Sebastián Taramasco respira fútbol. Dice ser un estudioso, pero, en realidad, José Fuentes le dijo alguna vez que era un obsesivo. Tras más de una década trabajando en Nacional, que incluye las últimas cuatro temporadas como director deportivo, se terminó su contrato y la nueva directiva decidió no contar más con él.
Por el espejo retrovisor, guarda un espacio para reconocer aciertos, errores y recordar el cierre de su experiencia mientras espera por nuevos desafíos laborales. Revela que le puso el cargo a disposición a José Decurnex previo a las elecciones, que Leandro Lozano llegó al club siendo el jugador con el salario más bajo y que se llevó un tirón de orejas tras una reunión con su amigo y expresidente.
-¿Cómo fueron estos últimos meses luego de tu salida de Nacional?
-Primero quise descansar, desconectarme, y me tomé dos meses para estar más cerca de la familia después de muchos años de trabajo e intensidad. Tuve la suerte de pasar un verano familiar, que hacía mucho tiempo que no lo hacía, y ahora estoy en un proceso de focalizarme en la formación, realizando a la par tres cursos.
-¿Qué estás haciendo?
-Son tres objetivos bien distintos que tengo. El primero más relacionado al perfeccionamiento del inglés, más específico en el negocio del fútbol; el otro es un curso de gestión deportiva de Conmebol y lo tercero, que es lo que más me atrapa, es uno específico de la conformación de secretarías técnicas.
-¿Te llamó algún equipo o figura importante del fútbol en este tiempo?
-Sí, pero prefiero no personalizarlo en nadie porque ahí tendremos una dicotomía: lo que puede llamar la atención al público no tiene por qué ser lo más importante para mí. Tuve la suerte de que muchos clubes me llamaran, me plantearan la posibilidad de trabajar y que todos hayan entendido que no era el momento. Aún no me sentía energéticamente capacitado para decir “sí, vamos a embarcarnos en esto”.

-¿Los clubes tienen cultura de gerentes deportivos en Uruguay?
-Ha crecido muchísimo en los últimos años. Después podremos discutir si el perfil que le han destinado es el más provechoso, pero en líneas generales se ha profesionalizado mucho esta área. De hecho, la cultura está mucho más desarrollada que en Argentina o, por ejemplo, Inglaterra, que tiene la concepción de un “míster” como un director absoluto del área del fútbol profesional y no recurre tanto a la figura del presidente.
-Hace un tiempo Jorge Giordano dijo que la mejor contratación de un equipo es el ascenso de un juvenil. ¿Estás de acuerdo?
-No solamente es la mejor, sino la más difícil. No siempre tiene uno en sus divisiones formativas los requerimientos para el fútbol profesional. Sobre todo en equipos de una alta exigencia deportiva, como Nacional.
-Pero en 2022, por ejemplo, la clave del éxito de Nacional no fue el ascenso de juveniles. Uno solo (Renzo Sánchez) subió a Primera.
-Sí, pero en 2022 la clave fue la consolidación de los juveniles que había ascendido Martín Ligüera el año anterior. Por ejemplo, Franco Fagúndez y Nicolás Marichal. Entender esto como un proceso plurianual, de más de una temporada, es lo más complejo. La realidad de algunos equipos uruguayos, con la necesidad de venta temprana de jugadores, distorsiona. Pero no creo que sea la realidad de Nacional o Peñarol, cuyo objetivo final es el éxito deportivo; no la formación específica de jugadores.

-Entre tantos casos de jugadores que pasaron por tus manos, ¿recordás alguna historia especial que te haya ilusionado?
-Muchísimas. Te digo una: la de José María Giménez, con edad de Quinta División. Fui con Juan Verzeri a ver a la Tercera de Danubio contra Fénix en el Capurro. Dirigía el Abuelo (Daniel) Martínez y la línea de tres era siempre la misma: Fabricio Formiliano, Emiliano Velázquez y por izquierda Matías Bentín. Ese día no jugó Bentín y sí un chico desconocido para mí, que supusimos que había descendido de Primera. Entonces nos acercamos a hablar con el ayudante, el Apo Apraham Yeladian, cuando terminó el partido y nos dijo: “No, es un chico que subimos de Quinta y tiene un potencial increíble”. Se sumó al proceso de selección Sub 20 antes de ser ascendido y después hizo toda la carrera que hizo. Fue una eventualidad, como nos pasó con Georgian de Arrascaeta, que tampoco había tenido proceso de selección hasta la Sub 20. En Nacional, el último caso fue Bruno Damiani, que llegó a los 18 años. Antes Matías Viña, acercado por un scouter, que no tuvimos más remedio que tomar una decisión porque rápidamente mostraba unas condiciones impresionantes. Me sirvió mucho para convencer a los scouts de que en juveniles, a diferencia de Primera, la estrategia no es salir a buscar lo que se necesita, sino buscar a los buenos futbolistas. Viña era lateral izquierdo generación 1997 y en ese momento el lateral izquierdo de la generación en Nacional era Mathías Olivera.
-Hablando de enseñanzas, ¿qué te dejó José Fuentes?
-Literalmente dio la vida por Nacional. Me dejó muchísimas enseñanzas en el relacionamiento personal. En mis primeros dos meses de trabajo, tuvimos un par de discusiones fuertes y todas tenían que ver con el grado de confianza que él estaba delegando en mí y en cómo teníamos que hacer para que esa confianza se tradujera hacia el afuera. José propuso la contratación de un futbolista cuando ya teníamos el plantel cerrado y las decisiones las tomábamos Pablo Repetto, él y yo. Pablo y yo nos enfrascamos en convencerlo de que no y José lo respetó. Cuando salimos de la reunión, Pablo se fue y él me llamó a mí y me hizo un tirón de orejas espectacular, del cual aprendí muchísimo. Me dijo: “Que sea la última vez que adelante del entrenador decís que no estás de acuerdo conmigo. Después de que el entrenador se vaya, si querés, decime “estás loco”. Pero adelante de él no. La carrera de ese futbolista, después de decidir no contratarlo, fue en ascendente.
-Preferiste el silencio antes que explicar el por qué de ciertas decisiones. ¿Qué escuela es mejor?
-Esa pregunta solamente se la puede plantear el fútbol de cabotaje. ¿Vos te imaginás en la elite esta pregunta? ¿En serio te imaginás a Florentino Pérez explicando algo toda la semana? Cuando queremos apuntar a algo serio, no cabe la otra posibilidad. No hay forma de que no se termine contaminando el procedimiento.
-Pero a Flavio Perchman le resultó. ¿Qué me decís?
-Él es un amigo que me enseñó muchísimo y fue un hombre de mi consulta en un montón de etapas. Pero planteó un Nacional que yo no compartía. Llegó, por mérito propio, a un lugar de privilegio, donde yo estaba trabajando, donde se me vencía el contrato y donde, más allá de la intención de él y de su lista, yo no coincidía para nada -y sigo sin coincidir- en sus estrategias deportivas sobre el club.
-A propósito de estrategias, la directiva anterior fue cuestionada en su momento por la baja cláusula de Fabián Noguera. ¿Cuál fue la realidad?
-La cláusula no la ofrece el club; la pide el futbolista o su agente. Y si no, él no firmaba. Fue la primera que hicimos con José Fuentes y equivalía a 10 salarios netos de Noguera. Ojalá que todas las cláusulas de rescisión fueran por ese monto.

-¿Y en el caso de Leandro Lozano?
-¿Sabés cómo se hizo la contratación? Nosotros teníamos gastado el 95% del presupuesto de transferencias. Quedaba una parte de dinero mínima que no alcanzaba ni siquiera para su salario y, además, Boston River pidió, con todo derecho, un dinero para prestarlo que después se iba a descontar de la compra final si accedíamos a quedarnos con el 50% de los derechos. Leandro me llamó a las 11 de la noche y me dijo “agarrá el dinero que tengas para contratar al lateral, descontale lo que te cobre Boston por el préstamo y el resto lo dividís entre 12 y que sea mi salario. No me importa cuánto voy a ganar. Lo único que quiero es volver a Nacional”. Él vino a Nacional ganando menos que en Boston River. A las dos semanas, Fuentes me pidió que lo llamara y le aumentó el sueldo. Con el aumento, siguió siendo el jugador más barato del plantel. Ese Lozano, que vino a Nacional y que salió campeón en 2022, en el momento que fue a firmar su tercer contrato con el club, además de la valoración salarial, pidió tener una cláusula para no desaprovechar una posibilidad en el exterior. Si de ahora en adelante Nacional logra contratar a futbolistas que con ese nivel de inversión tenga ese rendimiento y multiplique la cifra por 3,5, va a ser un procedimiento exitoso.
-¿Martín Lasarte es el nuevo Sebastián Taramasco?
-No, no. Yo era el gerente deportivo y en los últimos dos años no habíamos salido campeones. Se terminaba mi contrato y ganó la oposición. Sabiendo José (Decurnex) que no le beneficiaba en la campaña y habiéndole puesto un mes antes el cargo a disposición, decidió que si ganaba, me mantenía. Valoró el trabajo que yo hacía puertas adentro y me respaldó. El caso de Martín estuvo mucho más relacionado a la vorágine del rendimiento del equipo, a los resultados, y la contaminación del manejo público de su situación por parte de las autoridades actuales hace que sea totalmente distinto. El problema es que algún día los fusibles se terminan.
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