Una moneda para investigar

Para esquivar a la crisis financiera, surge el periodismo sin fines de lucro.

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Juana LIbedinsky, La Nación,

Argentina/GDA, en Nueva York

Internet cambió las reglas: nuevas audiencias y nuevos soportes, de la mano de una revolución tecnológica que trastocó el paradigma de la comunicación. Los grandes medios periodísticos no terminaban de salir a flote tras el tsunami digital cuando la crisis financiera llegó para complicar aún más las cosas. La tormenta perfecta.

Pero algunas catástrofes suelen dar paso a nuevos horizontes, y algo así está sucediendo en Estados Unidos, donde surgió el periodismo sin fines de lucro.

El non-profit journalism impulsado desde fundaciones, ONG y diversas organizaciones filantrópicas, no depende de los avisos publicitarios para subsistir y reinvierte las ganancias en la institución que lo genera. Para los observadores más optimistas, viene a satisfacer el hambre de trabajos de investigación periodística que sigue vigente en la población y que es fundamental para la democracia. Un trabajo que demanda gran inversión y que empieza a tener costos difíciles de abordar ahora para muchos medios.

Según datos del Journalism Lab del Centro Nieman de la Universidad de Harvard, sólo desde 2005 hasta ahora se han invertido más de 135 millones de dólares en donaciones destinadas a financiar unos 128 proyectos relacionados con las noticias en todo Estados Unidos. The Atlantic Philantropies -institución dedicada a la justicia social creada por Chuck Feenery (cofundador de los Duty Free shops) y a la cual transfirió toda su fortuna- recientemente invirtió dos millones de dólares en New America Media, el principal conglomerado de organizaciones de noticias de temas étnicos en Estados Unidos; medio millón en el Huffington Post Investigative Fund, un equipo de investigación relacionado con el popular blog de Arianna Huffington; 100.000 en el Center for Investigative Reporting y 25.000.000 en ProPublica, dos de los principales non-profits del periodismo.

Rosental Calmon Alves, director del Knight Center for Journalism in the Americas, resume lo que está pasando de la siguiente manera: "La preocupación por la estabilidad de los grandes diarios es tan grande que algunos millonarios con conciencia social y política empezaron a impulsar acciones concretas para ayudar a financiar un periodismo sin fines de lucro que pueda competir y también ayudar a mantener la llama del periodismo de investigación -que es muy caro, y que es la primera víctima de esta crisis- con el nuevo modelo de negocios".

Aunque allí tiene su mayor desarrollo, el fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. "Hay centros en distintas partes del mundo, de los Balcanes a Rumania, de Tajikistán a Sudáfrica. En Perú está empezando un nuevo centro de periodismo de investigación. En julio se fundó en Londres el Bureau of Investigative Journalism y funciona el Arab Reporters for Investigative Journalism (ARIJ) en Amman, Jordania", afirma Charles Lewis.

El resultado es diferente de acuerdo al país. "Por ejemplo -explica John Dinges-, en América Latina, donde el efecto de internet es menor, los avisos clasificados siguen siendo una fuente de financiamiento importante para las versiones en papel, pero ojalá la región se pueda ir preparando para lo que se viene".

Básicamente son las contribuciones de fundaciones e individuos las que sostienen a estas corporaciones incorporadas al sistema legal, exentas de impuestos y sin fines de lucro. Aunque en algunos casos (como National Public Radio, NPR, y Public Broadcasting System, en Estados Unidos), también aceptan fondos de corporaciones y del gobierno.

Cada alternativa, sin embargo, trae consigo potenciales alertas. "Las fundaciones pueden estar felices de dar dinero para que los proyectos arranquen, pero luego cuesta mantener su interés en el mediano plazo. Salir a buscar fondos implica la tentación de hacer compromisos con los patrocinantes. Para ser totalmente independientes, las organizaciones periodísticas sin fines de lucro necesitarán crear sus propios fondos de apoyo, y estos tardan mucho tiempo en construirse y comenzar a dar dividendos", sostiene Philip Meyer, profesor de periodismo de la Universidad de North Carolina en Chapel Hill y autor de The Vanishing Newspaper.

"Cuando algo es para el bien común, como en el caso del periodismo de investigación serio, la solución fácil es poner impuestos a todos. Pero pienso que es muy poco sabio poner al gobierno a sostener financieramente a los periodistas que controlan las cuentas del Estado y a las personas vinculadas a él", agrega Jim Barnett, especialista en periodismo non-profit del Nieman Journalism Lab de la Universidad de Harvard.

Respecto a América Latina, Dinges resalta cuán importante es que la ONG sea independiente del Estado tanto en financiamiento como en línea editorial. "Pero el Estado es muy importante para que, a través de la legislación, se pueda eximir de impuestos a los organismos sin fines de lucro dedicados al periodismo de investigación", sostiene.

Dinges subraya que el periodismo sin fines de lucro no debe ser visto como una competencia al periodismo tradicional. El periodismo tradicional puede ser una fuente de financiamiento, al comprar las investigaciones producidas por las ONG. Aunque algunos advierten que eso también, en exceso, podría ser peligroso. "Si los diarios sólo van a publicar el periodismo de investigación que proviene de las ONG, estarán cediendo en su discrecionalidad para hacer un juicio de valor independiente respecto al material con el que se informan sus lectores", alerta Barnett.

Por eso, Meyer sostiene que todavía se mantiene vivo el argumento en favor del periodismo tradicional con fines de lucro. "No debemos abandonar la esperanza de que alguien encontrará la vuelta a cómo generar ganancias en base a la verdad, la responsabilidad y el servicio a la sociedad. El viejo modelo de diarios lo logró, al menos, durante un buen tiempo, y espero que algún día esto pueda llevarse también a los nuevos medios", concluye.

Menos periodistas

Según un estudio reciente de la Columbia Journalism Review, los empleados en el área de redacción de los diarios americanos, que eran más de 60.000 en 1992, cayeron a 40.000 en 2009, un nivel no visto desde 1971. La mayor parte de los periódicos eliminaron los corresponsales en el exterior y pusieron menos periodistas a cubrir noticias locales y a realizar trabajos de investigación.

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