Tiene 19 años. Tiene velocidad, desfachatez y potencia en el uno contra uno. Tiene una sonrisa que se le dibuja en la cara cada vez que le toca entrar a la cancha a defender al club de sus amores. Stiven Muhlethaler volvió a tener un vertiginoso ingreso en Peñarol y fue en la final de la Copa AUF Uruguay.
El atacante que de a poco se está metiendo en la consideración de Diego Aguirre, entró para jugar el segundo tiempo frente a Plaza Colonia y le cambió la cara a un equipo que en los primeros 45 minutos no logró desnivelar y que se veía ofuscado entre la escasa generación de fútbol y la falta de puntería en las pocas ocasiones que consiguió hilvanar.
Es por eso que ante otra mala noche de Jaime Báez —sigue sin encontrar el rendimiento que mostró en 2024—, la Fiera no dudó y mandó a la cancha a un Muhlethaler que se metió enseguida en el partido y entendió lo que tenía que hacer ante una defensa que ya estaba sufriendo el desgaste del trámite y que aguantó hasta donde pudo.
Stiven encaró, le pegaron. Intentó superar a sus rivales, le pegaron. Pero cuando se fue en velocidad, generó jugadas más que peligrosas y sobre todo, se asoció con Maxi Silvera, con Matías Arezo y con Leo Fernández.
Ahí estuvo la clave del entendimiento que el juvenil logró en ese vertiginoso ingreso a un partido al que le cambió la cara por completo.
Es que a Muhlethaler solamente le faltó anotar porque de alguna manera tuvo incidencia en los dos goles de Peñarol. En el primer tanto del Mirasol, que llegó tras un córner desde la izquierda, ese tiro de esquina lo ejecutó Stiven, lo que permitió que Leo Fernández quedara flotando para el rebote y luego de una segunda pelota, el 10 remató para que el Carbonero abriera el marcador.
Y en el segundo gol, que llega luego de un tiro libre ejecutado por Leo Fernández tras una falta sobre la izquierda, esa infracción se la hicieron a Stiven, quien intentó —una vez más— superar a un rival en velocidad.
Después de haber tenido aquel prometedor ingreso en el clásico del Torneo Intermedio con penal incluido en la definición ante Nacional, Stiven Muhlethaler no se desesperó. Diego Aguirre tampoco. El juvenil sumó pocos pero buenos minutos y anoche, en otra final, fue clave porque se transformó en el revulsivo que volvió a demostrar que está para aportarle su calidad a este Peñarol.
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