El ministro Daniel Salinas anunció que dejará su cargo, y probablemente la actividad política, en el próximo mes de marzo. Se produce así la salida del gabinete de la figura más popular del gobierno, alguien que supo ganarse el aprecio y el respeto de (casi) todos los uruguayos, al ser el portavoz y cara visible de la campaña que enfrentó al país con el coronavirus. Una campaña que tanto a nivel nacional como internacional, es vista hoy como un ejemplo resonante de éxito frente a un flagelo que golpeó a todo el planeta.
El país entero tiene pues, una deuda importante con el doctor Salinas, quien más allá de sus condiciones técnicas o su liderazgo en el ministerio, se ganó el corazón de la sociedad en base a una honestidad y transparencia a la hora de comunicar, y a una espontaneidad y rectitud al enfrentar las duras campañas que se lanzaron en su contra. Porque en momentos en que algunos políticos y comunicadores arrecian en otra campaña sucia contra el presidente Lacalle Pou en base a especulaciones maliciosas, y filtraciones malintencionadas, es bueno recordar cómo fue que Salinas se ganó el lugar que hoy ocupa.
Hace exactamente tres años, y cuando ni siquiera había asumido, el Dr. Salinas debió enfrentar una ofensiva virulenta. En aquel entonces, cuando el eje de la campaña contra un gobierno que ni siquiera había asumido era su “sociedad” con Cabildo Abierto, VTV noticias tiró la primera “bomba”. Según informaba la señal dirigida por el periodista Gabriel Pereyra, Salinas figuraba como director de una empresa sancionada por “irregularidades” y como ex socio de un psiquiatra acusado de torturar en dictadura. Aquello fue un escándalo inmediato. La Diaria retomó con pasión con estas acusaciones, y otros medios y periodistas en la red Twitter se sumaron a la indignación.
Diga que por entonces TV Ciudad tenía otra conducción, que si no, Salinas habría pasado a ser Joseph Mengele.
Se trata de una mecánica que ya se ha vuelto habitual para los uruguayos, pero que en aquel momento conmovió a la sociedad. Aunque la realidad fue que todas esas denuncias resultaron ser una patraña. Pero las mismas calzaban justo para consolidar una narrativa según la cual Cabildo Abierto, socio clave del gobierno por comenzar, era el partido de los militares de la dictadura.
Apenas Salinas comenzó su gestión, estalló la pandemia. Y, lejos de que ello generara una ola de patriotismo y de que el sistema político se alineara detrás de la gestión oficial, fue el inicio de una guerra todavía más dura. Y sucia.
Primero vino aquel caceroleo, impulsado por el hoy presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, desde el Pit Cnt. Luego la campaña de miedo y desautorización del gobierno, impulsada por la cúpula del Sindicato Médico, que denunciaba que si no se hacía lo que ellos exigían, vendría el apocalipsis. Claro que lo que ellos exigían era lo mismo que exigía el Pit-Cnt y el Frente Amplio, ¡oh, casualidad! Y la frutilla de la torta la pusieron algunos comunicadores “compañeros” y médicos devenidos estrellas de redes sociales, que marcaban a quien no se alineaba con su mirada liberticida, y azuzaban el pánico en la sociedad.
La realidad mostró que ellos estaban equivocados, y el gobierno en lo cierto. Hoy, todos los estudios confirman que las cuarentenas forzosas, las “rentas universales”, las políticas “cero covid” fueron un desastre costosísimo. ¿Usted escuchó alguna rectificación? ¿Algún pedido de disculpas?
Pero ni con eso, Salinas tuvo tregua. Después empezaron las exigencias por el tema vacunas, las denuncias de que Salinas no se llevaba bien con otros jerarcas, y hasta la sugerencia de que su postura más favorable a un acuerdo regional, había complicado la negociación con Pfizer.
El ministro resistió todo eso. Y sin perder el bueno humor, ya que sus intervenciones en las conferencias de prensa con el presidente Lacalle Pou, o sus comentarios en las redes sociales, lo acercaron más a la gente, y solidificaron su apoyo.
Un apoyo que no ha evitado que desde los mismos ámbitos se lo siga criticando, ahora con un poco más de delicadeza, eso sí. O se siga asociando a su partido con una banda de ogros derechistas, que vendrían a terminar con la generosa dádiva de derechos que nos habrían regalado los gobiernos previos. ¡Como si los derechos fueran algo que pudieran regalar los gobiernos a voluntad!
Retomando lo del principio, el país tiene una deuda profunda con el ministro Salinas. Y sería una pérdida muy grande que el sistema político se perdiera sus aportes. Pero su gestión nos permite ser testigos y comprobar la forma de actuación de algunos actores políticos que padece hoy el país. Y, ojalá, desarrollar anticuerpos para no contagiarnos del resentimiento, y rencor, que permanentemente inyectan al torrente sanguíneo del debate público en Uruguay.