La patética polémica reciente en el Parlamento por los insultos cruzados entre los senadores Da Silva y Viera ha dejado en evidencia un tema de fondo: el peligro que implica el llamado “delito de odio”. Se trata de una categoría impuesta en nuestra ley con las mejores intenciones. Pero, como muchas veces pasa con eso, el resultado es lamentable. Este tipo de tipificación es una violación inaceptable a la libertad de expresión, y termina banalizando temas que son muy serios.