La historia se enseña en las escuelas, los liceos, está escrita en los libros, presente en el rugby y ahora llegó a Netflix. A Franco Nicola casi que no se la tuvieron que contar: desde que tiene uso de razón, la tragedia de los Andes atraviesa el corazón de su familia.

La pérdida de sus dos abuelos en el accidente la vio reflejada medio siglo después, en los ojos llorosos de su papá (un ex-Tero, que quedó huérfano a los cuatro años de vida), cuando vieron juntos la película en el cine. Y él, como si de una paradoja se tratara, eligió al gol como método de supervivencia para su carrera.

Un vuelo de avión de varias horas marcó para siempre la vida de su núcleo paternal. Fue un sacudón profundo para tíos, amigos y allegados, que tuvieron que procesar dos pérdidas de la noche a la mañana mientras veían cómo otros deportistas, al tiempo, se trasladaban de regreso a sus casas.

Pero así como ese acontecimiento caló hondo en su seno familiar y el de otros tantos miles de uruguayos, los tiempos que corren le permitieron hacer honor a sus antepasados y encender la llama competitiva que esa tragedia había apagado. También volando por los aires, y en apenas ocho minutos, fue que el último martes, con solo 21 años, se convirtió en el héroe sin capa de un puñado de hinchas que miraban el partido de Liverpool y Nacional agazapados al alambrado de Belvedere y se quisieron meter a la cancha cuando hizo el gol del 2-1. Entre ellos estaban sus padres, los principales miembros del club de fans.

—En conjunto, mi viejo y mi vieja siempre trataban de informarnos sobre nuestros abuelos que fallecieron en el accidente. Siempre nos decían que leamos el libro, que es algo cercano a la familia. Obviamente que es el doble de difícil para mi viejo y sus hermanos, que quedaron huérfanos. Yo hoy en día no me imagino vivir con mis hermanas y sin mis padres. Si lo imagino y lo pienso, es una locura. Fuimos al estreno, donde también estuvieron algunos actores y el director de la película, y ahí se me cayó una lágrima. Miré a mi viejo y estaba con los ojos llorosos...

Foto: Juan Manuel Ramos.

Todo en la vida de Nicola parece estar predestinado. No solo por lo que pasó con sus abuelos, sino porque Daniel Herrera, quien es hoy su representante, fue el entrenador de su papá cuando jugaba para Los Teros. Además, teniendo la chance de seguir la tradición del rugby o de decantarse por el tenis, como su padrino Marcelo Filippini, prefirió el fútbol. Y, hasta ahora, no parece haber elegido mal.

—Vengo de un año muy especial. El debut en Primera, el gol a Peñarol y ahora a Nacional. Siempre estuve seguro de que iba a llegar. Siempre me tuve tremenda fe y por suerte llegué. Estaba con esa tranquilidad de que iba a debutar en Primera, pero, obviamente, no me lo esperaba tan de golpe.

Aunque sigue siendo chico, de adolescente era peor. Brotaba en él un afán de picardía poco habitual en otros alumnos del Colegio Stella Maris. Tanto así que no estaba conceptuado como “buen estudiante” y en más de una oportunidad, aparte de los rezongos, se llevaba suspensiones. Una de esas veces fue por pelearse con otro alumno y otra por entrar con sus amigos al liceo sin permiso.

Sin embargo, también le sacó jugó a lo bueno y esa astucia la aplica hasta hoy cuando juega al fútbol. Antes de definirse, piensa, suspira y con cierta timidez larga que es un zurdo veloz, al que de chico lo destacaron por su pierna hábil, pese a que le gusta patear con la derecha.

Foto: Juan Manuel Ramos.

Se considera fuerte en el juego aéreo y disfruta cuando los espacios se le presentan para imprimir su velocidad. A veces se pasa de competitivo y a la prueba está que un día se le salió la cadena jugando al ping pong con un amigo a tal punto que tiró la paleta contra una cámara.

Así y todo, Franco Nicola tiene mucho potencial para crecer. Nadie le puede impedir que sueñe y se imagine jugando en Europa —"me gustaría jugar en un cuadro de la Premier League"—, cerca de sus dos hermanas mayores, que viven en España. La principal lucha la tendrá con sus dos mayores fanáticos, que así como lo apoyan, también quieren que estudie.

Francisco Flores/Archivo El Pais

—Hice la licenciatura B y C para recibirme como entrenador de fútbol en la ACJ, pero no la terminé. Después, empecé la Tecnicatura en Consignatario de Ganado. No quiero, pero tengo que estudiar.