La batalla legal atrás del desalojo y demolición de famoso restorán en la rambla de Ciudad de la Costa

Un grupo de pescadores se enfrenta judicialmente a la Intendencia de Canelones hace cinco años y el restorán Maríntimo pagó las consecuencias

Maríntimo, previo a su demolición.
Maríntimo, previo a su demolición.
Foto: Fernando Ponzetto.

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Por: Clara Lussich
Nicolás Quincke es fanático de la charla. A pesar de su oficio, que suele vincularse a los silencios largos y la tranquilidad absoluta, a él le gusta dialogar y no lo esconde. Mientras cuenta su historia por teléfono se escucha un sonido en el fondo que es más fuerte que su voz y él aclara: “Este ruido que escuchás es que estoy sacando hasta las chapas de mi querido Maríntimo”.

Primero puerto, después restaurante, también local de fiestas e incluso puesto de venta de pescado en un punto estratégico de la rambla de Ciudad de la Costa en Canelones, Maríntimo es el lugar en donde viven entre tres y seis pescadores según el momento del año, y Quincke no solo es uno de ellos sino que además compró el permiso de pesca del lugar en 2014 porque encontró su “lugar en el mundo” después de divorciarse.

Vale la pena ir hasta la rambla y Carlos Racine, cerca del límite con Montevideo, para entender el porqué detrás del apego con su “querido” Maríntimo. Lo primero que se ve es un pequeño puesto, con letras borrosas pero coloridas, que dicen “pesca fresca”. A la derecha de este se ve un camino que se mezcla con plantas entre la arena y de fondo el mar como una especie de cuadro que se pinta solo. Es una edificación rara, con recovecos y con espacios que se vuelven amplios, sobre todo porque lo que no falta son ventanas para mirar el agua. Allí, en donde alguna vez hubo mesas, sillones, platos, cubiertos e incluso un pequeño escenario, ahora no hay nada. Solo quedan algunas frases que escribió Quincke en las paredes; él se considera un “poeta mediocre” y prefiere no ahondar mucho en su parte artística.

Maríntimo.
Maríntimo.
Foto: Fernando Ponzetto.

Junto a Quincke trabajan tres hombres más en la limpieza y el desarmado del lugar. Uno de ellos es Ernesto dos Santos Añón, conocido como El Cáscara, uno de los más antiguos en el lugar y de quien los jóvenes han aprendido buena parte de la tarea pesquera. El Cáscara no solo ayuda en el desarmado del local sino que también está trabajando en la refracción de “La Pirri” y “La Quién Diría”, las dos barcas naranjas con algunas partes blancas que son la gran propiedad de Maríntimo.

Unas 24 horas después del encuentro con Quincke y El Cáscara, exactamente a las dos de la tarde del jueves 4 de mayo, una retroexcavadora entraría al pedazo de costa en donde están afincados los pescadores para romper toda la construcción, que tenía redes de pesca en el techo. Los pescadores, mientras tanto, miraron desde un costado cómo la máquina avanzaba y se llevaba consigo al lugar en el que hicieron mucho más que cortar pescado.

La batalla legal entre Maríntimo y la Intendencia de Canelones comenzó en 2018 cuando llegó el primer cedulón informando del pedido de desalojo del lugar. “No a la mafia judicial” y “Violación a los Derechos Humanos” son algunos de los carteles que el propio Quincke pintó y colocó en la entrada del lugar después de recibir la noticia.

Nicolás Quincke.
Nicolás Quincke.
Foto: Fernando Ponzetto.

Para él, todo -incluso la demolición actual- se trata de “intereses inmobiliarios”. “Ser pescador es una filosofía de vida. Una idiosincrasia propia. Meterse al agua a las cuatro o cinco de la mañana no es algo fácil. Es un negocio riesgoso y jodido. Todo eso tenemos que valorarlo y entenderlo como sociedad. En Europa se mantiene a los pescadores por lo que significan para cualquier costa, mientras acá no les damos bola. Un inversionista inteligente conservaría a los pescadores”, reflexiona Quincke subiendo el tono de voz. Está haciendo referencia a un proyecto inmobiliario llamado Bosques de Carrasco, ubicado justo del otro lado de la rambla, enfrente a Maríntimo. El proyecto tiene una inversión de 94 millones de dólares y abarca una superficie de 70.300 metros cuadrados totales, según informó El Observador. Aunque la viabilidad del proyecto ya fue aprobada, este aún se encuentra a estudio de la Comisión de Arquitectura, Urbanismo y Medio Ambiente de la Junta Departamental de Canelones que luego lo remitirá a la intendencia para que haya una resolución definitiva y comience la construcción. Los pescadores de Maríntimo dicen que el motivo del desalojo está vinculado al proyecto inmobiliario porque ellos “tapan la vista” del edificio, algo que desde la Intendencia de Canelones consideran “irreal” y “falso”.

Barcas en Maríntimo.
Barcas en Maríntimo.
Foto: Fernando Ponzetto.

Después de cinco años de guerra judicial y con Maríntimo literalmente en el piso, el futuro de los pescadores artesanales parece ser incierto, a pesar de que siguen viviendo en sus pequeños “ranchos” de la costa y se niegan a alejarse de “La Pirri” y “La Quién Diría”.

Las dos campanas.

Mientras los pescadores aseguran que la orden de desalojo es una “falta de consideración” hacia la pesca artesanal, desde la Intendencia de Canelones explican otra cosa. El exdirector de Desarrollo Económico de la comuna, Horacio Yanes, sostiene: “El juicio por desalojo a Maríntimo se vinculó a las acciones que hicimos para regularizar a paradores y kioscos sobre la playa que no tenían contratos o se encontraban vencidos. Es absolutamente mentira que hay intereses inmobiliarios porque la Intendencia de Canelones no tiene ningún tipo de pedido ni conversación con ningún inversor por ese lugar en específico”.

En el marco del plan de “regularización” de los comercios en la costa se desalojaron dos locales más, según Yanes, actual director de Turismo. Maríntimo, junto a Puerto Piola, fueron los dos sitios vinculados a la pesca que tuvieron problemas en este sentido. Puerto Piola está pegado al lugar en donde viven Quincke y El Cáscara y lleva a cabo una actividad similar. Allí vive Luis Eduardo Silva Colman, conocido como El Piola, quien junto a El Cáscara también es un referente para los pescadores locales. El Piola y su familia viven allí y se dedican a la actividad pesquera. Tienen buena relación con sus vecinos, pero trabajan de manera diferente. Sin embargo, ambos realizaban “actividades comerciales no regulares” además de la pesca y, según la intendencia, eso fue lo que les generó el pedido de desalojo.

Maríntimo.
Maríntimo.
Foto: Fernando Ponzetto.

Yanes explica: “Tanto en Puerto Piola como en Maríntimo se llevaban a cabo situaciones y actividades no autorizadas. No tenían ningún tipo de autorización e incluso se fue más allá porque en el marco de algunas prohibiciones por la pandemia del covid-19 sabemos que en Maríntimo se realizaron fiestas electrónicas”.

Antes de entrar en detalles sobre la situación de Maríntimo y sus supuestas infracciones “reiteradas”, cabe destacar que el rancho de El Piola sí logró acordar con la intendencia y no fue demolido ni desalojado. Esto tuvo que ver con que Puerto Piola pertenece al Sindicato Único de Trabajadores del Mar y Afines (Suntma). Así lo explica el exdirector de la comuna canaria: “El sindicato se reunió con nosotros para explicarnos que les constaba que la gente que ocupaba Puerto Piola sí se dedicaba a la pesca artesanal, entonces de alguna manera pidieron que se tuviera una valoración con ellos”. A partir de esto, Yanes dice que la intendencia pudo “comprobar” que los pescadores de ese lugar querían “regularizar su situación” y estaban dispuestos a “dejar de realizar todo tipo de actividad comercial que no se vinculara a la pesca artesanal”, en referencia a un kiosco que allí funcionaba.

El caso de Maríntimo fue más complicado. No solo no contaban con el apoyo del sindicato para defenderlos ante la intendencia, sino que la actividad “extra” que se suma a la pesca era mucho más notoria que en Puerto Piola. El restaurante funcionaba todos los fines de semana, incluso después de que llegó la orden de desalojo, con una concurrencia importante, música, eventos y venta de comida y bebida.

REFLEXIÓN.

“¿Por qué el pescador debe ser pobre?”

Para Nicolás Quincke, ser pescador es “una filosofía de vida” y “una idiosincrasia” que “no debe asociarse con el estereotipo que la gente tiene en la cabeza”. Sostiene: “¿Por qué los pescadores tenemos que ser pobres? Tenemos que darnos idea y trata de salir adelante dentro del rubro que ya de por sí es sacrificado, pero el tema es que para poder servir pescado en la mesa también hay que dar un buen servicio y yo creo que eso es algo que la intendencia (de Canelones) no termina de entender”. Quincke hace referencia al cierre del restaurante Maríntimo, que fue demolido este jueves tras una batalla judicial con la comuna canaria. En este sentido, afirma: “Se termina un ciclo y es triste, pero no es devastador”.

“No tenemos nada en contra de los pescadores, pero la actividad principal del lugar no era la pesca artesanal sino recaudar gracias a fiestas y eventos. Eso no podía ser así”, sostiene Yanes.

Quincke asegura que lo único que hizo con el restaurante fue “darle un poco de onda” y dice que este “funcionó siempre” más allá de no contar con la habilitación porque era “necesario”.

Salir a buen puerto.

Así como desde la intendencia critican el hecho de que los pescadores también realizan actividades comerciales vinculadas a otro rubro y no solo se dedican a la pesca, para Nicolás Quincke eso es “no entender el ciclo productivo del pescado”. “El pescado fresco se debe comer idealmente en donde está la barca. Allí tiene que haber una mesa y un comensal degustando ese pescado. El ciclo productivo tiene que terminar en donde llegue el pescador y nosotros ofrecíamos eso con Maríntimo”, aclara el empresario.

Todas las instancias judiciales entre Maríntimo y la Intendencia de Canelones terminaron dándole la razón a la comuna y es por eso que el lugar se terminó demoliendo este jueves. Sin embargo, gracias a “conversaciones” que Quincke asegura haber mantenido con el intendente Yamandú Orsi, la demolición se postergó casi un año, hasta que finalmente ocurrió esta semana. Cuando fueron informados de la fecha del derrumbe, la noticia no cayó bien a los pescadores del lugar, que postearon en las redes sociales una petición para “hacer que Orsi cumpla con su palabra” y no permita que se tire abajo el lugar. Finalmente, Quincke se comunicó con el intendente y luego de la reunión dice haber entendido “su postura” y por eso accedió a los términos de la intendencia. De todas maneras, el intendente se habría comprometido a no desalojar a los pescadores que viven allí y se les permitirá permanecer viviendo en el lugar.

Maríntimo.
Maríntimo.
Foto: Fernando Ponzetto.

La ley 19.175 regula la pesca artesanal y prevé la posibilidad de que las personas que trabajan en el lugar de pesca tengan sus cosas allí, a pesar de que está prohibido vivir en la franja costera. Según Yanes, se trata de un “tema contradictorio” porque aunque está prohibido instalarse en la costa, sí existe el derecho a tener las cosas para salir y “la línea es muy fina”, sumado a que “la pesca tiene la particularidad de que hoy hay, pero capaz mañana no, entonces no es algo fijo que se practica”.

Con respecto a la negociación con Orsi, Quincke afirma: “Más allá de que nos quedemos, la realidad es que no vamos a sobrevivir sin el restaurante. Yo voy a tener que salir a laburar ocho horas”.

Lo que se pesca hoy en Maríntimo se vende a distribuidores y, considerando que “no siempre se pesca”, hay una “incertidumbre total”, según los pescadores.

Además, algunos vecinos compran el pescado allí a un precio de 400 pesos el kilo, pero estos no son más de 100, según Quincke. Él actualmente está “ideando un proyecto” que presentará al intendente en las próximas semanas con el fin de “nuclear a los pescadores de la zona” y lograr vender el pescado fresco de forma “más masiva”. Sin embargo, no está claro cuándo se pondrá en marcha ni cómo se estructurará.

Debido a la incertidumbre, Quincke asegura que son “decenas” los pescadores que a diario abandonan el rubro y prefieren dedicarse a otra cosa, algo que posiblemente suceda “si no se coordina un proyecto rápido”, dice. Su negocio, sin embargo, estaba lejos de concentrarse en la pesca artesanal.

INCENDIO.

El antecedente del incendio y el “espíritu” de una perra

En febrero de 2015 Maríntimo sufrió un incendio grande que terminó con buena parte de las instalaciones y nunca se pudo determinar a ciencia cierta cuál fue su origen.

Según relató en su momento Nicolás Quincke, fue su perra llamada Ema quien lo ayudó a encontrar la salida del fuego. Ema no tuvo tanta suerte: murió poco tiempo después a causa de las quemaduras sufridas.

“Yo salí del rancho, que se incendiaba. Me percaté que adentro había cosas de valor. Entonces entré otra vez. Ella me siguió. Me perdí por el humo. Sentí su fuerza, su espíritu que me ayudó a salir del incendio”, dijo Quincke a El País en 2015. En medio del humo, el pescador habría perdido de vista a su perra y salió por una entrada diferente a la que había ingresado inicialmente. Quincke cree que la perra lo esperó dentro del rancho que se quemaba y por eso terminó falleciendo. Hasta ahora recuerda a la perra con amor y dice: “Lo cierto es que era la mejor del mundo”.

El incendio ocurrió pocos días antes de la apertura oficial de Maríntimo como restaurante, porque Quincke había adquirido el lugar y el permiso de pesca un año antes.

“Estaba bien el bolichito. Va a estar mejor. No me interesa tanto el incendio, lo que tenga que volver a luchar, lo que tenga que volver a levantar”, expresó Quincke en un video que posteó en sus redes sociales y se volvió viral tras el incidente. Allí relató cómo había sido la muerte de Ema y la “fuerza” que sintió de su “espíritu”.

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