Hasta hace no tanto, la vida de Juanchi Parodi transcurría por carriles bastante previsibles: facultad, Derecho, horarios formales y una idea muy clara -casi heredada- de que el camino “seguro” era el único posible. La música, aunque siempre estuvo ahí, parecía destinada a quedarse en el living de su casa. Hoy, con 27 años y una carrera en pleno despegue, ese esquema quedó definitivamente atrás. El DJ uruguayo vive hace más de un año en Buenos Aires, ciudad que lo adoptó rápido y donde empezó prácticamente de cero. Desde allí habló con Sábado Show sobre su carrera y abrir el show de Lali.
Antes de abrir el show de Lali ante miles de personas en Montevideo, Juanchi Parodi cargaba parlantes en taxis, tocó gratis -o pagando de su bolsillo- y aceptó cualquier fecha que lo acercara un poco más a su objetivo: hacer de la música electrónica su trabajo y su identidad. El camino incluyó frustraciones y decisiones drásticas, pero también una formación consciente y una ética profesional que arrastra de su pasado como abogado.
—Vivías en Montevideo, eras abogado y ahora estás en Buenos Aires trabajando como DJ. ¿Cómo fue ese cambio de vida?
—Sí, mi vida antes era otra cosa: horarios fijos, rutina, todo muy estructurado. Siempre tuve una pasión enorme por el arte, desde chico. Bailaba en el living de mi casa y miraba videos en la tele, pero nunca pensé que podía dedicarme a eso. Siempre tuve muy metido en la cabeza que había que hacer una carrera “en serio”, así que mi horizonte era terminar la facultad y listo.
—¿En qué momento se rompe ese esquema?
—Fue algo muy inesperado. Un día, estando en Instagram, alguien me escribe y me dice: “Che, ¿te puedo contratar para tocar en mi fiesta de recibimiento?”. Yo acepté y ahí descubrí lo que era tocar. La experiencia fue tan fuerte que dije: esto es lo que quiero hacer. Y empecé a buscarle la vuelta, a mandar mensajes por Instagram, a moverme como podía.
—¿Y empezaron a aparecer oportunidades rápido?
—De a poco, pero aparecieron. Un día terminé tocando en una fiesta en Buenos Aires para mil personas. Ahí confirmé que quería dedicarme a esto en serio. Literalmente agarré mis valijas, vendí todo lo que tenía y me vine a Buenos Aires sin plan.
—¿Así nomás?
—Así nomás. Esto empezó hace dos años. A las dos semanas de vivir en Buenos Aires me llamaron para tocar en Niceto. Hice una noche buenísima y ahí sentí que algo había cambiado. Empezaron a aparecer ofertas y dije: es esto. Viste cuando dicen que hay que perseguir el sueño… bueno, es tal cual.
—¿Te profesionalizaste desde el principio?
—Sí, y eso para mí fue clave. Empecé a estudiar producción musical, técnicas de mezcla, todo. Con el background de la abogacía, tenía muy claro que primero hay que formarse y después ejercer. Desde el primer momento lo tomé como un trabajo, nunca como un hobby.
—¿Te acordás de los comienzos más duros?
—Me da mucha gracia mirarlo hoy. Al principio no solo no cobraba, sino que gastaba plata para ir a tocar. Mis amigos me ayudaban: íbamos en taxi, uno llevaba los parlantes, otro la compu, otro las bandejas. Terminábamos tomando una cerveza y comiendo una pizza. Era la gloria.
—Y encima no tocabas exactamente lo que querías.
—Claro. Yo soñaba con pasar música electrónica, pero empecé siendo DJ de cumbia. Nada que ver. Yo soñaba con Solomun, David Guetta, Deborah De Luca, y estaba pasando otra cosa totalmente distinta.
—¿Cuándo cambiaste?
—Me acuerdo de un día en particular: salí de tocar, no paraba de llorar y les dije a mis amigos que ya estaba, que dejaba todo, que vendía todo. Ese día había decidido abandonar. Al otro día me contratan para tocar en una fiesta electrónica en Uruguay. Ahí dije: listo, sigo.
—Después vino Buenos Aires.
—Sí, y fue un salto enorme. Emigrar es emigrar, aunque seamos parecidos. A los 15 días de vivir acá todavía no me acostumbraba ni a usar las “vos” y estaba tocando para miles de personas. Fue una locura.
—Y este año llegó un hito enorme: abrir el show de Lali en Montevideo. ¿Cómo pasó eso?
—Hace más o menos un mes me escribe la producción de Lali para ver si me interesaba. Me dijeron que no era algo seguro, que era solo una propuesta. Ya con que me consideraran era increíble. Pasaron los días, no me decían nada, asumí que no iba a salir… y resulta que me habían escrito, pero el mensaje nunca me llegó.
—¿Y cómo te enterás entonces?
—Un día me llama directamente el asistente de Lali Espósito y me pide los requerimientos técnicos. Me dice: “Sos el telonero de Lali”. Yo no entendía nada. Casi me muero. Porque Lali me atraviesa, porque mi primer remix, es de un tema de ella. La admiro desde siempre.
—¿Y pudiste conocerla?
—Sí, es increíble. Ya la admiraba, pero es una profesional impresionante. Ella vino a saludarme, me preguntó cómo me sentía, cómo había salido todo. Cuando íbamos a sacarnos una foto, dijo: “No, pará, que se vea bien tu nombre”. Eso dice todo. Arriba del escenario es un titán de energía.
—Y como si fuera poco, también estuvo Natalia Oreiro.
—Sí, terminé conociendo a Natalia Oreiro. Si me lo decías cuando empecé, no te lo creía. Sacarme una foto con ella como artistas invitados de Lali… es una locura.
—¿Pudiste compartirlo con tu familia?
—Sí, mis padres estaban ahí, en la Rambla. Ver la concreción de ese sueño en mi país fue muy fuerte. Creo que es súper importante que los artistas uruguayos tengamos espacio, y que se apueste a la música electrónica, que está creciendo muchísimo.
—¿Qué se viene ahora?
—El 28 (mañana) toco en Buenos Aires y el 31 de diciembre en Punta del Este, en Manantiales. Después, apenas pueda anunciarlo, se vienen muchas fechas más en Uruguay durante el verano.