Hubo un tiempo en que la demanda de empleo estuvo “muy dulce” en el sector de las tecnologías de la información (TI). Poco más de cinco años atrás, por 2019, algunos de sus representantes declaraban en un informe en esta secciónque el mercado era infinito, “un terreno de oportunidades”. Pero había un problema: la imperiosa necesidad de generar talentos para acompañar el inminente crecimiento de las empresas.
Faltaban perfiles profesionales (senior) y también aprendices (junior). La escasez de recursos provocaba duras pujas por los talentos más codiciados. En consecuencia, se daba una altísima rotación entre empresas, disparando así los salarios del sector y desatando un sistema de seductoras compensaciones como la cobertura de seguro médico, clubes deportivos, bonos alimentarios, servicio de masajes y vacaciones extras.
Para resolver el asunto, la cámara que agrupa a estas empresas (CUTI) promovió grandísimas inversiones en educación. Era la forma de atraer estudiantes a la tecnología y de además reconvertir a trabajadores de otras áreas, en muchos casos provenientes de entornos socioeconómicos vulnerables. Entre otras estrategias selló una alianza con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop).

La ilusión de encontrar un lugar en un mercado tan amplio —con más de 20.000 empleos—, que se comunicaba tan receptivo, motivó la proliferación de plataformas educativas en las que cientos —tal vez miles— hicieron cursos de programación, de seis, siete o nueve meses.
Del otro lado, las empresas respondían con entusiasmo. En general,primaba una política de puertas abiertas hacia quienes no tenían experiencia laboral pero sí ciertos conocimientos y el compromiso de aprender.
Muchas veces los tomaban en el primer o segundo año de facultad. O recién egresados de una tecnicatura. Una vez en la empresa, los entrenaban para que adquirieran los valores de la firma y la idea del negocio. El foco estaba puesto en lo que podían hacer, más que en su formación. Algunos líderes planteaban que les alcanzaba con percibir en un junior el potencial para convertirse en un buen técnico. El mundo de las TI se convirtió así en un espacio rico en historias de superación: ofrecía un esperanzador camino para la inclusión.
En aquel momento, una importante figura del sector lo explicaba así: “Es como si estuviéramos criando a esa persona, porque a mí por uno o dos años no me va a dar ninguna ganancia. Hacemos una inversión a largo plazo”.
Esto ya no es tan así.
En buena medida, las circunstancias para los trabajadores del sector cambiaron. Porque el mundo cambió. Y mucho.
Los ejes del cambio.
Los últimos cinco años fueron inconstantes para el sector, aunque desde la CUTI aseguran que nunca mermó el crecimiento.
Los primeros años de esta línea del tiempo, hasta diciembre de 2022, fueron muy buenos. A nivel global, la pandemia fue clave para el crecimiento exponencial de estas empresas y el volumen de sus contrataciones laborales.

“Un gran número de empresas buscaron apoyo en infraestructura, sistemas y soporte técnico para adaptarse a la virtualidad, y al mismo tiempo se disparó el consumo de servicios de software (plataformas de almacenamiento en la nube, aplicaciones de reuniones online y de trabajo en equipo, por ejemplo)”, describe Mauricio Milano, editor responsable del monitor laboral que realiza mensualmente la consultora Advice, a partir de un relevamiento de los empleos demandados en portales laborales y otros medios digitales.
Para lidiar con la pandemia, como medida de contención económica, la Reserva Federal de Estados Unidos, bajó la tasa de interés a cero. “Esto favoreció el capital de riesgo, que genera más retorno para el inversor y por eso los inversores volcaron su capital en este sector”, explica Eduardo Mangarelli, ingeniero en sistemas de larga trayectoria en Microsoft y actual decano de la Facultad de Ingeniería de la ORT.

El resultado fue un boom —“o una burbuja que creció demasiado”, opinan los más críticos—, que disparó la demanda de servicios de Estados Unidos hacia sus principales clientes, entre los que está Uruguay. Allí se destina el 82% de las exportaciones del sector. Tanta demanda multiplicó la solicitud de empleos, aunque nunca a un ritmo “alocado” como sucedió en el norte, aclaran los expertos.
“Hubo un momento en que la demanda estaba muy dulce y realmente te pedían todo tipo de perfiles para trabajar. Ahí un chico que había hecho un cursito de dos meses en programación y tenía una única habilidad era empleable, pero esa realidad cambió”, advierte Amílcar Perea, presidente de la CUTI y general manager de Inswitch.
La buena racha paró a fines de 2022. La inflación en Estados Unidos generó la suba de la tasa de interés, que frenó las inversiones en un sector que había engordado a un ritmo frenético.
Sin tanto dinero como antes, algunas empresas debieron “sincerarse” y ajustar su estructura a una demanda que además estaba retrayéndose. Y empezaron a achicar sus equipos. A modo ilustrativo, Alfredo Silvestre, managing director de la consultora y reclutadora de talento Experis, plantea el caso de la maquinaria que se puso en funcionamiento durante la pandemia y que, “una vez que quedó realizada, requiere perfiles para mantenerlos, pero no ya para desarrollarlos”.

Los años siguientes, 2023 y 2024, fueron difíciles. En el sector los catalogan de “tendencia recesiva”. Grandes empresas tecnológicas hicieron recortes masivos de sus plantillas de empleados. Google, Amazon, Meta, Microsoft fueron por este camino. Y detrás de ellas muchas empresas tecnológicas más, de escala mediana y pequeña, en algún caso puntual con sede en Uruguay, donde la crisis incidió y generó algunos despidos.
A nivel global, en 2023 se registraron 264.220 despidos en el sector tecnológico, afectando a 1.193 empresas. En 2024, la cifra disminuyó a 152.922 empleados despedidos en 551 compañías.
La repercusión local fue curiosa. No hubo una ola de despidos e, incluso, a pesar de la dependencia con Estados Unidos, el sector continuó creciendo: 19% en 2023 —el año más complicado para su principal cliente— y logró escalar a casi 5 puntos del Producto Bruto Interno (PBI). Pero, sin embargo, algo empezó a moverse en el mercado laboral.
Un par de semanas atrás la consultora Advice difundió un análisis que indicaba que el sector había pasado por dos años de caída en la demanda de empleos publicados y que, entre noviembre de 2023 y octubre de 2024, la baja hacía sido del 19%. Un año antes, del 9%.
Luego, publicó otro informe que calmó las aguas, anunciando un repunte en la demanda desde Estados Unidos y en la creación de empleos. En el primer trimestre de 2025, se registró por primera vez desde finales de 2022 un crecimiento interanual en la demanda de empleo, lo que marcaría el final de ese ciclo de expansión y ajuste asociado a la pandemia.
“Empresas uruguayas que estaban contratando en gran cantidad para servir la demanda que venía de Estados Unidos, decrecieron, aunque lo que sucedió es que decreció a la velocidad del crecimiento”, dice Mangarelli. “No es que se empezó a necesitar menos gente, simplemente la demanda no siguió creciendo de la forma en que iba creciendo”, agrega.

Pero, aún así, el primer dato levantó cierto hervor: ¿Es una señal preocupante para el sector estrella de la economía, el que siempre se jactó de tener desempleo cero? ¿Se condice este relevamiento con cierta incertidumbre que empezó a rondar en las conversaciones entre trabajadores del sector? ¿Qué tan culpable es la IA de estos movimientos?
Cada vez más exigente.
Ya no es como era. Antes un diseñador iba a una entrevista de trabajo y terminaba contratado como programador, con un salario notoriamente alto. Este mismo diseñador, en 2024, se encontró con un panorama distinto. Pasó varios meses buscando trabajo, atravesando largos procesos de selección, con hasta cinco entrevistas. “El ambiente se volvió cada vez más exigente y competitivo”, dice el trabajador a El País.
Ya veremos, en esto tiene que ver la IA, aunque no es justo echarle toda la culpa. Es que, aunque Estados Unidos se esté reactivando, sigue con los bolsillos apretados y por ejemplo está recurriendo a la búsqueda de talento calificado en latitudes más económicas.
Si antes la amenaza de un uruguayo senior eran sus colegas en India, dispuestos a hacer lo mismo por menos dinero, ahora lo son los profesionales de Daca, en Bangladesh.
—Te cobran 1.200 dólares por el mismo trabajo que un uruguayo te cobra 2.500. La empresa pierde cosas, como trabajar en la misma franja horaria, que es una ventaja que tenemos en Uruguay y en Argentina. Se pierde un entendimiento cultural, pero si sale la mitad, sale la mitad. A mí me rajaron porque conseguían gente que hacía lo mismo por la mitad de la plata —cuenta un programador de alto nivel.
Hace un mes y medio que él busca trabajo. Cada postulación conlleva “unas ocho entrevistas”, en un proceso que describe como “pesadillesco”.
Algo de todo esto escuchó una joven que el mes pasado fue despedida por una empresa que solía ser nacional, pero que fue adquirida por capitales norteamericanos, creció demasiado durante la pandemia y luego sufrió una ola de despidos. Antes le era habitual encontrar mensajes de reclutadores en su perfil de Linkedin. “Ahora bajaron muchísimo”. Antes, era común apostar a la movilidad, cambiando de empresa para mejorar el puesto y el salario. “Ahora, dos o tres años después del auge, cambió rotundamente la actitud de los trabajadores y no se rota más así”, dice Silvestre, el reclutador de talentos. “Si bien en la industria hay pleno empleo, y no hay perfiles desocupados, ya no tienen la misma oferta que antes”.
La misma joven mencionada líneas arriba aprovecha este mes para actualizar sus conocimientos con foco en IA porque, le han dicho sus colegas, y lo ha comprobado mirando los anuncios, “las solicitudes de empleo vienen con requerimientos muy abarcativos, muy generalistas, pero a la vez se está tratando de fomentar la especialización en IA. Por eso se hace difícil conseguir trabajo, porque cuando aplicás a un puesto, los requerimientos son hasta exagerados para tu función”.
Silvestre, de Experis, confirma que las empresas se han vuelto más exigentes en sus solicitudes. “El mensaje es que todo el tiempo hay que tratar de capacitarse y de seguir explorando estas nuevas tecnologías, porque el que estudió sabe que esto es muy dinámico, y que con el auge de la IA no va a cambiar, solo se seguirá incrementando”.

¿Qué pasó entonces con la promesa de la inclusión? Sigue ahí, opina Silvestre —y coinciden el resto de los entrevistados—, “pero hay que ser realista, porque el mercado necesita más especialización y para ingresar necesitás una formación más robusta, haber trabajo en proyectos reales, tener una práctica continua”.
Las instituciones que ofrecen cursos cortos e intensivos de tecnologías, los llamados bootcamp, “deben repensar como van a acompañar mejor a estos talentos”, dice, “porque las empresas, en el momento de ajustar, donde más pusieron el ojo fue en estos perfiles junior”.
Aunque se dice poco en voz alta, distintas fuentes confirman que la IA sí está sustituyendo algunas tareas. En ámbitos del desarrollo y testing de software se está utilizando mucha más IA que antes, plantea Silvestre, pero tampoco es un enemigo acérrimo.
La CUTI es optimista y plantea su llegada como una oportunidad para captar más clientes. Aníbal Gonda, figura clave en la empresa GeneXus y referente del área de talentos de la cámara, confía en que podría ser una herramienta que favorezca a los menos formados.
“Veníamos notando que esos perfiles que surgían de programas de reconversión o de formación con conocimientos más básicos, a veces nos era más difícil incorporarlos, pero hoy con el apoyo de IA pueden tener un poder muchísimo mayor al que tenían hace tres o cuatro años, cuando empezamos con esta apuesta”. Estos perfiles siguen teniendo validez, asegura, “y de alguna manera la IA sí los va a potenciar”.
El talento oculto.
Detrás de la caída del 19% en la demanda de empleos publicados el último año no habría una alarma, dicen los directores de la CUTI.
La reactivación de las inversiones en Estados Unidos —por una mayor confianza de las empresas en las políticas económicas del gobierno de Trump— estaría poniendo fin a la quietud del 2024. El ritmo de nuestros clientes volvió a encarrilarse y la CUTI prevé un futuro dorado: se propone crecer otros 5 puntos en el PBI para 2030 —llegando al 10%— y generar 15.000 empleos adicionales.
Y en esto, también incidirá la IA.
“¿Qué está pasando hoy? Las empresas del sector están yendo a perfiles más específicos, perfiles con alguna expertise mayor, y no tanto a perfiles nuevos, como venía pasando últimamente”, dice Gonda. Según su lectura, la baja de los avisos publicados se explica en gran medida por los procesos de reclutamiento en el “mercado de talento oculto”, que no es medible en números, que no se busca mediante avisos sino por recomendaciones, contratando a headhunters que rastrean talentos mirando hacia las plantillas de otras empresas, o entre los que trabajan para el exterior o los que preferían ser freelancers.

Perea, el presidente de la cámara, está alineado en esta interpretación: “No tenemos que confundir lo que es una menor presencia de avisos de puestos tecnológicos con una baja en la demanda de empleo. Nosotros no vemos ninguna caída en el empleo”.
Le llegó la hora de lucirse a los perfiles que solían estar relegados, como el de ingeniero de Machine Learning, o los ingenieros de datos, o los programadores especializados en IA, o los expertos en ciberseguridad (que faltan y mucho), “que empezaron a cobrar una magnitud más relevante”, dice Milano, de Advice. El área de ciencia de datos e IA creció un 54% en pleno período de recesión del sector: solo en el año 2024 se les abrieron más de 400 oportunidades de empleo.
En el área de desarrollo de software, un 17% de las oportunidades de empleo ya requieren contar con algún conocimiento en herramientas de IA, y en el área de soporte técnico, un 12%, relevó Advice. Un índice que prácticamente cuatriplica la incidencia en el promedio general del mercado laboral.
Detrás de estás nuevas exigencias van los que siguen atados a la ilusión de encontrar en este mercado una chance para cambiar su vida.
Ximena Sommer, directora de Ánima, un bachillerato con foco en TI que combina la formación con las prácticas formativas de sus alumnos, optó por prevenir a las familias. La realidad cambió, les advierte.
Las empresas siguen apoyando económicamente el proyecto, pero son menos las que reciben a los aprendices y menos aún las que terminan contratándolos. “Ya no quieren. O no pueden. O no tienen tiempo, no quieren pedirles a sus empleados senior que estén disponibles para formar a un junior”, plantea.
En el sector, hay cada vez menos espacio para una cultura de aprendizaje, dice Sommer: “Ya no les alcanza con dominar un área, ni con terminar este bachillerato, que es un logro altísimo para nuestros alumnos. Ni siquiera les alcanza empezar la facultad. Ya sienten el desestímulo. Te lo dicen: no encuentran trabajo. Es como si hubiera más distancia entre la oferta de los jóvenes y las necesidades del mundo del trabajo. Y ya sabemos cómo terminan estas historias cuando se encuentran con cada vez más puertas cerradas”.
¿Cuáles son los empleos más pedidos por el mundo tecno?
La CUTI agrupa a unas 400 empresas que conforman el sector TI. “El ecosistema tecnológico no solo se tiene que pensar desde el punto de vista de las empresas que producen productos y servicios de TI”, dice el reclutador de talentos Alfredo Silvestre. Es más amplio: basta considerar que la tecnología atraviesa a cualquier tipo de industria. Dentro del sector, están los grandes jugadores, que en general emplean a mano de obra para exportar servicios, principalmente para Estados Unidos. A estas empresas se les llama las software factory. Por otro lado hay empresas de escala más pequeña que están empezando a desarrollar productos que requieren de perfiles de tecnología. Y por otro lado está la porción del ecosistema que requiere de perfiles tecnológicos para su normal operación y crecimiento. En este caso, el destino del servicio es variado, ya sea para el mercado de retail, o del agro, o para otras empresas de tecnología.
Advice relevó que los perfiles más requeridos por el sector son el de desarrollo de software y el soporte técnico, de infraestructura y sistemas. “Los empleos tecnológicos más solicitados están en esas áreas. Los cargos de desarrollador, ingeniero de software y técnico de soporte son tres que se ubican consistentemente entre los más buscados, año tras año”, dice el analista Mauricio Milano. “Los conocimientos en el área de ciencia de datos e IA van ganando terreno”, agrega el experto. Cada vez es más común que este requerimiento se sume a las exigencias que solían ser propias a cada puesto.
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