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¿Cambiará nuestras vidas la pandemia?

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Coronavirus
Primer dia de implementacion del sistema de autotest del Covid19 por la empresa ATGen en el predio del Latu en Montevideo, sistema que permite reducir riesgos de contagio y racionalizar los recursos humanos y materiales ante la pandemia de coronavirus SARS coV 2, ND 20200407, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

ANÁLISIS DE ESPECIALISTAS

El Covid-19 sacudió la economía, la cultura, la ciencia, la educación, el deporte, el uso de tecnología, el mundo laboral, y hasta la reflexión sobre nuestra existencia. Los cambios, ¿perdurarán?

* Este es un contenido especial creado en coordinación entre la Universidad de Montevideo y El País

Para hacer frente a la rápida propagación del coronavirus, el mundo bajó su ritmo de actividad hasta dejar calles y aeropuertos casi vacíos en una escala nunca antes vista. Mientras que en muchas áreas de lo cotidiano la pandemia llegó como un fenómeno sin precedentes, en el ámbito de las ciencias humanas es posible rastrear con mayor facilidad otros eventos en la historia que conecten de una u otra forma con el desarrollo y el impacto del Covid-19.

Para Facundo Ponce de León, doctor en filosofía, docente y comunicador, antecedentes pandémicos como la peste negra develan el comportamiento que provocan este tipos de virus en las sociedades. Son comportamientos que, lejos de ser nuevos, se repiten con un patrón común a lo largo de la historia: viajan rápido, generan pánico, obligan al confinamiento. “Los que nos dedicamos a las humanidades, todo el tiempo tenemos advertencias de que esto no es tan único, lo cual no significa que no sea grave y no sea importante. Hay cuestiones filosóficas vinculadas a nuestro tiempo productivo, nuestro tiempo de vínculos, nuestro tiempo de sentido de las cosas, nuestro tiempo de silencio. Todas esas cosas no son porque está el Covid-19, sino que a partir del Covid-19 vuelven a emerger”, dice.

Si existe la posibilidad, o no, de que esta pandemia ponga en riesgo la estabilidad de los sistemas democráticos, Ponce de León considera que lo que realmente se pone en juego en un momento como este son las posibilidades de la sociedad para incidir en la política como “ciudadanos empoderados” y en el espacio público de las decisiones: “Que las pandemias son una oportunidad para cambios totalitarios no cabe la menor duda, pero también porque la gente en el pánico apoyaría cosas totalitarias. Mi miedo, en el sentido más político, es que esto sea un caldo de cultivo de cuestiones contrarias a un espacio público con ciudadanos críticos y creativos”.

Para Bruno Gili, contador y socio de CPA Ferrere, podría haber “dificultades políticas a futuro” en torno a las reacciones de la sociedad. “Creo que el mundo no será capaz de construir una gobernanza que lleve a más control. Soy optimista: espero que esto no se resuelva poniéndole trabas a la globalización”.

Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, cada país se encerró en sí mismo y se aisló para intentar resolver sus propios problemas, plantea Gili. “Terminamos en una Segunda Guerra Mundial y en el medio hubo dictaduras, fascismos y medidas totalitarias de un mundo occidental más débil. En la Segunda Guerra el mundo occidental aprendió del problema y dijo no”, continúa. Sin embargo, desde 2008 “globalización” se ha vuelto “mala palabra”, de acuerdo con su percepción.

“Los países han tendido a volverse más nacionalistas y han adoptado medidas más propias de cada país. El coronavirus podría amplificar esa idea de globalización como un problema y no como una solución, y que se volvieran más proteccionistas: que fueran menos partícipes de los organismos internacionales que fijan normas, que pusieran trabas al comercio internacional, que hubiera una caída de normas. No digo que vaya a ocurrir, pero es un riesgo”, advierte Gili.

STEVE LEVINE

Más vigilancia, otra guerra fría y una “era de pandemias”

Steve LeVine es editor jefe de la plataforma Medium, donde se publican contenidos inéditos de temas variados. Fue editor de “Futuro” en el medio estadounidense Axios, es socio mayor de The Atlantic Council -una organización que conecta líderes y emprendimientos en busca de soluciones a problemas actuales- y da clases de seguridad energética en la Universidad de Georgetown. Escribe para revistas especializadas sobre ciencia, tecnología, la dimensión económica y sociológica del trabajo, política y geopolítica.
Consultado por El País para este informe, LeVine comentó cómo cree que impactará la pandemia y los efectos que ya empezaron a verse.
Por un lado, el virus legitimizó y agilizó los estados de vigilancia que suelen tener un impacto profundo en el comportamiento de las personas. Cuando alguien sabe que está siendo observado cambia su forma de actuar. LeVine agrega que la consecuencia podría ser algo parecido a una Rumania de Ceausescu, una sociedad enferma.
A nivel geopolítico, visualiza la posibilidad de revivir una especie de guerra fría, en bloques de este y oeste, o China y Estados Unidos.
Sostiene que el cambio climático creó una nueva era de pandemias. La rutina diaria va a cambiar en el mismo sentido que cambió cuando sucedió el ataque a las Torres Gemelas.
Según LeVine, en el futuro va a ser recordada en mayor medida la crisis sanitaria y no tanto la económica. ¿Por qué? Porque las recesiones van y vienen. En el mundo no había una pandemia de esta talla desde 1919. Aquella se olvidó, tapada por la Primera Guerra Mundial. La pandemia del coronavirus vino sola, sin una guerra que vaya a borrarla de la memoria.

Por otro lado, la llegada del virus puso presión al sector científico, que debió mostrarse rápidamente como un agente capaz de dar respuestas al servicio de lo que la sociedad y los gobiernos necesitaban, y necesitan, conocer.

“La ciencia subió a primer plano súper rápido y la gente empezó a escuchar mucho más a los científicos”, observa María Inés Fariello, doctora en ciencias naturales y matemática, y parte de un equipo interdisciplinario que colabora con el grupo de científicos que asesora al gobierno. Para ella, el virus significó una oportunidad única de potenciar las capacidades de las distintas disciplinas científicas y volcarlas a un único objetivo.

Pero así como el Covid trajo oportunidades, también arrojó obligaciones. Los científicos empezaron a trabajar sin descanso no solo ante el avance del virus, sino también frente a las cadenas de noticias falsas y rumores producidos en torno a la enfermedad.

Para Fariello, un aspecto esencial en la generación de conocimiento es el acceso a datos que permitan conocer con mayor precisión las características del virus y su comportamiento. Sin embargo, en comparación con otros países, “Uruguay liberó muy pocos datos al público”, lo que en ocasiones enlenteció o dificultó los procesos. “Hay todo un movimiento a nivel internacional de abrir los datos para que los investigadores y la sociedad los puedan usar. Está muy sobre el tapete eso y va a seguir. Espero que la pandemia ayude a que, si había gente que no se lo había preguntado, se lo empiece a preguntar y se empiecen a disponibilizar más datos”.

La apertura de información para el uso científico es un tema que también cuestiona el uso ético de la misma. Aplicaciones que rastrean casos positivos, contadores mundiales de contagios o cámaras web que detectan el uso del barbijo son solamente algunas de las tendencias que trajo la pandemia a nivel mundial.

En dónde está el límite es una pregunta que aún no tiene respuesta y para la cual no hay una verdad única posible. Pero está claro que para la recolección de datos se debe profundizar en lo que se informa sobre el manejo de los mismos. “Es necesario ser muy transparentes con la sociedad respecto a por qué estamos usando tus datos, para qué los quiero, por qué es importante tener acceso a ellos. Capaz que no me los querés dar, pero si yo te explico para qué los voy a usar hay más probabilidades de que me los des. Aunque ahora le damos ‘aceptar’ a todo, la gente se está preocupando mucho más”, afirma Fariello.

Tener conocimiento de para qué se está cediendo nuestra información es lo que, según Ponce de León, genera ciudadanos empoderados en el espacio público, ya que otorga la capacidad de decidir en sociedades democráticas como la nuestra. “Probablemente si hubiera un referéndum ahora entre privacidad y posibilidad de contagio, mucha gente diría “instálenme el chip, y si tengo fiebre que salten todas las alarmas; que les den todos los datos de mi cuerpo y no me importa”. Yo votaría posibilidad de contagio, pero entiendo que hay gente que va a votar que no, y lo respeto. Entonces, esto nos pone a prueba a nosotros como seres políticos, no al sistema político contra nosotros”.

La virtualidad.

Teletrabajo, clases online y conciertos por streaming. La pandemia abrió la posibilidad de vivir a través de una realidad mucho más virtual. Si bien existen antecedentes de pandemias similares a lo largo de la historia, el coronavirus encuentra a la sociedad en un momento particular, con un mundo hiperconectado y globalizado.

conciertos en cuarentena
Los conciertos a través de una pantalla, sin aplausos, ¿persistirán? Foto: Nicolás Pereyra.

Este aspecto fue el que contribuyó a la propagación más rápida del virus: la facilidad para el viaje y la capacidad de recorrer distancias en poco tiempo. A la vez, tomó protagonismo en la vida diaria de las personas durante los meses de confinamiento. Se vieron trabajadores que movieron las oficinas a sus casas, estudiantes con clases virtuales, comercios que implementaron deliveries, consultas médicas a través de videollamadas.

En lo laboral, los empleos de millones de personas han sido afectados. Para unos, de manera parcial y, para otros, de manera total. Las medidas y estructuras de trabajo han tenido un cambio drástico durante el primer semestre del año y continuarán cambiando sin importar lo que pase con el virus, sostienen los expertos.

Pablo Schiavi, abogado y especialista en derecho sobre las nuevas tecnologías, cree que el futuro está muy cerca. Para él, sobre el segundo semestre de 2020 y los primeros meses de 2021 se darán cambios en los contratos y en el espacio de trabajo. A su juicio, tanto la empresa como el empleado deberán tener en cuenta “nuevas condiciones de contrato de trabajo” que abarquen desde el horario y las herramientas que la empresa proporcione para realizar las tareas, hasta los aspectos de seguridad de datos personales y confidencialidad para evitar que se vean vulnerados. El aumento del uso de la tecnología e internet dejó los datos virtuales más expuestos que nunca.

“La crisis del Covid-19 no va sustituir inmediatamente lo que es el trabajo tradicional, en cuanto a ir a una oficina de forma física”, comenta Schiavi, pero sí se discutirá el hecho de si es necesario o no estar las ocho horas en la oficina. “Lo que se mide es la productividad y no estar frente a una máquina haciendo nada solo para cumplir horario”, agrega.

El aprovechamiento del tiempo y la optimización de los empleos es un aspecto que Miguel González, ingeniero eléctrico y especialista en internet de las cosas, destaca como una necesidad que la emergencia sanitaria evidenció: “Esta crisis desnuda las falencias de las empresas en términos de automatización y digitalización de los procesos”, porque el coronavirus generó la ausencia de personal de un día para el otro y recién ahí las empresas entendieron todas las tareas que podrían ser reemplazadas fácilmente por una máquina.

“Yo trabajo en una empresa que da soluciones de Internet of Things (IOT). La gran mayoría de nuestros clientes que decidieron invertir en su momento en esta tecnología, ahora con esta crisis no tienen problemas porque están monitoreando los procesos de sus empresas desde su smartphone”, cuenta González. Dependiendo del rubro, accionan válvulas, prenden y apagan interruptores, incluso pueden controlar las temperaturas de heladeras en un supermercado. Así se genera una eficacia en términos económicos (mayor ganancia en el menor tiempo posible), pero también en términos de ecología porque los recursos son finitos y, de este modo, no se desperdician.

Juan Mercant y Alejandro Perroni, integrantes del Observatorio de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Católica, coinciden en que hay un cambio cultural que viene a nivel global. Las personas están teniendo una mayor preocupación por el cambio climático, la energía limpia y el impacto de la gestión energética sobre el medio ambiente en general. También perciben una tendencia hacia la búsqueda de procesos más eficientes: “En temas de digitalización, cada vez vamos a tener más algoritmos y devices en nuestros hogares y empresas que tomen decisiones energéticas por nosotros”.

Esto es parte de un grupo de macrotendencias en el ámbito energético que vienen en crecimiento hace ya varios años. A la descarbonización la acompañan otras, como la autogeneración de energía, la sobreoferta de petróleo y el uso de vehículos eléctricos. Mercant y Perroni aclaran que no creen que la pandemia vaya a afectar su desarrollo. Estas macrotendencias estaban tomando su lugar en el mundo de la energía y continuarán su camino, más allá de las consecuencias que genere la irrupción de este coronavirus. En cualquier caso, podrán tener un aceleramiento típico de este tipo de eventos, como también podrían serlo los desastres naturales.

Más dispositivos, más internet, más tecnología. Hacia ahí vamos, pero no todos abrazan este cambio. Jimena Folle, magíster en Educación, facilitadora de proyectos educativos y asesora pedagógica, dice que la pandemia puede llevar a la confusión de creer que la educación a través de herramientas tecnológicas, y a distancia, puede reemplazar lo presencial.

“Eso sería un error grave porque la educación tiene que ver con conexión humana y con que eso que nació ser humano devenga en persona. Y solo deviene en persona cuando hay otro que colabora en esto. Entonces, puede haber un error y puede haber muchos intereses económicos, porque podemos ver grandes organizaciones que traen la solución mágica de que te pueden dar todo el currículo en estrategias online”, advierte.

Folle entiende que ese riesgo lo corren sobre todo los sistemas educativos que tienen “el mal hábito” de enfocarse en lo curricular y reducir la educación a la entrega o delivery de contenidos, donde un maestro enseña pero no le preocupa demasiado si el niño aprende o cómo aprende. Para ella, las herramientas tecnológicas no son el corazón de la educación sino solo una herramienta más, como en su momento lo fue el pizarrón. Y agrega: “La dimensión que tome (la tecnología en la educación) va a tener que ver con los paradigmas pedagógicos con los que continuemos”.

Los docentes no fueron los únicos que reinventaron su profesión, también los artistas debieron adaptarse. Estela Magnone, compositora y cantante, cuenta que la pandemia fue un gran golpe para los músicos porque la mayoría vive de los shows que dan en vivo y debido a la pandemia debieron cancelarse por tiempo indeterminado. Sin embargo, muchos cantantes decidieron hacer recitales por streaming para no perder el contacto con su público. Magnone confiesa que no ha hecho ninguno, pero que su comentario siempre es: “¡Qué raro esto de hacer un show sin nadie, sin aplausos!”. Confiesa que el contacto es bastante poco pero que, por lo menos, gracias a la tecnología los artistas pueden seguir ejerciendo su profesión en esta época de aislamiento social.

Cultura
Los artistas y su público reclaman la apertura de los espectáculos, porque con shows por internet no se sostienen. Foto: Fernando Ponzetto.

En la economía, la pandemia y el teletrabajo implican una “resignificación”, plantea Gili, que provocará algunos cambios. Primero, va a haber un sector de la economía en el que la distancia se va a mantener: restaurantes, viajes en avión, turismo. Sin embargo, hay otro sector en el que el contacto directo no es relevante para vender ese bien o servicio y que, por lo tanto, va a seguir funcionando.

“El riesgo está en cuánto del primer sector va a ser sustituido por este último, que no necesitará adaptarse a lo que la pandemia exige. Hay que esperar por si las nuevas realidades económicas de bienes y servicios son capaces de absorber el fuerte impacto que está teniendo la crisis en todos aquellos sectores que se sustentan en el contacto de las personas”, dice.

Comercios cerrados
La pandemia podría implicar la sustitución de un sector de la economía por aquellos que puedan prescindir del contacto. Foto: Gerardo Pérez.

Por otro lado, qué tanto cambiará el deporte es una incógnita. Alejandro Cappuccio, profesor de educación física y director técnico de Rentistas, no piensa que los cambios temporales establecidos por protocolo se vuelvan definitivos. “No creo que haya grandes transformaciones a nivel deportivo a raíz del coronavirus. Simplemente nos vamos a volver un poco más fríos y ‘europeos’ al mantener la distancia”, considera. Según Cappuccio, lo que uno acostumbra a ver en el deporte cuando viaja, dista mucho de la expresividad que suelen tener los sudamericanos en general. Eso, tal vez, podría cambiar.

A Francisco O’Reilly, profesor y doctor en Filosofía, le interesa hacer foco en la necesidad de recuperar el manejo de información. “Hay un vicio de hipercomunicación, y la comunicación tiene que ser verídica, concreta y clara. También hay un vicio de hiperconectividad: si no estás presente en el medio estás ausente, y si estás ausente no hay percepción de actividad. Comunicar no quiere decir que hagas cosas”.

Para él, la pandemia ha dejado en evidencia que “no somos personas capacitadas para enfrentar problemas con facilidad, más allá de que haya ‘héroes’ en la vida cotidiana”. Plantea: “Nos han dicho que no podemos salir de casa, pero parece que nos hubieran dicho que vamos a morirnos todos en cinco días”. En ese sentido, “somos una comunidad psíquicamente frágil”.

Pero por otro lado, el aislamiento “genera un enlentecimiento de la vida, una recuperación de otros tiempos que ya no estaban”, dice O’Reilly. “Esto nos lleva a darnos cuenta de que la vida tiene más densidad, que tiene más peso; que la vida tiene una profundidad que de repente la teníamos oculta en la vida cotidiana. Nos lleva a pensar qué estoy haciendo con mi vida”, afirma. “Tengo la esperanza de que aumente la reflexión filosófica, de que aumente la consciencia de que hay que pensar antes de actuar. Me parece que esta pandemia puede ayudar a ir un poco más hacia eso, y creo que la filosofía puede mejorar la perspectiva”.

Qué opinan los lectores de el país y qué les preocupa

Una consulta a los lectores de El País arrojó que su principal preocupación sobre cómo será la realidad post pandemia refiere a los cambios que llegarán en el plano laboral y a cómo solucionará el país estos tres meses de baja en la actividad económica. De hecho, una gran mayoría se preocupa por la falta de trabajo que existirá y otra minoría por tener un empleo que no sea de su agrado, debido a la falta de opciones que piensan se ocasionará a partir de la crisis. En el plano espiritual, un 5% de los que respondieron la consulta dice que ahora cambiaron sus creencias religiosas; algunos se volvieron fieles y otros dejaron de serlo. Frente a la pregunta de: “¿Qué es lo que más extrañás de tu vida antes del coronavirus?”, la mayoría comentó que extrañaba sus afectos y las relaciones, y se cree que la vida social no volverá a ser la misma luego de la pandemia.
#CoronavirusEnUruguay fue el hashtag más utilizado durante semanas, marcando así la tendencia de la conversación en Twitter, a lo que se sumaron variaciones como “Quedate en casa”, “Nos cuidamos entre todos” o “Covid19 en Uruguay”. El uso de redes se potenció gracias a las medidas de aislamiento que dejaron más tiempo libre a los usuarios para su consumo.

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