El Uruguay es víctima de su éxito. ¿Por qué se ha apreciado tanto su moneda? El dólar cayó por décima vez consecutiva en estos días. En lo que va del año ha retrocedido más del 5%. Seguimos atrayendo inversiones por varias razones; extranjeros que se radican en nuestro territorio, empresas que deciden instalarse por aquí y los uruguayos huyen menos de su moneda e invierten en títulos locales con distintas variantes. Nuestro país es visto cada vez más como confiable, así lo indican las calificadoras internacionales de riesgo que le han mejorado la calificación, incluso Fitch, la más reacia.
Además Uruguay tiene una tasa de inflación descendente que aunque siga siendo alta comparada con otros países de la región por su nivel y tendencia, es envidiable. Refuerza las perspectivas de estabilidad monetaria para aquellos que traen dólares y se da cumplimiento a la ley de la oferta y la demanda; cuanto más billetes ingresan, el valor a lo que se convierte aumenta. Por ejemplo, un nuevo residente argentino que construye su casa debe cambiar las divisas en pesos uruguayos para comprar materiales, tierras, pagar sueldos, etc. Se crea demanda de pesos al tiempo que crece la oferta de dólares. Lo más escaso sube de valor y lo que abunda (oferta) baja.
No se desea evitar el influjo de inversiones, obviamente, pero para evitar consecuencias negativas, el ahorro y el capital que entra debe tanto generar bienestar, como bienes y servicios que resulten en mayor productividad. Uruguay tiene hoy ahorros y posibilidad de captar capitales para importar máquinas, equipos y tecnología que permiten producir más y mejor. Pero si seguimos haciendo lo mismo, el riesgo es con una mejor tecnología terminar produciendo con menor mano de obra y ahí hay un problema. El futuro pasa por encontrar nuevos filones de actividad donde invertir y crear trabajo. El desafío está en qué sectores avanzar; en lo tecnológico, en capital humano preparado en ingeniería y actividades distintas a las tradicionales.
Nuestra actividad económica padece de la falta de flexibilidad laboral impuesta por un sindicalismo vetusto y radicalizado que trunca las posibilidades de aggiornamento. Ya sea en la industria, los servicios y la producción. Un reciente episodio en Conaprole lo ejemplifica. Otra vez, aparecieron la cerrada oposición y los paros para detener la puesta en marcha de maquinaria moderna a pesar de que nadie perdería ni salario ni trabajo.
Otro gran escollo se halla en la educación. Es urgente un mayor énfasis en las ciencias exactas, en el dominio de otros idiomas, empezando por el inglés. El mundo moderno va por ahí y los uruguayos ya comenzaron a recorrer con éxito ese camino. Ya han dado muestras de tener un buen porvenir pero es indispensable el cambio de mentalidad a nivel educativo, el número y nivel de capacitación de estudiantes y de profesores. Hoy alumnos y profesores pueden acceder a los mejores del mundo gracias a las avanzadas telecomunicaciones, el internet, la inteligencia artificial.
Pero enfrentamos el dilema planteado por el director de Ceres, Ignacio Munyo, en su presentación de este jueves. La trampa del atraso cambiario que tiene muy molesto al importante sector agropecuario y a los exportadores. Lamentablemente no hay receta clara ni sencilla para salir de ella. El billete verde se ha debilitado en el planeta (en 2023 en Brasil, retrocedió más del 8%) pero aquí cuesta la pérdida de competitividad al vender nuestros productos. No se ha firmado aún ni un nuevo TLC, así que pagamos altos aranceles mientras tenemos competidores que van en coche. Perdimos la oportunidad dorada del TLC con Estados Unidos (menos mal las cuotas) bajo el primer gobierno de Tabaré Vázquez, el ministro Gargano y el canciller brasileño Amorim. Los acuerdos con México, Israel y Chile no han traído mayores beneficios y van 20 años trancados con el de la UE y el Mercosur. En el MEF, su conductora Arbeleche enfrenta con mano firme e inteligencia la compleja coyuntura, tratando de que la inflación no se dispare, que nuestros buenos índices no se destruyan ni tampoco aumente la deuda. ¿Acaso Argentina con su devaluada moneda (42% en el año) ha encontrado la solución?
Pero como suele ocurrir lo inesperado, podría surgir algo positivo para nosotros. Más allá de que provenga de una desgracia ajena. Una factible suba en los precios de nuestros commodities a resultas de la destrucción a manos de los rusos, de la gran represa en Ucrania.