Cualquier usuario que siga a Anahí Lange en las redes sabe que la maternidad la redefinió como comunicadora. Temas vinculados a embarazos y a la crianza están a la orden del día entre sus contenidos, y su frescura a la hora de comentar sus vivencias la volvió una referente. Por eso no sorprende que la editorial Fin de Siglo haya dado el visto bueno para que sea ella la autora de una completa guía sobre el proceso que convierte a una mujer en madre. Parir(me) Nace un bebé. Nace una familia. es el primer libro de la comunicadora de Canal 4 donde combina información con testimonios y su experiencia personal. En diálogo con El País, la mamá de Ciro y Bruna habla del desafío de escribirlo y narra las horas más oscuras de su segundo embarazo, que atravesó hace un año. “El ginecólogo dijo que podía estar frente a un aborto espontáneo”, recuerda.
-¿Cuándo empezaste a escribir Parir(me) (Fin de Siglo), tu libro sobre maternidad y crianza?
-Fue el 8 de setiembre de 2023. Ciro era chiquito y yo todavía no estaba embarazada de Bruna. Lo terminé en agosto de 2024 y eso me permitió volver a leer la primera parte mientras transcurría el embarazo. Me replanteé muchas cosas que había puesto en un primer momento y probé conmigo misma el efecto de leer el libro durante el embarazo. Eso me nutrió un montón.
-¿El segundo embarazo cambió tu perspectiva sobre algo que habías escrito?
-Al principio del libro hablo de los meses invisibles del embarazo, que son los primeros tres y son muy difíciles. Yo decía que estaba bueno contarlo al entorno para que ayude a sostener a la mamá durante esa etapa. Mientras lo escribía pensaba “si vuelvo a estar embarazada lo voy a contar enseguida”. Sin embargo, el segundo embarazo no estaba planificado y fue un shock tan grande que no lo pude contar hasta los tres meses. Me costó hacerlo como pensé que iba a poder.
-En la presentación del libro contaste que lo más difícil fue escribir sobre duelo, ¿cómo enfrentaste ese desafío?
-Es algo de lo que se habla poco, pero pasa mucho. Empecé a revisar mi historia todavía sin estar embarazada de Bruna y me di cuenta de que tenía amigas y conocidas que habían tenido pérdidas de embarazo o que habían perdido a su bebé, que es muy doloroso. Me di cuenta de que era importante hablar de eso no solo para que las personas que pasaron por esa situación se sientan acompañadas sino para dar herramientas a quienes acompañamos ese tipo de pérdidas. Al principio pensaba solo en hablar con expertos y gente que había pasado por esa situación, pero sin intervenir. Me movilizaba y me conmovía mucho. Y resulta que mientras estaba escribiendo esa parte, empecé con pérdidas en el embarazo de Bruna.
-¿Cómo recordás esa etapa del embarazo?
-Me acuerdo que encontré sangre líquida que no debería estar saliendo y tuve que ir corriendo a la urgencia. El ginecólogo me hizo un tacto, sacó la mano toda ensangrentada y me dijo: “el útero está permeable, podemos estar frente a un aborto espontáneo”. Me encontré cara a cara con la posibilidad de que mi bebé se muriera. Pensé “a quién le cuento”, “cómo hago”, “cómo le digo a Ciro”. Me tomó por sorpresa. Antes de que llegue el ecógrafo volví a tener pérdidas. Lo miré a Seba y le dije: “se me están yendo las esperanzas”.
-Pero cuando llegó el ecógrafo te dio otro panorama.
-Lo primero que me dijo al hacerme la ecografía fue “hay latidos, este bebé está bien”. En ese momento aflojé. Me dio dos semanas de reposo y me mandó más análisis. En la sangre apareció que tenía síndrome antifosfolípido del embarazo. Es una enfermedad autoinmune que se genera en el embarazo, que hace que el propio sistema ataque unas proteínas esenciales en la coagulación de la sangre. Eso puede generar formación de coágulos en la placenta y afectar el suministro de sangre al feto, algo que puede traer consecuencias gravísimas. Se compensa con un anticoagulante que hay que inyectarse todos los días hasta un mes después del embarazo. Con ese procedimiento las consecuencias desaparecen porque es absolutamente efectivo.
-¿Cómo fue a nivel anímico someterse a ese tratamiento?
-Fue traumático. Las dos semanas de licencia después de las pérdidas fueron muy difíciles. Me dijeron que hiciera reposo pero que estuviera activa. Yo estaba tirada en el sillón y no quería hacer nada. Estaba muerta de miedo. Nadie me decía qué podía pasar y yo me perseguía. Además yo soy muy del cuerpo como templo, y que las cosas que están bien son las que hace mi organismo. Hay gente a la que le dan el tratamiento y ya está, pero yo no podía creer que mi propio organismo estuviera atacando a mi bebé. Eso me hacía mucho ruido mental. Por otra parte las primeras inyecciones me generaban hematomas y pensaba que me podía quedar la panza llena de moretones. Yo sostenía el discurso de que me encantaba mostrarme embarazada, pero en ese momento me pasaba algo distinto. Después me terminé amigando y empecé a pensar en todo lo que estaba resistiendo mi cuerpo, que aun con todas las inyecciones y controles, albergaba un bebé y generaba vida.
-¿Cuál fue el rol que ocupó el papá, Sebastián Rebollo, en este segundo embarazo?
-Fue fundamental, sobre todo para Ciro. Yo pasé de ser la mamá luchona a no poder levantar a mi hijo por el embarazo. Para mí era terrible, me daba culpa. Seba además tomó la posta en una situación en la que yo estaba destruida por la posibilidad de perder un bebé. Él también estaba destruido, pero yo estaba peor y él me alentaba.
-¿Es cierto que tu hijo Ciro de tres años fue el que te avisó que estabas embarazada?
-Fue el primero en saber que yo estaba embarazada. De un momento a otro me empezó a señalar la panza y me decía “bebé, bebé” y “panza de mamá grande”, sin que nosotros supiéramos ni estuviéramos buscando otro bebé. Me traía fotos en las que estoy con la panza gigante y yo le explicaba que él había estado en la panza. Estuvo como tres semanas hablando todos los días del tema. Cuando me hice el test fue para descartar, pero cuando vi que había dos líneas que no daban lugar a ninguna duda miré a Ciro y entendí que él se daba cuenta de que estaba embarazada. Él me volvió a señalar la panza y me dijo “bebé, bebé”, como ya venía haciendo. Siempre entendió todo.
-¿Hasta qué momento amamantaste a Ciro?
-Un mes antes de que cumpliera tres años le hicimos la primera “fiesteta” para cerrar la lactancia, pero hace unos meses le volví a dar teta y hace un mes lo volví a destetar. Hay que ver si es definitivo. Le di hasta después de los tres años, obviamente lo corté en contra su voluntad. Dar teta es realmente muy cansador, y darle a dos es doblemente cansador (risas). Lo estoy hablando con Ciro para que entienda que estoy cansada. La gente cree que no, pero el destete fisiológico en los seres humanos es a los seis años.
-Hace unas semanas Bruna atravesó un episodio de salud complejo por el que terminó en CTI, ¿cómo fue?
-Un día Bruna empezó a hacer fiebre. Le hicieron estudios y me dijeron que estaba bien y que había que ir viendo. A los dos días empezó a toser muchísimo, no paraba. Vino una ambulancia, que la terminó trasladando a la emergencia pediátrica. Le diagnosticaron VRS, a las cuatro de la mañana no saturaba bien y entramos a CTI. Fue espantoso. Lo que pasaba era que ella si bien no precisaba todo el cuidado intensivo, necesitaba el oxígeno que estaba ahí. Le pusieron una sonda y me dijeron que no le podía dar teta. Verla con cañitos por dentro era algo que me destruía. Yo respeto al sistema de salud, pero prefiero lo holístico y escuchar todos los ruidos del CTI me desesperaba. Fueron cinco días en los que me lloré todo. Adentro del CTI era una roca, pero salía y me quebraba. También lloré cuando le sacaron todo y llegamos a casa. Nunca llegó a estar entubada ni en coma farmacológica, pero verla en CTI era difícil.
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