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Lo que dejó el agónico triunfo de Uruguay ante Ghana por penales

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Abreu celebra el gol ante Ghana en el Mundial de 2010. Foto: Gerardo Pérez.

SUDÁFRICA 10 AÑOS

Hace 10 años, la selección del maestro Tabárez enfrentaba al único africano que seguía participando de la competencia en un partido que tuvo un final apasionante.

Es como si el destino quiso que fuera de esta forma. Casi igual que aquella vez. Con alargue. Y en esta ocasión con un dramático agregado: la definición por penales. Pero fue así. Parecido. Agónico. Como en aquel entonces, cuando Luis Cubilla “inventó” un centro en la prórroga contra los rusos, ahora una locura por estilo de Sebastián Abreu, que en el último remate de la serie de cinco decidió “pinchar” la pelota para hacerla entrar suavemente, mientras el arquero ghanés se desparramaba contra un palo, terminó de meter a Uruguay entre los cuatro mejores del mundo, como hace 40 años.

¡Qué locura! ¡Qué tremendo! Y qué justo, aparte, porque —sacando ese otro penal que Ghana erró cuando expiraba el tiempo reglamentario— Uruguay fue más, estuvo más cerca de ganar. No pudo ser, pero quizá fue el destino, que quiso que Abreu se hiciera pasar por Cubilla y así, con el corazón de tres millones de uruguayos golpeándoles la garganta, metiera a “la Celeste” en las semifinales del Mundial.

El primer tiempo, dentro de un marco de imprecisión casi general, transcurrió partido en dos mitades, que medidas en materia de tiempo no fueron iguales, porque fue más extenso el predominio de los celestes. En ese sentido, fue claro que los celestes estuvieron, si no a punto de ponerse en ventaja, muchísimo más cerca de lograrlo que su adversario, que más impreciso aun que cuando el conjunto dirigido por el maestro Tabárez trató de desdoblarse por las bandas, por donde “Maxi” Pereira y Fucile carecieron de la claridad acostumbrada, apenas si consiguió armarse como para pasar el medio en dos oportunidades.

En ese período quedó la sensación de que únicamente era cuestión de que Uruguay afinara la puntería y embocara a los africanos. Sin embargo, no fue así y a partir de los 25’, con mayor cuota de acierto en los pases, procurando llegar por la derecha y, fundamentalmente, tratando de no pasar por la zona central del campo de juego, donde en los partidos anteriores la dupla de Diego Pérez y Arévalo Ríos se había constituido en una muralla, Ghana empezó a sacarse a los celestes de encima, a inclinar la cancha para el área contraria.

Se dio vuelta todo en un rato porque, además de la salida de Lugano por lesión, que no incidió mucho porque con Scotti la zaga siguió firme, el zapatazo de Muntari para poner a Ghana en ventaja surgió en un pasaje en el que parecía que el mediocampo celeste entraba a sentir el enorme desgaste realizado en el partido con los coreanos.

Diego Forlán celebra su gol en el Uruguay-Ghana. Foto: Archivo El País.
Diego Forlán celebra su gol en el Uruguay-Ghana. Foto: Archivo El País.

Ahí, sin embargo, en el entretiempo, entró a jugar Tabárez, que sacó a Fernández, puso a Lodeiro en la izquierda, pasó a Cavani a la derecha y, si bien el “Nico” no gravitó demasiado fue más encarador que el “Flaco” en la salida hacia campo adversario y, con eso y la resurrección física de Uruguay, otra vez se dio vuelta la cancha.

Ahí, entonces, con Ghana controlado, el técnico celeste “se jugó” la ropa ya que, en lugar de poner a un contragolpeador veloz, corredor, como podía ser Sebastián Fernández, puso al “Loco” Abreu y llegó a jugar con tres, en vez de cuatro volantes, y por pasajes llegó a hacerlo con un terceto atacante.

Muslera en el partido Uruguay - Ghana, mundial Sudáfrica 2010. Foto: Gerardo Pérez

Así dominó Uruguay, tuvo constreñido a Ghana en su cancha, pero no pudo embocarlo. Entonces, aunque Tabárez al poner a Abreu por Cavani se jugó a ganar, se fueron al alargue, donde se emparejó de nuevo el trámite, hasta que llegó ese final angustiante, dramático: rebotes en el área celeste, penal y expulsión de Suárez por sacar con la mano una pelota que entraba y el travesaño que salva a Muslera.

Así, pues, se fueron a los penales. A la emoción contenida, mientras el corazón golpeaba en la garganta. Entonces, primero apareció Muslera para atajar dos. Hasta que llegó el último y, tal vez el destino quiso que Abreu fuera el encargado de patearlo.

Porque el minuano se mandó otra locura como la que hizo Luis Cubilla en 1970 contra los rusos, y decidió ¡pincharla! ¡Ay, “Loco”! ¡Qué bárbaro”! ¡Ay, “Loco”! No fue él solo, fueron 13 leones, claro; pero esa locura metió a Uruguay en las semifinales del Mundial. Como hace 40 años.

Crónica escrita por Jorge Savia, enviado de Ovación, publicada el 3 de julio.

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