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Javier García: "Soy fanático porque amo a Nacional, pero no ofendo al otro"

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Javier García, ministro de Defensa Nacional
Darwin Borrelli

EL FÚTBOL Y YO

El ministro de Defensa evoca la gesta de 1971 de memoria, elige al gol clásico de Recoba como el más disfrutable y resalta dos partidos: la final Intercontinental del 88 y el del gol de De la Peña.

Javier García, ministro de Defensa Nacional, es un apasionado futbolero desde la niñez. Recita de memoria la integración del Nacional de 1971, pero a la hora de elegir momentos increíbles se queda con el clásico del gol de tiro libre de Álvaro Recoba, con la final Intercontinental ante PSV de 1988 y con el gol de volea de Eduardo De La Peña ante Olimpia en la Libertadores de 1980.

-¿Futbolero desde qué momento de la vida?
-Desde que me conozco. Yo creo que debo haber aprendido a caminar y a ir al Estadio todo a la misma vez (risas). Creo que a los cuatro o cinco años ya iba al Centenario con mi padre y de ir toda la vida. Ir con mi padre primero y con mis hijos después. Se genera una relación muy linda y una pertenencia al fútbol. Tengo 57 años, así que si soy del 63 y te digo que a los cuatro o cinco años ya iba al fútbol en el 67 y 68 ya estaba en las canchas.

"Llevo más de 50 años yendo a ver a Nacional"

-Fácil de acordarse el Nacional del 71, ¿no?
-Sí, me lo acuerdo perfecto. Tengo en la memoria el Nacional del 69, 70 y 71. Iba a la Ámsterdam, donde se compartía tribuna sin ningún problema, y había hasta una Tercera división especial en la que jugaban futbolistas de Primera. Veías dos partidazos. Llevo más de 50 años yendo a ver a Nacional.

-La campaña del 71, ¿la acompañó en su totalidad?
-Sí, por supuesto. Manga, Ancheta y Masnik; Ubiña, Montero Castillo y Mujica; Cubilla, Ildo Maneiro, Celio Taveira, Artime y Morales. Un cuadrazo y pico y los cambios eran tan predecibles que uno sabía los cambios antes de que vinieran. Por ejemplo, Espárrago entraba siempre y con el número 14. Espárrago, un jugadorazo. Eran cuadros que los suplentes tenían muy pocas chances, salvo alguna lesión. El arquero suplente no entraba nunca. Era Héctor Santos y no jugaba nunca.

-¿Qué partidos de aquella gesta quedaron más marcados?
-Los encuentros con Estudiantes de la Plata.

-¿Cómo era la ida al fútbol?
-Íbamos muchas horas antes. Yo vivía en Bulevar Artigas y Guaviyú y me acuerdo que llevábamos los refuerzos y se armaba medio un picnic en la Ámsterdam, donde se iba armando un grupo especial con la gente que ibas conociendo porque era la que habituaba siempre a ocupar los lugares en las gradas. Se vendían los versos de El Hachero y todo el mundo los compraba por un peso, era muy divertido y era muy mezclado.

El comienzo del amor

La herencia del colchonero que se hizo Bolso

-¿Cómo nace la relación con Nacional?
-Mi padre, que falleció hace unos años ya, era madrileño e hincha del Atlético de Madrid. Cuando llegó a Uruguay y como le gustaba el fútbol le dijo a mi tío que tenía que hacerse hincha de un cuadro para seguirlo. Mi tío, manya, lo llevó a ver a Peñarol pero a mi padre no le gustó mucho. Le preguntó: ‘¿No hay otro cuadro?’. Le habló de Nacional y le pidió: ‘¿No me llevás a verlo?’. A pesar de que era colchonero vio la camiseta blanca y pantalón blanco, le hizo recordar al Real Madrid y a su ciudad. No era el Atlético, pero andaba cerca y se hizo hincha de Nacional y después nos hicimos todos hinchas de Nacional.

-¿Cuál es el primer partido que aparece en la memoria?
-Me acuerdo de momentos importantes. Como iba a tantas horas antes lo que recuerdo mucho es todo lo que rodeaba al partido. Mi padre tenía un problema en la cadera, entonces rengueaba y le costaba mucho subir escaleras. Allá por el año 1971 me hizo socio de Nacional y cuando Nacional era locatario en el Estadio íbamos a la Platea América. Me acuerdo que yo era gurí y me iba al banco de suplentes de Nacional, ahí estaban los jugadores de Primera mirando el partido de Tercera y yo les pedía, en el recibo de socio de Nacional, su autógrafo. Lo gracioso es que tenía la misma firma de (Luis) Cubilla, (Ignacio) Prieto, Manga, (Luis) Artime por triplicado. Cada 15 días tenía las firmas, era como un pasaporte, una firma arriba de la otra (risas). Eran como las selfies de ahora. Recuerdo una imagen que nunca más me voy a olvidar: Manga tenía todos los dedos de las manos deformes y entonces durante el segundo tiempo del partido de Tercera con una venda se alineaba todos los dedos de forma tal de que le pudiera entrar el guante. Me sentaba al lado de ellos y me quedaba un rato ahí, prácticamente era uno más. Tengo la idea de los momentos, pero no del primer partido.

"Tenía por triplicado las firmas de Cubilla, Prieto, Manga, Artime. Cada 15 días tenía las firmas, era omo un pasaporte, una firma arriba de la otra".

-¿Cómo era vivir un partido desde la Platea América?
-Era muy cómodo para el viejo, pero para mí era muy malo porque no se veía la línea de la Olímpica. No se veía y había que sentarse en el borde del asiento de cemento y en la última fila. Desde ahí se veía un poco, pero los que estaban en el Palco te pegaban cada grito. Recuerdo que en esos tiempos en el Palco estaba el padre de Eduardo Ache (Nassim) con su saco blanco y un habano. También recuerdo que íbamos con la radio y en aquel momento no me acuerdo de haber escuchado a (Carlos) Solé, sí a Heber Pinto, ‘el relator que televisa con la palabra’, y empezaba Víctor Hugo Morales. Me acuerdo, también, que en los partidos de la Copa Libertadores, que casi siempre eran de noche, volaba Pluna y pasaba el avión y Heber Pinto decía: ‘Ahí viene el vuelo, no sé… 534 de Pluna con el comandante Fernández como piloto’ y el avión prendía y apagaba las luces arriba del Centenario.

-¿Era otro Centenario?
-Sí, muy integrado. Compartiendo tribuna y en los clásicos los que iban al Talud, que en aquellos tiempos era un sector de pasto, querían subirse a la tribuna y la Policía les pegaba en las piernas con el costado del sable cuando los veía colgados. No había problemas, algún remolino, pero se arreglaba con un par de bastonazos en las rodillas y no había mucho misterio.

-¿En alguna de las gestas de 1980 y 1988 está el partido que generó mayores sensaciones?
-Sí, (Eduardo) De la Peña de volea contra Olimpia de Paraguay en el Centenario. Centro de (Washington) González prácticamente de atrás de la mitad de la cancha, bajada de (Waldemar) Victorino de cabeza y De la Peña de volea. Increíblemente, Eduardo tiene un cambio al lado de casa y hace unos meses atrás me encuentro con la hija de De la Peña que atiende allí, le dije ‘yo estuve en algo que te lo habrán hablado mil veces y vos no viste’ y me respondió: ‘pero lo vi por youtube’. La verdad que fue impresionante, un partido cerrado, yo estaba en la Ámsterdam y faltaban pocos minutos. Ese pase llovido, porque fue un zapatazo, y en el borde del área de la Ámsterdam recostado contra la Olímpica la baja de cabeza Victorino. Y ahí De la Peña la clavó en un tornillo.

-¿Un clásico?
-Qué te voy a decir, el 2 a 1 con (Álvaro) Recoba, 9 de noviembre de 2014. Fue todo y son esos goles que uno no se cansa de ver. Con mi hijo, que se hizo muy futbolero, yo tengo tres hijos, dos nenas y un varón, no nos cansamos de verlo. Mirá que tengo de las otras (risas), pero elijo el de las buenas, porque hay un periodo… Yo siempre digo: ‘los gobiernos tienen cinco años, no son de un quinquenio’.

La gesta de 1988
El taxista que todavía debe estar esperando
Foto: Archivo El País.

-Pah, sabés que hay otro partido más.
-¿Cuál?
-La final contra el PSV. Yo estaba viéndolo con una barra, te acordás que empezaba como a las 12 de la noche o a la una de la madrugada, ese gol que nadie vio entrar de (Santiago) Ostolaza, porque vimos que el ‘Vasco’ corría gritándolo, para el 2-2… Vino la tanda de penales y en el segundo penal apagón. Y de esas cosas que, como te voy a decir, mecánicas que uno hace, porque estábamos jugando la final de la Intercontinental y había apagón en Pocitos, agarro un encendedor y bajo tres pisos corriendo con la luz del encendedor. Salgo a Bulevar España y paro un taxi que venía con bandera libre. Me siento adelante y le digo: ‘¿Tiene radio?’ y de manera inmediata le agrego: ‘Prendala, por favor’. El tipo no entendía nada, entonces, escucho el tercer penal y en el momento que pasa eso veo que se prenden las luces. Le digo: ‘buenas noches’ y me fui. Creo que el taxista me está esperando todavía (risas). Son esas cosas que uno hace irracionalmente. Brutal. Y de ese partido, Tony Gómez.

-¿Qué gol se grito más, entonces, el de Recoba o el penal de Tony Gómez?
-Son diferentes. Son gritos diferentes. Pero… el de Recoba fue muy disfrutable. Por todo el contexto, un partido de atrás, un foul que hay que ver varias veces, una barrera que no definía y esa viveza de Recoba de atrasar la pelota medio metro, que le diera aire para el chanfle. Ese fue un gol muy disfrutable.

-¿Cuándo comenzó a seguirse la tradición y llegó el primer partido de Javier García y su hijo Alfonso?
-Estrenamos en el Franzini un partido Nacional-Defensor. Me acuerdo que fuimos con Adrián, un amigo, que fue con su hijo, también. Los dos más o menos de la misma edad, pero me acuerdo que Adrián tuvo que irse al medio tiempo, pero yo lo miré a Alfonso y le dije: ‘De acá no nos vamos’. Tenía cuatro o cinco años y de ahí siempre. Ahora ya estamos hablando para poder ir al Parque Central de vuelta, nosotros vamos a la Colombes en el Estadio y en el Parque a la Atilio García. Y vamos siempre a los mismos lugares.

-¿Con butaca?
-Tuve butaca, pero cuando los precios se duplicaron y como somos socios entramos gratis. Lo único que cambia es que hay que ir un poquito antes, pero la ubicación es más o menos la misma. Y en la Colombes voy al segundo anillo contra la América. Siempre ahí. Y la verdad que es una especie como de evento social, porque vamos siempre los mismos, nos conocemos, el fútbol tiene esa cosa linda de poder compartir.

el recuerdo

La Platea de Rosa Luna

"Sabés de lo que me acuerdo también, nosotros nos sentábamos en la mitad exacto de la Platea América en la primera o segunda fila y contra la Colombes y la que se sentaba ahí mismo era Rosa Luna. Siempre estaba allí, permanentemente. Ella era un polo de atracción, te podés imaginar. Tiempo después coincidimos doblemente, porque no solamente era del Bolso sino que también era gran Wilsonista y Blanca".

-¿Y camisetas?
-Sí, hemos comprado y me han regalado Por ejemplo, (Ricardo) Alarcón me regaló una con su firma y hoy es un recuerdo que tiene me hijo. Pero era de ir al Bolso Shop y comprar de todo para mi hijo, a quien siempre le dije ‘uno tiene que disfrutar el fútbol y conocer los límites’. El límite es no ofender al otro. El fútbol tiene que servir para que uno tenga motivos de encuentro, de risa, de saber divertirse y de saber sufrir. Tiene que saber cuáles son los límites sobre todo cuando el otro pasa mal. No hay derecho a que nadie pase mal por esto, la picardía es una cosa.

-¿Hay bromas?
-Sí, claro. Y acá en el Ministerio ni te cuento, pero hay que entender esto del fútbol como un evento de socialización. Es un evento cultural. El fenómeno cultural más importante en Uruguay es el fútbol. Si es así tiene que servir para comunicarse, porque la cultura comunica, forma. Hay excepciones como en todos los ámbitos.

-¿En algún partido hubo alguna queja subida de todo?
-No, nunca. Quizás la típica frase de ‘no le ganamos a nadie’ o que ‘cuadro de…’. Pero más de eso no, y esas frases son parte de ser hincha.

-¿Recuerdos o fotos de Nacional?
-Sí, ahora lo hace mi hijo. Yo supe tener todo el cuarto forrado de Nacional. Supe hasta hacer dibujitos de las jugadas de los goles, copiando lo que hacía El País Deportivo. Se reconstruían los goles con la trayectoria de la pelota y yo imitaba las fotos y tenía forrado el cuarto. Y hasta con posters de los jugadores. Ahora no lo puedo hacer porque mi mujer me echa de mi casa. El territorio liberado es el cuarto de ‘Foncho’.

-¿Se cantan las canciones de la hinchada?
-Todo (risas). Tenemos el CD, todo. En el auto y cada tanto Alfonso (21) lo pone y me emociona mucho. Soy fanático de Nacional, me divierto mucho con el fútbol, pero conociendo los límites. Si fanatismo es amar al cuadro, divertirse, sufrir, soy fanático. Pero conociendo los límites, sabiendo que el fútbol es parte de nuestra cultura y parte de lo que somos cada uno. Pero conociendo los límites.

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