A Heber Vera le gusta que le digan peluquero. Nada de coiffeur o estilista. Era taxista hasta que "Dios, quién sabe quien", le puso delante le oficio de cortar pelo. Siguió, estudió, viajó. Hoy tiene su peluquería hace 35 años, peina a las figuras Buen día Uruguay y tiene su espacio allí desde hace 10 años. Peina para teatro y para cine, ha sido el peluquero de la Comedia Nacional y del Teatro Círculo. Y hoy, a los 68 años, sigue peinando, entrando en las cabezas de las mujeres.
"Nunca hice nada pensado para llegar adonde llegué y sin embargo, siempre hice todo lo que tenía que hacer para llegar. Nunca pensé. Se fue dando", asegura este hombre completamente canoso, poco cuidadoso de su propio pelo. "Me gusta más el pelo ajeno que el mío".
Defensor de los oficios, asegura: "A la gente joven le digo que se dedique a los oficios. La peluquería es un oficio que con un peine y una tijera vas a trabajar a cualquier lado. Es maravilloso, hablás con las mujeres, ganás buenos sueldos, dejás de ser un ser anómino. No es poca cosa".
Vera conversó con Sábado Show sobre su trayectoria, tanto en los medios como en su peluquería. Y de un rol que le llena de satisfacciones: hace pelucas y tiene un área dedicada a las mujeres con cáncer para tratar la estética de las cabezas una vez que la quimioterapia ha provocado la caída del pelo.
-¿Cómo empezaste a peinar para teatro?
-En el Teatro Circular, me llamaron para una obra y me integré mucho al teatro. Fue el lugar que me abrió las puerta al mundo del peluquero teatral que no es lo mismo que ser un peluquero social. El teatro es una cosa, el carnaval otra, y el cine es otra completamente distinta. En una película se busca el detalle que sea adecuado para el personaje. En teatro los volúmenes son otras y en la TV, hay que ser más prolijo y detallista.
-¿Desde cuándo estás en Buen día Uruguay?
-Hace 10 años. Tengo un espacio auspiciado por L`oreal. Dedicado a la moda y el cambio de look.
-También tienes tu peluquería...
-Sí, como soy un peluquero mediático, tengo gente de todas partes del país, y de otros países que cuando vienen aprovechan y se hacen todo. También hago producciones para revistas o comercial. Hago ópera. Soy el peluquero de la ópera, lo que me gusta muchísimo. Toda esa grandilocuencia que tiene hace afuera y esa cocina para adentro. Tengo un tet a tet con las primeras figuras. Cuando están calentando la voz, cuando nadie entra, el peluquero está ahí.
-¿Cómo fue que te transformaste en mediático?
-Sin querer. Una vez estaba en un taller y se pidió definir la palabra éxito y cada uno ponía distintas cosas: logros, metas, dinero, realización. Los que daban el taller rompieron los papelitos y dijeron: preparación + oportunidad. Creo que si estás preparado y se te presenta la oportunidad, con un 2% de azar de por medio, aparece el éxito. Y eso es lo que me pasó a mí. Estaba preparado, y me sigo preparando… Viajo todos los años en busca de las nuevas técnicas, la moda, voy a desfiles.
-¿Eres, como peluquero, confidente también de las mujeres?
-Sí. El peluquero trabaja en la cabeza de la misma manera que el psicólogo pero la parte de afuera. Y la de adentro siempre aflora.
-Peinas a Sara Perrone y a Adriana Da Silva desde hace años, ¿son fáciles o difíciles de conformar?
-Las dos son hermosas y tenemos un feeling tremendo. Sara es la típica rubia linda, de mechas, con un pelo muy sano.
-En cine, ¿qué fue lo más desafiante que hiciste?
-La que más disfruté fue Whisky, por montones de cosas que me tocaron de cerca. Viví toda mi infancia en el barrio de los judíos. Te hablo de esto hace 55 o 60 años. Viví muy de cerca toda aquella cultura, estética, de alimentación, de olores de las casas de los judíos. Cuando entré a la casa donde se rodó Whisky sentí todo aquello, hasta los olores.
-¿Qué más te gusta?
-Las mujeres. Alguna vez lo trabajé en terapia si era servilismo y no, es darle desde mi lugar de hombre un sentido estético a la mujer. Me gusta mimarla, contemplarla. Es una satisfacción cuando se ve linda.
-también tienes un área muy sensible con las pelucas...
-Sí, aquí vienen las mujeres desorientadas por la quimio. Las recibimos, vamos a un lugar separado del salón común. Lo primero que hago es decirle: vamos a hablar de vos, ¿cuántas sesiones de quimio tenés?, ¿dónde está el cáncer?... después sí pasamos al pelo, las pelamos para evitar eso tan feo de la caída. Nos adelantamos. Luego pasamos a la peluca. Poder ayudar a esas mujeres desde ese ángulo, es medio mágico. Acá se puede llorar, manifestar todas sus miedos. Le cobramos, no es beneficencia, pero lo hacemos bien y de corazón.
-¿Qué te queda pendiente?
-En realidad lo que me queda es volver a tener 18 años (se ríe). No, hice muchas cosas, tengo tres hijos maravillosos, tengo nietos. Soy un triunfador. Y no tenía idea de que esta iba a ser mi vida. Esta profesión me la mandó Dios. Nunca hice nada pensado para llegar donde llegado y siempre hice todo lo que tenía que hacer para llegar donde llegue. Pero nunca pensé. Se fue dando.