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El salto de Roxana Blanco: cómo la actriz de la Comedia Nacional pasó del dolor a su primera dirección

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Roxana Blanco

CRÓNICA

La Comedia estrena "El salto de Darwin", la obra de Sergio Blanco que dirige su hermana Roxana. En esta nota, la historia detrás de la obra.

Hay un cielo de nubes espesas, un Renault 12 rojo estacionado con una puerta abierta en el borde de una carretera vacía, una carretera vacía que es un camino de piedras, unos árboles en el horizonte, un poco de pasto, unos postes de luz. Dejó de llover hace poco. El agua se juntó a ambos lados de la ruta, hizo dos charcos. Entre las nubes de lluvia se asoma la punta de un arcoíris. Y un poco más adelante, justo debajo del arcoíris y al lado del Renault 12, Roxana Blanco y Sergio Blanco, hermanos, parados juntos —ella detrás de él, él con las manos hacia arriba, ella sosteniéndoselas— miran a la cámara, estáticos, con las piernas cruzadas. Roxana sonríe. Sergio tiene puesta una máscara. Adentro del auto, aunque no se ve, está Sandra, la otra hermana.

Es abril de 1982 en alguna carretera del interior de Uruguay. Roxana y Sergio le pidieron a su padre o a su madre que detuvieran el auto. Se bajaron e hicieron lo mismo de siempre, como si fuese una cábala o un ritual, cada vez que es semana de turismo y con su familia salen a recorrer el país, acampan, paran en pueblos y en plazas y en iglesias y en playas: piden que alguien les tome una foto, sonríen a la cámara y posan cruzando los pies.

Es abril de 1982. En algún lugar de Uruguay recién dejó de llover y el cielo cae sobre todas las cosas. Mientras, al Sur del continente, las tropas militares argentinas acaban de ocupar puerto Stlanely para recuperar las Islas Malvinas y están por ocupar, también, Puerto Darwin. En menos de un mes la base argentina instalada allí será bombardeada por el ejército británico. Una de las bombas será lanzada el 27 de mayo. Batalla de Darwin: así le llamarán a ese enfrentamiento.

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Hoy, sábado 8 de octubre de 2022, la Comedia Nacional dirigida por Gabriel Calderónestrena, como parte de la celebración por sus 75 años, la obra El salto de Darwin, escrita por Sergio Blanco, dramaturgo, director, y dirigida por Roxana Blanco, actriz, integrante del elenco desde 2012. Es, dice Sergio, el pasaje definitivo en su dramaturgia a la autoficción: no es que él esté allí, como personaje y que se ficcionen aspectos de su vida para construir una historia, pero hay una forma de entender — al teatro, al texto, al actor, a la representación— que se habilita a partir de esta obra.

Sergio Blanco. Foto: Difusión
Sergio Blanco. Foto: Difusión

Se trata de una road movie para un elenco de seis actores y actrices. Una familia argentina viaja por una carretera hacia los glaciares del Sur. Llevan las cenizas de Iván, su hijo muerto el 27 de mayo durante la Batalla de Darwin en la Guerra de las Malvinas. Fue él que lo pidió: que esparcieran sus cenizas en los glaciares, un lugar inmenso y helado donde el frío y el viento parecen capaces de conservarlo todo, incluso, el tiempo, los recuerdos. Se trata de una obra que habla de la guerra, de la muerte, del duelo y, también, del género.

Porque en medio del viaje irrumpe, intempestiva, una inmigrante transexual que habla en inglés y quiere viajar con ellos. De a poco, desarma y altera aún más el caos y el desorden en el que está la familia desde la muerte de Iván. Se trata de Kassandra, la misma Kassandra de la mitología griega, la misma a la que Sergio escribió, en 2008, una historia propia. La misma a la que, un año después, Roxana le puso el cuerpo y la voz.

Quizás, ahí, esté el comienzo de esta historia.

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En 2010Kassandrase viste de cuero negro, se ajusta el cuerpo, se marca la cintura, muestra las piernas. Tiene el pelo tirante en una cola y solo quiere una cosa: que escuchen su historia. Que sepan que es una persona migrante que viene de alguna parte, que nació hombre pero quiere ser mujer, que sepan que no es ni mujer ni hombre, que es Kassandra - como si Kassandra fuese, antes que nada, una forma de estar en el mundo-, que no tiene lengua pero que habla en un inglés precario, sencillo, despojado de toda gramática, de todas las reglas, que quiere que la entiendan, que se comprenda lo que dice.

Fue hace 14 años. Sergio estaba en Atenas, Grecia, por motivo del estreno de uno de sus textos. Entonces, mientras estaba en el hotel, pensó en qué podría tener en común él con los trágicos griegos y se dio cuenta de que lo único que podía compartir con ellos era escribir una tragedia en Atenas. Pensó, ahí, en escribir la historia de Kassandra. Al otro día agarró un mapa, salió a recorrer la ciudad, fue anotando conceptos, palabras, ideas. Esa noche, cuando volvió al hotel, escribió 20 páginas. Al otro día se las mandó a Roxana, que fue la primera de las 28 Kassandras que se han hecho en todo el mundo. Es la obra de Sergio que más representaciones tiene.

En 2022 Kassandra es Joel Fazzi, actor, becario de la Comedia Nacional. En 2022 Kassandra es la misma - dice las mismas cosas, habla con el mismo inglés, sigue queriendo lo mismo que siempre quiso- pero diferente. En 2022 Kassandra es una búsqueda, una construcción entre la que fue — Roxana— y la que es —Joel—.

La actriz había trabajado con él en el proceso de la obra La mujer desnuda, de Leonor Courtoisie y, mientras lo veía trabajar, supo que la Kassandra de El salto de Darwin tenía que ser Joel.

Él dice que no quiere ser básico pero que, cuando supo que interpretaría ese personaje en la primera dirección de Roxana, no pudo creerlo, que sabe que es un voto de confianza y que él lo agradece y lo valora.

“Roxana supo ver y guiar. Desde el primer momento supe que no iba a poder hacer su Kassandra porque somos personas diferentes. Esa fue una idea que me saqué de la cabeza. Sin embargo, estaba buenísimo que estuviera ella para guiarme, porque el personaje pasó por su cuerpo, ella la conoce más que nadie, y eso no es menor”.

Roxana, sin embargo, dice esto: “Se parece a mi Kassandra, hay algo, una semilla muy profunda que por ahí solo yo la siento. No sé si alguien ve las similitudes. Pero el texto es el mismo que Sergio lo hace dialogar en las dos obras. Cuando yo veo ciertos monólogos de Kassandra, siento que mi voz todavía está ahí atrás aunque la imagen sea muy distinta”.

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Si cuando leyó Kassandra Roxana sintió que tenía que interpretarla, cuando leyó El salto de Darwin sintió que tenía que ser parte de la obra pero de otra manera: ella no podría ser la Kassandra de esta pieza. Entonces - aunque no sabe explicar del todo por qué- creyó que, si alguna vez dirigía, tenía que ser ese texto de Sergio, que había algo en esa historia en la que entraba ese personaje, algo en la forma en la que su hermano seguía investigando el género —como había hecho en Kassandra— que la atraía, la interpelaba.

“Para mí es un honor que ella haya querido dirigirlo. Yo tengo mucha confianza en Roxana. No solamente es una gran actriz sino que también es una gran pensadora del teatro, es una gran docente, una gran maestra, una persona con la que yo pienso y converso mucho, es la persona que no solo me inició en el teatro - porque ella me llevaba a sus clases- sino que además, a lo largo de todos estos años, ha pensado el teatro conmigo”, dice Sergio.

Era 2011. El dramaturgo había escrito la obra por encargo del Centro Cultural San Martín, de Buenos Aires, para conmemorar los 30 años de la Guerra de las Malvinas. El espectáculo no llegó a estrenarse. Desde entonces Sergio escribió cinco versiones. Roxana las leyó a todas. Trabajó, durante años, sobre cada una de ellas. Pensó. Repensó. Desarmó. Volvió a armar. Estuvo por dirigirla tres veces. Por distintas circunstancias recién pudo hacerlo en 2022, el mismo año en el que murió su madre, su perro y una de sus amigas.

El elenco de El salto de Darwin junto a Roxana Blanco
El elenco de El salto de Darwin junto a Roxana Blanco. Foto: Comedia Nacional

En la sala donde ensayan hay muchas ventanas. Seis sillas dispuestas de a dos que simulan un Renault 12 rojo. Una carpa. Un baúl que simula un remolque. Una conservadora. Botellas de cerveza vacías. Una linterna. Una televisión. Una mesa de campamento. Un juego de cartas. Un juego de mesa.

Es un sábado de tarde a mediados de agosto y, allí, en el segundo piso del Teatro Solís, Roxana Blanco mira —parada contra una pared, la cabeza apenas hacia abajo, los ojos fijos en el espacio— a Jimena Pérez, Fernando Dianesi (integrantes del elenco de la Comedia Nacional), Joel Fazzi, Camilo Ripoll, Gal Groisman (becarios) y Tomás Piñeiro (actor invitado) ensayar uno de los momentos de El salto de Darwin. Es la escena 20: todos están recostados contra un remolque viendo el paisaje como si el tiempo no importara o -mejor- como si el tiempo no pasara. Kassandra dice “The sky. Look at the sky. It’s beautiful”. Amanece.

Roxana interrumpe desde afuera. Dice: “Hay algo, hay un chispazo, es por ahí”. Después da indicaciones. Que prueben hacerlo de otra manera. Joel propone algo, un movimiento, una forma de sentarse, de mirar el cielo. Roxana le dice que sí. Hacen de nuevo la misma escena. Al final, ella insiste: “Sí, sí, sí, es por ahí”.

“Cuando leí esta obra fue la primera vez que sentí la necesidad de dirigir. Está bueno haber cumplido esa primera intuición, ese primer deseo”, dice Roxana.

Sin embargo, todo lo que había pensado durante tantos años, todo lo que había leído, todo lo que había construido, toda la teoría que había construido, terminó cambiando: el tiempo y las circunstancias hicieron que la obra se resignificara.

A mediados de 2022 murió su madre. Faltaba un mes para que empezaran los ensayos. Entonces, en medio del desorden y del dolor, ella supo algo: que tenía que dirigir El salto de Darwin despojada de todo.

“Yo tenía mucha presión por dirigir, por ser hermana de Sergio, del autor, por tener un lugar de cierta relevancia como actriz. Pero todo se trata de la mirada de los demás. Yo estaba pasando por la muerte de mi mamá, la muerte de mi perro y la muerte de una amiga, entonces lo primero que pensé fue que tenía que sacarle trascendencia al trabajo y a las presiones negativas. Sentí que, en cierta forma, me tenía que liberar de eso que me preocupaba. Después pensé que todo era tan triste que este proceso tenía que ser algo bueno, algo para pasarla bien. Hacemos teatro para pasar mejor, o eso creo”.

Fue ahí —o un poco antes o un poco después— que Sergio, que estaba escribiendo Zoo, su última obra, le habló de un libro. Era A la salud de los muertos, de Vinciane Despret, una investigación sobre los muertos y sobre cómo están en la vida de los vivos.

“Hay algo que pasa cuando suceden estos acontecimientos, como la muerte de un ser querido, que yo no conocía: no es ni triste ni desgarrador o es triste y desgarrador, pero a la vez es otra cosa, y esa otra cosa es lo que yo estoy investigando en esta obra. Me doy cuenta de que estoy apasionada y pasando el duelo, que estoy pasando por una erótica en el duelo. Hay algo muy vital en este proceso. Yo lo siento así”.

De eso se trató, también, el proceso de esta obra: de investigar sobre los muertos, de intentar entender qué sienten, a dónde van, cómo están. De eso se trató, quizás: de atravesar un duelo. De encontrar alegría en la tristeza. De descubrir una forma en el desorden. De hacer teatro para pasar mejor.
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Jimena Pérez, Fernando Dianesi, Tomás Pineiro, Gal Groisman y Camilo Ripoll
Jimena Pérez, Fernando Dianesi, Tomás Pineiro, Gal Groisman y Camilo Ripoll. Foto: Comedia Nacional

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Empezar poniendo el cuerpo: agarrar el libreto y trabajar en el espacio, buscar, probar, proponer, armar, de a poco, un dibujo en la escena, desarmarlo y mejorarlo, buscar, debatir, encontrar, dudar, escuchar, mirar, sentir que eso que está pasando es algo extraordinario. Disponer algo entre todos, dejarlo leudar y confiar en que esa es la mejor manera de contar esta historia. Y después, seguir buscando. Así se construyó El salto de Darwin.

Sobre ese proceso, Camilo Ripoll dice esto: “Fue y es de un gran entusiasmo, desde un primer momento se focalizó y se hizo hincapié en el trabajo de calidad, la profundidad y el rigor, aspectos que personalmente me sirven como impulso y como motivación. Esta obra significa para mí una gran oportunidad. Poder formar parte de un espectáculo de este calibre en el marco de una beca es impresionante. También el hecho de que sea un texto de Sergio Blanco, uno de los autores actuales nacionales más consagrados. Poder integrar la primera dirección de Roxana, compartir trabajo con un actor como Fernando Dianesi y una actriz como Jimena Pérez, interpretes a los cuales admiro y respeto mucho, el hecho de compartir con otros dos compañeros becarios y un actor invitado, haciendo así que seamos cuatro actores jóvenes en el espectáculo, son todos elementos que contribuyen a la emoción y el fervor de poder formar parte”.

El elenco de El salto de Darwin junto a Roxana Blanco
El elenco de El salto de Darwin junto a Roxana Blanco. Foto: Comedia Nacional

Gal Groisman, en tanto, dice esto: “La experiencia de estar un año formando parte de un elenco estable donde cada uno de mis compañeros lleva años dedicándose a esto, ya es de un intercambio y aprendizaje inmenso. El observarlos e intercambiar energía y conocimiento es de lo más valioso de esta experiencia. Esta obra me supone una gran responsabilidad y desafío. Me llama la atención la manera en que todos conectamos con el trabajo y en la que se fue tejiendo esta historia, donde desde el primer ensayo ‘pasaban cosas’”.

Pasaban cosas porque, de pronto, la escena que ayer no funcionaba ahora empezó a funcionar. Pasaban cosas porque Roxana abrió su espacio y su obra e invitó a amigos y amigas a que vieran su trabajo, a que la acompañaran, a que dieran otra mirada, otra perspectiva. Pasaban cosas porque, en algún momento alguien dijo que no hay recetas para atravesar los duelos pero sí hay rituales. Pasaban cosas porque, quizás, este proceso fue, para Roxana, su ritual.

Sobre ella, Jimena Pérez dice esto: “Lo que más agradezco de ella es esa pasión que tiene con lo que hace, pero, su vez, con apertura como para dejar entrar a todos en eso. Porque podrías pensar que una apasionada traería consigo algo cerrado, y ella tiene el don de hacerte entrar en esa pasión, darte cabida, decirte ‘bueno, meté tu pasión también, hacela jugar y convenceme de esto’. Y se deja convencer. Este viaje es especial, es la primera dirección de Roxana. Tenerla sentada ahí, detrás de una mesa, mirando, al principio me daba como una especie de vergüenza extra. Yo la admiro profundamente como actriz, como intérprete, como pensadora del teatro. Es una persona súper capaz, súper formada, y eso te impone otro respeto hacia su visión de las cosas. Su ojo es especial”.

Pasaban cosas, en los ensayos de El salto de Darwin, porque en medio de la angustia y de la tristeza sucedía, allí, en el segundo piso del Teatro Solís, en un lugar con seis sillas que simulaban un Renault 12 rojo, una carpa, un baúl que simulaba un remolque y muchas ventanas, algo diferente, algo parecido al alivio, algo como hacer teatro para pasar mejor.

ficha

Desde hoy en la Zaval Muniz

El salto de Darwin irá a partir de hoy sábado 8 de octubre, los viernes, sábados y domingos en la sala Zavala Muniz del Teatro. Las entradas están en venta en Tickantel y boletería del teatro 

Producción: Soledad Gago y Luisina Ríos 

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