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La consecuencia del triunfo de Maracaná que pocos conocen

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revancha de Maracaná

MÁS DEL MUNDIAL DEL 50

Entre los futbolistas uruguayos y brasileños que jugaron el Mundial de 1950 nació una singular amistad

¿Quedan cosas por decir del Maracanazo? Seguramente. Uno de los aspectos menos comentados de aquel episodio es la singular fraternidad que nació entre los jugadores uruguayos y brasileños tras el partido, de tan diferentes consecuencias para unos y otros.

Fue clara la empatía de los celestes hacia sus vencidos del 16 de julio de 1950: al ver sus lágrimas tras la derrota, varios de ellos sintieron algo muy parecido al sentimiento de culpa por haberles “quitado” la fiesta que esperaban.

Mientras tanto, los brasileños recibieron la peor derrota de su vida con enorme deportividad, reacción acaso increíble ante los duros reproches que recibieron en su país por haber perdido un título mundial que todos creían ganado.

Por eso, entre la mayoría de los futbolistas de ambos seleccionados nació una genuina amistad que se prolongó hasta que la vida se los fue llevando. Los uruguayos viajaban a Brasil y eran recibidos por sus rivales del 50, y estos a su vez eran invitados a Montevideo.

Los brasileños, incluso el arquero Barbosa, quizás el más castigado por la derrota, siempre aceptaron compartir entrevistas con los uruguayos, a pesar de que invariablemente les iban a preguntar por aquel partido.

La amistad quedó claramente demostrada cuando los brasileños vinieron a jugar “la revancha de Maracaná”, con fines benéficos, en el Estadio Centenario el 19 de diciembre de 1963.

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