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Sus huellas en las redes sociales le dijeron a la Policía dónde estaba

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La casa en Barra del Chuy donde vivía Mónica Rivero. Foto: Ricardo Figueredo

LA CAÍDA DE MÓNICA RIVERO

Mónica Rivero logró ocultarse de la Policía “mimetizándose” con pobladores acostumbrados a no indagar demasiado sobre el pasado de las personas. Con el correr del tiempo, se cuidó menos y dejó rastros que permitieron a los investigadores de Interpol ubicarla en la frontera con Brasil.

La casa en Barra del Chuy donde vivía Mónica Rivero. Foto: Ricardo Figueredo
La casa en Barra del Chuy donde vivía Mónica Rivero. Foto: Ricardo Figueredo

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En Barra del Chuy el mar es un personaje omnipresente. Desde cualquier punto del pequeño balneario se lo huele, se lo oye, se lo ve. Hasta se lo intuye en las calles, con curvas con nombres de paradas como si fuera Punta del Este. Lo mismo ocurre con la frontera. Es solo cruzar 50 metros del pequeño puente del Arroyo Chuy para estar en el lado brasileño. El pueblo ubicado al otro lado —Barra do Chui— parece ser parte de Uruguay: los comercios tienen carteles en español. Pero ni el ruido del mar, ni la lejanía, ni la frontera pudieron ocultar una "novela negra" que incluye una doble vida, un desfalco millonario y una búsqueda policial de dos años.

Barra del Chuy, ubicado a 328 kilómetros de Montevideo, fue el lugar elegido por Mónica Rivero para esconderse después de haber robado durante 11 años más de US$ 7 millones, según una auditoría de la empresa Julio César Lestido, donde la funcionaria trabajaba como jefa de finanzas.

Una investigación de efectivos de la Dirección General de Lucha contra el Crimen Organizado e Interpol la detuvo el miércoles 27 en Barra del Chuy. En los últimos meses la Policía había advertido que la mujer había ingresado en varias ocasiones en la web, según indicaron a El País dos operadores judiciales de Rocha.

Otra fuente del caso dijo a El País que la Policía hacía tiempo que la estaba rastreando por medios informáticos y tenía conocimiento de que la mujer se ocultaba en esa zona rochense. Y confió que al tener la seguridad de la identidad, se ordenó la detención de Rivero.

Con el correr del tiempo, la mujer bajó su nivel de cuidado y dejó rastros en Internet, lo que permitió su captura, expuso la fuente.

Usuarios: el 94% de los internautas uruguayos son usuarios habituales de Facebook. Son tres puntos porcentuales menos que en 2016. Foto: AFP
La Policía hacía tiempo que la estaba rastreando por medios informáticos. Foto: AFP

Además, los investigadores de Interpol efectuaron interceptaciones telefónicas que también fueron claves en la investigación. Tras ser detenida, Rivero dijo a los policías que vivió unos meses en el lado brasileño del Chuy, donde alquiló una vivienda.

Pasado un tiempo, "sintió añoranza" de Uruguay y se instaló en La Paloma. Allí vivió otro período. Luego se radicó en Barra del Chuy tras contratar, a través de una red social, una habitación en un hostel. Su dueña, Ivone Florin, la fue a buscar a la parada en una madrugada fría.

Rivero le dijo que se llamaba "Ana Fernández". Que había perdido a su esposo. Que había trabajado en una empresa de Montevideo. Que había cobrado un seguro que le había dejado su marido fallecido. Rápidamente se hizo íntima amiga de Ivone. Esa amistad le permitió ingresar a un grupo de amigas "presidido" por la propia Ivone, según relataron vecinos de Barra del Chuy a El País.

El grupo compartía comidas, viajes por lugares turísticos cercanos (Fortaleza de Santa Teresa, el propio Chuy y Santa Victoria do Palmar en Brasil). También jugaban a las cartas en el Club Deportivo y Social Barra del Chuy y participaban en clases de zumba en el centro cultural del balneario.

Mónica Rivero alquiló una casita. Iba a zumba en la casa de la cultura. Foto: Ricardo Figueredo
Mónica Rivero alquiló una casita. Iba a zumba en la casa de la cultura. Foto: Ricardo Figueredo

"Ella no llamó la atención acá. Era muy tímida, de bajo perfil, callada. Nosotros la queremos. Es cierto que se portó mal. Pero, no es una asesina. Le están metiendo todos los muertos a ella" (una de las amigas de Rivero, Fanny Prieto).

Mágico.

La familia Prilliac es casi una institución en la Barra del Chuy. Una calle lleva el nombre del abuelo de la familia, Samuel Prilliac. Y también, hay una escuela que lo recuerda en el Chuy.

Comerciante nato, Samuel llegó a los 18 años a América del Sur desde Rumania. Vino de polizonte. Inició su comercio a lomos de un burro. Luego se instaló en un local en el Chuy mientras adquiría propiedades en la Barra del Chuy.

Sus herederos fraccionaron el balneario que hoy se divide en tres zonas: Barra del Chuy, Barra Uruguaya y Puimayen. Muchos propietarios de casas son jubilados oriundos de Lascano y Treinta y Tres. En el balneario viven personas de bajos recursos, entre ellos carreros que hacen fletes para barracas y extraen arena para relleno. Y también pescadores. Y otros son empleados en el Chuy, pero viven en "la Barra".

Mónica Rivero fue procesada con prisión. Foto: Francisco Flores
Mónica Rivero fue procesada con prisión. Foto: Francisco Flores

Barra de Chuy es como "Macondo", según sus residentes. Allí ocurren hechos insólitos. Y nadie se inmuta. Terreno fértil para que Rivero pasara inadvertida.

En las continuas charlas con sus amigas, "Anita" jamás hacía preguntas. Tampoco daba espacio a que la interrogaran sobre su vida personal.

"Barra del Chuy es un balneario olvidado. Es muy amplio y agreste. Hay de todo. No hay demasiado conocimiento de los vecinos. Muchos malandros fueron a vivir a la Barra del Chuy. Es solo pagar el alquiler de una casa y nadie hace preguntas. Acá solo importa cómo actúan las personas, no su pasado" (una moradora que prefirió el anonimato).

Look.

Ana o "Anita", como se hizo conocer en Barra del Chuy, era muy servicial. Como era la más joven del grupo (46) su papel era cobrar y anotar las apuestas en los múltiples partidos de conga y bingo que las amigas jugaban en los meses de invierno y verano del balneario. Sus amigas relatan que en ningún momento cambió su look como trascendió. Nunca fue rubia. Llevaba el mismo peinado que luce en las fotos cuando era buscada por la Policía y sus familiares.

Los bailes de zumba se realizaban tres veces por semana en el Centro Cultural "Matías González" de la Barra del Chuy. Es una casa antigua, de paredes de bloque pintadas de celeste, techo de zinc y una galería con una baranda de madera pintada de blanco.

"Anita" era la alumna cero falta de zumba. Generalmente se ubicaba en el fondo del salón. Siempre dispuesta hacia sus compañeras de más edad; las ayudaba a realizar los pasos más complejos de zumba. Cada vez que alguien quería sacar una foto del baile, ella se retiraba discretamente o solicitaba el teléfono celular para sacarla. A ninguna de sus amigas le llamó la atención esa actitud. A muchas personas no les agrada que les saquen fotos, repetían sin sospechar sus amigas.

El día de la detención de "Anita" la clase de zumba no fue la misma. Fue un sacudón.

"Ella nunca habló de dinero. Era tan sencilla como nosotros. Pobrecita. ¿Qué será lo que la llevó a hacer lo que hizo, huir y venir acá? Es muy difícil opinar. Ella fue muy buena con todos nosotros. Si algún día vuelve, la vamos a recibir otra vez. Le vamos a decir que actuó mal, pero le daremos otra chance" (otra amiga, Selva).

Solidaria.

Un fin de semana, el grupo de amigas recorrió los 37 kilómetros que separa Barra del Chuy de la ciudad Santa Victoria do Palmar (Brasil). La idea era divertirse. Comer algo. Las amigas hicieron lo que ellas llaman "la previa": fueron al casino a jugar algún dinero. Ninguna de ellas es adicta al juego. Fueron, cuenta una de ellas, a hacer algo diferente. Sin embargo, "Anita" decidió no entrar. "A mí no me gusta el juego", dijo a sus amigas. A ninguna le llamó la atención esa explicación.

La vida de "Anita" se llenaba de charlas con sus amigas, partidas de conga, paseos en bicicleta o largas caminatas por la playa. Una tarde salió de la pequeña casa que alquilaba. Una casi- ta humilde, techo a dos aguas y pintada de un verde claro. Adelante, en una casa similar, vive el dueño de las dos viviendas.

"Anita" recorrió los 80 metros que la separaban de la casa de Don Américo Ferreiro (83). Muy a menudo ella visitaba al anciano que tiene varios apartamentos para alquilar como forma de reforzar su jubilación. Durante dos días, Ana le limpió la casa a Don Américo. "No le arreglo el ropero. Eso es muy personal. Hágalo usted o su hija", le dijo a Américo.

El miércoles 27, horas antes de su detención, Rivero regaló a Don Américo dos libros: "Arráncame la vida" de Ángeles Mastretta y el "Diario de Ana Frank".

Rivero regaló libros a un jubilado amigo.Foto. Ricardo Figueredo
Rivero regaló libros a un jubilado amigo.Foto. Ricardo Figueredo

"Si digo algo en contra de ella, soy un embustero. Era una excelente amiga, no molestaba a nadie. Me llamó la atención su léxico y educación".

Fuerte abrazo.

En las clases de zumba, Rivero conoció a Sabino V., un jubilado de más de sesenta años de edad oriundo de Lascano. Enseguida congeniaron. No era su pareja. Apenas una compañera. Ambos acostumbraban a sentarse a charlar frente a la casa de Sabino.

Consultado por El País, el hombre declinó hacer declaraciones porque así lo habían aconsejado investigadores de Interpol y otros funcionarios de la Policía.

El miércoles de mañana fue la última vez que Ivone Florin vio a Ana. "La vi muy feliz", contó Ivone. Cuando se iba en el auto, propiedad de su compañero, Rivero le dijo que la quería mucho. Ivone le respondió: "También te quiero, loca".

Fanny Prieto, una de las amigas también la aprecia.

"La extrañamos. Es una gran mujer con pros y contras. Le dimos a Ana una familia. Cuando vuelva le vamos a dar un fuerte abrazo. Como siempre lo hacemos".

Las cartas y las llamadas anónimas a la policía

En los últimos dos años, la Policía recibió por lo menos tres cartas anónimas que señalaban que Mónica Rivero se encontraba escondida en Rocha. También recibió miles de llamados anónimos que decían que la habían visto en distintos balnearios. Se trató de un material casi imposible de chequear, según dijo un operador judicial a El País. Durante ese tiempo, la foto de Rivero integraba la lista de personas ausentes del Ministerio del Interior. Allí señalaba que desapareció el 13 de febrero de 2017 y que, en ese momento, tenía 44 años. Que era robusta y no tenía tatuajes.

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