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Niños que aman la robótica

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Progreso: los primeros trabajos del curso se basan en prototipos prediseñados. Foto: F. Ponzetto

PEQUEÑOS GENIOS DE LA TECNOLOGÍA

Una academia en Montevideo ofrece talleres de robótica a chicos de entre siete y 15 años. El 30% de los estudiantes tiene altas habilidades y hay varios niños con autismo. Por cada nena hay nueve varones. El director dice que hay proyectos que logran un “nivel ingenieril”.

VEA LA FOTOGALERÍA. Foto: Fernando Ponzetto
Progreso: los primeros trabajos del curso se basan en prototipos prediseñados. Foto: F. Ponzetto
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Ismael dice que ama la robótica. Cuando pronuncia esa frase, hace especial énfasis en el verbo amar. "En serio amo la robótica", repite. Si alguien le pregunta cómo descubrió ese gusto particular, el niño de 10 años enseguida cuenta que arregló un control de PlayStation que rompió por "la calentura" de haber perdido un partido de fútbol contra su hermano. De a poco comenzó a desarmar cosas en su casa. "Mi mamá ya estaba cansada de que rompiera todo", confiesa. Luego se le dio por arreglar computadoras y otros objetos.

Los padres de Ismael buscaron un lugar en el que pudiera desquitar sus ansias de desentrañar el funcionamiento de las cosas. Los tutoriales de YouTube y la escuela no eran suficientes, por lo que pidieron una entrevista en The Electric Academy, un instituto que ofrece clases de robótica a niños de entre siete y 15 años. La propuesta fue creada por The Electric Factory, una empresa uruguaya especializada en tecnología y publicidad. Los profesores son ingenieros, técnicos en electrónica, especialistas en robótica y arquitectos, que adaptan los conocimientos para que los niños puedan entenderlos.

En The Electric Academy no hay clases, hay reuniones. Los jóvenes aprendices son guiados por cuatro maestros: Nikola Tesla, Leonardo da Vinci, Marie Curie y Alan Turing. El objetivo de los niños es descubrir la "orden secreta", una idea brillante que se perdió hace muchos años y no pueden compartir con nadie que no pertenezca al grupo, ni siquiera con sus padres. La historia de ese "conocimiento supremo" fue creada por los profesores y su búsqueda hilvana las reuniones.

Los cursos empezaron hace dos semanas y los niños de 10 años ya armaron grúas con tres movimientos: manuales, hidráulicos y eléctricos. Empezaron uniendo piezas de cartón con silicona líquida y pegamento de contacto, hasta que el modelo comenzó a tomar forma. Un gancho de alambre se sostiene de una piola blanca, que se enhebra con los dedos para dar más o menos hilo. El brazo de la grúa se mueve a base de jeringas llenas de agua, que ejercen presión sobre el cartón y lo llevan de un lado a otro. El vehículo también gira gracias a un motor, que se alimenta de una batería del tamaño de una nuez.

En equipos de cinco, los niños armaron la grúa con ayuda de los profesores. En los cursos no hablan de forma directa sobre las leyes de la Física, pero sí tuvieron en cuenta qué fuerzas se conjugan para darle movimiento al vehículo. Aprendieron sobre circuitos eléctricos y tuvieron que construirlos, ya que se encargaron de instalar los motores. También cuidaron que el rozamiento no arruinara los tres movimientos de la grúa, que gira de un lado a otro sin dificultad.

No es para todos.

No cualquiera entra a la academia. El 30% de los niños que participa del programa tiene altas habilidades y por cada niña hay nueve varones. El director del instituto, Juan Manuel Petrissans, dice que los cursos son para "curiosos" que se sienten atraídos por la robótica. Así como Ismael desarmaba los controles en su casa, la mayoría de los que llegan a las clases sienten un gusto particular por la electrónica y empezaron a explorar con lo que tenían a mano.

The Electric Academy surgió el año pasado, pero el Plan Ceibal fue uno de los primeros en acercar esta disciplina a los niños. El programa cuenta con el proyecto Robótica Educativa, que busca que los estudiantes no solo armen estructuras prediseñadas sino que incursionen también en la generación de nuevos modelos robotizados. El plan propone generar proyectos que integren distintas áreas del conocimiento.

El Plan Ceibal también creó en 2014 las Olimpíadas de Programación y Robótica, que fomentaron la competencia entre grupos de jóvenes interesados en la materia. Tres liceales de Tala (Canelones) ganaron el torneo en 2017 y viajaron al mundial en Houston (Estados Unidos), donde obtuvieron el galardón al Mejor Equipo de Robótica Novato. Otro grupo del mismo liceo volvió a participar a principios de mayo en la competencia, pero en este caso no fueron premiados.

Asimismo, hay emprendimientos uruguayos que se dedican a vincular la robótica con la educación. UyRobot nació en 2015 de la mano de dos estudiantes avanzados de Ingeniería que querían expandir los conocimientos entre personas que no estuvieran especializadas en el área. La start up ideó el Kit Butiá, una caja con piezas para armar un robot que conecta a una computadora. Este producto fue pensado para niños de entre 10 y 15 años y se adquiere a un costo bajo.

La fundación Telefónica Movistar da talleres de robótica en Montevideo y el interior. El año pasado trabajaron con 10.800 escolares de contexto vulnerable, que aprendieron sobre programación e impresión 3D. También lanzaron la Escuela de Robots en verano, con cursos cortos a niños de entre seis y 10 años. Ese proyecto se desarrolló en Maldonado.

La idea del taller es que los niños creen robots propios a medida que avanzan. Foto: F. Ponzetto
Foto: Fernando Ponzetto

Cosa de hombres.

Si bien The Electric Academy aumentó los cupos este año, la baja participación de las niñas todavía es un desafío. Petrissans dice que en 2018 incluyeron una "ley de cuotas" que busca fomentar que más chicas se acerquen a los cursos e implementaron un sistema de becas para ellas. No obstante, el director reconoce que hay un "tema cultural" que relaciona la robótica con los varones: "Muchas veces llegan los padres a dejar al hijo y en el auto está la hermana que va a ballet", cuenta. En la clase de Ismael, por ejemplo, hay 12 niños y ninguna chica.

La escasa representación femenina en las ciencias quedó plasmada en un documento elaborado por el Consejo de Educación Secundaria (CES) este año. Aunque la mayoría de los estudiantes en 5° de liceo son mujeres, el 60% de las chicas prefiere las orientaciones Arte y Expresión, Biológico y Humanístico; solo el 40% elige la opción Científico. Esa tendencia se agrava en 6° de liceo, cuando el 34% de las que hicieron Científico el año anterior opta por la orientación Físico-Matemática (Ingeniería), según el análisis publicado por La Diaria.

El informe revela que lo mismo ocurre en la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU), donde la mayoría de las mujeres elige carreras vinculadas con Servicios y Comercio, Artes y Humanidades, y Administración. Son pocas las que se animan a cursar materias relacionadas con el área de Industria, Informática y Producción.

La brecha aumenta aún más en la universidad, ya que las mujeres son minoría en carreras como Ingeniería en Computación. Mientras que en 1990 entraban 150 chicas y 300 varones, la representación femenina disminuyó con el correr de los años: hoy ingresan 500 hombres y 100 mujeres, según un informe de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) de 2017. Resulta una paradoja que esa tendencia a la baja se dé en una de las áreas con mayor salida laboral en el siglo XXI.

Superdotados.

The Electric Academy integró este año a una psicopedagoga que sigue de cerca a los estudiantes con altas habilidades. En muchos casos, explica Petrissans, son niños que se aburren en la escuela pero esperan toda la semana las clases de robótica. También hay alumnos con Trastornos del Espectro Autista (TEA), que tienen mucho interés por la electrónica y logran trabajos "de nivel ingenieril", según el director.

La psicopedagoga del programa, Jimena Assandri, cuenta que los estudiantes con TEA mejoran sus habilidades sociales durante las clases. "Algunos se dan cuenta de que hay algo distinto y nosotros no les decimos específicamente qué tiene el compañero —para cuidarlo—, pero saben que hay que tener determinada tolerancia con él", cuenta. Los talleres también fomentan la integración a través del trabajo en equipo.

Ismael dice que en su escuela no saben bien qué hace en The Electric Academy. Si bien él no tiene altas habilidades ni TEA, cuenta que sus compañeros no entienden por qué tiene ese fanatismo por la robótica. Tampoco miran los tutoriales de YouTube que le enseñaron a arreglar el control del PlayStation ni tienen mucha idea de por qué dos jeringas con agua mueven una grúa de cartón.

Las clases son de hasta 15 niños y hay seis grupos por semana que están divididos en función de las edades. No todas las familias que se acercan al programa quedan seleccionadas ya que hay padres que presionan a sus hijos para que vayan. La coordinadora de los talleres, Paz Petrissans, recuerda que el año pasado hubo dos que abandonaron porque no sentían el mismo entusiasmo que el resto.

La mejor forma de comprobar si un niño quiere entrar al curso, cuenta Petrissans, es mirarle los ojos cuando le muestran el taller donde funciona. "Si le brillan, es para él", revela. Ismael no se acuerda qué sintió el primer día que llegó a The Electric Academy, pero sí está seguro de todo lo que aprendió en el último año. "¡Hasta sé soldar!", dice.

Muy inquieto en la silla, los profesores le llaman varias veces la atención a Ismael durante el taller. Él juega con la silicona líquida, vacía una de las jeringas y charla con sus compañeros. La grúa está casi pronta y uno de los docentes anuncia que llegó el momento del recreo. Entonces Ismael dice que prefiere seguir trabajando: quiere ganar la competencia de grúas que harán la próxima clase.

Padrinos financian a niños con bajos ingresos

The Electric Academy implementó un programa de "padrinos" que busca fomentar la participación de niños que no pueden financiar la cuota de los talleres. Hay empresas que se interesaron en el proyecto y pagan la mensualidad de ciertos estudiantes. También hay particulares que se acercaron a la propuesta y se ofrecieron a realizar un aporte económico con tal de que más alumnos puedan participar.

La coordinadora de los talleres, Paz Petrissans, dice que el año pasado entró Kevin, un chico de 15 años que vive en Marconi. Si bien su familia no podía pagar los cursos, un hombre se hizo cargo de la cuota todos los meses. Kevin era fanático de la robótica pero había dejado el liceo, un obstáculo que en The Electric Academy querían que superara. Después de mucho insistir, el adolescente retomó algunas materias este año. También se ofreció a ayudar en las clases de los niños de siete años.

La mayoría de los talleres tiene lugar dos veces por semana en la sede de The Electric Factory, en Pablo de María 1220 esquina Guaná. También hay cursos intensivos los sábados, que están dirigidos sobre todo a alumnos que llegan del interior o van al colegio en doble horario.

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