Cuando un amigo te traiciona

¿Han esperado el próximo disco, el próximo libro, la próxima película, con esa mezcla rara de suspenso y confianza?

¿Les ha pasado eso de sentir que un músico, un escritor o un director de cine son como amigos que jamás te va a defraudar?

Por: Elbio Rodríguez Barilari

Han sentido que aunque el otro no te conozca ni haya oído de vos, ni nunca vaya a hacerlo, es como que SABE lo que estás esperando? ¿Verdad que es una sensación curiosa y hermosa a la vez?

Cuando era joven y un lector voraz, omnívoro (mi madre me decía Omicrón), eso me pasaba con García Márquez, con Carlos Fuentes, con Alejo Carpentier y con Cortázar. El día que un libro de uno de ellos llegaba a las librerías capitalinas, ahí estaba yo al pie del cañón. Músicos, mmm, demasiados como para dar la lista… Directores de cine, varios, especialmente europeos. Pero para ir centrando la cosa, mencionemos tres puntales del cine estadounidense que formaban parte de esa barra íntima e imaginaria, pero leal: Robert Altman, Martín Scorsese y Francis Ford Coppola. Los hermanitos Cohen llegaron después, lo mismo que el decepcionante Tarantino, al que hace rato le di salida de la barra íntima.

Desde 1975 hasta ahora he tenido que opinar profesionalmente sobre música. Durante algunos años también escribí de libros y de teatro. Ya el hecho de ser escritor y músico, te convierte, aunque no quieras, en un testigo profesional de esas artes. Pero de cine nunca jamás en mi vida tuve que escribir por plata. Soy un cinéfilo amateur, inocente, feliz e indocumentado. Me gusta lo que me gusta, conozco lo que conozco y lo que no conozco no tengo ninguna obligación. Así, les cuento, de manera amateur se disfruta mucho más. Y uno no tiene que andar fingiendo que le gustan los plomazos del cine hindú, como la infumable Pather Panchali, o japonés, o polaco, o boliviano, como El Chacal de Nahuel Toro.

Dale Barilari, soltalo, dejate de suspenso, se ve que algo tenés en el buche, piensa el lector en estos precisos momentos.

Y sí, bueno. Anoche vi la única película de Coppola que me había quedado en el tintero: Tetro. Al principio, cuando vi que era en blanco y negro, sobre dos hermanos, con muy lindos encuadres, y que pasaba en Buenos Aires, dije YESH, en el viejo lenguaje del Hot Club. Creí estar otra vez ante una maravilla coppoliana como Rumble Fish (1983). El actor Vincent Gallo se parece a Johnny Cash cuando era joven y tiene ese aire marginal que Coppola sabe usar muy bien. Si en La Ley de la Calle Coppola logró hacer actuar a Mickey Rourke en un papel sensible, es porque consigue hacer actuar a un zapato. Además eligió a esa gran actriz y exquisita mujer que es Maribel Verdú.

El problema es que la estantería se le empieza a caer a mi amigo Coppola por el lado del guión. Los diálogos son infumables. Como de película uruguaya, donde se dice todo y todo se explica (con muy honrosas excepciones). Y cuando se mete a imaginar un Buenos Aires de caricatura, a lo Fellini, chau, aunque me resistía, tuve que reconocer que mi amigo estaba metiendo la pata.

Coppola no es Fellini. El gran tano hacía películas sobre lo que conocía íntimamente, Roma, Italia. Y, segundo, Fellini sabía manejar altos voltajes emocionales. Coppola es gringo. Y los gringos no ventilan los sentimientos. En esta cultura donde vivo hace catorce años, los sentimientos NO se ventilan. Van por abajo, reprimidos y se manifiestan subrepticiamente. Como en la relación entre los hermanos en La Ley de la Calle. O las relaciones en El Padrino. Los escozores del alma les dan vergüenza. Y Coppola no sabe qué hacer con los sentimientos explícitos. Encima se zambulle en el submundo del teatro independiente en Buenos Aires y se inventa una critica literaria millonaria que domina el panorama como una dictadora y usa lentes de gata, como sacada de Ocho y medio o La Dolce Vita. Los diálogos se van rebajando a la estatura de Nené Cascallar. De a poco, mi amigazo Coppola decae a lo cursi y lo ridículo. Al colmo de poner a la tilinga de Susana Giménez haciendo una entrevista cultural, como si fuera Julia Möller.

En fin. Que sea una lección de humildad. Que me sirva para cuidarme yo mismo en lo que hago (especialmente a esta edad) y para no ser tan inocente con mis amigos imaginarios... Pero la verdad, con esta película me sentí como si Fernando Cabrera hubiera sacado un disco malo. Con eso les digo todo.

barilarius@yahoo.com

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