Vuelta al ruedo: esto dice el Turco Abdala

Más diplomático que soldado, y siempre preclaro en el discurso, Washington Abdala se despachó sobre el estilo del presidente Trump, la posición de Uruguay en el concierto internacional, de cómo encontró al país, y de los temas en los que hay que poner foco. Pasen y lean.

Washington Abdala
Washington Abdala.
Mayu Capote.

Luego de casi un lustro residiendo en Estados Unidos, el final de su misión como representante de Uruguay ante la Organización de Estados Americanos (OEA) propició la vuelta a casa de Washington Abdala (Montevideo, 1959). Durante aquel tiempo, y en concordancia con su actuación política de décadas, fueron temas centrales de su gestión, la firme condena al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, la defensa de los Derechos Humanos y el llamado a la acción de la comunidad internacional.

Ahora, a pocos meses de su desembarco en La Muy Fiel, el doctor en Derecho y Ciencias Sociales, doctor en Diplomacia, escritor, docente y ex dirigente político, recibe a PAULA con su habitual buena disposición para conversar sobre su experiencia ante el organismo internacional y sobre sus impresiones al sumergirse nuevamente en la realidad cotidiana de Uruguay.

Sobre su etapa en la capital estadounidense, Abdala reconoce que si bien ya había residido en aquella ciudad, esta ocasión le resultó mucho más intensa. “Estuve mucho más tiempo, y pude capturar el alma de esa parte del corazón del gobierno de Estados Unidos. Por otra parte, intenté entender la cabeza de los norteamericanos, que es mucho más compleja de lo que uno cree. Como todo pueblo, está cargada de mitología, identidades, escenarios multiétnicos. Washington es una ciudad que conocía bastante, venía trabajando ya hace cinco años, yendo y viniendo, pero no le tenía captado el pulmón. Me atrae mucho porque como a todo tipo que le gusta la política, y la política internacional, ahí pasa todo. Si uno está atento, las oportunidades que surgen en términos de vinculación con gente, son muy interesantes, sobre todo para un país pequeño como el nuestro, que lo único que podemos tener es capacidad de relacionarnos neuronalmente, porque nadie está esperando mucho de países pequeños”, comparte. En cuanto al día a día, Abdala no tuvo problema en adaptarse, y pondera el sentido práctico con que se rige el país. “Tienen todo lo que nosotros no tenemos en términos de facilitarte la vida: el tránsito, la convivencia, el respeto incluso a tu propio ámbito físico. El país está diseñado de una forma en que funcionan las cosas. Para la familia, la transición fue más relativa. Diría que lo fue transitando. Con mi hijo fue muy fluido porque era chico. Para mi esposa fue más complejo; nos agarró en la pandemia y tuvimos que hacerlo medio gradual. Mi hija iba y venía porque estaba terminando la carrera acá, y no queríamos complicarla”, recuerda.

“Antes trabajé mucho en Centroamérica y viajaba a Guatemala, Honduras, y Belice, donde el tema de la seguridad era pesado. En esos años yo decía ‘Uruguay no va a tener estos problemas’. Pero después vas viendo cómo el tema avanzaba y se instalaba”.

–¿Cómo es el Estados Unidos del presidente Trump? ¿Qué es lo que más destaca del cambio de administración?
–Creo que se puede secuenciar en Trump 1, Trump 2, y en el medio, el período demócrata. Diría que es todo un ciclo: en su primera administración, Trump va buscando consolidar poder. Luego, la administración demócrata es como toda administración demócrata: heterogénea, diversa, y no con una necesaria centralidad, sino con un menú abierto, lo que hace muy difícil capturar la narrativa. Lo digo con respeto porque uno es exógeno y no tiene por qué estar a favor ni en contra de nadie, pero el relato demócrata es mucho más transversal y más difuso. No quiero utilizar la palabra wokista porque me parece que es innecesaria, pero en algún sentido, algo refiere. Y el Republicano, como partido, es mucho más organizado. Tiene cosas más claras, pero Trump no es un republicano al cien por ciento. Funciona con un nacionalismo muy propio, una concepción del Estado particular y un anhelo muy feroz por volver a lograr el protagonismo de Estados Unidos. Esa es su centralidad. Justo escribí un articulito para Infobae en el que explicaba de manera muy genérica que hay que entender que todo lo que él hace a nivel comercial, tarifario, es político. No es ‘yo quiero tener una ecuación con tal país o tal región’. El tipo tiene en la cabeza ‘yo estoy compitiendo con China, que viene en un crecimiento sostenido en los últimos 30 años, y Estados Unidos viene en un descenso en los últimos 30 años. Estoy en este punto donde me tengo que replantear el desafío de vincularme con ellos’. Puedo hacer un símil con (Ronald) Reagan cuando hizo algo parecido mirando a Rusia. Solo que Reagan era otra artillería y tenía otro partido por detrás. No importa, pero los momentos históricos que les tocan a estos líderes, muchas veces, se decantan en cómo pararse en el escenario. Entonces, Trump está mirando a China casi que de manera permanente, prescindiendo de Europa, tirándole de la oreja, medio enojado, diciéndole ‘si querés que te haga el servicio de cooperar con tu OTAN, poné al 5 por ciento’ (se refiere al porcentaje sobre el PBI que cada país miembro de la OTAN debería alcanzar en su gasto en Defensa). Ese es un poco el escenario. Es interesante porque a los norteamericanos en general, los temas de política internacional parecen no llegarles, no les permean. Hasta que en algún momento sí, como, por ejemplo, en la guerra de hace unos días. Trump no es un tipo muy afecto a ir a los conflictos, sin embargo se introduce en el conflicto Israel-Irán, y lo hace de manera definitiva para tratar de desbalancear el escenario. Mi teoría es que él tiene una hoja de ruta que uno podría intuir, pero que no es predecible ni previsible, y que cuesta mucho verla en el día a día. Los que mejor lo ven son los mercados; los mejores analistas en materia geopolítica son los mercados. Uno mira la plataforma de Bloomberg y puede leerlo a Trump, y percibir cuándo va a hacer una cosa u otra, porque se anticipan los mercados; hablo de los mercados financieros.

–En el marco de su actuación en un organismo internacional, ¿cómo se ve a Uruguay desde afuera?
–Uruguay siempre tiene una ventaja y es que lo conocen poquito, pero cuando lo descubren, advierten que es un país con relativa cohesión social; con una paz instalada hace mucho tiempo; con certidumbre jurídica; con alternancia democrática, y con valores en términos de lo que somos como democracia, que parecen bastante afirmados. Creo que de afuera se ve muy bien. De repente desde adentro, cuando uno hace el escáner, logra encontrar unas grietas y algunas perforaciones (se ríe), pero es parte del menú tratar de que el país luzca lo mejor posible.

Washington Abdala
Washington Abdala.
Mayu Capote.

–¿Lo logramos?
–Creo que sí, que lo logramos porque nos salva la comparación. No quiero ser malo, pero si Uruguay estuviera en Europa tendría indicadores sumamente mejores. Lo que pasa es que la región no ayuda: Brasil y Argentina. Lo digo con todo el cariño y el respeto, pero el Mercosur no siempre nos favorece, entonces no tenemos el despegue que podríamos tener. Este mismo país, con estos mismo tres millones y medio de personas, instalado entre Portugal y España, hoy no tendría problemas. Pero claro, en esta región volátil, eternamente efervescente, muy adolescente… Uno mira los comportamientos regionales y es un continente que no tiene la capacidad de comprender que lo ideológico es irrelevante. No hablo de todo el continente, pero solo América del Sur -saquemos a Venezuela que es un desastre y no califica-, no importa si son derechas o izquierdas, no logra entender que el mejor camino es la cohesión, el entendimiento.

–¿No logra o no quiere entender?
–No lo entienden. Individuos como Petro, por ejemplo, en Colombia, no creo que tengan la vocación de entender. Hay mucha gente instalada en su pequeña iracundia ideológica. El propio Lula vive en su mundo; ahora se pelea con Estados Unidos, pero el intercambio entre Brasil y Estados Unidos es bajito, es entre 1,5 a 2 por ciento. Entonces, sí, le mueve la moneda a Brasil un poquito, pero puede darse ese lujo porque es un país muy autárquico, muy encerrado en sí mismo; otros países no.

–¿Uruguay?
–Uruguay no; tiene que tener mucha mesura siempre, tiene que ser muy lúcido porque necesita de todos los mercados; de Estados Unidos, de China, de Brasil...

–Aquello de que los países no tiene amigos, tienen intereses...
–Y sí. En todos los países es así, pero Uruguay tiene que hacer el ballet perfecto. No tiene margen para hacer una contorsión de más. Como dicen los españoles en la jerga de las corridas de toros. Yo no sé nada, pero aprendí el concepto porque es el nombre de mi esposa: no podés hacer una ‘verónica’ (esperar la embestida del toro de frente con el capote extendido) porque si se te va de mambo, el toro te arrasa.

Washington Abdala
Washington Abdala.
Mayu Capote.

–¿Podemos estar bien con todos?
–Podés hacer el esfuerzo de estar bien con todos pero tenés que tener claro, como decía Jorge Batlle, que hay algunos países con los que tenés que tomar alguna opción, y que no se ofenda nadie. Este es el continente, esta es la región. A mí no me parece mal que se busque mayor recorrido y más oportunidades con Estados Unidos. Creo que hay mucho para crecer, en tecnología, en conocimiento... Hay un detalle interesante; a veces se habla de dónde está el poder de Estados Unidos. El poder de Estados Unidos es bélico porque tiene trece portaviones, bombas atómicas y cinco mil y pico de ojivas nucleares. Yo creo que no. Entonces, el poder es el dólar porque es la moneda de más transacción. Yo creo que tampoco. Para mí, el poder de Estados Unidos está en el conocimiento. Lo que tienen los gringos es conocimiento. Son 330 millones de tipos que tienen 4.500 universidades. Si hacemos la cuenta, cada 70 mil personas hay una universidad. Y estoy incluyendo a veteranos, que no debería, así que probablemente sea cada 50 o 60 mil personas. En Uruguay, donde somos tres millones y medio, ¿cuántas universidades tendrían que meter para 60 o 70 mil personas? ¡Ahí está la clave de los tipos! Los gringos preparan el conocimiento, forman, se despegan. En todo lo que es medicina están despegados, en tecnología también.

–Hace un momento se refería a Venezuela, que fue un tema al que se volcó de lleno durante su misión en la OEA. ¿Hay avances?
–Sí, hay avances. La dictadura está cada vez más acorralada, esta es una decisión que va a durar menos de lo que ellos creen. Maduro y toda esa narco-dictadura que lo rodea... Es muy probable que tenga cada vez más, tiempos exiguos, y yo creo que hay que seguir presionando a todo nivel, en todos los ámbitos y en todos los territorios. Por eso no entiendo cuando acá hay gente que es elíptica, o mete combas, o tiene temor a decir ‘estos señores son una dictadura’. Me parece que es inmoral no hacer ese planteo frontal, y es cobarde no decirlo. Además, me duele mucho porque cuando yo viví una dictadura, le pedíamos al resto del continente que nos ayudara con ese tipo de reflexiones.

–Luego de estar viviendo fuera un tiempo y con la distancia que eso impone, ¿cómo encuentra al país?
–A ver, esto no me va a generar muchas simpatías, pero yo siempre creo que las cosas van para mejor. Digo esto de las simpatías porque hay gente que quiere que uno diga ‘no, esto está todo mal’. Soy de los que cree que siempre estamos mejorando. A veces, con algunos gobiernos más, con otros menos, según lo que uno quiera, pero para mí hay mejorías en términos de inversión, en términos de vivienda. Me impacta la cantidad de edificios que hoy tiene la capital. Yo, que soy un tipo que hace bastante deporte, estuve buscando canchas de picketball. Hay dos o tres nomás, y le preguntaba a los tipos con los que juego. ‘No hay terrenos’, me dicen. No hay terrenos porque se edificó todo. Ves que hay inversión inmobiliaria. En términos de residentes extranjeros también; yo soy de ir muy poquito a Maldonado, pero todos te dicen que hay más inversión y que Maldonado ha explotado. También me da la impresión de que hay un mundo de pequeños emprendedores. Me llama mucho la atención. Ayer estaba por la zona de la Facultad de Humanidades y miraba todas esas cafeterías. Me dirán que estoy haciendo una lectura muy de clase media. Puede ser, y de repente, los sectores más humildes no la tienen fácil...

–¿No hay el famoso derrame?
–Yo creo en el capitalismo, y creo que el capitalismo tiene algunas claves, que son, por un lado, que el Estado no tenga un gran volumen. A lo largo de los últimos 40 años, el Estado uruguayo acumuló gran volumen, tejido adiposo. Creo que ese camino no se ha recorrido, y parece muy probable que en algún momento haya que hacerlo porque lo otro, que se ve en el mundo, es que los países se siguen endeudando por encima de los porcentajes que tienen que tener en relación con el Producto Bruto, y eso es temerario. En algún momento la economía se te puede desfasar y podés distorsionar tu propia moneda, como sucedió con aquellos australes pre-Menem. No digo que a Uruguay le vaya a pasar, porque tiene una línea de conducta bastante centrada. Pero no hay que tironear demasiado de la piola y creer que el Estado es una fuente inagotable de riqueza. Como histórico batllista, que a estas alturas ya soy un coalicionista liberal, ya no siento esa vocación que sentía de joven, de que el Estado le va a resolver la vida a Juan. El Estado le va a resolver la vida a mucha gente si por lo menos no se mete en algunas cosas que no se tiene que meter. Si no le gasta el dinero al ciudadano en cosas que son inconcebibles, en actividades que no corresponde. No es que esté mileístico porque no lo estoy, pero estoy mucho más ordenado en materia fiscal. Aprendí eso.

Washington Abdala
Washington Abdala.
Mayu Capote.

–Habló de la coalición, ¿tiene futuro?
–La coalición tiene la obligación de existir si se entiende como algo profundo, un escenario de identidad republicana; de identidad en materia del buen pensamiento liberal; una concepción de democracia que se siente desde este territorio, y que no necesariamente es la misma lectura que hace el partido de gobierno. Un escenario donde además, estando coaligados hay más chances electorales. Lo pongo en cuarto lugar, pero es relevante. Hubieras obtenido el senador número 16 y en la primera vuelta se hubiera ganado Río Negro y Lavalleja, y te hubieras parado con mucha más fortaleza para arrancar. A ver, hay un montón de gente que saca sus banderas. ¡¿Cómo les van a afectar su identidad con Batlle y con Rivera, o con Wilson y con Herrera?! No, nadie va a afectar nada. Todo eso va a comulgar por detrás de un gran sentido comunitario. O se entiende eso, o relegás a opciones que tienen un talante distinto, que tienen una reflexión diversa, y que no tienen esas matrices históricas. Me parece que el talento es tratar de conjugar todo. Blancos, colorados, partido Independiente y otros, ya no tienen esa enemistad del siglo anterior. Lo digo con mucho respeto, pero me parece que las recordaciones de blancos y colorados son todas muy valiosas, pero el presente y el futuro es más importante. Creo que si preguntás, el 80 o 90 por ciento de la gente va a decir ‘dejense de jorobar, ¡por favor!’. Claro que de los dos lados hay Jeremías, y gente que se rasga las vestiduras sintiendo que va a perder poco menos que el sentido de la existencia. ¡No va perder nada! Va a ganar consistencia, volumen. Además, hay que aprender que del otro lado hay gente con pensamiento antagónico: vertientista, socialista, comunista, tupamaro -toda gente con heterodoxias, algunos casi que con odios históricos-, lograron tener un lema común. Y acá, que se supone que compartís ideas, porque pregunto: ‘¿hay mucha discrepancia en cuanto al pensamiento económico? Mucha, no. ¿En el pensamiento, en materia de separación de poderes? Creo que no. ¿En materia de Defensa? A mí me cuesta ver las diferencias, pero para alguna gente es como que le viene un temblor’.

–¿Cómo evalúa el interés de las generaciones jóvenes?
–Veo un formato nuevo de participación: el de las redes sociales. Ahí la gente milita, y mete Twitter, y no sé cuánto. Es medio loquero y yo trato de no darle mucha bolilla, aunque me va muy bien en las redes. Me parece que hoy, la primera militancia está allí y hay que saber cómo manejarla. Después, hay grupúsculos militantes que tienen mucha emocionalidad, pero no sé si logran lo que decía Jaime Duran Barba: salir del círculo rojo, que son esos 200 o 300 mil tipos, que andamos alrededor de estos temas, cuando hay un país de tres millones y medio. O sea, que dos millones largos están en otra cosa. Vos preguntás el nombre del ministro de turismo o cómo va el proyecto de eutanasia, y no hay idea, pero si preguntás sobre el lío de Wanda Nara-China Suárez-Icardi, te lo cuentan todo de memoria en tres segundos. Lo digo con respeto y hay que aceptar esa realidad. No hay que enojarse con ella.

–A cinco meses y poco de haber asumido el presidente Orsi, ¿cuáles considera que son los temas más imperiosos que atender?

–Para mí, sigue siendo entender que los países avanzan si vos le mejorás la calidad de vida a la gente. Mejorar la calidad de vida de los uruguayos 2.2 es aumentar el nivel de inversión externa, y para eso tenés que ser un país híper-confiable y tenés que salir a seducir. Te tenés que tragar algún sapo como decía (Raumar) Jude, un político colorado muy gracioso y muy respetado. ‘¡No te tenés que tragar un sapo Turquito, te tenés que tragar tres!’, me decía (se ríe). Te tiene que gustar el Mercosur en toda su dimensión, y aunque no te guste Milei, porque es evidente que el gobierno no tiene química con Milei, es el presidente de los argentinos. Y si los de la coalición no simpatizamos demasiado con Lula, tenemos que aceptar que es el presidente de Brasil. Orsi, si quiere entender su rol, tiene que saber que no es el de ir a un lado y a otro como convidado a tomar el té. Tiene que tratar de ayudar, de conciliar, y sacar él el beneficio. No jugar de visitante, sino de locatario, meterse y tomar las riendas. Me parece que allí, si países como Uruguay y Paraguay logran entender su rol de conciliadores, les va a ir bien, en vez de pendular hacia un lado o hacia el otro. Nadie se los está pidiendo; nadie está pidiendo que se reúna con (Pedro) Sánchez y que vayan a retiros espirituales, y crean que ahí les va fenómeno haciendo zen. No es eso. El presidente tiene que trabajar para todos. Esa es la exigencia para un presidente: que trate de mitigar todo lo que es ideológico. Si cae en la ideología y se le ve que tira para un lado, se equivoca.

–¿El ciudadano no lo penaliza?
–Habrá que esperar. Esto está arrancando y creo que Orsi va madurando de a poquito. Días atrás, con la cuestión de los pasaportes, hubo una especie de arremetida del Ministerio del Interior y de Cancillería, y el Presidente tuvo la capacidad de mirar desde arriba y entender que hay que resolverlo. No importa que Cancillería o el Ministerio del Interior digan ‘tengo razón’. Hay un pasaporte que te lo están tirando por la ventana, y hay que solucionarlo. No se vota a la gente para que mande una comisión y reflexione, y vea qué va a hacer, se la vota para que resuelvan los temas.

“Podés hacer el esfuerzo de estar bien con todos pero tenés que tener claro, como decía Jorge Batlle, que hay algunos países con los que tenés que tomar alguna opción, y que no se ofenda nadie”.

–A fines de los 90’ y comienzo del nuevo siglo, cuando hablaba de las preocupaciones de la gente, hacía referencia que la seguridad no ocupaba un lugar relevante. ¿Qué pasó?
–Eso es latinoamericano y es muy grave. Antes trabajé mucho en Centroamérica y viajaba a Guatemala, Honduras, y Belice, donde el tema de la seguridad era pesado. En esos años yo decía ‘Uruguay no va a tener estos problemas’. Pero después vas viendo cómo el tema avanzaba y se instalaba en Colombia, en Ecuador... El año pasado, cenando con Patricia Bullrich en Washington, me dijo ‘no se están dando cuenta. Mirá Rosario, y vas a ver que el proceso en Uruguay puede tener un grado de mimetización. Esto viene de hace mucho tiempo, y ustedes no lo están logrando escanear. Creen que no les va a pasar’.

–Para los rosarinos fue un shock.
–Por eso estaba muy bien el ejemplo, los rosarinos tampoco se lo imaginaban y de un día para el otro se encontraron con que estaban tomados por el tema. Es muy difícil y es verdad, requiere lo que dice todo el mundo: un enfoque desde varios ángulos, desde varios territorios, no solo desde el Ministerio del Interior. Creo que también requiere una narrativa distinta porque hay como un juego muy tonto. Tenés la hipótesis A: inflás el punitivismo penal, aumentás las penas, y creés que con eso intimidás al delincuente, a los narcos. O tenés la hipótesis B: reforzás estrictamente los procesos de rehabilitación que mandata la Constitución, y trabajás en la profilaxis del delito. Lo más probable es que sea un combo. Es probable que la pirámide delictual haya cambiado, hay delitos mucho más aberrantes, que antes no teníamos tanta consciencia. Toda la parte de delitos sexuales y de los consumos adictivos se ha vuelto un infierno. Creo que nos pasa a todos: ir por la calle y ver gente muy fuera de foco, sin que tenga que ver con una patología especial, sino con consumos jorobados.

Washington Abdala
Washington Abdala.
Mayu Capote.

–¿El MIDES está preparado para ese rol?
–Tengo la sensación de que el MIDES se ha ido perfeccionando, que ha ido generando gente más idónea. No tengo información muy exhaustiva, lo seguía un poquito a la distancia. Me da la impresión de que mejoró mucho con Martín Lema y que llegó a una zona de mucho involucramiento. Desconozco si este MIDES de hoy está acelerando, pero claramente no va a ser el único actor. Repito, probablemente en países como el nuestro, si tomás todo como responsabilidad de una sola cartera, no salen las cosas. Hay que tener enfoques mucho más pluri-integrales y tratar de entender que el involucramiento de la sociedad civil es imprescindible. Hay que crear consciencia en la sociedad civil de cómo cooperar con los decisores, con los mandos intermedios. Es un camino que se puede recorrer. Hay países que lo hicieron; en Colombia, a ciudades como Medellín, en algún momento le fue muy bien, y lograron la luz.

–Se refiere al alcalde no político, un matemático que transformó la ciudad en la década del 2000.
–Ese mismo, no recuerdo el nombre, fue un alcalde sensacional. El tipo miraba desde otro lugar. Los gringos utilizan eso también, el pensamiento por fuera de la caja. Acá, en general nuestras élites políticas tienen un pensamiento muy adentro de la caja, muy ensimismado y siempre son grupos más o menos parecidos. Lo escuché a Radi ayer, diciendo algo muy interesante sobre cómo el pensamiento racional hasta los 80’, se fue abandonando en una parte de la humanidad, y entró este pensamiento perceptivo, intuitivo, emotivo.

–Medio mágico...
–Medio mágico, pero hay que bajar a la realidad. No digo de volver a lo otro porque creo que nunca hay que volver al pasado, pero lo racional es lo racional. El otro día en un partido de fútbol, una bengala detonó sobre un policía y lo dañó enormemente. No es un tema menor y es recurrente, o sea que hay un patrón más o menos regular en los eventos multitudinarios público-privados; entonces hay que tener formas de detectar el problema. Es igual que una enfermedad.

–¿Cuál sería el rol del ciudadano hoy?
–Es otro ciudadano el de esta época: no tiene tanto deseo de participación porque le pide más a la propia sociedad en su conjunto. Está mucho más informado, aunque bajo otras pautas y mecanismos. A los chicos, las redes sociales les permiten detectar el latido de la sociedad. No leen con los códigos con que lo hacíamos nosotros; los clásicos como Cervantes o Shakespeare. Los tipos decodifican imágenes y están cuatro o cinco horas diarias en promedio, escroleando. Esa es la sociedad que viene: una en la que la TV va languideciendo, y va aumentado el nivel de incidencia de las redes sociales. La sociedad tiene como burbujas de globalización, y esto le pega un golpe mortal a esa mirada de la izquierda de la lucha de clases. Lo digo con respeto pero la burguesía, la aristocracia, el proletariado, está todo pulverizado y mezclado. Encontrás tipos de un barrio y de otro que tienen vidas con zonas en común, hay cruzamientos, y eso es muy interesante y muy policromático. Dicho en español: el ciudadano hoy pide más, pero hace menos.

Washington Abdala
Washington Abdala.
Mayu Capote.

–¿Los Estados entienden eso?
–Los Estados ya no tienen la fuerza que tenían antes, entonces hay que decirle la verdad a la gente. ‘Esto es re antipático, me voy a comprar problemas, pero te lo tengo que decir. No voy a poder pagar las jubilaciones, quizás dentro de los próximos 50 o 60 años. Voy a estirar esto todo lo que pueda, voy a darle toda la viabilidad’, pero cambió la expectativa de vida, la tasa de natalidad y los regímenes de relación pasivo-activo. Lo que está haciendo siempre es poner mecanismos sustitutivos de enganche. ‘Arreglo esto, ahora arreglo la Caja Profesional, pedimos una plata a los pasivos, pedimos al Estado’. Bueno, pero digan la verdad. Cambia el contrato social: el contrato Rousseauniano que establece gobernantes-gobernados, representantes-representados, es otro. Si no, el que haga política o quiera comunicar el destino de un pueblo, lo va a estar engañando, y se supone que las democracias transparentan todo. ‘Señores, las generaciones jóvenes de hoy tienen que proyectarse con otros métodos probablemente, porque van a vivir y a trabajar mucho más’. Va a contrapelo de la ciencia sostener que hay que achicar la edad jubilatoria. Hoy se vive más, los septuagenarios, los octogenarios, están perfectos, están lúcidos y activos. ‘¿Qué hacemos? ¿Los despedimos, los ponemos en residenciales?’ ¡Yo creo que no! Al contrario, hay que aprovechar esa fuerza activa. Los seniors tienen alguna que otra experiencia para compartir. Yo soy muy ubicado, el liderazgo es de la gente joven, eso hay que entenderlo. Veteranos que quieren hacer de prima donna me parece un desubique; pero aprovechar a aquellos que alguna película vieron, y que algún gol en contra se comieron, me parece que pueden ser muy interesantes.

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