Bien al norte, la ciudad de Artigas es para la mayoría de los uruguayos un lugar alejado al que se va solo si hay algo muy concreto que hacer. O, en todo caso, un sitio de paso hacia Brasil. Frenar para estirar las piernas y cargar combustible, o quedarse una noche, después de cruzar todo el país por ruta. Pero en los últimos años una piedra violeta, un cuarzo único en el mundo, trajo decenas de empresarios chinos que no están de paso en Artigas sino que se quedan meses en busca de las piedras perfectas. Recorren una y otra vez las canteras, hasta se instalan en algunas de ellas, y después se llevan contenedores repletos de amatistas.
Los chinos están también en los showrooms de las mineras grandes de Artigas. Sin traductor en la mayoría de los casos, se los ve recorrer, levantar piedras y mirarlas en detalle. Ninguno habla español, con suerte portugués, pero para hacer las transacciones solo se necesita decir números o escribir en el celular el valor en dólares que están dispuestos a pagar.
La calma de los artiguenses puede hacer que los recién llegados se lleven una impresión errónea, ya que el verdadero esplendor se encuentra bajo tierra. En 2023, año récord, se exportaron 50 millones de dólares; el gran aumento se dio en 2020 pero la curva de crecimiento viene desde 2010, según información de la Dirección Nacional de Minería y Geología (Dinamige) del Ministerio de Industria. Ya se sabe que los números de 2024 serán aún mayores, hasta el momento se han exportado unos 63 millones de dólares.
Carlos Sanchis, director de Le Stage, piensa en construir un hotel para que se alojen los chinos. “Algunos de los que ves son intermediarios, pero muchos son representantes de empresas”, dice mientras recorre el local de su firma, una de las más grandes del rubro. Allí tiene una moderna oficina vidriada dentro de un gran galpón, donde los chinos se sientan a hacer negocios y tomar variedades de té.
Sanchis planea agrandar más el negocio para poder sacar más producción. Los propios clientes chinos forman parte de la ecuación. “Ellos nos dieron un adelanto para poder comprar maquinarias. Porque querían una cantidad de toneladas para octubre, que nosotros no podíamos alcanzar”, cuenta.
Sin pedir ningún comprobante le enviaron el dinero necesario para hacer una gran inversión y poner a trabajar a full las canteras que maneja. Él tiene doce permisos de Dinamige en campos de particulares, pero no los explota todos en este momento.
“Hoy acá tenemos diez clientes chinos y le vendemos un producto pronto para el consumo. Debemos ser un caso único en Sudamérica, que se llevan algo industrializado de Uruguay pronto para consumir”, cuenta con orgullo Sanchis, quien se metió en la empresa familiar siguiendo el camino de su padre, cuando esta tenía deudas enormes, prácticamente fundida. Hoy cuenta con más de 300 personas a su cargo.
A China llegan las amatistas dentro de cajas que dicen “made in Uruguay”. El producto sale con el embalaje pronto de Artigas: “Todo hecho para la venta en un shopping en China. Lo embalamos acá, inclusive hasta la cajita”, cuenta Sanchis.
Se venden a precios exorbitantes
Lo distinto es lo que se paga mejor: los coleccionistas buscan piedras que no sean simplemente amatistas de violeta intenso, sino combinaciones con otros minerales. Por ejemplo, una amatista con calcita (piedra blanca) se vendió a 14.000 dólares.
Hay otras “piezas extrañas”, como piedras de color negro, rojo o verde. Todas son usadas de forma ornamental, y además se les atribuye propiedades “místicas”: muchas personas creen que el contacto con la piedra trae tranquilidad y calma, incluso realizan “gemoterapia” con ella.
La amatista es una piedra semipreciosa pero además desde esta semana es la Piedra Nacional del Uruguay, según aprobó el Parlamento. En la sesión el diputado artiguense Emiliano Soravilla le entregó a la presidenta de la cámara, Ana Olivera, una enorme piedra en forma de “catedral”, con un soporte de hierro y de un violeta brillante. La idea es que quede en el Palacio Legislativo.
En esta historia además de las amatistas están las ágatas: estas piedras se extraen pegadas una de la otra. El ágata y la amatista son dos minerales que se originan en base al silicio. A la vista las ágatas son una especie de mármol, pero su composición es tan dura que se usa en Europa en morteros de laboratorios químicos. Y son parte fundamental del negocio, de hecho en los últimos años se incrementó mucho la exportación.
El ágata se exporta en bruto, sin tratar. Tiene un valor diez veces menor que la amatista, pero se exporta un volumen más grande de toneladas al año. Los usos son diferentes, la amatista se vende por su valor ornamental y por todas las creencias que hay alrededor de ella. En las culturas asiáticas se piensa que atrae la suerte y también el progreso económico; por eso es común que cuando alguien inicie un negocio tenga a esta piedra violeta cerca de la caja, o incluso que un amigo se la regale.
Ahora el ágata sale por el puerto de Montevideo en bolsones de una tonelada, dentro de contenedores. Pero la realidad era otra en 1975 cuando el padre de Sanchis, Arlindo “Kato” Sanchis, comenzó a trabajar con esta piedra. “El negocio ahí era hacer ceniceros con las ágatas y mandarlos a Montevideo. Había de todo tamaño, y se vendía por un valor extraordinario”, recuerda Sanchis. También hacían joyería de forma artesanal.
En aquel momento todo era muy precario, sobre todo lo que tiene que ver con la extracción en las minas y los talleres. “Kato” Sanchis dice que no puede ni comparar lo que ha logrado su hijo con lo que él comenzó a desarrollar hace 50 años. Ahora son otras las máquinas, hay retroexcavadoras que hacen el trabajo que se hacía a pico y pala. Se usan explosivos para adelantar la tarea en la mina, y después en la ciudad están los talleres donde lavan, cortan, pulen y hasta decoran las enormes piedras.
Fiebre violeta
En Artigas todo lo que brilla es una amatista. Hay en todos lados: decorando las estaciones de servicio con mucho polvo arriba, lujosas en vidrieras de artesanos que las venden a turistas, tiradas en el piso de las minas y talleres como material de descarte. Además están en los anillos, pulseras, colgantes y hasta protectores de celulares de los artiguenses.
La fiebre de la amatista está ahora en plena expansión. Los precios son buenos, la cantidad de permisos mineros sigue aumentando y la ciudad parece que se beneficia de la suerte que le atribuyen los chinos a las amatistas: hay más empleo y los negocios locales funcionan.
Marcelo Pugliesi, director nacional de Minería, dice que el crecimiento en las exportaciones ha sido constante. Entre 2010 y 2020 el promedio de exportaciones rondaba los 17 o 18 millones de dólares, y ahora supera los 50 millones. “Uruguay no solo exporta a China, hay otros mercados como Estados Unidos, Alemania, algunos otros países de la Unión Europea y de Asia, pero en China tienen una tradición milenaria en el trabajo de la piedra”, dice Pugliesi.
En Uruguay el mineral es propiedad del Estado, y este tiene que administrar la exploración y las concesiones para explotar. Dinamige gestiona los permisos mineros. Hay más de 100 habilitados y siempre nuevos a estudio. Obtener un permiso nuevo puede llevar como mínimo un año y, más allá de lo que controlan los ministerios, incide el interés de los privados dueños de los campos.
El director de Dinamige explica los tres roles: el dueño del campo, el propietario de la exportación minera y el Estado. Un 3% de lo recaudado va para el Estado y 5% para el dueño del campo. Mediante guías de transporte se hace el control, en estos documentos los mineros declaran lo que producen y venden.
En algunas situaciones se pueden dar problemas entre los dueños de los campos y los mineros. Aunque en estas tierras, que son usadas para la ganadería extensiva y no tienen buenos suelos, no es algo común. En algunos predios las dos actividades coexisten de forma ordenada, con alambrados que separan la zona de pastura de la de cantera; pero en otros predios los paisanos arrean ganado a caballo sobre las cornisas de las minas.
A cielo abierto
Tres retroexcavadoras trabajan en un mismo punto, antes de esto hubo un trabajo fino de explosivos que “le entraron” a la veta del yacimiento. Cada brazo de la máquina rompe y tira en el piso las piedras, mientras un grupo de peones van tomando las amatistas a mano y metiéndolas en un bolsón. Una especie de búsqueda del tesoro con casco y chaleco: estos hombres son los que llevan la parte más dura y trabajan a destajo.
Vicente Sequeira, encargado de cantera en Le Stage, supervisa todo desde arriba. Las fosas tienen una altura considerable, al menos 20 metros. Muchos obreros pasan toda la semana en la mina a unos 50 kilómetros de la ciudad, otros van dos veces a Artigas en ómnibus que pone la empresa o en vehículos particulares.
Sequeira hace 40 años que trabaja en la minería. “Tengo 59 años y te puedo decir que esto es mi vida. Todos los días estás aprendiendo. La mina es muy cambiante”, dice. “Esto acá que vemos se termina hoy”, comenta y señala la cantera, “mañana ya entra la tarea de los compañeros de explosivos”.
Algunos maquinistas son muy experimentados y vienen de trabajar con el oro en Minas de Corrales, Rivera. También hay obreros que estuvieron en la obra del Ferrocarril Central. ¿Y para la gente de Artigas? Es uno de los mejores empleos. “Acá en realidad no hay otra cosa... estudiar para maestro, entrar a la policía o al ejército”, dice Sequeira.
Esta es la zona de más producción: la localidad se llama Los Catalanes, a unos 50 kilómetros de Artigas por ruta 30. Es un yacimiento enorme de amatistas y ágatas que desde 2021 integra la lista de los 100 lugares que son patrimonio geológico mundial. En el extremo norte de Uruguay, un lugar único en el mundo, donde hace 140 millones de años, cuando los dinosaurios caminaban por la tierra, se comenzaron a formar estas piedras.
La geóloga Silvana Martínez, especializada en ágatas y amatistas, explica que la zona está atomizada de permisos mineros porque existen entre 20 y 25 yacimientos. Todo esto se descubrió de casualidad: una de las primeras familias que se instaló en estos campos encontró los picos violetas de las amatistas cuando se enterró una rueda de una carreta. Eran inmigrantes alemanes, y en Artigas todos saben de memoria los dos apellidos: los Becker y los Schuch.
El sueño del artiguense: trabajar en la minería
La oferta laboral no es grande en este departamento. Se estima que en los últimos años la minería creó nuevos empleos y que cerca de 3.000 personas trabajan en forma directa en el sector, pero que toda la ciudad es beneficiada por lo que pasa en las canteras.
Los trabajadores hacen su labor a destajo, esto quiere decir que tienen un sueldo base, pero parte de su salario se compone por la cantidad de piedra que recogen, pulen, o trabajan, según el cargo.
En las minas a cielo abierto el anhelo es ser maquinista, porque son los sueldos llegan a los 120.000 pesos, y se trabaja con comodidad.
Este yacimiento sigue para Brasil y Argentina. De hecho, en el sur de Brasil hay una ciudad que se llama Amatista; fueron los brasileños los primeros en trabajar la piedra, pero la calidad de la uruguaya es mejor valorada.
Más del 95% de la minería que se hace en este rubro es a cielo abierto, el resto es en túneles: de ahí se cosechan las famosas megageodas, piedras de amatistas que pueden llegar a medir ocho metros de altura. Son muy vistosas, pero no se venden con facilidad porque son muy costosas: el proceso de extracción lleva mínimo un año y es muy artesanal. Los mineros dicen que para comenzar a “negociar” por estas enormes piedras se parte de una base de un millón de dólares.
Se formaron cuando los dinosaurios caminaban en la Tierra
El brillo de las amatistas se generó hace unos 140 millones de años, cuando dos enormes placas tectónicas se separaron y crearon lo que hoy conocemos como América del Sur y África. En ese momento el territorio de Artigas y toda la zona a la redonda era un ambiente totalmente desértico, según explica Silvana Martínez, licenciada en geología, especializada en ágatas y amatistas, quien trabaja desde hace años en canteras de Artigas.
Estas piedras se formaron en la época en que los dinosaurios caminaban por la tierra y en el norte de Uruguay todo era dunas de arena. Mientras África y América se separaban más, la lava del centro de la tierra comenzó a ascender del fondo marino, cubriendo estas arenas. Martínez explica una teoría, la más compartida: sugiere que el silicio necesario para formar las amatistas provino de estas arenas. Cuando la lava entró en contacto con la arena, sucedió la magia. La composición química de la lava y las arenas permitió la formación de cristales de amatista y ágata.
El enfriamiento de la lava afecta el tamaño de los cristales: un enfriamiento lento permite el desarrollo de cristales grandes, mientras que un enfriamiento rápido resulta en cristales más pequeños. Además, las aguas termales que surgieron tras el enfriamiento de la lava también jugaron un papel crucial. Estas aguas, al entrar en contacto con las cavidades formadas al enfriarse la lava, contribuyeron a la formación de los cristales variados, por eso cada pieza es única, y tiene un color y forma diferente.
En algunos casos la lava generó burbujas de gas que quedaron atrapadas en las rocas enfriadas, creando las llamativas “megageodas”, piedras huecas que pueden llegar a los ocho metros de altura y un metro de ancho, completas en su interior por miles y miles de cristales de amatista violetas. Son una única pieza, y rara de encontrar, se extrae manualmente de las canteras con un trabajo que puede llevar desde un año a tres. Los mineros las sacan cuando ya saben que la pueden vender, si no la tarea no se realiza por el costo que implica. Estas formaciones enormes de amatistas se producen cuando las burbujas no pueden escapar durante el enfriamiento, resultando en cavidades llenas de cristales.
El futuro ya llegó
Todo el negocio se centra en Artigas, pero hay una empresa que tiene sede en el área metropolitana. Traen toda la producción desde el norte y en las oficinas organizan desde pequeños paquetes de piezas, que pueden exportar por 10 dólares, a contenedores de más de 20 toneladas.
Hans Koser hijo está hoy al frente de la empresa Urumining. Su padre, con más de 30 años en el negocio, está en una expo de piedras en Estados Unidos para seguir ampliando la cartera de clientes.
Un solo cliente en China hace más de 12.000 productos con las amatistas, todos ornamentales, desde delfines a bailarinas. Koser explica que ahora el foco del negocio está en el ágata. “Una de las fábricas que compra toneladas, hace pulseras”, cuenta Koser. El material es muy parecido al jaspe y las pulseras macizas de ágata también se usan para “la buena suerte”. Él no cree en ninguna propiedad milagrosa, es el negocio familiar y le buscó poner su impronta: primero fortalecer la venta por internet y ahora busca hacer piedras para joyería.
Cuenta que en broma le dice a sus amigos que si las piedras tuvieran “energía especial”, él ya sería Goku, de la serie japonesa de manga Dragón Ball Z. No es Goku, pero montó en el galpón un miniestudio de fotos. Ponen las piedras en un fondo blanco, junto a flores de orquídea y otras plantas, y arma escenarios al estilo “Pinterest” para vender las piedras.
Pero todo este brillo no puede esconder problemas instalados desde hace décadas, vicios de esta industria. Se sabe que hay contrabando de piedras a Brasil. Y ladrones que ingresan por la noche a las minas y rompen piedras enormes para llevarse unas pocas gemas. Los propios dueños custodian desde sus camionetas armados, para que el destrozo de unos minutos no les robe el trabajo de meses.
En cuanto al futuro, queda saber si las canteras se cerrarán siguiendo lo establecido en los planes medioambientales o quedarán huecos enormes en el campo. Tampoco se sabe qué pasará con la demanda. Los chinos especulan mucho con los precios y con la cantidad de producto; algunas temporadas llegan y compran todas las amatistas de Artigas, los mineros se quedan sin stock. Lo cierto es que menos del 1% del yacimiento ha sido explotado: hay amatistas para rato.
Turismo por túneles subterráneos
Caminos por túneles oscuros que se iluminan en sectores donde resaltan fragmentos de amatistas incrustados: así se ingresa a una mina que ya no está en actividad. En los últimos años nació en Artigas un turismo que muestra todo el proceso de extracción de las amatistas. Algunos van por curiosidad, y otros recorren porque creen que la piedra tiene propiedades “mágicas”, y buscan “recargar energía”.
Hay varias ofertas, como tours de todo el día con las comidas y el alojamiento incluido y otros más acotados, de un par de horas. Pero siempre se trata de ver el proceso completo que se hace para que la piedra pueda terminar en un anillo o como adorno de una mesa. Esto es cantera de extracción, talleres industrializados y muestra de los productos ya listos para vender.
En la pandemia se dio un boom con los uruguayos, pero llegan personas de muchas nacionalidades, curiosos por meterse en los túneles donde se extrajeron las amatistas.
Según los operadores locales, son muchos los europeos que vienen buscando la experiencia, y que después repiten; es que el “plus” para este tipo de turismo es el contacto con la naturaleza.
Jorge Filiberto, gerente del Hotel Casino de Artigas, explica que la transformación de las antiguas minas en atracciones turísticas ha revitalizado la región. Según Filiberto, este nacimiento del turismo en Artigas comenzó hace unos siete u ocho años. Su hotel da el paquete de tour completo, lo denominan “safari minero”. El nombre surgió de una visita a un hotel en Brasil, que inspiró la idea de combinar turismo y minería en un solo paquete.
“Las minas abandonadas fueron recuperadas y transformadas en recorridos turísticos”, detalla Filiberto. “Instalamos iluminación, caminería, y creamos espacios de recorrido que incluyen baños y áreas para el disfrute de los visitantes”.
Esta renovación también incluyó la instalación de un restaurante, la oferta de eventos de meditación y la elaboración de vino espumante en el lugar.
Filiberto señala que ha generado un flujo constante de turistas. “La calidad de las piedras de Artigas es reconocida internacionalmente y eso atrae a compradores y visitantes de todo el mundo”, concluye.
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