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Leen cartas, la borra del café y hasta el alma: la zafra de tarotistas y parapsicólogos en pandemia

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Víctor Diobono, parapsicólogo. Foto: Estefanía Leal
Nota a Victor, parapsicologo uruguayo, en su local en la Galeria Central de Montevideo, ND 20211228, foto Estefania Leal - Archivo El Pais
Estefania Leal/Archivo El Pais

LO ESOTÉRICO Y LA PANDEMIA

Leen cartas, la borra del café o hacen registros akáshicos. Y aseguran que ahora les va mejor que antes de que llegara el covid-19 a nuestras vidas. ¿Qué les preguntan?

El afiche pegado con engrudo en muros y columnas de Montevideo dice “Parasicólogo Prof. Víctor” y luego enumera los servicios que ofrece: “Temas de amor, unión y separación de parejas, apertura de caminos, limpieza de casas y negocios”, y deja un celular y un teléfono fijo. Otro afiche, a dos cuadras del primero, dice: “Tarotista Alexandra”, y en letra chica especifica: “Compatibilidad de parejas, temas familiares, ayuda espiritual y apertura de caminos”, con un número de celular en tamaño catástrofe, como para memorizarlo un rato largo.

Esta crónica nació con estos dos afiches y el trabajo de reportería permitiría saber que ambos, Víctor y Alexandra, conforman un matrimonio que ha empapelado gran parte de la capital buscando clientes que procuren reducir el margen de incertidumbre para el futuro inmediato. Y no les ha ido nada mal pegando afiches en distintos barrios montevideanos.

De hecho, Víctor Diobono (59), el parapsicólogo en cuestión, se jacta de lo bien que le ha ido. Hoy atiende en el local 22 de la galería Central, una galería desahuciada, triste y abandonada por la “piqueta fatal del progreso”, como casi todas las galerías del Centro. Víctor, cara de oficinista de novela de Benedetti, cuenta que empezó a interesarse en la astrología cuando tenía 16 años e iba al liceo. Conoció la Sociedad Teosófica, escuchó conferencias de la escuela teosófica de Helena Blavatsky, y su interés creció. Después emigró a Italia, trabajó en el sector de ventas de bienes raíces, pero no dejó de incursionar en lo esotérico: fue alumno de Boris Cristoff, conoció al italiano Juan Meneguín, y fue haciéndose una clientela, en Europa y en Uruguay.

Volvió al país en 2013 y un año después comenzó a atender en la galería donde recibió a El País. Al principio atendía tres personas por día. Hoy no da abasto: atiende cinco, seis, y alguna vez ha ofrecido sus habilidades de pitoniso a ocho o 10 personas en una misma jornada. Queda agotado, a un tris del surmenage. Con esto de la pandemia, 8 de 10 le preguntan por el empleo y la economía. Son excepcionales los asuntos del amor entre las inquietudes de sus fieles.

La tarotista Alexandra Cabrera (34), su esposa, coincide en parte. La mayoría le pregunta por la economía y si conseguirán empleo a la brevedad, sí, pero no son pocos los que les lloran sus cuitas de soledad, y se lamentaron al inicio de la pandemia porque no había a dónde salir a conocer gente. También a ella le fue mejor en tiempos de covid: antes atendía un promedio de tres o cuatro personas en la semana, hoy atiende cuatro por día (un día malo pueden ser dos) y se da el lujo de tomarse libre la mañana para ella.

Laura Keoroglián se dedica a leer la borra del café. Foto: Estefanía Leal.
Laura Keoroglián se dedica a leer la borra del café.

A otros consultados les fue igual o mejor, a ninguno peor, desde marzo de 2020. Laura Keoroglian (58), cultora de lo que llama “el arte de la lectura de la borra del café”, vive unos meses en Miami, y otros en Montevideo. En Estados Unidos no atiende (no quiere atender) a más de tres por día; en la capital uruguaya, cuando viene, puede llegar a leerle la borra del café a seis o siete personas por día. Dice que ha ayudado a muchas personas a elegir cómo emprender, cómo optar por el mejor camino en el ámbito laboral.

Inés Areán (30) se dedica a la apertura de los registros akáshicos part-time. La pandemia significó para ella también una oportunidad de cambio: la academia de pole dance que dirigía debió cerrar, se quedó sin ingresos, y se animó a sacarse las ganas de un sueño de niña: ser cantante. Ahora vive en La Pedrera, hace música, y con la comunidad que construyó en redes sociales trabaja en registros akáshicos. En los primeros meses había bajado su tarifa de 2.200 a 1.500, ahora la triplicó (hoy cobra 4.400 pesos). Tiene más conocimientos, dice, y más herramientas para ayudar a que las personas se conozcan a sí mismas y puedan leer mejor su alma.

Natalia Ferro (42), hermana de la más famosa de las Ferro —Lourdes conduce un programa de tele y es best seller con sus libros de astrología—, era escéptica y descreída. Pero cuando Lourdes se sintió desbordada y apeló a ella, le dio una mano y se convenció de que esto funciona. Ella también notó un cambio en las inquietudes de la gente: pre-covid le preguntaban mucho por Cupido, algo de negocios y un poco menos por la salud. Desde marzo de 2020 le preguntan cómo hacer para mantener el empleo, ganar dinero y que además la familia siga unida y no se destroce.

Todas estas disciplinas, a medio camino entre la ciencia (astrología) y lo esotérico, han recorrido el mismo derrotero que la cumbia —hoy sería plena— en este país. Hace un par de décadas ir a tirarse las cartas o los buzios era algo vergonzante; hoy parece haber quedado legitimado y estos oficios gozan de popularidad. Lo que comenzó como algo lúdico se ha vuelto cosa seria.

El sociólogo Néstor Da Costa, investigador sobre los fenómenos religiosos, explica que recurrir a la borra del café o al tarot, es parte de un comportamiento humano natural. “No hay cifras de esto, porque nadie ha hecho una investigación cuantitativa. Pero sí podemos decir que la humanidad, desde siempre, está preocupada por conjurar el futuro, desde la antigua Grecia y sus adivinadores en adelante. Y cuando estas incertidumbres se vuelven más difíciles y tienen riesgos inminentes, como con el coronavirus, uno presume que eso se refuerza”, dice.

Natalia Ferrero, tarotista. Foto: Estefanía Leal
Natalia Ferrero, tarotista. Foto: Estefanía Leal

"Como que me viene".

De nuevo en el local de la galería céntrica, Víctor aclara su métier: “Yo me pongo parapsicólogo, porque no soy de religión, no soy pae. Yo trabajo más con alquimia, con energía, con metafísica, con el tarot”. Él pronuncia tárot y luego explica que la parapsicología no tiene nada que ver con la psicología que se estudia en la universidad: “Es una parte de los fenómenos mentales que la ciencia no puede justificar, o no entiende, o no quiere entender. Por ejemplo, la telepatía, la videncia, los fenómenos paranormales que hay, como pueden ser entidades, espíritus, egrégores energéticos. Yo trabajo mucho en esa línea”, apunta.

Él, afirma sin pudor, es vidente. “Soy vidente natural, no es que tengo una llave un switch, que lo levanto y ya tengo la videncia. Videncia en el sentido que, al no ser de religión, no tengo una entidad que las personas de religión tienen. Invocan una entidad, se incorporan y la entidad ve lo que le parece. Yo soy vidente a través del tarot o a través de la astrología”.

Entonces es tarotista, no vidente.

—¡Pero usted tiene que interpretar las cartas! ¿Y cómo las interpreta? Las cartas tienen un montón de significados. No soy un vidente como (Marcelo) Acquistapace. Cuando tirás las cartas es como que “te viene” lo que está sucediendo, o lo que le puede suceder a la persona. Se precisa videncia para interpretar las cartas.

Su esposa Alexandra Cabrera, en cambio, no precisa más títulos que el de tarotista. Dice que en junio de 2020 empezó a aumentar su clientela, sobre todo por videollamadas de WhatsApp, aunque conforme avanzó la vacunación, aceptó hacer tiradas presenciales. “Me preguntaban cuándo se iba a terminar esto, si iban a conocer a alguien. También algunos tenían miedo porque tenían hijos en el exterior y no sabían cómo iban a sobrellevar la pandemia. ¡Tenían angustia! Yo les decía que esperaran, que había que tener paciencia, que se entretuvieran mirando videos en YouTube… que despejaran la mente y no miraran tanto los informativos de la noche, porque los informativos eran muerte, muerte, muerte y la gente más se sugestionaba”.

Alexandra atiende en un apartamento en Tres Cruces, donde tiene tres diplomas: uno de tarot gitano, otro de tarot evolutivo (ambos emitidos por el Instituto Ganesha, con la firma de quien hoy es su marido y antes fue su profesor) y otro de reflexología podal. Usa un mazo de cartas Osho Zen para las energías, el tarot marsellés (de Rider Waite), el de “las brujas” de Déborah Blake, y el tarot gitano o Lenormand. Para una tirada general usa tarot gitano, para ver cómo le irá en una relación de pareja prefiere el de las brujas, el marsellés para preguntas laborales.

Alexandra Cabrera, diplomada en tarot gitano, tarot evolutivo y reflexología podal. Foto: Estefanía Leal
Alexandra Cabrera, diplomada en tarot gitano, tarot evolutivo y reflexología podal. Foto: Estefanía Leal

Natalia Ferro, en tanto, aprendió a tirar las cartas a los 15, pero trabajó casi toda su vida en el sector ventas (la última vez vendiendo un servicio de acompañantes). Descreía de “estas cosas” que hacía su hermana Lourdes, hasta que ella la precisó y probó. Era marzo de 2019 y habían pasado seis meses de trabajo cuando adoptó el tarot como forma de vida. Dice que no lo hizo por motivos económicos, sino porque pasó a ser su propia jefa, a manejar a su antojo los horarios y le gusta hablar con la gente. La consulta cuesta 2.400 pesos y dura una hora, pero suele terminar la sesión tras la segunda hora.

Natalia dice que la cantidad de gente que acudía a ella se mantuvo conforme avanzó la pandemia (cuatro o cinco personas por día, unas 20 por semana), pero que ahora buscan otras respuestas. “Ahora vienen mucho por trabajo y los temas de familia se vieron bastante afectados con el covid: separaciones, personas que han perdido seres queridos”, cuenta.

Ella, quien asumió el papel principal de tarotista (Lourdes casi no hace tarot hoy), dice que la llaman mucho de Chile o Miami, y trabaja por videollamada. Al punto que dejaron de alquilar un local sobre Bulevar Artigas, y de momento no tienen pensado volver a la presencialidad.

Laura Keoroglian comparte que no ha variado tanto la cantidad de gente que la llama para leerse la borra del café. Lo que cambió es el propósito que llevó a la gente a pedirle una entrevista. “Lo que veo es que las personas que vienen a consultar están entendiendo cómo funciona la energía y la creación de la realidad. Yo no digo que sea una adivinación, digo que es ayudarte a pensar, y que vos mismo veas tu futuro y tu realidad. No hay un solo futuro, hay infinitas versiones, pero esas versiones dependerán de cómo está tu cabeza”, explica.

Desde Miami, dice que cree que con la pandemia la gente “entró en un despertar”, que las personas estaban (estábamos) “inconscientes”, y ahora —covid mediante— salieron (salimos) de un profundo letargo por tener tiempo a reflexionar. “La gente se animó a tomar más decisiones de cómo cambiar su vida. Antes tenían mucho miedo a perder el trabajo, a perder una relación, miedo a probar con dedicarse a algo que le encantaba por si no funcionaba. Ahora la gente se sintió cerca de la muerte, y dijo: ‘No voy a seguir trabajando en esto que no me gusta y a lo que me dedico hace 20 años’”.

Tanto es así que, estima, un 70% de quienes la consultan (muchos desde Uruguay, muchos latinos en Miami, muchos desde otros países) se animaron a encarar su propio emprendimiento. Ella con la borra del café fue el empujoncito que necesitaban. “Y cuando termino de leerles el café me dicen ‘muchas gracias, ahora me quedó más claro’. Principalmente es: ‘Esto que me está pasando en pandemia me hace pensar que debo dedicarme a otra cosa que me guste más’. ¡La pandemia nos hizo tomar decisiones!”, insiste.

Inés Areán, lectora de registros akáshicos.
Inés Areán, lectora de registros akáshicos.

Algo parecido le pasó a Inés Areán con los registros akáshicos, actividad que define así: “El registro como algo que queda guardado, archivado. Akáshico viene de akasha, que significa éter. El éter —todo lo que tiene vida en este universo está conformado por éter— es energía. El registro akáshico es una biblioteca etérica, invisible, que tiene una energía que abarca todo lo que vos viviste en esta vida y otras vidas. Y accedemos a ellas para desenvolver o destrancar lo que en tu presente te está trancando”. Algo parecido a la “apertura de caminos” de Víctor y Alexandra, por ejemplo, pero en versión espiritual. “Es la lectura del alma”, dice.

Inés suele repetir algunas palabras: “energía”, “alma”, “amor” y “propósito”. Desde el covid se pasó a modalidad 100% virtual y allí vio dos tipos de clientes, en busca de respuestas sobre sí mismos: “Quienes ya estaban en un proceso de autoconocimiento, quienes saben escucharse, preguntaban ‘como puedo ayudar a la humanidad’, ‘cuál puede ser mi aporte, mi granito de arena’ (esas son las personas más conscientes, más despiertas), y por otro lado, los que nunca se habían animado a mirar hacia adentro”, cuenta.

Ella también, curiosamente, ayudó a otros a emprender. Una clienta joven que no sabía qué hacer con su vida se abrió los registros akáshicos (en rigor preguntó: ¿qué quiere mi alma emprender?, ¿cómo comienzo mi emprendimiento?, ¿qué pasos debo seguir?, ¿lo hago sola o con alguien?, ¿cuál es mi don? y ¿cómo lo desarrollo?). Hoy tiene una pyme que fabrica jabones artesanales, le envió unos en un coqueto packaging como agradecimiento, y es feliz.

Antes del trauma pandémico que asoló el mundo, Inés solía escuchar preguntas referidas a trabajo y a la pareja. Ahora va por otro lado: la consultan porque sintieron un freno, una incertidumbre, y vieron la posibilidad de barajar y dar de nuevo. Necesitaron una guía espiritual, dice, para saber qué hacer con sus vidas.

Víctor, el tarotista/vidente, comenta que tiene la agenda completa y está a punto de salir para Punta del Este, donde algunos empresarios esperan que les haga una “limpieza” para que los negocios florezcan.

La pregunta de si no hay una pizca de superstición en eso parece molestarle. “Los ignorantes que no se informan creen que todo es superstición, que somos todos chantas. La parapsicología no es superstición, ¡es que hay otras energías!”, exclama. A su juicio, la ciencia dura —¿la que creó las vacunas contra el covid?— considera solo lo tridimensional y palpable, toma en cuenta el cuerpo físico, pero subestima “al cuerpo etérico, al cuerpo astral, al cuerpo mental”.

Todas las opciones son válidas para reducir el margen de dudas respecto a qué puede deparar el futuro, dice Da Costa, director del Instituto de Sociedad y Religión de la Universidad Católica del Uruguay. “De alguna forma apelar a estas cosas es una forma de conjurar la angustia. Si lo planteás en términos uruguayos de blanco o negro es una cosa, pero los que hacemos ciencias sociales tendemos a comprender la complejidad de este mundo, donde hay matices. Mirá los cabuleros en el fútbol, que entran con el pie derecho, repiten ropa o el camino para llegar al estadio”, ilustra Da Costa. “Hitler tenía un ágora que lo ayudaba a predecir el futuro, ¡grandes presidentes estadounidenses han tenido adivinadores también!”, agrega el experto.

Esto de buscar ayuda en el dibujo que deja restos de un café, la carta que queda arriba de un montoncito que separamos con nuestro pulso o la transparencia de nuestra alma (y una lectura correcta de lo que esta revela) son cuestiones terrenales, a esta altura. Como dice Da Costa, “todo esto es muy humano, muy humano”.

PREDICCIONES

¿Cómo le irá a Uruguay en 2022?

“Hasta mayo veo brotes nuevos y constantes por la pandemia. El virus va a estar rondando. Así que hasta mayo, habrá que cuidarse”, advierte la tarotista Alexandra Cabrera, tras una tirada pensando en Uruguay para 2022, a pedido de El País.

Su colega Natalia Ferro comparte la visión: “En materia de contagios va a estar complicadito. Febrero, marzo, abril, van a ser meses complicados. No creo que haya que hacer confinamiento. En un momento van a dudar si restringir más (la movilización)”, dice la tarotista, cuya predicción de alguna manera va en línea con el avance de la variante ómicron en todo el mundo.

Lo primero que le salió a Ferro es que el éxito de Uruguay el año próximo estará directamente ligado a sociedades que hará y dejará de hacer. “No me parece que vaya a ser un mal año para Uruguay. En comparación a cómo le va a ir a otros países, Uruguay la va a ir llevando bastante bien, la va a ir remando, a nivel económico la va a ir piloteando en comparación con otros países del Mercosur. Puede encontrar grandes socios, pero también puede encontrar grandes enemigos”, advierte. Cabrera opina en el mismo sentido: “Después veo que a mitad de año el país va a estar replanteándose cosas, va a hacer cambios que van a ser positivos. Se van a firmar tratados de libre comercio que van a favorecer al país. Va a haber crecimiento, va a haber fuentes de trabajo, y va a haber gente del exterior que verá atractivo a Uruguay y va a querer venir a instalarse acá. Creo que el año va a ser, dentro de todo, positivo. De a poco se va a ir recuperando todo lo que se perdió con la pandemia”, señala tras una tirada de cartas.

A fines de este año se jugará el Mundial de fútbol. Ahí sí, no se ponen de acuerdos las entrevistadas. Natalia Ferro, por ejemplo, asegura que Uruguay no irá al Mundial, pero como el tarot no es una ciencia exacta, agrega: “Si va, se vuelve enseguida”. Alexandra Cabrera, en tanto, es más optimista: “Yo veo que Uruguay va a clasificar al Mundial. La va a tener difícil, va a tener obstáculos, pero clasifica”. Sobre su eventual desempeño en Qatar, Cabrera coincide: “Lamentablemente no va a llegar a etapas definitorias del certamen”.

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