Llegó la hora de sentar cabeza. De pensar en frío. De pasar raya y hacer autocrítica. Llegó la hora de que los dirigentes de Nacional escuchen, miren más allá, y no que peguen un portazo en caliente, se encierren en una nebulosa de egos y salgan de la comisión directiva a trancar fuerte contra el arbitraje o el periodismo, como pasó otras tantas veces.
La gente ya les envió un mensaje en diciembre, cuando votó un cambio. Les dijo que quería apostar por un rumbo deportivo nuevo, que necesitaba una mayor apertura en la comunicación y que determinadas figuras eran insostenibles. ¿Qué pasaría ahora si esa misma elección se llevara a cabo? Difícil saber, porque en estos tiempos hubo de las buenas, de las no tan buenas y también de las malas para los tricolores. Pero si hay algo que quedó claro para todas las corrientes políticas es que, de ahora en más, no deben hacer oídos sordos a los reclamos de los socios, que, en definitiva, son los que permiten que la rueda siga girando.
Nacional perdió una final del Torneo Intermedio que, aunque no le corta la racha estadística (lleva 10 clásicos sin perder) ni es para un melodrama, sí le manda una señal de alerta a su interna y, en parte, alimenta la ansiedad producto de dos años sin definir el Campeonato Uruguayo.
Aunque desde la coyuntura, fue el clásico menos impactante de todos los del año (después del amistoso de verano), terminó siendo un golpe al mentón luego de una espectacular campaña en un Intermedio que, pintaba, se iba a llevar con todas las luces.
Sorpresa: no mostró nada de esa espectacular versión que sacó 21/21 puntos y aunque pudo haber maquillado la historia si la corrida de Lucas Villalba terminaba en gol, no lo hizo y por primera vez desde que está Pablo Peirano terminó sin convertir en el Uruguayo. De no ser por Luis Mejía, lo hubiese perdido antes.
Quienes estén leyendo estas líneas seguro se preguntarán: ¿hace falta tirar por la borda todo lo construido hasta ahora? ¿Es necesario acatar los reclamos de todo aquel que está descontento? ¿Hay que salir en busca de una excusa inmediata? Por supuesto que no, porque, además, hay quienes tienen un sentido de la disconformidad tan amplio que hasta en las buenas se las ingeniarían para sacar a relucir su doctorado en quejas.
Se trata de mirar más allá y ver que, en el acierto o en el error, Nacional necesita mantener un criterio que le refuerce su identidad futbolística. Esa misma que lo llevó a recuperarse para terminar el semestre primero en la Tabla Anual y que, llamativamente, en la tarde del último domingo olvidó, aunque el técnico de arranque hizo un solo cambio.
Hasta allí va el análisis periodístico y en otro plano diferente entra el ida y vuelta con la hinchada, que así como pide que jueguen “punteros”, después reclama la presencia de “jugadores clásicos”. La voz del hincha no siempre es racional, pero muchas veces es la primera en hacer autocrítica. Fue la gente la que empujó la salida de Martín Lasarte y ahora la rescisión de contrato anticipada del chileno Eduardo Vargas. Fue también la que hizo ver que Yonatan Rodríguez no era una contratación para Nacional y que era demasiado exponer a Gonzalo Carneiro a 60 minutos de fútbol.
El público se renueva y la ecuación es tan variada que, por supuesto, tras la final del Torneo Intermedio no faltaron aquellos que pidieron la cabeza del entrenador Pablo Peirano, un absurdo si se toman en cuenta sus números por el campeonato local (36/36 hasta la final con Peñarol).
Del mismo modo que hay personas que se enajenan por un partido, son delincuentes y se camuflan en el rol de hinchas, hay otras que solo esperaban que el domingo su equipo ganara: “Fue el peor partido del año”, dijo uno de ellos a Ovación ese día.
El vicepresidente Flavio Perchman, en cambio, eligió quedarse con lo positivo. Así lo transmitió a Las Voces del Fútbol (El Espectador Deportes): “La racha se mantuvo porque el resultado se mantuvo y fue empate. Llegamos a 10 sin perder. En los 120 no se perdió; la final sí”.
Tras el clásico, Nacional no tiene paz. El Intermedio no resultó. Hay posibilidad de sanciones al Gran Parque Central y la comunicación con el Ministerio del Interior es necesaria cuanto antes. La autocrítica también.
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