Nelson López

Que el cuerpo hable

Ingresó al Cuerpo de Baile del Sodre a los 19 años, prácticamente recién graduado en la Escuela Nacional de Danza de la misma institución. Había obtenido la segunda mejor calificación de su generación. Un año más tarde se le presentó la oportunidad de ser parte de la compañía argentina Iñaki Urlezaga & Ballet Concierto. Nelson López no lo dudó; con coraje, y también con la ingenuidad propia de la primera juventud, dio el salto. Renunció al trabajo que recién había conseguido, armó las valijas y se fue.

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Nelson López

Empezaba no solo a cumplir un sueño, también a experimentar las responsabilidades de la vida adulta, comparado con otros chicos de su generación, a muy temprana edad. Hacerse cargo de esa decisión implicó no sólo compromiso con el trabajo, sino además, buscar dónde vivir en una nueva ciudad, aprender a administrarse, hacerse cargo de las tareas domésticas. Todo, de un día para el otro.

Con aquella compañía bailó en Asia, Europa, Sudamérica y Estados Unidos. En 2011 volvió a Uruguay y se incorporó al Ballet Nacional del Sodre, bajo la dirección del maestro Julio Bocca. En ese periodo recorrió gran parte del repertorio clásico, y el contemporáneo, interpretando obras de grandes coreógrafos como George Balanchine, Nacho Duato o Sharon Eyal.

Un nuevo viraje llegó en 2020 cuando la compañía alemana Deutsche Oper am Rhein, actualmente bajo la dirección del coreógrafo Demis Volpi, lo contrató como solista. Esa compañía estatal, compartida entre las ciudades de Düsseldorf y Duisburgo, está considerada entre las más importantes de Alemania y una de las principales en cuanto a teatro musical y danza, de Europa.

A punto estaba Nelson de partir a cumplir con una de sus jornadas laborales cuando compartió con PAULA por videollamada, un resumen de su trayectoria de vida hasta la fecha. “Me siento orgulloso de haberme ido de mi casa siendo muy joven con toda la seguridad del mundo. Me ofrecieron el contrato y al día siguiente hice las valijas. Mi mamá estaba en shock, pero me fui a hacer mi vida de adulto. Ni pensé lo que eso quería decir. En un segundo, o tercer capítulo de mi vida, volví a Uruguay y estuve diez años. Quería bailar con producciones gigantes, de esas en que se levanta el telón y la escenografía es espectacular, con 80 bailarines. Ese fue otro sueño que cumplí y se dio en mi país. Estoy orgulloso del ballet nacional, es mi casa y en algún momento, de alguna forma, voy a volver. Todo se dio así: una cosa llevó a la otra y de repente, estoy aquí. Ahora, si miro hacia atrás, veo que es impresionante. La cantidad de obras que bailé, los maestros con los que trabajé. En su momento no tomé en cuenta la dimensión. Era lo normal”. Algo así le ocurre ahora mismo, vive el presente, sin analizar su magnitud.

Cada mañana, de lunes a sábados, se levanta temprano, cumple con sus rutinas personales y sale rumbo al trabajo. La Deutsche Oper am Rhein tiene un edificio independiente al teatro, donde se realizan los entrenamientos y los ensayos. Nelson vive a diez minutos de allí.

Este 2024, después de cuatro años de ausencia, regresó a Uruguay. Se reencontró con los afectos, recorrió rincones de la ciudad que añoraba, y comió todos esos platos que trae a la memoria la nostalgia de vivir lejos de la tierra natal. Nelson, que es de los que disfruta incorporándose fácilmente a una nueva cultura, ha sentido altibajos en Alemania. Algunas conexiones, con el idioma o los vínculos interpersonales, por ejemplo, no han sido tan fáciles como esperaba.

De esas experiencias, y de bailar que es su métier, habló en enero pasado en una clase magistral en Montevideo que fue coordinada por Lucía Chilibroste en MAD, Escuela de Música, Actuación y Danza. “No solo lo cultural es diferente, las dinámicas del propio trabajo también lo son. En Uruguay se baila un repertorio clásico que se ensaya mucho y tenemos cinco estrenos al año. En Alemania, en general, se elige un tema, un determinado hilo conductor, y se presentan tres obras, la mayoría de las veces de diferentes coreógrafos, muchas con diferentes estilos que se combinan. El enfoque no está puesto en la perfección de las líneas y las formas; eso de que todo tiene que ocurrir al unísono; importa más el cómo se hacen los movimientos que la forma final, y entonces cada uno tiene su manera propia de hacerlo, y todas están bien. Se intenta potenciar la calidad del movimiento de cada uno. Las obras se preparan mucho más rápido porque tenemos muchos más estrenos por año. A veces son hasta 14 obras”. Su estreno más reciente en Europa fue True Crime: tres obras, tres coreógrafos y un tema en común.

Nelson, que llegó a ser bailarín “de manera fortuita” -no fue un niño que soñó con eso, sino que fue descubriendo el camino de a poco-, se prepara ahora para un futuro a mediano y largo plazo. Consciente de que al cuerpo cada vez le exige más para realizar lo mismo, comenzó a prepararse para seguir en la escena, pero desde otros espacios. Comenzó por tomar cursos de especialización en distintas áreas, como diseño de escenografía y vestuario; o, el más reciente, Tecnicatura en Gestión Cultural de CLAEH, en su modalidad online. “Fue todo aleatorio”, cuenta al mirar retrospectivamente su camino.

“Siempre tuve interés e inclinación por el arte. Tomé clases desde cerámica a pintura. Lo más formal que encaré fue el piano. Estudié durante cuatro años, y cuando mis padres después de mucho esfuerzo, me compraron uno para que practicara en casa, les dije que quería bailar”. Como las clases eran en el conservatorio una vez por semana, descubrió allí que no quería dedicarse a la música a través de un instrumento, sino que fuese su propio cuerpo el que se sintiera interpelado.

www.operamrhein.de/en/about-us/ballet

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