Parece de película pero es real. En 2022 el gobierno de Luis Lacalle Pou anunció un plan por el que dispersaría en aviones unas 25 millones de moscas para intentar controlar y erradicar una plaga que afecta a la producción ganadera, conocida como “mosca de la bichera”, que por año deja pérdidas de unos 40 millones de dólares en el sector. Tras discusiones políticas en aquel momento se definió crear un grupo interinstitucional que liderara el proyecto y un fideicomiso que lo financiara: el plan demandaría una inversión de 70 millones de dólares (siete millones por año). El problema es que en junio pasado no se renovaron algunos contratos de quienes trabajaban en ese equipo y el proyecto quedó en suspenso.
¿Qué hay atrás de la puesta en pausa? Varias aristas, las más claras: un problema en Panamá (desde donde se iban a importar las moscas), un posible negocio con Argentina y decisiones de las nuevas autoridades del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) que buscan asegurar la real viabilidad del proyecto y sumarle algo más.
Porque, según el gobierno actual, el proyecto no cayó del todo.
Pero primero vamos hacia atrás.
Moscas devoradoras
En 1858 el entomólogo francés Charles Coquerel descubrió en presidios en las Guyanas Francesas que privados de libertad estaban muriendo por una enfermedad generada por una mosca. Se trataba de la Cochliomya hominivorax (“devoradora de hombres”), que ataca animales de sangre caliente y su gusano (gusano barrenador) genera una parasitosis. Esta es la que hoy se conoce como “mosca de la bichera”.
Investigadores estadounidenses desarrollaron una tecnología para controlar esa plaga y crearon la Técnica del Insecto Estéril, que consiste en producir insectos a escala industrial y esterilizarlos con radiación ionizante (o sea, energía atómica); luego se liberan en el ambiente, y en el caso de la mosca de la bichera los machos esterilizados copulan con hembras fértiles y estas producen huevos que no evolucionan en larvas.
En 1927, entendiendo que este era un problema que no solo afectaba a los humanos sino también a los animales, y principalmente a los de producción, Estados Unidos elaboró un plan para erradicar la plaga. Este tema es de interés intrafronterizo, no basta solo con controlar la población de moscas en un país; hay que lograr que las barreras se mantengan. Para llevar adelante el plan se creó la Comisión México Americana para la Erradicación del Gusano Barrenador de Ganado (Comexa). Su planta de producción de moscas funcionó en Chiapas, México, hasta 2012.
Y para atender el problema en el resto de esa región se creó la Comisión Panamá Estados Unidos para la Erradicación y Prevención del Gusano Barrenador del Ganado (Copeg), organismo con el cual Uruguay había avanzado en negociaciones para comprar moscas en los últimos años. Este es un tema de sanidad animal y también de salud pública. Para que se entienda: una sola mosca adulta puede depositar entre 200 y 300 huevos en el ganado, los animales silvestres y los seres humanos. En Uruguay unas 1.000 personas por año son afectadas por la mosca.
El primer plan
En la década de 1990 este tema se tomó como de interés transfronterizo por muchos grupos de científicos y ganaderos y, con el paso de los años, en 2009 Uruguay llevó adelante un plan piloto en Artigas para probar si la técnica utilizada en América Central y del Norte era efectiva acá. Ese proyecto piloto se enmarcó en un plan de cooperación con Argentina, Brasil y Paraguay, y por algunas semanas se hizo una dispersión para estudiar la técnica. La idea, según recuerdan hoy varios productores, era dividir al país en cuatro zonas, dispersar moscas, erradicar la plaga y mantener la barrera sanitaria. Pero, cosas del destino, finalmente aquello no se hizo.
Por años este fue un tema que estuvo sobre la mesa en las juntas de gremiales agropecuarias y en las reuniones de expertos en sanidad animal. Y en 2019 se volvió a hablar con el gobierno. El entonces ministro de Ganadería Enzo Benech convocó a la Sociedad Uruguaya de la Lana (SUL) a liderar un plan estratégico que trabajara junto al propio ministerio, la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), que desde hace varios años investiga cómo solucionar este problema editando el genoma de la mosca.
El plan se diseñó y en noviembre de 2019 se presentó. La idea era comprarle moscas a Panamá, traerlas a Uruguay y dispersarlas en aviones. Las pupas (un estado previo al adulto en los insectos con metamorfosis completa) llegarían en cámaras especiales y a baja temperatura, en estado de “dormencia”, y luego serían acondicionadas con temperatura y humedad para que emergieran de pupa a mosca; después pasarían a enfriarse, para estar en un proceso de aletargamiento, y dentro de las 24 horas siguientes deberían ser dispersadas por todo el país.
Tras la campaña electoral y el cambio de gobierno el plan continuó y fue presentado al entonces ministro de Ganadería, Carlos María Uriarte. Luego de su salida, su sucesor, Fernando Mattos, continuó hablando con técnicos y productores sobre el tema. Más de un año después la discusión se centró en la gobernanza y el financiamiento del proyecto.
El tema era de nunca acabar: se decidió crear un fideicomiso con dinero proveniente del Fondo de Enfermedades Prevalentes, al que contribuyen los productores ganaderos. Ese fideicomiso aportaría al menos los 25 millones de dólares que el programa necesitaba para funcionar los primeros años. En la Rendición de Cuentas de 2022 fue aprobado por unanimidad.
Integrantes del MGAP, la Fuerza Aérea Uruguaya, técnicos y productores viajaron a Panamá para conocer más de cerca la producción de moscas. El plan era construir un centro de dispersión en Santa Bernardina, Durazno, y que la Fuerza Aérea se encargara de los vuelos. Para eso el fideicomiso debía comprar al menos tres aviones.
El representante de las Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) en aquella misión, Alberto Bozzo, dijo tras el viaje que “sería como el día y la noche para los productores no tener más bichera”.
Una venta que no salió
Desde el MGAP se informó que el plan era comenzar la dispersión en el invierno de 2023. Pero, antes de eso, el compromiso con Copeg fue pagar seis meses antes de recibir las moscas, recuerdan a El País fuentes allegadas al proyecto. La fábrica panameña, con capacidad para producir unas 100 millones de moscas por semana, producía 15 millones de moscas por semana en ese entonces. Y Uruguay demandaría 25 millones más.
El plan se estaba trabajando cuando Panamá informó a Uruguay que no podría abastecerlo. Y la transferencia de dinero no se dio.
Todo se vino abajo.
¿Qué pasó en Panamá? Tras varios años de mantener a la plaga erradicada, aparecieron nuevos casos, asociados a un mayor movimiento de ganado y personas en la región del Darién (entre Colombia y Panamá). La bichera se expandió por América Central y México, y el negocio con Uruguay no se concretó. En julio de 2023 Panamá y Costa Rica declararon emergencia sanitaria.
Hoy en día el brote afecta a varios países de América Central y del Norte. Y no solo a nivel de sanidad animal: Estados Unidos confirmó semanas atrás el primer caso en humanos en más de 50 años, en un paciente de Maryland que había viajado a Centroamérica.
Copeg sumó a su página web un boletín epidemiológico que hasta la semana del 6 al 12 de julio reportaba un acumulado de 49.578 casos en animales. El 21 de agosto, el director de Copeg, Carlos Moreno, declaró al diario La Estrella de Panamá que la región atravesaba una emergencia sanitaria y que el problema no era solo una amenaza para la ganadería, sino también para la salud pública.
Para combatir este problema Copeg amplió su capacidad de producción a 109 millones de moscas estériles por semana, aunque la demanda supera esa capacidad. Según detalló el medio panameño, para contener el brote se necesita liberar al menos 500 millones de insectos semanalmente. Ante esa situación, México anunció la construcción de una nueva planta de producción de moscas en ese país con una inversión de 51 millones de dólares por parte de Estados Unidos.
¿Y ahora?
El director de Servicios Ganaderos del MGAP, Marcelo Rodríguez, dice a El País que el plan hoy no está cancelado.
Ya que Uruguay no podía contar con Panamá como proveedor de moscas, en 2024 se contactó al Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria Mendoza (Iscamen), que produce moscas estériles para atacar plagas como la mosca de la fruta, y que desde hace unos años trabaja en un proyecto para eliminar al gusano barrenador.
Las pruebas de compatibilidad se hicieron, pero aún no se firmó ningún acuerdo. Tras nuevos análisis que se harán en los próximos meses se determinará si el negocio se cierra con el instituto argentino o no. “Este es un proyecto importante y hay que hacer unos estudios más para dar respaldo a las decisiones que se tomen”, asegura Rodríguez.
Y cuenta que la Comisión Nacional Honoraria de Salud Animal (Conahsa) discute la posibilidad de incluir dentro de la ley que ampara el plan un nuevo artículo para trabajar, además, en el control de la garrapata, un reclamo de los productores (ver recuadro aparte). “Queremos cambiar el objeto del proyecto de la bichera, darle otro marco, poder incluir otra enfermedad como la garrapata para que el personal que se contrate para entrar a los establecimientos pueda revisar también si hay garrapata”, comenta el director.
Garrapata y mosca de la bichera: ¿cuál es la prioridad?
Mientras el proyecto está en suspenso algunas gremiales de productores se han expresado. La Asociación Rural, por ejemplo, sostuvo que el esfuerzo sanitario debe estar puesto en la garrapata, otro problema que afecta a la ganadería, y no tanto en la bichera. Su presidente, Rafael Ferber, dijo al programa Valor Agregado de radio Carve que “curar la bichera es una complicación operativa” pero no cierra mercados. “La garrapata sí puede dejar residuos en los contenedores y afectar nuestras exportaciones”, expresó.
El nuevo artículo, que no implicará cambios a nivel de inversión, se buscará incorporar en el proyecto de ley de Presupuesto, explica el jerarca. “Buscamos hacer un uso más racional de los recursos humanos, pero tenemos que tener habilitación de la ley”, indica.
Por otro lado, la primavera traerá novedades para el Plan Nacional de Erradicación de la Mosca de la Bichera. Ahora el MGAP planea comenzar una serie de estudios junto al área de enfermedades parasitarias de la Facultad de Veterinaria para probar la viabilidad de las moscas que Uruguay planea comprar.
Estas investigaciones, que culminarán en el verano de 2026, demandarán una inversión de 250.000 a 300.000 dólares, e implicarán la contratación de estudiantes avanzados de Veterinaria, compra de equipos y modificaciones en los laboratorios de la facultad. Las pruebas se harán en un campo experimental de la institución.
Si los resultados salen bien, el gobierno prevé que avance la compra de las moscas, dice el director de Servicios Ganaderos.
Por ahora hay que seguir esperando.
Los nuevos contratos y la salida de Romeo Volonté
En junio parte del equipo que trabajaba en el Plan Nacional de Erradicación de la Mosca de la Bichera no renovó su contrato. Un mes después, Romeo Volonté, quien lideraba el grupo de trabajo, publicó en su cuenta de LinkedIn: “Hoy concluye mi etapa como Gerente General del Programa para la Erradicación de la Bichera. Durante estos años tuve el honor de ser parte de un sueño colectivo: erradicar una plaga que genera un impacto negativo muy importante (…) El tiempo dirá si el país decide continuar este camino”.
Hoy un asesor de la nueva administración está encargado de la gerencia, un técnico argentino de la administración anterior continúa trabajando y dos personas más junto a él. Ahora, el Ministerio de Ganadería abrió un llamado para cubrir el puesto de un técnico que renunció.
El director de Servicios Ganaderos, Marcelo Rodríguez, explica: “Como cambió la administración, entendimos que teníamos que darle otro encare al proyecto y, al vencerse los contratos, no fueron renovados. Una vez asumimos, vimos que había algunas dificultades para el desarrollo del proyecto, pero pensamos que es un plan importante”.
Rodríguez no descarta trabajar a futuro con el INIA y su proyecto de edición génica, al que describió como “una técnica promisoria”. Según dice, el plan que se llevaría a cabo con moscas argentinas y este nacido en Uruguay “son proyectos complementarios y podrían hermanarse”.