El fútbol uruguayo vive momentos definitorios, en un partido que se juega por fuera de las canchas. Por primera vez en décadas, está verdaderamente en discusión la continuidad del contrato de derechos de televisión que ostenta la empresa Tenfield desde 1998. Los plazos se acortan, la incertidumbre crece, y no es poco lo que está en juego.
El 31 de diciembre de 2025 finaliza el contrato vigente entre la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) y la empresa de Francisco “Paco”Casal para la comercialización de la transmisión de las competiciones de clubes profesionales. Y tan próximo como el próximo viernes 4 de julio finaliza la ventana de negociación de “buena fe” dispuesta para acordar una renovación; de lo contrario, por primera vez se irá a una licitación con la posibilidad de escuchar otras ofertas, más allá de que Tenfield mantendrá la opción de igualar la mejor propuesta.
Es, se supone, la última instancia en la que la empresa que ha sido inseparable del fútbol uruguayo durante casi tres décadas competirá con ese as bajo la manga, en una suerte de negociación híbrida o de transición entre la vieja AUF dependiente de Tenfield y un modelo competitivo basado en licitaciones sin preferencias, como establece el nuevo estatuto aprobado en 2018.
Pero no todo está cerrado, ni todo es tan claro.
En el medio, varios cuadros alineados a Tenfield reprochan a la AUF el haber manejado con hermetismo el proceso, de ser poco transparente en sus números y de dejar por fuera a los clubes, en una discusión que va más allá de los aspectos estatutarios. Tenfield, por su parte, apela a todas sus herramientas para torcer la negociación a su favor: desde reuniones con los clubes, jugadas políticas, negociaciones comerciales y hasta denuncias a su contraparte, el presidente de la AUF Ignacio Alonso.
De fondo, dos grandes preguntas.
Para empezar, la más obvia: cuánto vale el fútbol uruguayo. Ese de las canchas con pozos, de las pantallas que gotean, de los ángulos imposibles y las tribunas vacías, pero el que al mismo tiempo es, sin duda alguna, la expresión cultural más importante del país y un negocio que mueve millones. Una pasión, la más hermosa y redituable pasión.

Y luego, otra igual de importante: si todos los caminos de las incesantes luchas de poder en el fútbol conducen a esta puja por el dinero de los derechos de televisión —si es, entonces, la madre de todas las batallas, la que explica todas las otras disputas—; o si, por el contrario, es una expresión más —subsidiaria— de una lucha por el poder en sí mismo.
¿Esto es por plata, por favores, o por ver quién manda? Como siempre, puede que un poco de todo.
Algo de historia
Los caminos de la AUF y de Tenfield se cruzan a partir de 1998, año clave en la historia del fútbol uruguayo moderno. En ese entonces, la empresa fundada por Casal obtuvo por primera vez los derechos de televisación del fútbol local a cambio de 50 millones de dólares. Fue una adjudicación sin licitación pública, pese a que existía una oferta superior —de 82 millones— presentada por una empresa argentina. Ese contrato se renovó cinco veces, siempre de forma anticipada y sin competencia directa. Tenfield construyó durante años un monopolio que abarcaba no solo la televisación, sino también derechos de imagen, publicidad estática, sponsoreo, la indumentaria de la selección y el control político del gremio de futbolistas.
Pero en la última década la AUF comenzó un paulatino proceso de distanciamiento de la empresa. Encargó informes —uno en 2016, otro en 2023, y un último presentado en este 2025— que avalan su tesis de que el producto que surge de su asociación vale mucho más de lo que se paga actualmente.
Y en paralelo, fue perforando el monopolio de Tenfield en distintos frentes, desde lo político a lo comercial. El primer gran quiebre fue en 2016, cuando un grupo de futbolistas —liderados por referentes como Diego Lugano, Diego Godín y Luis Suárez— impulsó un movimiento que le quitó a Casal el control de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales. “Vamos a pelear hasta el final para que haya independencia”, declaraba Suárez a El País en diciembre de ese año.

En 2017, la AUF presidida por Wilmar Valdez licitó los derechos de dos amistosos de la selección (frente a Polonia y Paraguay), que terminaron en un acuerdo con Antel. Poco después, una intervención de FIFA forzó la aprobación de un nuevo estatuto que atomizó los votos en la asociación y diluyó el poder exclusivo de los clubes y, con ellos, el de Tenfield.
Ese camino se acentuó durante las dos presidencias de Ignacio Alonso, que lidera ahora las negociaciones en el Ejecutivo de la AUF. Con él a la cabeza, y con un gran apoyo de la Conmebol —fuerte adversario de Casal— la asociación creó su propia plataforma audiovisual (AUF TV), desde donde ha transmitido partidos de la selección y contenidos originales. También hubo cambios en la comercialización de los sponsors y hasta la marca de la selección uruguaya, no sin polémicas.
Aunque nada de eso impidió que siguiera habiendo acuerdos con Tenfield, su poder en el fútbol fue puesto en cuestión. Desde hace unos años, el 2025 empezó a asomar como un mojón en esa historia.
La empresa, mientras tanto, no renuncia tan fácilmente a mantener su lugar.
Y los clubes aparecen divididos. Mientras la gestión de Alonso mantiene su base de apoyo más firme las sociedades anónimas (SAD) y algunos grupos de interés —así como Nacional que asume públicamente una postura neutra—, un grupo de clubes como Peñarol, Liverpool, Defensor, Danubio, Wanderers, Cerro y River Plate mantienen una feroz oposición que se extiende al tema de los derechos televisivos. Y como veremos, cada uno de esos bandos interpreta de forma distinta quién debería negociar en nombre de todos.
Números discutidos
Pero empecemos por los números. El argumento central de la AUF es que Tenfield paga bastante menos de lo que realmente vale el producto que comercializa. “Hoy Tenfield tiene un contrato vigente con la asociación donde paga un valor, se da vuelta y lo revende. Y en esa reventa la capturación de valor más grande la tiene la empresa y no el dueño del derecho”, dice Matías Pérez, integrante del Comité Ejecutivo de la AUF. “Después de mucho tiempo se logró contextualizar que la captura de valor del fútbol es mucho más grande de lo que hoy ingresa a los clubes. Eso no es un invento”.
La AUF se apoya en informes como el de Mediapro (2018), Mercoplus (2023) y el de Ernst & Young (2025). El último, al que accedió El País, estima que el ecosistema del fútbol uruguayo genera, en escenario de mínima, unos 65 millones de dólares anuales, de los cuales unos 47 millones podrían quedar en mano a la AUF.

Hoy, esa cifra alcanza los 17 millones, de los cuales, a grandes rasgos, 42% va para Nacional y Peñarol (21% cada uno), y el resto para los demás clubes. Informalmente, Tenfield se ha mostrado proclive a aumentar esa cifra a entre 25 y 30 millones de dólares, según las distintas fuentes consultadas.
“Las cifras que surgen del informe, hecho por una firma de prestigio internacional, se basa en información real de mercado, no a deseos o suposiciones”, remarca Pérez.
En Tenfield, sin embargo, contradicen varias de las conclusiones de los informes —“los números no son lineales”, insisten— y la prédica de los dirigentes de la AUF. En la empresa empujan los números a la baja y alertan sobre un contexto comercial adverso. Uno de sus principales razonamientos es la caída del número de afiliados a la televisión para abonados, su principal fuente de ingresos. Según la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicación (Ursec), en 2018 había 738.002 servicios activos; para 2024, el número cayó a 481.786, una baja de casi el 35%. “Y para acceder al fútbol tienen que hacer una segunda contratación y no es el 100% de ese público”, dice una fuente de Tenfield consultada para este informe. Según el informe de EY, en 2024 era algo más de la mitad, aunque desde Tenfield han transmitido a los clubes que no llega a ese ratio.
El contraargumento, de todas formas, es el crecimiento del streaming como negocio alternativo; es decir, que la caída del cable se compense con un aumento de los clientes de los servicios de streaming por internet. Allí los números son más opacos. Tenfield mantiene un acuerdo con Disney mediante el cual otorga en exclusiva los derechos de transmisión por streaming de la liga uruguaya para Uruguay y el exterior a través de la plataforma Disney+.
Los estudios contratados por la AUF, como el de Ernst and Young, abordan ese fenómeno, con capítulos específicos dedicados a las distintas modalidades de consumo. En Tenfield, en cambio, sostienen que “no está claro”cómo se comportará ese mercado en los años venideros y hasta qué punto será un sustituto a los abonados que se pierden. En el medio, como en otros mercados, aparece el tema de la piratería como factor distorsivo.

Algunos de estos argumentos fueron esgrimidos por Casal en reuniones con los clubes. Una de ellas tuvo lugar en abril, tal como informó El País, y reunió a Nacional, Peñarol, Danubio, Cerro, Cerro Largo, River, Wanderers, Defensor, Liverpool y Progreso. La empresa mostró cifras de mercados regionales y cuestionó el optimismo de los informes de la AUF.
Casal llevó la voz cantante de ese diagnóstico. Relató los múltiples “beneficios” que, a su juicio, él y Tenfield le trajo al fútbol uruguayo a lo largo de casi tres décadas, pintó un panorama desalentador para la perspectiva de otros posibles oferentes, y criticó duramente al movimiento de los jugadores personificado en el excapitán Diego Lugano.
La presentación informal incluyó un repaso a lo ocurrido en mercados como Ecuador y Perú, con alusiones a que luego de la salida de Gol TV (también propiedad de Casal) hubo problemas en los pagos —“de los lugares que nos fuimos, todo empeoró”, fue el concepto transmitido—, y tuvo hasta un llamado a Enzo Francescoli, amigo de la casa y dirigente de River Plate argentino, para que relatara en vivo el monto recibido por ese club por concepto de derechos de imagen.
Javier Gomensoro, dirigente de Nacional que estuvo presente en esa reunión, fue el principal —si no único— vocero de la contraparte en ese encuentro. “Les dije: pero pareciera que al final hacen caridad. Nos mostraban un mercado en decadencia. Pero al mismo tiempo se siguen interesando por este negocio”, relata a El País.
Licitación: ¿riesgo u oportunidad?
Tras varios meses sin respuesta, Casal finalmente se sentó en la mesa con el Ejecutivo de la AUF a comienzos de este mes para acercar las posiciones de unos y otros y sondear la posibilidad de un acuerdo. Fue, para muchos, el reconocimiento en los hechos de que la ventana para negociar se acorta.
Respecto a los pasos que siguen, existen dos elementos fundamentales: por un lado, la incertidumbre sobre los posibles interesados en los derechos del fútbol uruguayo más allá de Tenfield en las actuales condiciones imperfectas de competencia; por otro, el nada menor debate de cuál es el organismo habilitado para negociar en nombre de la AUF.
Respecto al primer punto, la cláusula de igualación que tiene Tenfield en caso de ir a licitación opera como un posible desincentivo a eventuales interesados, ya que presentarse tiene costos (requiere conseguir avales y otros trámites, además de los costos de investigación de mercado). A eso se suma lo que algunos interpretan —y lo han planteado públicamente— como posibles “represalias comerciales” de Tenfield a otros actores que pujen por el producto y lleven el precio al alza. Los cables, a todo esto, han señalado su “preocupación” por que un aumento en el valor de los derechos se traslade a un aumento al pago por abonado, señalando que podría implicar subas a los usuarios.
Desde la AUF, por su parte, se ha insistido en que existen diversas empresas que han manifestado —de forma más implícita o explícita— su afán de competir por los derechos. Uno de los nombres sobre la mesa ha sido el de Tigo, que compró Movistar en Uruguay y en 2023 renovó los derechos del fútbol paraguayo por 98 millones de dólares en total por cuatro años (algo más de 20 millones por año).
Es aquí donde se abren dos grandes bandos. Por un lado, los que señalan que no acordar ahora e ir a una licitación conlleva el “riesgo” de que no aparezca ninguna otra oferta. Algo de eso manifestó el presidente de Peñarol Ignacio Ruglio —quien se ha dicho “hincha de Tenfield”— días atrás en Canal 10: “Si se llega a una oferta de equis monto, es mejor asegurarse esa oferta a entrar a una licitación en la que, a mi entender, no va a participar nadie. Si alguien fuera a participar, seguro hubieran llamado a los presidentes de Peñarol y Nacional. Como creo que es la misma mentira que nos vienen diciendo hace cuatro años, creo que si van a licitación y no aparece nadie, Tenfield va a decir: bo, mirá, los 30 que íbamos a ofrecer antes del 4 de julio, ahora te ofrezco menos”.

Del otro lado, los impulsores de la licitación señalan que incluso siendo una instancia imperfecta, sigue siendo la opción más conveniente para encontrar el mejor precio en las actuales circunstancias. Un argumento a su favor es que para mantener su derecho de preferencia, Tenfield tiene que presentar una oferta sí o sí en caso de ir a licitación. En ese escenario, la AUF bien podría fijar un mínimo para participar, y de esa manera evitaría que la empresa pudiera ajustar a la baja su propuesta.
Ante la consulta de si Tenfield podría eventualmente seguir el camino descrito por Ruglio, una fuente de la empresa señala que no es algo que esté planteado. “No jugaríamos con eso nunca”.
La preocupación que sí han transmitido es que los eventuales oferentes tengan credenciales de capacidad de pago. “Si se otorga a alguien que ofrece más pero después no paga, nos sacaron un negocio que teníamos funcionando”, señalan desde Tenfield. Desde la AUF se insiste en que la licitación contaría con los avales y garantías correspondientes.
En el juego de incertidumbres también opera el escenario de que el año finalice sin ninguna oferta clara o concretada, con lo que ello implica para las finanzas de los clubes, entre los cuales muchos utilizan el cobro por derechos de televisión como garantías de préstamos. Si bien la AUF cuenta con plataformas propias para la transmisión, muchos consideran que un escenario de ese tipo sería al menos “complejo”.
Respecto a lo financiero, la asociación ha intentado paliar la incertidumbre a través de apoyos con fondos de Conmebol, procurando “evitar” que los clubes dependieran de adelantos de Tenfield y que pudieran llegar a esta instancia “con menos necesidades”. Según Pérez, eso es parte de lo que ha “estresado” las finanzas de la asociación, una de las críticas de los opositores.
El juego de las sillas
La película no podía estar completa sin una discusión estatuaria. Y existe un debate importante acerca de quién negocia en nombre de la AUF: si el Ejecutivo de Alonso o el Consejo del Fútbol Profesional, en donde están todos los clubes. En el primero prima la visión de ir hacia una licitación; entre los clubes Tenfield aún mantiene una importante influencia que podría inclinar la balanza a su favor.
El problema es que el último contrato con Tenfield (que dispone que su renovación se hará con un período de “buena fe” y en todo caso una licitación con preferencia) fue firmado por una AUF regida por un estatuto anterior al actual. El vigente establece que los derechos de los campeonatos de clubes serán negociados por el Consejo del Fútbol Profesional, órgano que se creó en ese estatuto y que antes no existía como tal. Pero también dice que todas las negociaciones serán competitivas y sin preferencias.
Pese a la insistencia de Tenfield y algunos clubes, la interpretación de la AUF es que en esta ocasión prima el último contrato. “De lo contrario deberían acordar rescindir ese contrato, y si eso sucediera, habría que ir a licitación”, resume Gomensoro. En caso de disputa, el contrato establece la posibilidad de un arbitraje. Aunque ya no hay tiempo para seguir esa vía, algunos creen que quedan cartas por jugar.
“Tendría que ser una grosería, una bestialidad, como que se junten esos clubes con Tenfield y firmen un contrato. Una cosa grosera, como que te juntes conmigo y me declares gerente de El País”, dice Gomensoro.