Redacción El País
En febrero de 2024, la noticia de una boda de tres novios trepó a los titulares nacionales e internacionales. Los uruguayos Maximiliano Adoue, Guillermo Mendizábal y Guillermo Picart sellaron su amor en un “trimonio” sin antecedentes conocidos en la región. Más allá de la novedad en sí, el caso reveló una historia familiar diferente.
A un año del casamiento, la trieja sigue dando testimonio de amor y unión pero a la distancia. Mendizábal, Adoue y Picart se instalaron en Luxemburgo (centro de Europa) a las pocas semanas de la boda: el primero, contador de profesión, obtuvo un contrato laboral en aquel pequeño país y sus maridos reacomodaron su realidad laboral y social para instalarse en el Viejo Continente.
“Nos adaptamos bien. Estaba acordado desde el comienzo que si alguno de los tres lo pasaba mal, nos volvíamos”, asegura Picart en diálogo desde Luxemburgo, donde por estos días la temperatura ronda los 0 grados. En su caso y debido a su profesión vinculada a la informática, ha podido seguir trabajando en la misma empresa en la que prestaba funciones en Uruguay, ahora en la modalidad a distancia.
Especializado en marketing y hotelería, Adoue se reinsertó laboralmente en aquel país con un proyecto hotelero que se extendió hasta diciembre pasado, y ahora se declara “buscando laburo”.
¿Cuánto les cambió la vida el matrimonio? ¿Cómo es su día a día en Luxemburgo? ¿Qué extrañan de Uruguay? Desde el centro de Europa, Adoue y Picart (Mendizabal es más reservado) cuentan su historia.
La llegada a Luxemburgo y un trámite pendiente
A las dos semanas de la boda simbólica en Uruguay, los tres se instalaron en Luxemburgo junto a sus perros. Algunas semanas antes habían viajado para elegir apartamento y dieron el "sí" teniendo claro el nuevo proyecto familiar del otro lado del Atlántico.
Pero como un matrimonio de tres no está contemplado en ninguna legislación del mundo, no fue tan sencilla la instalación en el pequeño país europeo. A los efectos jurídicos, solo Mendizábal y Adoue están casados, por lo que la visa laboral alcanzaba solo a ellos dos. Picart debió tramitar la residencia italiana, que le correspondía por descendencia familiar.
“Al principio no vine directo a Luxemburgo, sino a Italia, más allá de que iba y venía. Al no estar casado legalmente, no me cubría la visa. Por suerte salió bastante rápido, pero en el comienzo hubo bastante nerviosismo e incertidumbre”, comenta Picart.
Ese fue el último trámite para la concreción del proyecto. Más allá de las diferencias legales, “en la interna estamos en pie de igualdad. Eso está claro desde el comienzo”, dice Adoue. Más allá de que la “trieja” salió a luz con la boda, están juntos desde 2020 y la pandemia de aquel año los puso a prueba con una convivencia forzosa en Montevideo.
Así que el asunto convivencia ya estaba probado y aprobado. Lo más difícil de la vida en Europa, según bromea Adoue, es que “no hay entraña”, el corte de carne del que son fanáticos.
Picart valora como positivo de Luxemburgo que “todo funciona”. “Los horarios se respetan, los trámites son sencillos, la gente es muy respetuosa. Funciona la seguridad, funciona la educación, el transporte… todo es un relojito”, comenta.
Pero esa misma virtud es por momentos un defecto. Todo está tan organizado que una comida entre amigos se agenda con dos semanas de anticipación. “Para nosotros latinos, que estamos acostumbrados a cierta informalidad, eso nos ha costado. Pero estamos adaptados”, relata Picart.
Adoue destaca como atributo de Luxemburgo lo cosmopolita de su población. “La mayoría de las personas que viven acá son extranjeras. Como nosotros también somos extranjeros, no nos sentimos minoría, sino mayoría en todo caso”, dice.
La familia se ha encontrado y socializado con otros uruguayos que, por motivos laborales, están viviendo en el país de unos 650.000 habitantes.
“Las dimensiones son chicas. Si pensamos en que en Uruguay nos conocíamos todos, acá más todavía”, comenta Adoue.
Además de la entraña, los tres extrañan los vínculos familiares y de amistad que quedaron en Uruguay, más allá de que la comunicación sea permanente.
El impacto de una boda y el testimonio de una familia diferente: "No fue un capricho"
Pasó un año del “sí, quiero” triple. A Maximiliano Adoue, Guillermo Mendizábal y Guillermo Picart les llamó la atención la gran repercusión que tuvo la noticia de la boda, que fue ampliamente difundida en Uruguay, Argentina y otros países de la región.
“Sabíamos que podía salir porque era una noticia atípica. Pero nos imaginamos que a lo sumo sería un artículo chiquito de algún diario. Nunca imaginamos la dimensión que tuvo”, asegura Adoue.
Los tres valoraron la exposición de su caso como un testimonio de familia alternativa. “Nos puso contentos que alguien mire y diga: 'Esto también se puede dar, puede suceder y puede funcionar'”, dice Picart.
“Llevamos varios años juntos. Estamos en otro país. No es un capricho, sino el estilo de relación que nosotros elegimos. Que hayamos querido formalizar con lo que se pudo formalizar, fue un paso más”, complementa Adoue.
A nivel de legislación, ningún país lo tiene contemplado ni planeado, pero su caso puede ser un comienzo. “Recibimos mensajes relindos después de la boda. La mayoría fueron todos muy copados de gente que había comenzado a hablar del tema”, complementa Picart.
“Nosotros estamos casados los tres y queremos tener los mismos derechos los tres. Más allá de que para nosotros en la interna estamos en pie de igualdad, sería genial que se consagre formalmente”, expresa Adoue.
En Luxemburgo no se encontraron con ningún tipo de resistencia social. Tampoco la experimentaron en Uruguay. A lo sumo, encontraron reacciones de sorpresa o broma. “Cuando se enteran, alguno dice: '¡Cómo que son tres! A mí me cuesta tanto encontrar uno con el que me entienda'”, recrea Adoue.
“Luxemburgo en eso es parecido a Uruguay. Mientras no molestes ni sea perturbador con lo que hagas, en Uruguay podés hacer o ser lo que quieras”, compara Picart.
“Nosotros no andamos imponiendo un estilo de vida a nadie. Simplemente tenemos esta forma de relacionarnos”, asegura por su parte Adoue.
Los objetivos de la familia de tres
Maximiliano Adoue, Guillermo Mendizábal y Guillermo Picart llevan un año en Europa. Esta experiencia de estar lejos de familiares y amigos los ha unido más, según declaran. “Estamos más apoyados entre nosotros”, lo dice Adoue.
Aunque estuvieron en Uruguay para las fiestas tradicionales y recibieron en este tiempo múltiples visitas de amigos (“Luxemburgo está en el medio de Europa y queda de paso”, dicen), se echan en falta los afectos.
Con todo y por el momento, el experimento está funcionando y en la interna familiar se plantean vivir un año más (por lo menos) allí para hacer una evaluación más profunda de los pasos a seguir. “Nos propusimos evaluarlo a los dos años”, comenta Picart.
Luxemburgo tiene tres idiomas oficiales: francés, alemán y luxemburgués. Pero dada la gran cantidad de extranjeros que viven en el país, para la vida cotidiana se manejan con el inglés.
A los cinco años, en caso de seguir en Luxemburgo, tendrán la opción de aplicar para la nacionalidad luxemburguesa. “Llegado el momento lo veremos y decidiremos. Quizás volvamos a Uruguay o aparece otra opción. Te lo contamos en cinco años”, dice Adoue.