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Cóncavo y convexo

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Dicen en España que queriendo olvidar algo lo único que se consigue es recordarlo, y por eso más vale enfrentar las dificultades, aunque estas vengan del pasado.

Dicen en España que queriendo olvidar algo lo único que se consigue es recordarlo, y por eso más vale enfrentar las dificultades, aunque estas vengan del pasado.

Daniel del Giudice prologa su libro Horizonte móvil (una expedición literaria a la Antártida), diciendo “Querrías gritar inmediatamente tu historia. Querrías decir “A veces crees que cometes todos los errores pasados y futuros”, o bien “Cada hombre lleva en su interior una habitación”, “Pero si es cierto que cada hombre lleva en su interior una habitación, la tuya está completamente desordenada y en la cómoda se amontonan viejas fotografías”. Pensarías “Es imposible recordarlo todo”, invocarías la distracción porque es lo único que escapa al dolor”.

Su pensamiento da inicio a unas cuantas reflexiones teóricas y prácticas sobre el verdadero Sur de nuestro mundo individual y colectivo, pero sin perder de vista el Norte (que marca el rumbo), todo lo que sintetiza, en la frase final del prólogo: “Por su naturaleza, la Historia no es más que escritura en una forma distinta”.

Y es así la historia de las sociedades, y también la de las personas.

El 2016 fue raro para el Uruguay y para el mundo. Un año de luces y de sombras, que comenzó con la pérdida de Bowie, uno de los actores de la caída del muro de Berlín, y cuya máxima expresión quedó plasmada en su canción “Heroes”, y parece terminar con la muerte de Castro, paladín de la egolatría, la violencia, y la arbitrariedad. Uruguay también perdió a Batlle, un valiente y raro liberal al que no le temblaron las neuronas ni la mano al desafiar a su ADN, una prueba viviente de hasta donde llega la voluntad y como triunfa esta sobre la adversidad. Cosas raras de la historia, pero como dijo Steve Jobs, los puntos se conectan para atrás… no se pueden conectar para adelante.

Sin embargo, las luces y las sombras son matices, son puntos de vista, subjetivos de por sí, cargados de racionalidad pero también de pasiones (de esas que no se explican y que son porque son), y construyen la realidad a la que hay que atenerse.

No es casualidad que con respecto a esto en la Universidad de Navarra enseñaran que casi toda cuestión humana puede ser vista desde un lado como cóncava, y también desde otro como convexa.

Es decir que dos personas pueden pensar honesta y sinceramente que tienen razón cada una sobre determinado tema, y por ahí si tenerla, ambas o ninguna.

Pero es difícil que la razón absoluta la tenga una sola.

Esto es algo de lo que nos hemos olvidado, y así están las cosas que ya casi no nos damos espacio para la discusión de las cuestiones más fundamentales que nos afectan, y a nuestra sociedad. Nos quedamos en la forma de exteriorizar los problemas, de comunicarlos, y no en los problemas en sí.

La verdad completa no es patrimonio de los hombres, y por esto, los mismos tienen que apañarse como pueden y tratar de mediar para entenderse.

Buscar la mediación es una buena manera de escribir en forma diferente lo que será la Historia que otros leerán sobre nosotros en el futuro.

Necesitamos explorar caminos que nos acerquen como personas y como sociedad y no que nos separen más de lo que ya estamos.

Con buena voluntad, las brechas sociales, las dicotomías ideológicas, las diferencias de clase, son puro verso.

Nuestros líderes partidarios son capaces y responsables para lograr esto y lo han demostrado tendiendo la mano al otro, pero tienen la difícil carga de ponerle los límites al populismo frenteamplista, de llenar con ética todos esos espacios que el populismo pretende inundar y conquistar con promesas y con resentimiento de clase en lugar de contagiar el “sí se puede” a los más desfavorecidos.

Así como el monte Tabor presenta una cumbre aguda o redondeada, según desde donde se lo aprecie, los problemas de nuestra realidad también presentan varios ángulos.

Por suerte contamos con una nueva generación de políticos que comprende que los problemas son cóncavos y convexos, a la vez.

Hay que ordenar de una vez por todas las viejas fotografías que se amontonan sobre nuestra cómoda (la individual y la colectiva), y sin miedo al dolor debemos dejar de mirar para el costado, enfrentar lo que nos toca, e ir para adelante.

Nos corresponde poner el freno a los que canalizan las frustraciones de la gente con miras a su provecho partidario, sindical, corporativo, o personal. Y toca hacerlo aunque a veces parezca políticamente incorrecto.

No debemos perder de vista que en Uruguay hay una izquierda de la posverdad con complejo de génesis (no toda) que pretende adjudicarse todo lo bueno que ha pasado y que pasa en el país, y que sin vergüenza pretende sacudirse de encima todo lo malo que ella misma ha creado.

El próximo gobierno blanco enfrentará un panorama similar al del año 1985, en cuanto también tendrá que lidiar con las dificultades de una transición. Debemos estar atentos a esto.

La primera transición fue difícil, fue por paz y democracia, pero la transición que se nos viene, ésta de la que seremos protagonistas, será la del desafío de rescatar a miles de compatriotas de la exclusión y llevarlos a la inclusión, de convencerlos que no deben bajar los brazos y que pueden dar pelea con la certeza de que con trabajo hay un futuro mejor para ellos y sus hijos, sin dádivas, para todos, insertos en el Uruguay y en el mundo.

No podemos dejar que nos hagan olvidar que este país y su grandeza no nació en el 2005; la originalidad y las virtudes que distinguen al Uruguay de los que lo rodean son haber plantado democrática cara por medio del derecho a cuanto abuso se nos quiso imponer, a cuanto problema o crisis tuvimos que enfrentar. A veces parece que olvidamos lo que fuimos, de donde venimos, y que perdimos la capacidad de rechazar lo que no nos conviene.

Debemos, como dice Del Giudice “gritar inmediatamente nuestra historia”, pero a nuestra historia futura, y la forma de hacerlo es poniendo el foco en las personas, y en el diálogo sin anclajes ideológicos.

Al final del día, tanto en lo personal como en lo colectivo, la cosa trata de tener el valor para conseguir aquello que queremos, lo que necesitamos para llevar una vida mejor. Se trata de buscarlo, encontrarlo, y no dejarlo escapar.

Estamos en Adviento, momento de reflexión, de esperanza y de alegría.

Con optimismo debemos pensar en lo que nos une, no en lo que nos divide.

Ojalá lo consigamos, y no lo dejemos ir.

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Tomás Teijeiro

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