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A los 85 años falleció César Luis Menotti, que marcó un antes y un después en la historia del fútbol argentino

La noticia fue confirmada por la propia Asociación de Fútbol Argentino; el histórico entrenador se estaba desempeñando como actual director de selecciones.

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César Luis Menotti

Claudio Mauri - La Nación - GDA
A los 85 años, murió este domingo César Luis Menotti. Su figura es ineludible e indispensable para cualquiera que aborde al fútbol más allá del reduccionismo de un resultado. Para el primer director técnico argentino campeón del mundo, ni siquiera el título más preciado y ambicionado de su carrera podía ir por delante de su cosmovisión del fútbol. El Flaco fue más un custodio de las convicciones por el juego que un centinela de la vitrina de trofeos. Una de las personas que cambió la historia del fútbol argentino, y que estuvo en Peñarol en 1990, había estado internado de gravedad semanas atrás producto de una anemia.

Fue la voz más enfática y consecuente en la preservación de los orígenes del fútbol argentino, de su ADN lúdico y creativo, antes de que la industria, la ciencia y la tecnología modificaran los marcos de referencia. “Para la Argentina, el fútbol es un hecho cultural, un modo de expresión. Más allá de los razonamientos tácticos, el fútbol debe tener un enorme compromiso en lograr una relación afectiva con la gente, que es la sostenedora de todo esto. Hay dos cosas más importantes que los títulos: el reconocimiento y el respeto”. Esta es una de sus tantas frases de cabecera, una declaración de principios mantenida a lo largo del tiempo, de la que jamás abjuró.

Su oratoria era hipnotizadora en un vestuario, en la mesa de un bar o en un congreso internacional. Fue el caballero de la larga figura, la melena beatle conservada hasta la adultez y el cigarrillo que empezó a fumar desde la temprana muerte de su padre, hasta que lo dejó cuando la salud le dio una alerta y a sus oídos llegó un consejo de su amigo y admirado Joan Manuel Serrat.

Menotti verbalizó el fútbol como pocos. Fue un despertador de conciencias para muchos, un empalagoso y barroco disertante para otros. En un cualquier caso, pasa a la posteridad como uno de los protagonistas esenciales de la historia de nuestro fútbol.

Gran parte del ambiente futbolístico argentino le concede a Menotti el título de maestro, de los pocos que se pueden encontrar con esa capacidad para vincular conceptos con tradiciones, costumbres y ancestros. Su palabra transmitía autoridad, tenía peso específico, el que fue adquiriendo a medida que hilvanaba el legado de futbolistas como Adolfo Pedernera, Enrique Omar Sívori, Antonio Angelillo, Humberto Maschio, hasta llegar a Diego Maradona y Lionel Messi. Para Menotti, el fútbol argentino construyó en las décadas del 40, 50 y 60 una identidad que alcanzaba una dimensión de categoría social, un sentimiento compartido entre el jugador y el hincha. Un tejido antropológico digno de ser transmitido de una generación a otra.

El Flaco fue un catalizador de los atributos por los cuales el mundo ponía los ojos en el fútbol argentino: audacia con la pelota, técnica individual, mentalidad ofensiva, carácter competitivo. Él le fue agregando su impronta. “Pequeñas sociedades hacen grandes equipos”. O “un equipo, antes que nada, es una idea, como una orquesta. Además de una idea, es un compromiso. Y las convicciones que debe transmitir un entrenador para defender esa idea”. O “es muy difícil hablar de planteos tácticos sin nombres propios”. O “un equipo es un estado de ánimo. Y un equipo pierde el ánimo cuando no tiene la pelota”. O “la eficacia no está desligada de la belleza. Nuestro fútbol siempre ha sido eficacia y belleza. Belleza no como un adorno”. O “el inodoro en el baño y la cama en el dormitorio”, para ejemplificar que se debe respetar la especificidad de cada puesto. Si bien fue acuñando frases y descripciones que crearon una legión de seguidores, renegó de la existencia del Menottismo: “No, es un disparate. Existen el capitalismo, el marxismo, el peronismo. El Menottismo me parece un disparate como metáfora futbolística”.

Con el tiempo, al convertirse en el adalid de una corriente de pensamiento, sus detractores lo tildaron de “versero”, de “lírico”, con sentido peyorativo, opuesto a la practicidad que debería regir en el fútbol.

Criado en el barrio rosarino de Fisherton, se hizo hincha de Rosario Central por la influencia de sus padres, quienes lo llevaban de la mano a la cancha. Desde chico supo que iba a ser futbolista. Tras probarse en Vélez y Huracán, quedó en Rosario Central. Debutó en primera división bajo el ala de quien le llevaba 10 años y consideró su guía en la cancha: el “Gitano” Miguel Antonio Juárez.

Fue un volante algo desgarbado, de buen pase, movimientos cansinos, con gambeta y remate de media distancia. Admitió que como jugador no llegó a su techo porque era “caprichoso”. Su pasión por el fútbol estuvo acompañada del gusto por el boxeo y el tango que salía de la letra de Homero Manzi. Fue oyente de Hugo del Carril, Carlos Gardel, Osvaldo Pugliese y Aníbal Troilo, después lo cautivaron Mercedes Sosa y Serrat.

Tras Rosario Central, pasó por Racing, Boca, el fútbol de los Estados Unidos y Santos, donde compartió plantel con Pelé. Desde entonces se formó una opinión que nunca cambió: “El mejor de todos los tiempos fue Pelé. Un extraterrestre, de otro planeta. Lo tuve de compañero y también lo enfrenté, y era una cosa de locos”.

El DT que revolucionó Argentina

Con César Luis Menotti, Argentina se quedó con el Mundial de 1978, pero también fijó las bases de un seleccionado ordenado para el futuro. Tras ocho años en los que reposicionó al seleccionado argentino en la consideración mundial, Menotti extendió su carrera en importantes clubes. Se reencontró con Maradona en Barcelona, donde juntos obtuvieron una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa de España. En la Argentina dirigió a Boca, River, Independiente y Rosario Central. De Uruguay lo buscó Peñarol, tuvo pasos fugaces por el calcio (Sampdoria) y México (Puebla y Tecos). En varias de esas experiencias, se repetía una secuencia: su impacto inicial era muy positivo, los jugadores asimilaban su mensaje y varios rendían hasta por encima de su nivel promedio, pero eso no se sostenía en el tiempo y los objetivos en cuanto a los resultados quedaban incumplidos.

Lo que nunca decayó en Menotti fue su condición de oráculo del fútbol. A su conocimiento acudían dirigentes, entrenadores, jugadores, periodistas. Toda esa sabiduría trató de articularla en su escuela de entrenadores. La AFA le abrió nuevamente las puertas de los seleccionados para acompañar el crecimiento de Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Diego Placente. “Llevo muchos años en el fútbol, cometí muchísimos errores, habré dicho cosas que no correspondían. Mi mayor patrimonio son los futbolistas que dirigí. Ellos son testigos de que jamás en mi vida negué el juego, de que debíamos jugar mejor que el rival para ganar”, expresó en uno de sus últimos congresos.

Agobiado por un ataque de anemia y las fuerzas que lo abandonaron de a poco, se fue el Flaco Menotti. Deja respuestas y enseñanzas para seguir explicando el fútbol del futuro.

El Flaco Menotti dirigiendo a Peñarol.
El Flaco Menotti dirigiendo a Peñarol.
Foto: Archivo El País.

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