El día después para Israel y Hamás: el debate por las armas, las "dos Gazas" y la causa palestina en la agenda

Tras dos años de una ofensiva feroz de Israel contra Hamás en respuesta al ataque del 7 de octubre, ambas partes llegaron a una tregua que permitió el retorno de los rehenes y el fin del asedio: ¿qué tan sostenible es la paz y qué escenarios se abren?

Gaza destrucción
Un hombre, parado en lo alto de un edificio bombardeado, contempla el resto del paisaje de destrucción en Khan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza
Bashar Taleb / AFP

La firma del cese al fuego entre Israel y Hamás marcó el fin —o al menos un primer fin, siempre provisorio— de una guerra sangrienta que se estiró a lo largo de dos años, dejando varias decenas de miles de muertos y una Franja de Gaza en ruinas.

Pero abrió consigo una nueva etapa todavía cargada de incertidumbres, en un escenario que difiere en varias formas al que existía previo al 7 de octubre de 2023, cuando el grupo terrorista que gobierna Gaza rompió los cercos hacia Israel y marcó con ello un nuevo giro en la espiral de violencia del centenario conflicto.

Los dos años que pasaron —los más sangrientos desde la guerra de independencia de Israel a finales de la década de 1940— dejan al estado judío fortalecido militarmente, aunque desafiado en el plano diplomático y enfrentado a una opinión pública global que lo acusa de crímenes de guerra y genocidio; a Hamás, disminuido en su capacidad bélica y con sus patronazgos debilitados, pero peleando por su supervivencia y adaptación; al Medio Oriente, en plena reconfiguración de sus equilibrios geopolíticos; y a la cuestión palestina, en el centro de una agenda global de la que había empezado a perder presencia.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, el presidente estadounidense, Donald Trump, el emir de Qatar, Cheikh Tamim ben Hamad al-Thani, el rey Abdullah II de Jordania y otros dignatarios posan durante la foto familiar en la Cumbre de Paz de Gaza en Sharm El-Sheikh.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, el presidente estadounidense, Donald Trump, el emir de Qatar, Cheikh Tamim ben Hamad al-Thani, el rey Abdullah II de Jordania en la Cumbre de Sharm El-Sheikh.
Foto: AFP

Acuerdos y obstáculos

El anuncio de una tregua llegó la semana pasada con la decisiva mediación del presidente estadounidense Donald Trump, junto a Qatar y Turquía.

Una de las claves fue la división del acuerdo en dos fases, con una primera etapa de intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, junto a un retiro parcial de las fuerzas israelíes hasta la mitad de la franja.

Allí donde negociaciones previas pautaban el retorno de los rehenes junto a la retirada total de Israel, esta vez existió suficiente presión para que Hamás liberara en conjunto a los 20 rehenes que todavía estaban vivos, como paso preliminar para el resto de las negociaciones.

Pero lo que sigue ahora es más complicado.

Primero, el cumplimiento de la entrega de los cuerpos de rehenes israelíes en Gaza, algunos de los cuales Hamás dice desconocer su paradero.

Segundo, y más intrincado aún, el retiro total del ejército israelí, que está supeditado al desarme de Hamás —algo a lo que el grupo que gobierna Gaza ha planteado reparos— y la instalación de un gobierno tecnocrático con supervisión internacional.

Manifestantes israelíes se reúnen en la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv el 14 de octubre de 2025 para pedir la liberación de todos los cuerpos de rehenes israelíes retenidos en Gaza.
Manifestantes israelíes se reúnen para pedir la liberación de todos los cuerpos de rehenes.
Foto: AFP

Esta parte del acuerdo forma parte de los 20 puntos para la paz planteados por Trump, pero no fue firmado oficialmente y es, en todo caso, una hoja de ruta para negociar “el día después” en la región.

De hecho este viernes, un oficial político de Hamás dio una entrevista a Reuters en la que insistió en que el grupo nunca acordó el desarme, y que ven el cese al fuego como una “tregua” (hudna) de entre “tres y cinco años” para “reconstruir Gaza”. Lo demás, dijo, está sujeto a “negociaciones para la segunda fase”.

“Ganar tiempo”

Las dificultades para llevar esos objetivos a la práctica no implican necesariamente un riesgo de que se reanude la guerra frontal, al menos en la forma en que se desarrolló hasta inicios de este mes. Pero sí tiñe de incertidumbre las perspectivas de una Gaza sin Hamás en el poder, una de las justificaciones de Israel para defender su feroz respuesta tras el 7 de octubre.

En los dos años de ofensiva militar, al menos 67.000 personas murieron en Gaza, según las cifras del Ministerio de Salud Palestino. Del total, aproximadamente 20.000 eran menores de 18 años. No se distingue entre combatientes y no combatientes. Las víctimas israelíes fueron alrededor de 2.000 si se toman en cuenta todos los frentes, según el gobierno de Israel. La anterior gran ofensiva israelí en el enclave, una década atrás, había dejado un saldo de algo más de 2.000 muertos en Gaza.

Cese al fuego en conflicto belico entre Israel y Grupo terrorista Hamas
Combatientes del grupo terrorista Hamas, haciendo ostentacion de sus armas.
Foto: EFE

En los días posteriores al regreso de los rehenes, y ante la indefinición que rodea a los demás puntos del cronograma, Hamás ha aprovechado el vacío de poder para hacer demostraciones de fuerza y poderío. El grupo sacó a sus combatientes a las calles y realizó ejecuciones sumarias a miembros de clanes de Gaza a los que acusa de haber colaborado con Israel.

“La idea es clara: mostrar que están en control y que tienen el monopolio de la violencia”, dice a El País el profesor Magnus Ranstorp, pionero en estudios de terrorismo, asesor del Centre for Societal Security de la Universidad Sueca de Defensa, y estudioso de Hamás desde la década de 1990.

Ranstorp —que a lo largo de su carrera se ha entrevistado con líderes del grupo como su fundador Ahmed Yassin y el recientemente abatido Ismail Haniya— señaló en un reciente artículo que “Hamas retiene una capacidad de insurgencia —presencia de guerrilla, diplomacia de rehenes y reclutamiento ideológico— que le asegura no ser derrotado definitivamente y poder mantenerse así como una amenaza de largo plazo en Gaza”.

Consultado por El País, el académico afirma que Hamás busca “ganar tiempo” y encontrar “espacio para maniobrar”.

“Van a ir viendo cómo se desarrollan las cosas. Puede que acepten entregar las armas más pesadas, pero pretenden mantener algún tipo de influencia política y capacidades militares, y necesitan las armas para mantener la seguridad contra otros clanes y no perder pie”, afirma Ranstorp.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump (izq.), habla con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en el parlamento israelí, la Knesset
El presidente de EE.UU. Donald Trump, habla con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en el parlamento israelí.
Foto: AFP

En los últimos días, el propio Trump ha sido ambiguo respecto a la respuesta ante el despliegue de Hamás. En una primera conversación con periodistas dijo que Estados Unidos había aceptado cierto margen de violencia contra “bandas criminales” en la franja. Luego dijo que el grupo debía aceptar el desarme y el cese de la violencia o sería “obligado” a hacerlo, para más tarde aclarar que eso no sería a través de tropas estadounidenses.

“Lo que uno no puede dejar de tener en cuenta —dice Ranstorp— es que Hamás tiene tentáculos profundos en la sociedad gazatí. Si miramos el músculo militar, Hamás perdió algo más de 20 mil miembros de sus brigadas Qassam, cuando se estima que antes del 7 de octubre tenían unos 30 mil combatientes. Después tenías entre 40 y 50 mil funcionarios civiles, la gran mayoría de ellos en oficinas ministeriales y servicios públicos, y unos 18 mil en tareas de seguridad interna y policía. A eso hay que sumarle unas 15 mil personas empleadas en las organizaciones religiosas, educativas y de seguridad social controladas por Hamás”.

De Tony Blair a las “dos Gazas”

Mientras todavía se suceden las idas y vueltas por la culminación de la primera fase, Estados Unidos avanza en conversaciones con países como Qatar, Turquía y Egipto para definir un posible modelo de gobernanza en la franja de Gaza, aunque los detalles del plan son todavía vagos.

La hoja de ruta planteada por Trump estipula la creación de un gobierno transitorio conformado por tecnócratas, bajo la supervisión de una “Junta de la Paz” encabezada por el propio presidente de Estados Unidos.

Esa estructura base no solo dejaba fuera de la administración a Hamás, sino también a la Autoridad Palestina, al menos hasta que esta completara una serie de reformas internas que tampoco se detallaron.

Las excavadoras desplegadas por la Municipalidad de Gaza pasan junto a las personas desplazadas, en su camino para limpiar los escombros de los edificios de los ejes principales y calles de la ciudad de Gaza.
Las excavadoras pasan junto a las personas desplazadas, en su camino para limpiar los escombros en la ciudad de Gaza.
Foto: AFP

La aspiración es establecer un gobierno de tecnócratas nutrido principalmente de palestinos de la diáspora —exiliados de la Gaza de Hamás o de la Cisjordania bajo control de la Autoridad Palestina—, y entre los líderes detrás de las conversaciones está el ex primer ministro británico Tony Blair.

De todas formas, todavía prevalecen las dudas respecto a cómo se organizaría ese gobierno de transición, qué rol tendría en el proceso de desarme de Hamás, y cómo se constituirían sus fuerzas de seguridad.

“Todo este proceso es como poner en marcha un tren mientras construyes los rieles de la vía“, resume Ranstorp en diálogo con El País.

Uno de los escenarios que han planteado algunas fuentes israelíes, asegura el académico, toma como base el rechazo de Hamás a dejar las armas y plantea como respuesta la consolidación de una Gaza “dividida en dos”. “Si no hay desarme de Hamás y por consiguiente no hay una nueva retirada israelí, entonces una posibilidad es que veamos la reconstrucción de Gaza en el 53% controlado por Israel, con participación internacional”.

Reconstrucción de Gaza requerirá al menos 70.000 millones de dólares tras 2 años de guerra
Franja de Gaza.
Foto: EFE.

Aunque no ha habido pronunciamientos formales respecto a un escenario de ese tipo, el gobierno de Trump informó a los medios que estaban buscando una forma de crear una especie de salvoconducto para que aquellos palestinos que se sientan amenazados por Hamás puedan cruzar hacia la zona israelí.

El periodista y escritor israelí Ari Shavit dijo esta semana que la consolidación de una Gaza “partida en dos” —tal como imaginan algunas autoridades— presenta otras importantes interrogantes, como la cuestión de si los países árabes estarían dispuestos a volcar sus fondos en la zona aún ocupada por Israel y no la controlada por Hamás.

De Gaza a Cisjordania

Con su ataque del 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista Hamás perseguía al menos tres objetivos: por un lado, boicotear los Acuerdos de Abraham y en particular la posibilidad de un entendimiento entre Israel y Arabia Saudita que parecía muy cerca de concretarse; por otro, arrastrar a Israel a una guerra sangrienta que dañara su imagen internacional y provocara ataques en conjunto contra el estado judío; por último, poner la cuestión palestina de nuevo en el centro de la agenda mundial, por más alto que fuera el costo —y erigiéndose como representantes legítimos de esa causa.

En el plano regional, el grupo islamista logró frenar el proceso de normalización de relaciones de países árabes con Israel. El fin de la guerra mostrará hasta qué punto ese proceso de normalización podrá retomarse —y si lo hace incorporando o no la cuestión palestina como parte de la negociación.

Hamás cumplió su objetivo de arrastrar a Israel a una violenta guerra que desató enormes críticas de la comunidad internacional y un desprestigio del estado judío ante parte de la opinión pública, todo ello acompañado de incrementos en la violencia y hostilidad hacia judíos en distintas partes del mundo.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, participa en una ceremonia conmemorativa estatal para los soldados caídos en la guerra de dos años en Gaza.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una ceremonia para los soldados caídos en la guerra en Gaza.
Foto: AFP fotos

Netanyahu enfrenta desde noviembre de 2024 una orden de arresto de la Corte Criminal Internacional (CCJ) por presuntos crímenes contra la humanidad, mientras que el Estado de Israel enfrenta una demanda en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) acusado de cometer genocidio según lo estipulado por la Convención de Ginebra.

Donde Hamás tuvo menos éxito fue en conseguir el apoyo suficiente de otros aliados para contribuir a la destrucción de Israel, la aspiración maximalista de los líderes de la organización en la previa al 7 de octubre. Y por el contrario, a raíz de su ataque y la posterior destrucción de Gaza, por primera vez ha recibido presiones de gobiernos árabes para abandonar el poder.

El gobierno israelí, por su parte, alega que el cese al fuego logrado con la mediación de Trump permite cumplir con sus principales “objetivos de guerra”, al asegurar el retorno de los rehenes, debilitar el “eje iraní” y poner fin al dominio militar de Hamás en Gaza, más allá de las dudas que aún recaen sobre este último punto.

No caben dudas de que la guerra elevó la cuestión palestina a un primerísimo plano de la discusión global, llevando incluso a que países como Reino Unido y Francia reconocieran por primera vez al Estado Palestino.

Los meses que siguen dirán hacia dónde converge esa atención que la causa palestina ha ganado en el ámbito internacional.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, muestra un documento firmado en la Cumbre de Paz de Gaza en Sharm El-Sheikh, Egipto, el 13 de octubre de 2025.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, muestra un documento firmado en la Cumbre de Paz de Gaza en Sharm El-Sheikh.
Foto: EFE

La hoja de ruta de Donald Trump establece en su penúltimo punto que recién cuando avance la reconstrucción de Gaza y cuando el programa de reformas de la Autoridad Palestina se complete, entonces “podrían darse las condiciones para un camino creíble hacia la autodeterminación y conformación de un estado”, que se “reconoce como aspiración del pueblo palestino”.

Los países árabes, por su parte, han hecho sus propios pronunciamientos reclamando la constitución de un estado palestino basado en las fronteras previas a 1967.

Con el foco de la atención internacional en Gaza, Israel también ha recibido cuestionamientos en los últimos años por el avance de sus asentamientos ilegales en Cisjordania, que acotan el espacio para un eventual estado palestino.

A ello se suman los ataques violentos de colonos judíos hacia la población palestina en esa zona, muchas veces ante la mirada pasiva de las fuerzas de seguridad israelíes, tanto antes como después del 7 de octubre.

Soldados israelíes hacen guardia mientras colonos israelíes recorren el casco antiguo y el mercado de la ciudad palestina de Hebrón, en la Cisjordania ocupada, el 28 de junio de 2025.
Soldados israelíes hacen guardia mientras colonos israelíes recorren el casco antiguo y el mercado de la ciudad palestina de Hebrón, en la Cisjordania ocupada, el 28 de junio de 2025.
HAZEM BADER/AFP fotos

Tras las últimas elecciones, Netanyahu integró a su gobierno a sectores de la ultraderecha y llevó al primer plano a figuras anteriormente vedadas por el sistema político como Itamar Ben-Gvir —quien cuenta con un prontuario que incluye cargos por apoyo al terrorismo—, puesto a cargo del Ministerio de Seguridad Nacional, con autoridad sobre la policía y las prisiones.

Todo ello ha contribuido a un aumento de la tensión en las zonas ocupadas por el ejército.

En Israel, el arco de motivaciones para rechazar un estado palestino va desde cuestiones de seguridad y desconfianza hacia sus líderes —en definitiva, a que el fin de la ocupación sea respondido con paz y no con más violencia, como señalan que ocurrió en Gaza—, hasta visiones mesiánicas y supremacistas que argumentan que a los judíos les corresponde el “gran Israel”, casi un espejo a la reivindicación de una "Palestina del río al mar".

Si bien minoritarias, estas últimas han ganado espacio en la política y la sociedad israelí en los últimos años.

Pero sea por preocupaciones de seguridad, desconfianzas bien ganadas o convicciones religiosas, en cualquier caso la alternativa a un estado palestino es la prolongación del dominio militar, que en poco tiempo cumplirá cincuenta años.

Anteriores tratativas de paz entre israelíes y palestinos en torno al reconocimiento de dos estados terminaron sepultadas por oleadas de violencia y con acusaciones cruzadas por la responsabilidad del fracaso, desde Oslo hasta Camp David. El paso del tiempo solo ha agravado la desconfianza y el escepticismo.

En este caso, el plan de Trump puso límites a los anhelos de los sectores extremistas del gobierno israelí, con el compromiso de que no habría anexión de territorios de Cisjordania, ni desplazamiento de palestinos en Gaza.

Los más optimistas esperan que ello contribuya a “un giro hacia el centro” (es decir, a la derecha más tradicional) de Netanyahu en las elecciones que se aproximan en Israel y que tendrán lugar como máximo a fines de 2026.

Hasta el fin de la guerra, el primer ministro obtenía un bajo nivel de aprobación en las encuestas, o al menos altos niveles de rechazo. Pero los mecanismos el sistema parlamentario y la volatilidad de la política israelí deja la puerta abierta a la continuidad de Netanyahu en el poder.

Los últimos días han mostrado cierto repunte en su imagen y las adhesiones a su partido (Likud), a raíz del éxito en el regreso de los rehenes, pero es temprano para saber qué evaluación hará el electorado israelí, y hasta qué punto castigará o no al primer ministro por las graves fallas de seguridad, inteligencia y visión política que llevaron el 7 de octubre a la mayor masacre de judíos desde el Holocausto.

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