El sueño sigue intacto. La primavera hizo florecer nuevamente a un Peñarol que en su casa y ante su gente, se agigantó y dio un nuevo paso hacia el gran sueño de la sexta Copa Libertadores.
El equipo de Diego Aguirre pasó llave en su arco gracias a una espectacular actuación de Washington Aguerre, empató sin goles con Flamengo en un Estadio Campeón del Siglo que explotó y se metió en las semifinales del certamen continental.
Pero no fue fácil para el Carbonero. Nada fácil. El Mengao llegó a Montevideo siendo blanco de un sinfín de críticas, con los hinchas pidiendo la salida del entrenador Tite y hasta con algunas amenazas a sus jugadores por el mal momento deportivo que atraviesa un equipo que en Uruguay se despidió de uno de sus grandes objetivos y tocó fondo.
Pero a pesar de eso, los brasileños marcaron el ritmo del partido durante los 90 minutos y fueron amplios dominadores. No generaron un cúmulo de situaciones de peligro, pero sí llegadas bien elaboradas que obligaron a un esfuerzo máximo de la última línea aurinegra y también a una atención plena de Aguerre, que fue la figura.
Otra vez, el arquero artiguense de 31 años se agigantó ante el Mengao y dejó su arco en cero con atajadas determinantes, tal como en Río de Janeiro, y con una seguridad que tranquilizó a todos sus compañeros y que estabilizó una frecuencia cardíaca de miles de hinchas en las tribunas que durante los 90’ estuvo por las nubes.
Y si de frecuencia se trata, la de Flamengo atacando fue alta, fue intensa y complicó bastante a un equipo Carbonero que luchó, aguantó y lo dio todo para bancar los desbordes, las llegadas y las pelotas filtradas.
Pero así estaba planteado el partido y seguramente Diego Aguirre lo tenía clarísimo, porque un equipo que sufrió una derrota como la que sufrió en la ida en Río de Janeiro, evidentemente iba a salir a echar el resto con todo su potencial y con todas las figuras que tenía a disposición en Montevideo, más allá de que tuvo bajas importantísimas para afrontar esta llave de cuartos de final por diferentes lesiones.
Y no hubo sorpresas. El Mengao le robó la pelota a Peñarol, que movió ni bien Facundo Tello pitó el inicio del partido, se paró en campo rival y se adueño por completo de la pelota.
En los primeros 10’, el equipo de Tite ya tenía una estadística a favor: 74% a 26% de posesión de balón. Ese dato hacía presagiar lo que se podía venir en el Estadio Campeón del Siglo.
Fútbol rápido, a un toque, velocidad por las bandas y llegadas complicaron a la zaga de un Peñarol que con el paso de los minutos no vio que era capaz de defender, pero que estaba destinado a sufrir. Y bastante.
Pero el planteo de Diego Aguirre tenía un objetivo y marcar estaba dentro de esa meta. El técnico planificó este encuentro sabiendo que Flamengo se le iba a venir con todo arriba a Peñarol, con los millones de dólares, con el fútbol y con el peso ofensivo, pero a su vez, sabía que el rival tenía una falencia y era la defensiva.
Tal como ocurrió en Río de Janeiro, el Carbonero apostó a la salida rápida en la ofensiva para lastimar y en la primera parte tuvo alguna contra que no prosperó, pero el plan no corría riesgos.
El cero en el arco de Peñarol hacía poner a Flamengo con un rival más en contra en el Campeón del Siglo: el reloj. El tiempo pasaba y el gol del Mengao no llegaba.
Tite apostó a las variantes en el complemento y cruzando los 60’, el Mirasol despertó, tuvo un empuje liderado por Damián García, quien generó la más clara con un gran remate de afuera del área, y estuvo a punto de abrir el marcador. No lo logró, pero sí consiguió algo: mantener a Flamengo lejos del arco de Aguerre, quien en el cierre del partido volvió a lucirse. Primero con una tapada sensacional ante un toque sutil de Gabigol y luego descolgando los centros que cayeron sobre su área.
El reloj seguía siendo enemigo de Flamengo y no tan aliado de Peñarol, porque para el hincha del Mirasol, el tiempo no pasaba más.
Pero pasó. El partido terminó, el Campeón del Siglo explotó tanto o más que en ese espectacular recibimiento de los hinchas al equipo y el empate dejó al aurinegro entre los cuatro mejores del continente.
Diego Aguirre lo hizo de nuevo. Volvió a dejar en claro que tiene una química más que especial con la Copa Libertadores y el Carbonero se metió en semifinales luego de 13 años.
Los jugadores de Peñarol fueron unas verdaderas fieras, dejaron el alma y el corazón para regalarle otra gran alegría a su gente. El sueño de la sexta sigue intacto.
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