Con su habitual puntería, nuestro colaborador Casalás sintetiza en su chiste gráfico de ayer lo que muchos uruguayos estamos sintiendo. Un atribulado primer mandatario reivindica su derecho a equivocarse y dar porrazos comunicacionales, pero su diligente secretario le replica que “olvidás un detalle: que sos el presidente”.
Lo preguntamos durante la campaña electoral de 2024 y, a nueve meses de instalado el gobierno, sigue sin quedar claro: ¿carece el presidente de un asesor de comunicación? Lo de esta semana en ADM fue revelador: en lugar de haberse preparado para no cometer errores ni expresar ambigüedades, anunció que lo seguiría haciendo, escudado en que lo tenía cansado la corrección política.
Si de eso se tratara, estaríamos todos de acuerdo. Pero las imprecisiones del presidente no obedecen a una encomiable incorrección política sino a lisa y llana endeblez argumental. Y no lo observamos solo nosotros. Un intelectual como Gerardo Caetano, que suele opinar siempre -y hasta interpretar la historia- desde una posición de izquierda, ha dicho en canal 5 que la comunicación del presidente es errónea. El semanario Brecha, otro vocero del FA, publicó el viernes una columna durísima titulada “La política del capaz que”, donde Martina Molinari define la “orsificación” como un discurso que “propone pensar si acaso no habría algo para pensar, pero sin especificar qué”. También lo explica como “la polisemia programada, enunciados capaces de significar varias cosas a la vez sin comprometerse con ninguna”. Ante las recientes declaraciones ambiguas sobre Bukele y los militares en Domingo Arena, la autora señala que “la militancia frenteamplista quedó en una posición yogui: inmóvil, respirando y esperando instrucciones”.
Está claro que el problema alarma a sus propios votantes y resulta difícil justificarlo por el lado de que para ser buen presidente no se precisa dominar oratoria.
El psicoanalista francés Jacques Lacan ha señalado que la estructura del lenguaje determina nuestra realidad psíquica, configurándose como la matriz fundamental del pensamiento. Cualquier persona puede carecer de capacidad de comunicación, sin dejar por ello de ser honesta y bien intencionada. Pero amerita preguntarse si tiene ideas claras cuando carece de la habilidad de expresarlas.
El temor se acrecienta cuando admitimos que el presidente es el principal sostén político de uno de los pocos ministros que demuestra solvencia técnica en su cargo, el de Economía y Finanzas. En más de un caso, Oddone ha enmendado la plana a sus propios colegas: cuestionó la insólita decisión anunciada por el ministro de Ganadería, de suspender la exportación de ganado en pie; puso freno al delirio del impuesto del 1% a los ricos, y hasta llegó a desmentir al presidente respecto a la rescisión del contrato con Cardama. Tenemos derecho a preguntarnos quién lo respalda ahora, con un panorama interno del FA tan peleado y un presidente que no señala caminos claros.
Porque acá entra a tallar otro conflicto, que parecía preverse desde marzo, pero que el paso de los meses está haciendo cada vez más evidente: la puja de los partidos Comunista y Socialista contra el mayoritario MPP, por el control de la gestión de gobierno.
Sobre esto ha escrito con meridiana claridad Andrés Danza en su columna de la semana pasada en Búsqueda: “Entre algunos de los principales jerarcas y dirigentes del oficialismo está creciendo la idea de que esa pulseada histórica entre tupas y bolches está atravesando un momento muy complicado (…) Un rumor que crece en pasillos de la Torre Ejecutiva y del Palacio Legislativo es que los comunistas y sus aliados están atacando en forma premeditada, organizada y escalonada al MPP”, tanto desde los cargos políticos, señala Danza, como a través del Pit-Cnt. Lo más grave es que “es una incógnita cuál será el resultado”.
En un contexto tan preocupante, resulta paradójico pero es real: hace falta apoyar al sector pragmático del gobierno y fortalecer el deteriorado liderazgo del presidente, como condición de estabilidad de un rumbo político y económico no totalmente compartible, pero al menos racional.
No sería responsable para los liberales sumarnos a la “batalla silenciosa” que lo afecta por izquierda: si la alternativa a soportar cada tanto algún gazapo comunicacional, es entregar el gobierno a un kirchnerismo a la uruguaya, más vale garantizar que el barco siga a flote y trabajar sin descanso para que la Coalición retorne al poder en 2030.