y las dos cosas no funcionaban juntas, entonces cuando me ofrecieron para entrar a la Asociación de Críticos, me rehusé, no era lo correcto. El promocionar las películas me dio enormes satisfacciones, y gané premios, incluso uno de Disney por una caravana que hice en Montevideo con la película Herbie. Copamos 18 de julio con 500 escarabajos que se habían sumado. Eso me fue afirmando y dando un carácter internacional, porque empecé a notar que mis ideas estaban por todas partes.
—¿Y cuándo empezó a trabajar en televisión?
—Empecé en Canal 4 como productor. En esa época no tenía idea lo que era ser productor de televisión pero me pusieron un buen maestro cuando el canal estaba en 18 de julio. Un día me dice: vos hablás de cine, estás en la radio, hablá en televisión también. Ahí empecé en ese programa, Lo nuestro importa, que salía los domingos al mediodía. Después estuve en Canal 12 en un programa que hacía Julio Pierroti, y también hacía comentarios de cine; y después surgió Detrás de la pantalla en Canal 5. Hacíamos el programa con Yamandú Marichal, y un día surgió la posibilidad de llevar el programa a Canal 10 que lo tuve varios años. Cuando me cansé del programa, me acuerdo que estaba como director del canal Jorge DeFeo, le dije que me interesaban los festivales internacionales de cine, y me dieron carta blanca. En el primer y segundo viaje me fue muy mal.
—¿Por qué?
—Porque era un extraterrestre. Nadie me daba ni la hora, no tenían idea dónde quedaba Uruguay, y Montevideo menos. Cuando terminó el ciclo seguí viajando gracias a las distribuidoras locales. Una vez me mandaron a Los Ángeles para entrevistar a Emma Stone por El sorprendente hombre araña. Le estaba haciendo la entrevista en una terraza del hotel y había personas protestando. Vieron las cámaras, se acercaron y empezaron a gritar. En eso la Emma se levantó y se borró. Se trancó la nota, protesté pero no tuve posibilidades de seguir. Son cosas que pasan, y mirá que me han pasado cosas.
—Cuénte alguna.
—Tenía la costumbre de pedirle a los actores, después de la nota, un saludo para Uruguay. Kevin Spacey me dijo: no hago esas pavadas. Sofía Loren me dijo que no había problema y dice: “Un saludo para Paraguay”. Le dije que era de Uruguay y me dice: “¿y no es lo mismo?” Geografía es una materia que le falta a varios actores. A Jack Nicholson, que me costó mucho llegar a él, cuando entré a la suite en la que estaba me miró, bajó los lentes y dice: ¿y vos de dónde sos? Le dije: soy extraterrestre, y se mató de la risa. Logré hacerle tres preguntas, pero respondió cualquier cosa menos lo que le pregunté. Otra vez me tocó entrevistar a Catherine Zeta-Jones y yo me esforzaba porque me trancaba con el inglés, y veía que ella se reía. Le digo: ¿tu sabes español? y ahí me confesó que sí. Todo eso está registrado, incluso lo que no me salió bien. Es que uno ve a los actores en el cine, y cuando los tenés al lado, no hay manera de tranquilizarte.
—¿A quién tiene en el tintero?
—Tres veces tuve la posibilidad de hacerle una entrevista a Steven Spielberg, y la rechazó las tres veces. Cuando vino a Uruguay Kathleen Kennedy por la filmación de Viven, le dije y me comentó que iba a interceder porque iba a viajar a Brasil con su familia de vacaciones. Me dio el hotel en el que se iba a quedar y logré hablar con el asistente. Me dijo que en un rato me contestaba, y por fax recibí una carta firmada por Steven Spielberg donde agradecía la intención de la entrevista pero que quedaba para otra oportunidad. Se me frustró la entrevista con el maestro.
—¿Cómo surge el latiguillo “en varias salas”?
—Una vez estaba cansado y al final digo esa frase. Cuando termino le digo al editor, sacá esta parte porque salí cantando, y me responde: “dejalo tal como lo dijiste”. Eso fue un viernes, el sábado estoy parado en el coche en Calle Colonia y un taximetrista se para al lado, baja la ventanilla y me dice: “en varias salas”. Dije, mirá vos las pavadas cómo pegan. Incluso hoy, hay gente que no sabe cómo me llamo pero me dice usted es el de “en varias salas”.
—Cambiando de tema, ¿es verdad que estuvo preso?
—Sí, fui dos veces preso por alterar el orden público. La primera vez es porque, teniendo la agencia se estrena King Kong, la de Jessica Lange en el cine Censa. Me dijeron que se podía traer el traje desde Estados Unidos y lo hicimos. La cabeza medía como un metro y medio, me volví loco buscando un actor que se metiera adentro del traje. Conseguí un actor corpulento y alto, y lo paseábamos por 18 de julio en una camioneta abierta, encadenado. Habíamos grabado el sonido de cuando King Kong se golpea el pecho, y un chico tiraba los volantes de la promoción de la película. El distribuidor me dice: “mañana es el estreno, ¿por qué no hacés otra cosa?”. Se me ocurrió que cuando llegue a la Plaza del Entrevero, el simio rompa las cadenas, salte al pavimento y ahí se golpee el pecho. Lo que no calculé era que el tránsito no se cortaba y cuando el simio se tira al pavimento, los autos que venían atrás chocaron en cadena porque se asustaron. En esa época estaban las “chanchitas” que vinieron enseguida, preguntaron quién era el responsable y para adentro. Me llevaron a la calle Maldonado para que explique, dije que era toda una promoción y me dijeron: “hizo una alteración pública”, no pasó a mayores pero pusieron una multa por alterar el orden.
—¿Y cómo fue la segunda vez?
—Fue en Casapueblo por el estreno de Drácula, la de Frank Langella. Hicimos un evento en el Metro con un concurso de disfraces y premio al mejor vestido como Drácula. Lo ganó Nacho Cardozo. También conseguí una carroza, parecida que me la prestó Alpargatas, lo que me costó conseguir fueron los cuatro caballos negros. No había en Montevideo y puse un aviso en el diario El País. Apareció un estanciero de Durazno con los cuatro caballos y los trajimos en tren. Llevamos carroza y caballos a Punta del Este porque era verano y el preestreno se iba a hacer ahí. Se me ocurre hacer el preestreno en Casapueblo cuando todavía tenía terreno. Hablé con Carlitos Paez, y le encantó la idea, pusimos efectos especiales que hizo Alfredito Etchegaray cuando recién empezaba. Pero no estaba muy convencido. Quería algo más cerca de la historia de la película, me fui a Rogelio Martinelli, les pedí ocho cajones descartables, y me los dieron. Me los llevé, eran enormes, y usamos Martini rojo como sangre. Pasamos la película pero no previmos que faltando 20 minutos para que termine, empezó a lloviznar. En Martinelli me habían pedido que no se mojen para que se maltraten. Así que estaba más preocupado por los cajones que por la gente que se estaba mojando pero no se movía. Carlitos Paez me dijo que no quería los cajones en su casa, que eran como una mesa cada uno. Recurrimos a una amiga de mi esposa que vivía en Punta del Este. Ya era como la medianoche y le pedí si podía dejarle la escenografía en su garaje. Me dijo que no había problema, el detalle fue que no le dije qué era. Fui con los cajones en un camión y mientras metíamos los cajones en el garaje los perros de los vecinos empezaron a ladrar, y la gente miraba, porque estábamos bajando cajones a una casa en medio de la noche. Al ratito aparece la policía, revisaron todo. Otra vez el responsable marche preso. Me llevaron a Maldonado y el policía que me hacía la entrevista se mataba de la risa porque ya sabía lo que había pasado. Carlitos Paez ya había estado por ahí para sacarme.
—Además de televisión, está realizando un curso de cine.
—Más que un curso es un taller. Este es el quinto año. Esta experiencia la empecé a hacer en el Conrad, se llamaba Una noche en Hollywood que era como un espectáculo, pero matizado con información cinematográfica, con una orquesta e imágenes. Esto no es un curso como los de cinemateca, es distinto. En Montevideo hice varios años. Lo que hago es un encuentro con gente muy cinéfila, ya se anotaron 20 personas. Dura cuatro meses y son dos horas semanales que se hace en La Coruñesa. Al no ser para muchas personas, permite que interactúen. Entonces lo que hago es recorrer la historia del cine a través de distintos géneros, y busco en cada uno, una película que todo el mundo vio para entrar en detalles del detrás de cámara de cada película. Lo matizo con anécdotas personales, porque siempre mezclo mi comentario con imágenes, porque la gente es desconfiada y duda. Además, paso por los festivales internacionales. No hablo de las películas, sino de la estructura de cada festival, cómo funcionan y por qué importan. Y este año termino con los cambios en la industria del cine. A veces les propongo también hacer un cortometraje para terminar, pero yo soy solo espectador.
—Entonces no es un curso para ser crítico de cine.
—No, porque no es lo mío. Sí paso por cómo se arma el esquema de una película, desde la novela, el traspaso al guion literario, la filmación, paso por todo el proceso. También invito cameraman, directores, actores, publicistas, exhibidores de cine para que todos hablen desde su lugar en la industria.